Meditación para la autoestima – 15 minutos
Bienvenida, bienvenido a este ejercicio de meditación. Antes de comenzar busca un lugar
donde puedas estar a solas y en silencio. Siéntate en un cojín en el suelo, con las
piernas cruzadas, o en una silla, lo que te sea más cómodo. Lo importante es que tu
espalda esté erguida y a la vez relajada. Puedes descansar la mirada en el espacio frente
a ti o, si lo prefieres, cierra los ojos. Esta sesión la dedicaremos a despertar y
cultivar nuestro amor propio. Para ello recurriremos a la noción de bondad básica: la certeza
de que tú, yo y todas las criaturas sintientes somos intrínsecamente valiosas y deseamos
el bien. Esta bondad básica la podemos imaginar como un sol, una fuente inagotable de luz
y calor, y todas las circunstancias que temporalmente la ocultan y nos hacen perder contacto con
ella las podemos imaginar como nubes pasajeras. Nuestra tarea es identificar que ese sol de
nuestra bondad básica está siempre presente e investigar cómo podemos mitigar las nubes
que lo cubren para volver a entrar en contacto con él. Reconocer y reconectar con nuestra
bondad básica es cultivar una amistad con nosotros mismos.
Empecemos. Respira por la nariz y siente cómo el abdomen se expande al inhalar. Respira
profundamente tres veces. Inhala… mantén el aire… y exhala. Inhala, y exhala...
y una vez más inhala, y exhala. ¡Bien! Ahora recorre tu cuerpo con atención. Primero
siente la cabeza. Si percibes alguna tensión en el cuero cabelludo permite que esta se
disuelva con la exhalación. Revisa el entrecejo y el área de los ojos. La mandíbula también
suele guardar mucha tensión. Relájala conscientemente. Toma un momento para apreciar todas las funciones
que se realizan en la cabeza, las funciones conscientes e inconscientes del cerebro, que
incluso ha decidido hacer este ejercicio por tu bien. La boca que te permite alimentarte,
y no solo esto, ¡también disfrutar de la comida! Todos los órganos de los sentidos,
¡qué bueno es tenerlos! Incluso si te falta o te falla alguno de ellos es fácil aceptar
que hacen su trabajo lo mejor que pueden y apreciar cuán conveniente es tenerlos.
Sigue con el cuello, la garganta, los hombros… ¿Hay tensión? Si es así, permite que esta
se disuelva con la exhalación. La capacidad de reconocer tensión y relajarla es otra
de las muchas cualidades positivas de la consciencia. Continúa con los brazos, antebrazos y manos,
¿qué sienten? Reflexiona todo el bien que aportan a tu vida
Siente el pecho y los pulmones, percibe cómo cambian de tamaño al respirar. Dedica un
momento a apreciar la bondad tan fundamental de la respiración. Siente el latir
del corazón. Nota su calor y su constancia, su pulsación. Comprende que ese latido es
el que te da vida. Piensa en la sangre que corre por las arterias, llevando oxígeno
a cada célula de tu cuerpo. Ahora siente el abdomen, el hogar del estómago y de tantos
otros órganos que trabajan sin descanso para mantenerte con vida. Estos son la expresión
de tu deseo primordial de vivir y estar bien, un anhelo que compartes con todas las personas,
con todos los animales. Y cuando sientes el deseo de que otros estén bien, ¿dónde
lo sientes en tu cuerpo? ¿Identificar una calidez en el plexo solar? ¿Un cosquilleo
general? ¿Cómo se manifiesta en ti? Siente la espalda… los glúteos… los muslos…
las rodillas y pantorrillas… ¿qué sensaciones encuentras? Siente los pies. Relájalos. Todo
el sistema locomotor te lleva de un lado a otro. Es tan útil, tan benéfico. Toma
un momento para apreciar la bondad que ya existe en todo tu cuerpo.
Nuestra “bondad básica” es nuestro potencial para el amor y la compasión, también para
conocer y aprender. Es como una semilla que, cuando le permitimos germinar, florece para
convertirse en bondad y sabiduría. Incluso con tus limitaciones, ¿eres capaz de identificar
este potencial en ti, tu propia bondad básica? ¿Crees que a veces está ausente? Cuando
no has actuado en concordancia con esta bondad básica, ¿por qué lo has hecho? ¿Tal vez
por presión externa, por hábito, por confusión o simplemente por ignorancia?. ¿Puedes
reconocer que tu potencial siempre está allí más allá de los errores?
¿Y qué hay de los demás? ¿Te parece que los otros también poseen este potencial?
(3 s). Quizá con la gente bondadosa y altruista esto es fácil de identificar, pero ¿qué
hay de la gente maliciosa que oprime, tortura, mata o lastima a otros? ¿La gente cruel también
tiene bondad básica? ¿Crees que las personas que han cometido atrocidades lo han hecho
precisamente porque buscando una idea de felicidad cayeron en presiones externas, hábitos, confusión
o ignorancia? ¿Puedes reconocer su potencial para la bondad y el aprendizaje sin ignorar
lo terrible y equivocado de sus acciones?.
Se cuenta que la bondad básica es como un tesoro enterrado bajo la choza de un limosnero
que en el día sale a mendigar dinero y comida y cada noche regresa a dormir en el frío.
Y así transcurre su vida hasta que un buen día un pajarito le dice que cave debajo de
su choza. El limosnero, sin nada que perder, hace caso ¡y se encuentra un tesoro tan valioso
que no tendrá que preocuparse por su sustento nunca más! ¿Es posible que el amor
y el bienestar que buscamos afuera de nosotros ya exista en nuestro interior, que ya sea
nuestro y simplemente no nos hemos dado cuenta? ¿Cómo sería vivir sin perder de vista
nuestra bondad básica? ¿Cómo nos trataríamos a nosotros mismos y a los demás? Y,
por el contrario, ¿qué pasa cuando ignoramos nuestra capacidad de desarrollar bondad y
sabiduría? ¿Cómo nos sentimos cuando solo nos enfocamos en nuestros errores? ¿Cómo
actuamos? ¿Y cómo tratamos a los demás cuando solo vemos sus fallos y carencias?
La buena noticia es que no es tan difícil mantener contacto con este núcleo nuestro
cálido y luminoso, solo tenemos que aprender a escuchar. Nuestra bondad básica es esa
voz que se alegra cuando a alguien le va bien y se preocupa cuando a alguien le va mal.
Es ese susurro que confiesa que anhela perdonar o ser perdonado a pesar del orgullo. Es el
grito que busca proteger a los indefensos; el lamento por una tragedia; la voz que señala
una mala decisión o una creencia equivocada. ¿Puedes identificarla? ¿Cuándo fue la última
vez que la escuchaste? Ahora que hemos reconocido nuestro valor fundamental
o que por lo menos le hemos dado el beneficio de la duda, ¿cuál es el siguiente paso?
¿Qué significa tratarnos con bondad? ¿Nos damos permiso de sentirnos bien? Aprendamos
una manera de cultivar el amor propio. Toma un momento para volver a sentir tu cuerpo.
Imagina que tu corazón irradia luz y repite esta frase: “Quiero sentirme bien,
quiero ser genuinamente feliz… Merezco que este anhelo se cumpla.” Al mismo tiempo,
imagina que la luz de tu corazón cura tus enfermedades y disipa tus preocupaciones.
Haz esto por unos momentos. ¿Cómo te fue? ¿Lo sentiste natural o percibiste
alguna resistencia? Ahora piensa en alguien a quien aprecies y
quieras profundamente, pero que no sea tu pareja o un interés romántico. Puede ser
tu madre, otro familiar o una amistad cercana. Visualiza a esta persona frente a ti. Imagínala
sonriendo y mirándote con calidez Siente vívidamente qué importante es para ti que
esta persona esté bien y contenta. Imagina que tu corazón irradia tu amor en
forma de luz y alcanza a la persona, la ilumina y disipa todas sus enfermedades, sus dolores,
sus preocupaciones. Mientras esto sucede, dile “Quiero que estés bien. Deseo que
seas verdaderamente feliz” Imagina que la persona resplandece y se llena de alegría.
Explora este ejercicio con gentileza por unos momentos.
El amor se alegra con la felicidad de los demás. ¿Pudiste sentirlo? Podemos querer
a alguien a pesar de que haga cosas que no nos gusten, sin exigirle que sea perfecto.
Esta capacidad ya es tuya. ¡Alégrate de tenerla! Ese amor sin exigencias que
eres capaz de extender a otras personas también lo puedes sentir por ti.
Ahora revisa que la espalda siga erguida y relajada. Dirige la atención a la respiración.
Por unos momentos vuelve a generar el vívido deseo de ser genuinamente feliz.
Imagina de nuevo que la cálida luz que resplandece del corazón te inunda y sana todo tu cuerpo,
elimina todas tus preocupaciones, tus dolores, tus desilusiones.
Con suavidad regresa la atención a la respiración. Siente cómo el aire recorre la nariz,
la tráquea y llena los pulmones. Pausa un momento y exhala. ¿Cómo te sientes? ¿Fue
más fácil hacer el ejercicio esta segunda vez? ¿Crees que el sentir amor propio es
algo en lo que nos podamos entrenar? ¿Vale la pena hacerlo?
Si quieres darle continuidad a este ejercicio durante los próximos días, cuando cometas
un error o intentes algo que no salga bien, toma un momento para reconocer que los errores
son pasajeros, que no son parte de ti. Haz las correcciones necesarias sin maltratarte.
Escucha en tu interior con atención y reconecta con tu bondad básica: recuerda que es como
el sol o como un tesoro que a veces parece oculto, pero siempre está presente. Recuerda
tu valor y tu derecho a estar bien. De igual manera, cuando notes que alguien más comete
un error, intenta extenderle esta misma comprensión, reconociendo su bondad básica. Si tenías
los ojos cerrados, ya es momento de abrirlos. Gracias por hacer esta meditación con nosotros.
Puedes repetirla todas las veces que desees. Si quieres saber más acerca de la meditación,
te dejamos estos videos. Y si consideras que este tipo de material es valioso, considera
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