¿De dónde viene y qué es el FASCISMO?
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Con frecuencia oímos que se señala a algún político de “fascista” (TOSIENDO: “Trump”),
o vemos el surgimiento de grupos que buscan revivir esta doctrina. Incluso oímos discusiones
sobre si los nazis eran socialistas, capitalistas o qué… para entender mejor todo esto, hoy nos preguntamos:
¿De dónde viene y qué es el fascismo?
Ya en el siglo XIX, en Francia, Charles Maurras desarrolló una ideología nacionalista
y racista que pretendía el regreso a la monarquía con el movimiento “Acción Francesa”,
pero fue en Italia donde se desarrolló el verdadero fascismo.
Es poco conocido que el fascismo tiene sus orígenes en un poeta; Gabriele D'Annunzio fue un escritor italiano
muy influido por las ideas de Nietzsche. Fue soldado durante la primera guerra mundial,
época en la que reforzó su visión ultra nacionalista, y luego reconocido como héroe.
Al terminar la guerra los aliados, ganadores, se repartieron las regiones conquistadas,
pero Italia se sintió ofendida al no recibir lo que creía que le tocaba: sobre todo una región de Croacia llamada Dalmacia.
D'Annunzio no se quedó de brazos cruzados y con unos 2 mil soldados tomó por la fuerza la ciudad de Fiume
(donde de todas maneras ya vivían muchos italianos). Allí, junto con el sindicalista Alceste de
Ambris, escribió una constitución (la Carta de Carnaro) y en 1920 instauró un régimen de rasgos muy particulares.
Por ejemplo, se dio a sí mismo amplios poderes, ignorando las encuestas y la democracia.
Organizó el estado en diez corporaciones: todos debían pertenecer a alguna.
La décima corporación estaba reservada para los superhombres, héroes… y poetas.
Le gustaba dar ardientes discursos desde los balcones y organizar ceremonias con símbolos casi religiosos.
Recurrió al pasado para instaurar el ahora infame “saludo romano” que aparece en las pinturas,
tratando de recuperar la “grandeza latina”. También creó un cuerpo de élite llamado los “Arditi”, los “Osados”
(o “Los Temerarios”, je je je): militares de camisa negra que se encargaban de reprimir a cualquier crítico
o disidente. Muchas veces torturaban a sus víctimas ¡laxándolos con aceite de ricino!
D'Annunzio también se hizo llamar “il Duce”: el guía.
Mientras, otro italiano iba ganando poder: Benito Mussolini. Había descontento entre
la gente por los pocos beneficios que Italia obtuvo tras la guerra, y Mussolini aprovechó
ese malestar para atacar al partido socialista, del que había sido expulsado por su extremo nacionalismo.
Acusaba a socialistas y comunistas de todos los males de Italia y los atacaba con un grupo armado
llamado “los camisas negras”. Cuando se hizo con el poder tomó
muchos de los modos de gobernar de D'Annunzio y también se hizo llamar “Duce”.
Sí, y también retomó las torturas con aceite de ricino...
Por cierto, el término “fascista” proviene de “fasce”, que significa “haz”, o
“manojo” y hace referencia a un antiguo símbolo etrusco y luego romano de un haz
de varas con un hacha que significaba la fuerza del gobernante: todos unidos bajo la misma autoridad.
Mussolini le llamó a sus grupos armados “fasci”.
Luego Hitler adoptó la visión fascista y le agregó un fuerte ingrediente de racismo:
los malos ya no eran sólo los comunistas, sino todo aquel que no perteneciera a la supuesta
“raza aria”, culpando sobre todo a los judíos, pero también ensañándose con los
gitanos, los homosexuales y los enfermos mentales ¡incluso los epilépticos! . Había nacido el nazismo.
Un detalle importante: aunque “nazismo” es abreviatura de “nacional socialismo”,
no tiene nada de socialista: Hitler se dedicó a destruir cooperativas y sindicatos,
y el fascismo negaba de plano la lucha de clases. Durante la guerra el estado
no sólo no expropió medios de producción, sino que favoreció a las grandes empresas
capitalistas siempre que no fueran propiedad de judíos y acataran las instrucciones del Reich.
Sin perder tiempo, en España, Francisco Franco no tardó en adoptar las prácticas de Mussolini y de Hitler.
Tomó de él el lema “Una patria, un estado, un caudillo”, por ejemplo.
Y ¿qué es exactamente el fascismo? El filósofo Umberto Eco dice que no es una ideología del todo coherente:
toma formas diferentes en diferentes lugares, pero tiene algunas características comunes.
Él enumera 14, de las cuales destacamos las siguientes:
Surge de la frustración: una crisis económica o un fracaso político hace sentir a una clase
social que ha perdido privilegios y tiene miedo de que otro grupo social pueda quitárselos.
El miedo a la diversidad. Se busca la unidad y el consenso cultivando el miedo a lo diferente.
El primer llamado de un movimiento fascista es contra quienes se considera “ajenos” o “intrusos”.
Se crea una identidad a partir de este miedo.
Lo que une al grupo es el haber nacido en el mismo lugar o el pertenecer a un grupo
étnico que se define en oposición a un enemigo. Como algo curioso: el enemigo se describe
a veces como decadente o débil y a veces como poderoso y aterrorizante, según convenga.
El elitismo. La idea de que el pueblo propio es el mejor del mundo y de que los líderes
lo mejor de la sociedad y lo han demostrado llegando a su posición por la fuerza.
Por lo tanto, todos los subordinados son despreciados por débiles.
El culto a la tradición. El fascismo se alimenta de la idea de que en el pasado las cosas eran
mejores y que hay que retornar a esa antigua grandeza.
El irracionalismo. El fascismo desconfía de la reflexión profunda y de la crítica:
es preferible actuar antes que pensar. Por eso la cultura y la ciencia son sospechosas.
Goebbels decía “Cuando oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola”).
Se vive para luchar. Los fascistas ven a los pacifistas como débiles e ingenuos.
La vida es una guerra constante que sólo podrá terminar cuando se extermine a los enemigos.
Esto es una contradicción: una vez que se acabe con el “otro”, llegaría la paz, lo que contradice
el principio de guerra permanente. Machismo. Este culto a la guerra da origen
a un desprecio por las mujeres y una condena a la diversidad sexual.
Se cultiva un gusto por las armas como símbolo fálico. Antidemocrático.
En una democracia los individuos tienen opiniones diferentes, que se expresan mediante el debate abierto y
mecanismos como las elecciones. En el fascismo “el pueblo” se considera como una masa uniforme con una
sola opinión y se supone que el líder, en su inigualable sabiduría, es quien interpreta
esa opinión. Las opiniones diferentes son silenciadas.
En última instancia, el fascismo no es tanto un conjunto de ideas articuladas: más bien
moviliza pasiones y emociones, sobre todo el miedo a lo diferente y el orgullo por lo propio.
Los argumentos que se dan para justificar sus acciones no suelen ser más que pretextos
para obtener y mantener el poder y el control. Por eso y por todas las desgracias que ha
causado, en la actualidad esta visión del mundo está tan desprestigiada que prácticamente
ningún dirigente se identifica a sí mismo como fascista. Sin embargo, cuando un dirigente
silencia a la prensa y a las protestas, califica a los inmigrantes como amenazas, desprecia
a los débiles, condena a la diversidad sexual y presume de sus proezas y de su hombría…
tenemos razones para sospechar de sus tendencias fascistas. Y hay que estar atentos para que
los hechos del fascismo no vuelvan a ocurrir jamás. ¡CuriosaMente!
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