Seis meses en urgencias (1)
Tarek Abujder: La primera vez que escuché sobre el virus fue más o menos…
Carlos Roberto Aguiltar Pineda: … a finales del 2019, comenzando el 2020.
María Claudia Quiroga: Estaba cerca el año nuevo…
Alejandra del Pilar Gallardo Garrido: Y ya había empezado algunos murmuró [murmullo].
Gonzalo Gianella Malca: La información no era, no era muy clara.
Carlos Roberto Aguiltar Pineda: Que era algo muy distante, algo muy lejano.
Tarek Abujder: Jamás, o sea, pensé que era solamente algo que estaba en Asia en ese momento.
Pamela Flores: Y yo pensaba que esto no podía pasar, que eso no iba a llegar a Bolivia. Es más, que no iba a llegar a Latinoamérica.
Silvia Viñas: Pero sí llegó.
Bienvenidos a El hilo, un podcast de Radio Ambulante Estudios. Yo soy Silvia Viñas.
Eliezer Budasoff: Y yo soy Eliezer Budasoff.
Hoy tenemos un episodio especial. Este miércoles, 19 de agosto, se celebró el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, y este año estuvo enfocado en el personal de salud o humanitario que está arriesgando su vida día a día durante la pandemia… El día es un reconocimiento simbólico, pero también es una excusa:
Silvia: Queríamos saber cómo ha vivido el personal médico que trabaja a lo largo de nuestra región todos estos meses de emergencia sanitaria. Queríamos que compartieran sus historias, lo que han visto, cómo se han transformado sus vidas y sus miradas en este tiempo:
Es 21 de agosto de 2020.
Joseph: Yo veía que la gente pensaba que esto era una gripa y yo en lo personal también lo pensé. Y eventualmente hablé con mis amigos que trabajan en China, en diferentes unidades de terapia intensiva, y ahí empecé a tener un poquito más de respeto por esta enfermedad.
Gonzalo: Ya cuando llega a Europa y se ve lo que está pasando en Italia, en España, las alertas se encendieron por todos lados.
Pamela: Y ahí inicia el miedo ¿no? decir, ¿qué va a pasar si llegara a Bolivia? Porque qué vamos a hacer en nuestro sistema de salud es pésimo. No estamos preparados para una epidemia así.
Doctora en Venezuela: Si en esos países han estado haciendo tanto desastre. Obviamente aquí no estábamos preparados para un brote de esos.
Gonzalo: Si eso llegaba al Perú iba a ser un… un problema grandísimo y mayor.
Jonathan Villena-Vargas: Bueno, escaló bien rápido. Pero me acuerdo todavía escuchar en el noticiero cuando tuvimos el primer paciente aquí. Era un paciente no más. Y creo que relativamente en una semana… comenzó a cambiar toda la cosa.
Tarek: Alrededor del 10 de marzo, la OMS declara una pandemia que se iba a hacer más grave de lo que esperábamos por aquí.
Claudia: Cuando la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia, me acordé de mis clases de epidemiología, cuando conocí el término, y dije el día que esto es el fin.
Gonzalo: Ahí hubo una reacción, yo creo que de todos, ¿no? de una voz uniforme, todo el mundo decir ok, es necesario hacer algo, ¿no?
Joseph Varon: Y empecé a leer todo lo que pude.
Pamela: Además de dejar el miedo, uno tenía que ir preparándose. Uno tenía que leer mucho, ir actualizándose constantemente.
Gonzalo: Como médico uno, uno puede decir que que bueno que leerlo, verlo, pero creo que el momento en que tú te das cuenta de que las cosas están… y es… es difícil decirlo de esa manera, que a veces necesitas ver los casos ¿no? Pero ya cuando comienzas a ver los casos ya la cosa es evidente que está aquí y que tiene la gravedad que tiene.
Claudia: Tal vez nunca pensé que el momento fuera a llegar. Entendí que la vida nos había cambiado… y que esto iba a ser, eh, la Tercera Guerra Mundial.
Eliezer: Ahora parece que nos hubiésemos habituado a contar muertes y contagios, a mirar gráficos y estadísticas sobre una enfermedad que avanza día a día sobre el mundo.
Silvia: Pero hace apenas 6 meses, todo era nuevo y desconocido. Entonces, en las últimas semanas hemos estado hablando con ocho médicos en ocho países de la región que se convirtió en el epicentro de la pandemia. Aquí están sus testimonios.
Joseph: Soy el doctor Joseph Varon. Soy el jefe del hospital United Memorial Medical Center en Houston, Texas, en los Estados Unidos de Norteamérica.
Mi día empieza muy temprano, antes de que salga el sol. Llegas al hospital, te tienes que cambiar en… en estos trajes medio espaciales para entrar a ver a, a los pacientes. Nada más meterte a la unidad te toma casi 20 minutos y después es una serie de mete, sale, mete, sale, ponte esto, quítatelo. Pasa todo el día. Yo no llego a la casa antes de que sean, qué se yo las diez, once de la noche y luego al día siguiente, todo. Otra vez exactamente igual. ¿A qué grado mi vida está ahorita colapsada?, que no me ha dado tiempo ni de pagar ni electricidad, el agua. Uno de estos días me van a desconectar esas cosas en la casa. Nada más para que tengas una idea de qué tan feo está, eh, la situación.
Estoy frustrado porque veo que trabajo como loco y la gente sigue sin hacer caso. Tú sabes que en los Estados Unidos hay un grupo de gente que no cree que el coronavirus es real. Piensan que es una, una invención de algún partido político. Yo he llenado más certificados de defunción de toda mi vida, de toda mi vida como intensivista.
Cuando la gente me pregunta que por qué no le digo a alguien que cubra a mis pacientes. Porque la gente no quiere trabajar con pacientes con COVID. Les da miedo.
Lávate las manos por el amor de Dios. Son las cosas más sencillas del mundo y se pueden hacer. Sí podemos controlar esto, pero lo tenemos que hacer todos. No pueden ser unos sí otros no, o que yo no me pongo la, la mascarilla porque es mi derecho. Yo hago lo… Ese es el problema. Y en situaciones como la que estamos ahorita deberíamos tener unas leyes un poquito más rigurosas en las cuales a todo el mundo se le obliga a que se pongan sus mascarillas y si no lo hacen, entonces que haya repercusiones. Es la única manera de que la gente va a entender.
Pamela Flores: Yo me llamo Pamela Flores, soy residente de tercer año de Medicina Interna y trabajo en el hospital Univalle, que está en Cochabamba, en Bolivia.
Viene el levantamiento de la cuarentena. La gente sale, hace lo que quiere. Entonces ahí empezaron a llegar los casos. Entonces allí el hospital paró, tuvo que reestructurar todo, tuvo que, que cambiar todo lo que estaba previsto para poder atender a estos pacientes. Inicialmente un número de camas. Posteriormente, más y más, hasta convertirnos en un hospital COVID.
Ha sido un miedo fatal al inicio porque no tenía, o sea uno que no quería ir porque decía ay, me contagio o cualquier error que yo pueda cometer puede ser el fin de todo. Entonces eso era el… uno de las de los problemas y otro que sí se ha visto, o sea, cuando él, cuando ha llegado este problema, Cochabamba. Así que llegó de golpe ¿no? golpeó muy duro la población, la gente llegaba en sus vehículos, morían en las calles o es más, llegaban al hospital ya muy mal y querían que hagas todo tú. Pero el paciente se estaba muriendo en tus manos. Es muy feo. Entonces esto de las calles es real. La gente moría en los pasillos, la gente moría en la puerta del hospital, la gente moría en sus casas. Porque mucha gente no puede tener acceso a un seguro, a un sistema de salud.
Entonces yo creo que esa ha sido la parte más frustrante como médico de ver y no poder hacer nada.
Carlos Roberto Aguiltar Pineda: Me llamo Carlos Roberto Aguilar Pineda. Soy neumólogo clínico. Trabajo en el Instituto Nacional Cardiopulmonar en Tegucigalpa, Honduras.
Uno de los momentos más dolorosos fue el enterarme del fallecimiento de un colega médico muy cercano, que fue parte de mis compañeros cuando estudiábamos en la Facultad de Medicina. Y saber que él había fallecido de COVID 19 y que un par de semanas antes él me había llamado por teléfono preocupado por la salud de la esposa, quien también se infecto de COVID 19. Ella sobrevivió, pero él falleció.
Fui de los primeros médicos, creo yo, que estábamos atendiendo pacientes COVID que di positivo. Mi contagio fue realmente inesperado, puesto que estuve desde el primer momento tomando todas las medidas de bioseguridad y desde luego el impacto no sólo físico, sino también emocional al pensar en, obviamente mi propia vida, pero también en mi familia. Fue realmente una experiencia muy fuerte que me ha fortalecido nuevamente como médico al darme cuenta la enorme importancia que tiene ese sentimiento que debemos de tener con nuestros pacientes. Se ha visto pues desde luego, ahora he confirmado y puedo entonces ahora entender con mayor precisión lo que los pacientes sienten.
María Claudia Quiroga: Mi nombre es María Claudia Quiroga. Soy médica especialista en anestesiología y me dedico al cuidado intensivo en Bogotá, en la Clínica Medical, en la localidad de Kennedy. Una de las más afectadas por la pandemia en Bogotá.
Tuve el 7 de julio un… síntomas respiratorios y tuve que aislarme. Estaba dentro de la casa con mis hijos y mis papás en un piso aparte y ellos me veían por las escaleras. Entonces mis hijos hacían figuras de Lego y me las llevaban, las ponían en el borde de la escalera y me decían: “mami, aquí te traje uno. Cuando yo me baje tú lo vas a coger”. Y esos eran sus regalos durante todo el día. Tener que mantener ese distanciamiento ha sido lo más difícil. Así no sea lo más grave, pero para mí sí fue lo más difícil.
Realmente no es fácil mantenerse uno emocionalmente compensado viviendo días de cinco fallecidos en un solo turno, reanimando repetidamente, escuchando a los pacientes agredirlo a uno, son muchísimas cosas que afectan física y psicológicamente.
Creo que finalmente cada muerte es como un fracaso para el médico intensivista y hacemos mucho, pero hay un límite que nosotros no podemos sobrepasar y eso nos va frustrando. Llevo más o menos cinco turnos sin tener fallecimientos y emocionalmente creo que me está aliviando mucho esa situación.
Yo tengo un trastorno estrés postraumático desde hace cuatro años por un asunto de violencia intrafamiliar y en ese momento tuve que ir al psiquiatra. Creo que en este momento haber tenido esa situación y haber tenido que tomar medicamentos y antidepresivos y haber tenido una alteración del sueño tan grave que me hicieron buscar tratamiento, me ha hecho mucho más fuerte para sobrellevar situaciones emocionalmente muy tensas y he logrado estar, pues, estable emocionalmente para poder batallar a diario con esto.
Al inicio pensé que no iba a trabajar en COVID, me dio tanto miedo que decidí que renunciaba a mis trabajos. Estuve un mes sin trabajar y después cuando regresé me metí de tiempo completo, en este momento hago casi dos tiempos completos en la unidad de Cuidado Intensivo y cada día cuando me voy siento que es necesario seguir sabiendo de mis pacientes.
Tengo una paciente que me hace sentir mucha empatía porque es una mujer de 49 años que tiene tres cesáreas con un TAC cerebral que muestra atrofia cortical, y se infecto y está muy mal. Una, como muchas, de muy bajos ingresos, que ha sufrido COVID en el trabajo. Todos los días, cuando la veo, pienso en que hay tres criaturas esperando por ella. Eso me hace sentir la necesidad de hacerlo todo para poder sacarla de esta situación. Pero no es fácil. La frustración es constante y superar esa frustración requiere muchísima fortaleza psicológica. Ese es el diario vivir aquí en la unidad de cuidado intensivo.
Eliezer: Ya volvemos.