15 / 20. HERMANO COLTÁN
LAUDATO SI
¶ El cuidado de la casa común ¶ Alabado seas ¶ Capítulo 15. HERMANO COLTÁN
FRANCISCO ¡Paz y bendiciones para ustedes, hermanas y hermanos que me escuchan en estos días! Soy Francisco, el de Asís, el andariego. Yo caminé toda Italia de arriba a abajo, con lluvia y con frío. Y seguramente, como fui tan viajero, mi tocayo el Papa Francisco me pidió que viniera hasta aquí. ¿Saben a dónde he llegado? Nada menos que a África. Sí, África… aunque no sé bien en qué zona estoy ni con quién puedo hablar para saber lo que pasa en estas tierras.
COLTAN Habla conmigo, Francisco.
FRANCISCO ¿Quién eres tú, por qué no veo a nadie delante de mí?
COLTAN Es que te hablo desde el fondo de la tierra.
FRANCISCO ¿Y por qué te oigo tan clarito, aunque estás escondido?
COLTAN Porque yo soy un buen conductor de electricidad. ¿Sabes para qué me usan? Para los celulares, los teléfonos móviles. Por eso me escuchas tan bien.
FRANCISCO No sé de qué me estás hablando… ¿celulares?
COLTAN Son unos teléfonos pequeñitos que los humanos llevan a todos lados y les sirven para comunicarse. ¿No has visto a mucha gente con ellos?
FRANCISCO A medio mundo veo con esos aparatos pegados a la oreja hablando solos. Después me explicas más de ese invento. Primero dime cómo te llamas.
COLTAN Me llaman coltán. Soy un mineral negro, raro, muy escaso…
FRANCISCO Pues, hermano Coltán, he venido a averiguar qué pasa en estas tierras. Cuéntame dónde estoy.
COLTAN Estás en el Congo, en el corazón del África. Mira a tu derecha… Más allá de aquellas montañas, está la cuna de la Humanidad, donde nacieron los primeros humanos…
FRANCISCO ¿Adán y Eva?
COLTÁN No sé cómo se llamarían, pero… todo empezó aquí, en África. Ahora mira a tu izquierda, hacia el horizonte. Más allá está el mar. Por esas costas miles, millones de africanos, hombres y mujeres, fueron llevados como esclavos a América. Los arrancaron de sus tierras y los hicieron trabajar como animales. La compraventa de seres humanos duró siglos…
FRANCISCO Mi padre comerciaba telas. ¡Y aquí comerciaban gente!
COLTÁN De estas tierras se lo han robado todo: oro, diamantes, petróleo, uranio… Ahora me roban a mí. Antes, yo vivía tranquilo en lo profundo de la tierra, ni me conocían. Ahora matan por mí.
FRANCISCO ¿Cómo es eso, hermano coltán?
COLTÁN Están desesperados por encontrarme. Me buscan, me necesitan, me desean…
PUBLICISTA ¡Teléfonos inteligentes, videojuegos, televisores de plasma, videoconsolas, cámaras digitales, computadoras portátiles, tabletas! ¡La electrónica pone el mundo en sus manos!
COLTÁN Para fabricar todos esos aparatos me necesitan a mí. Y para tenerme a mí matan. Desde hace una docena de años aquí en el Congo ha habido guerra tras guerra…
FRANCISCO ¡Guerras!
COLTÁN Sí, Francisco, estás pisando muertos. Cinco, seis millones de hombres, de mujeres, de niños han muerto aquí… ¿Quién podrá contarlos?
FRANCISCO ¿Quién los mata, hermano coltán?
COLTÁN Las corporaciones trasnacionales echan a pelear a unos pueblos contra otros, venden armas, organizan guerrillas, contratan mercenarios. Se apoderan de las tierras en que he vivido olvidado tanto tiempo.
FRANCISCO Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren.
PERIODISTA 1 El 80 por ciento de las reservas mundiales de coltán está en el Congo.
PERIODISTA 2 Las empresas electrónicas abren cada vez más minas para extraer coltán.
PERIODISTA 1 Minas custodiadas por militares fuertemente armados.
PERIODISTA 2 Minas que producen mortales emanaciones radiactivas de uranio y radio.
COLTAN ¿Escuchas, Francisco? Es el trajinar de una mina cercana. ¿Sabes cómo trabajan ahí? De sol a sol, como esclavos. Comen y duermen cerca de las minas. Un minero puede sacar cada día un kilo de coltán. Me venden a 500 dólares el kilo… pero al trabajador le pagan 2 dólares. Los niños ganan menos: 25 centavos diarios.
FRANCISCO ¿Cómo? ¿Trabajan niños en esos lugares?
COLTÁN Sí, Francisco. Esas minas parecen hormigueros. Son largos túneles que abren a ras de tierra, hoyos que excavan en las colinas. Mientras más pequeños son, entran mejor por esos agujeros. Trabajan por miles. Los reclutan desde los seis, siete años… Entran y salen, entran y salen y dentro se asfixian, muchos mueren aplastados.
PERIODISTA 1 Por cada kilo de coltán mueren dos niños del Congo.
PERIODISTA 2 El Congo es uno de los países más empobrecidos del planeta.
PERIODISTA 1 Las minas de coltán han dejado bosques arrasados.
PERIODISTA 2 Reservas naturales devastadas.
PERIODISTA 1 Poblaciones de elefantes y gorilas exterminadas.
PERIODISTA 2 Campos de cultivo convertidos en lodazales.
COLTÁN Los aparatos electrónicos han ayudado mucho a tus hermanos humanos, pero también los han enloquecido. Los compran, los roban, los tiran para comprar el último modelo. Consumir, consumir es lo único que les importa… ¡Una contaminación mental!
FRANCISCO Hermano coltán, sabemos el nombre de quien condenó a Jesús, Poncio Pilato. Digamos los nombres de las empresas que han condenado a este pueblo, a este país.
DOS PERIODISTAS ¡Nokia, Samsung, Motorola, Apple, Dell, Sony, Toshiba, Microsoft, IBM, HP!... Los nombres de estas poderosas empresas están grabados en los más de 7 mil millones de teléfonos móviles que hoy poseen las 7 mil millones de personas que pueblan nuestro planeta.
COLTÁN En todos ellos hay un poco de mí, el coltán. En todos ellos hay mucha sangre.
Dice el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, Alabado Seas:
No podemos ignorar que la energía nuclear, la biotecnología, la informática, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras capacidades que hemos adquirido nos dan un tremendo poder. Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero… ¿En manos de quiénes está y puede llegar a estar tanto poder? Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la humanidad. (Laudato Si 104)
Y dijo el Papa Francisco en Naciones Unidas:
En la región de los Grandes Lagos, hay rostros concretos… En las guerras y conflictos hay seres humanos singulares, hermanos y hermanas nuestros, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, niños y niñas, que lloran, sufren y mueren. Seres humanos que se convierten en material de descarte.