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Cipión y Berganza o El coloquio de los perros - Cervantes, El coloquio de los perros (3)

El coloquio de los perros (3)

BERGANZA.—¡Ojalá que como tú me entiendes me entendiesen aquellos por quien lo digo; que no sé qué tengo de buen natural, que me pesa infinito cuando veo que un caballero se hace chocarrero y se precia que sabe jugar los cubiletes y las agallas, y que no hay quien como él sepa bailar la chacona! Un caballero conozco yo que se alababa que, a ruegos de un sacristán, había cortado de papel treinta y dos florones para poner en un monumento sobre paños negros, y destas cortaduras hizo tanto caudal, que así llevaba a sus amigos a verlas como si los llevara a ver las banderas y despojos de enemigos que sobre la sepultura de sus padres y abuelos estaban puestas.

«Este mercader, pues, tenía dos hijos, el uno de doce y el otro de hasta catorce años, los cuales estudiaban gramática en el estudio de la Compañía de Jesús; iban con autoridad, con ayo y con pajes, que les llevaban los libros y aquel que llaman vademécum. El verlos ir con tanto aparato, en sillas si hacía sol, en coche si llovía, me hizo considerar y reparar en la mucha llaneza con que su padre iba a la Lonja a negociar sus negocios, porque no llevaba otro criado que un negro, y algunas veces se desmandaba a ir en un machuelo aun no bien aderezado.»

CIPIÓN.—Has de saber, Berganza, que es costumbre y condición de los mercaderes de Sevilla, y aun de las otras ciudades, mostrar su autoridad y riqueza, no en sus personas, sino en las de sus hijos; porque los mercaderes son mayores en su sombra que en sí mismos. Y, como ellos por maravilla atienden a otra cosa que a sus tratos y contratos, trátanse modestamente; y, como la ambición y la riqueza muere por manifestarse, revienta por sus hijos, y así los tratan y autorizan como si fuesen hijos de algún príncipe; y algunos hay que les procuran títulos, y ponerles en el pecho la marca que tanto distingue la gente principal de la plebeya.

BERGANZA.—Ambición es, pero ambición generosa, la de aquel que pretende mejorar su estado sin perjuicio de tercero.

CIPIÓN.—Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero.

BERGANZA.—Ya hemos dicho que no hemos de murmurar.

CIPIÓN.—Sí, que yo no murmuro de nadie.

BERGANZA.—Ahora acabo de confirmar por verdad lo que muchas veces he oído decir. Acaba un maldiciente murmurador de echar a perder diez linajes y de caluniar veinte buenos, y si alguno le reprehende por lo que ha dicho, responde que él no ha dicho nada, y que si ha dicho algo, no lo ha dicho por tanto, y que si pensara que alguno se había de agraviar, no lo dijera. A la fe, Cipión, mucho ha de saber, y muy sobre los estribos ha de andar el que quisiere sustentar dos horas de conversación sin tocar los límites de la murmuración; porque yo veo en mí que, con ser un animal, como soy, a cuatro razones que digo, me acuden palabras a la lengua como mosquitos al vino, y todas maliciosas y murmurantes; por lo cual vuelvo a decir lo que otra vez he dicho: que el hacer y decir mal lo heredamos de nuestros primeros padres y lo mamamos en la leche. Vese claro en que, apenas ha sacado el niño el brazo de las fajas, cuando levanta la mano con muestras de querer vengarse de quien, a su parecer, le ofende; y casi la primera palabra articulada que habla es llamar puta a su ama o a su madre.

CIPIÓN.—Así es verdad, y yo confieso mi yerro y quiero que me le perdones, pues te he perdonado tantos. Echemos pelillos a la mar, como dicen los muchachos, y no murmuremos de aquí adelante; y sigue tu cuento, que le dejaste en la autoridad con que los hijos del mercader tu amo iban al estudio de la Compañía de Jesús.

BERGANZA.—A Él me encomiendo en todo acontecimiento; y, aunque el dejar de murmurar lo tengo por dificultoso, pienso usar de un remedio que oí decir que usaba un gran jurador, el cual, arrepentido de su mala costumbre, cada vez que después de su arrepentimiento juraba, se daba un pellizco en el brazo, o besaba la tierra, en pena de su culpa; pero, con todo esto, juraba. Así yo, cada vez que fuere contra el precepto que me has dado de que no murmure y contra la intención que tengo de no murmurar, me morderé el pico de la lengua de modo que me duela y me acuerde de mi culpa para no volver a ella.

CIPIÓN.—Tal es ese remedio, que si usas dél espero que te has de morder tantas veces que has de quedar sin lengua, y así, quedarás imposibilitado de murmurar.

BERGANZA.—A lo menos, yo haré de mi parte mis diligencias, y supla las faltas el cielo.

«Y así, digo que los hijos de mi amo se dejaron un día un cartapacio en el patio, donde yo a la sazón estaba; y, como estaba enseñado a llevar la esportilla del jifero mi amo, así del vademécum y fuime tras ellos, con intención de no soltalle hasta el estudio. Sucedióme todo como lo deseaba: que mis amos, que me vieron venir con el vademécum en la boca, asido sotilmente de las cintas, mandaron a un paje me le quitase; mas yo no lo consentí ni le solté hasta que entré en el aula con él, cosa que causó risa a todos los estudiantes. Lleguéme al mayor de mis amos, y, a mi parecer, con mucha crianza se le puse en las manos, y quedéme sentado en cuclillas a la puerta del aula, mirando de hito en hito al maestro que en la cátedra leía. No sé qué tiene la virtud, que, con alcanzárseme a mí tan poco o nada della, luego recibí gusto de ver el amor, el término, la solicitud y la industria con que aquellos benditos padres y maestros enseñaban a aquellos niños, enderezando las tiernas varas de su juventud, porque no torciesen ni tomasen mal siniestro en el camino de la virtud, que juntamente con las letras les mostraban. Consideraba cómo los reñían con suavidad, los castigaban con misericordia, los animaban con ejemplos, los incitaban con premios y los sobrellevaban con cordura; y, finalmente, cómo les pintaban la fealdad y horror de los vicios y les dibujaban la hermosura de las virtudes, para que, aborrecidos ellos y amadas ellas, consiguiesen el fin para que fueron criados.»

CIPIÓN.—Muy bien dices, Berganza; porque yo he oído decir desa bendita gente que para repúblicos del mundo no los hay tan prudentes en todo él, y para guiadores y adalides del camino del cielo, pocos les llegan. Son espejos donde se mira la honestidad, la católica dotrina, la singular prudencia, y, finalmente, la humildad profunda, basa sobre quien se levanta todo el edificio de la bienaventuranza.

BERGANZA.—Todo es así como lo dices.

«Y, siguiendo mi historia, digo que mis amos gustaron de que les llevase siempre el vademécum, lo que hice de muy buena voluntad; con lo cual tenía una vida de rey, y aun mejor, porque era descansada, a causa que los estudiantes dieron en burlarse conmigo, y domestiquéme con ellos de tal manera, que me metían la mano en la boca y los más chiquillos subían sobre mí. Arrojaban los bonetes o sombreros, y yo se los volvía a la mano limpiamente y con muestras de grande regocijo. Dieron en darme de comer cuanto ellos podían, y gustaban de ver que, cuando me daban nueces o avellanas, las partía como mona, dejando las cáscaras y comiendo lo tierno. Tal hubo que, por hacer prueba de mi habilidad, me trujo en un pañuelo gran cantidad de ensalada, la cual comí como si fuera persona. Era tiempo de invierno, cuando campean en Sevilla los molletes y mantequillas, de quien era tan bien servido, que más de dos Antonios se empeñaron o vendieron para que yo almorzase. Finalmente, yo pasaba una vida de estudiante sin hambre y sin sarna, que es lo más que se puede encarecer para decir que era buena; porque si la sarna y la hambre no fuesen tan unas con los estudiantes, en las vidas no habría otra de más gusto y pasatiempo, porque corren parejas en ella la virtud y el gusto, y se pasa la mocedad aprendiendo y holgándose.

»Desta gloria y desta quietud me vino a quitar una señora que, a mi parecer, llaman por ahí razón de estado; que, cuando con ella se cumple, se ha de descumplir con otras razones muchas. Es el caso que aquellos señores maestros les pareció que la media hora que hay de lición a lición la ocupaban los estudiantes, no en repasar las liciones, sino en holgarse conmigo; y así, ordenaron a mis amos que no me llevasen más al estudio. Obedecieron, volviéronme a casa y a la antigua guarda de la puerta, y, sin acordarse señor el viejo de la merced que me había hecho de que de día y de noche anduviese suelto, volví a entregar el cuello a la cadena y el cuerpo a una esterilla que detrás de la puerta me pusieron.»

¡Ay, amigo Cipión, si supieses cuán dura cosa es de sufrir el pasar de un estado felice a un desdichado! Mira: cuando las miserias y desdichas tienen larga la corriente y son continuas, o se acaban presto, con la muerte, o la continuación dellas hace un hábito y costumbre en padecellas, que suele en su mayor rigor servir de alivio; mas, cuando de la suerte desdichada y calamitosa, sin pensarlo y de improviso, se sale a gozar de otra suerte próspera, venturosa y alegre, y de allí a poco se vuelve a padecer la suerte primera y a los primeros trabajos y desdichas, es un dolor tan riguroso que si no acaba la vida, es por atormentarla más viviendo.

«Digo, en fin, que volví a mi ración perruna y a los huesos que una negra de casa me arrojaba, y aun éstos me dezmaban dos gatos romanos: que, como sueltos y ligeros, érales fácil quitarme lo que no caía debajo del distrito que alcanzaba mi cadena.»

Cipión hermano, así el cielo te conceda el bien que deseas, que, sin que te enfades, me dejes ahora filosofar un poco; porque si dejase de decir las cosas que en este instante me han venido a la memoria de aquellas que entonces me ocurrieron, me parece que no sería mi historia cabal ni de fruto alguno.

CIPIÓN.—Advierte, Berganza, no sea tentación del demonio esa gana de filosofar que dices te ha venido, porque no tiene la murmuración mejor velo para paliar y encubrir su maldad disoluta que darse a entender el murmurador que todo cuanto dice son sentencias de filósofos, y que el decir mal es reprehensión y el descubrir los defetos ajenos buen celo. Y no hay vida de ningún murmurante que, si la consideras y escudriñas, no la halles llena de vicios y de insolencias. Y debajo de saber esto, filosofea ahora cuanto quisieres.

BERGANZA.—Seguro puedes estar, Cipión, de que más murmure, porque así lo tengo prosupuesto.

«Es, pues, el caso, que como me estaba todo el día ocioso y la ociosidad sea madre de los pensamientos, di en repasar por la memoria algunos latines que me quedaron en ella de muchos que oí cuando fui con mis amos al estudio, con que, a mi parecer, me hallé algo más mejorado de entendimiento, y determiné, como si hablar supiera, aprovecharme dellos en las ocasiones que se me ofreciesen; pero en manera diferente de la que se suelen aprovechar algunos ignorantes.»

Hay algunos romancistas que en las conversaciones disparan de cuando en cuando con algún latín breve y compendioso, dando a entender a los que no lo entienden que son grandes latinos, y apenas saben declinar un nombre ni conjugar un verbo.

CIPIÓN.—Por menor daño tengo ése que el que hacen los que verdaderamente saben latín, de los cuales hay algunos tan imprudentes que, hablando con un zapatero o con un sastre, arrojan latines como agua.

BERGANZA.—Deso podremos inferir que tanto peca el que dice latines delante de quien los ignora, como el que los dice ignorándolos.

CIPIÓN.—Pues otra cosa puedes advertir, y es que hay algunos que no les escusa el ser latinos de ser asnos.

BERGANZA.—Pues ¿quién lo duda? La razón está clara, pues cuando en tiempo de los romanos hablaban todos latín, como lengua materna suya, algún majadero habría entre ellos, a quien no escusaría el hablar latín dejar de ser necio.

CIPIÓN.—Para saber callar en romance y hablar en latín, discreción es menester, hermano Berganza.

BERGANZA.—Así es, porque también se puede decir una necedad en latín como en romance, y yo he visto letrados tontos, y gramáticos pesados, y romancistas vareteados con sus listas de latín, que con mucha facilidad pueden enfadar al mundo, no una sino muchas veces.

CIPIÓN.—Dejemos esto, y comienza a decir tus filosofías.

BERGANZA.—Ya las he dicho: éstas son que acabo de decir.

CIPIÓN.—¿Cuáles?

BERGANZA.—Estas de los latines y romances, que yo comencé y tú acabaste.

CIPIÓN.—¿Al murmurar llamas filosofar? ¡Así va ello! Canoniza, canoniza, Berganza, a la maldita plaga de la murmuración, y dale el nombre que quisieres, que ella dará a nosotros el de cínicos, que quiere decir perros murmuradores; y por tu vida que calles ya y sigas tu historia.

BERGANZA.—¿Cómo la tengo de seguir si callo?

CIPIÓN.—Quiero decir que la sigas de golpe, sin que la hagas que parezca pulpo, según la vas añadiendo colas.

BERGANZA.—Habla con propiedad: que no se llaman colas las del pulpo.

CIPIÓN.—Ése es el error que tuvo el que dijo que no era torpedad ni vicio nombrar las cosas por sus propios nombres, como si no fuese mejor, ya que sea forzoso nombrarlas, decirlas por circunloquios y rodeos que templen la asquerosidad que causa el oírlas por sus mismos nombres. Las honestas palabras dan indicio de la honestidad del que las pronuncia o las escribe.

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El coloquio de los perros (3) Das Kolloquium der Hunde (3) The Colloquy of the Dogs (3) O Colóquio dos Cães (3)

BERGANZA.—¡Ojalá que como tú me entiendes me entendiesen aquellos por quien lo digo; que no sé qué tengo de buen natural, que me pesa infinito cuando veo que un caballero se hace chocarrero y se precia que sabe jugar los cubiletes y las agallas, y que no hay quien como él sepa bailar la chacona! |I hope so|||||you understand||they understood|those||who|it||||||||||||||||||gentleman||||||||||||||||||||||||| BERGANZA.—I wish that those for whom I speak understood me as you do; I do not know what good nature I have, but it weighs on me infinitely when I see a gentleman becoming foolish and boasting that he knows how to play the cups and the balls, and that there is no one like him who knows how to dance the chacona! Un caballero conozco yo que se alababa que, a ruegos de un sacristán, había cortado de papel treinta y dos florones para poner en un monumento sobre paños negros, y destas cortaduras hizo tanto caudal, que así llevaba a sus amigos a verlas como si los llevara a ver las banderas y despojos de enemigos que sobre la sepultura de sus padres y abuelos estaban puestas. I know a gentleman who boasted that, at the request of a sacristan, he had cut out thirty-two paper flowers to place in a monument on black cloths, and from these cuttings he made such a fortune that he took his friends to see them as if he were taking them to see the flags and spoils of enemies that were placed over the grave of his parents and grandparents.

«Este mercader, pues, tenía dos hijos, el uno de doce y el otro de hasta catorce años, los cuales estudiaban gramática en el estudio de la Compañía de Jesús; iban con autoridad, con ayo y con pajes, que les llevaban los libros y aquel que llaman vademécum. «This merchant had two sons, one twelve years old and the other up to fourteen years old, who were studying grammar in the study of the Society of Jesus; they went with authority, with a tutor and with pages, who carried their books and what they call a vademecum. El verlos ir con tanto aparato, en sillas si hacía sol, en coche si llovía, me hizo considerar y reparar en la mucha llaneza con que su padre iba a la Lonja a negociar sus negocios, porque no llevaba otro criado que un negro, y algunas veces se desmandaba a ir en un machuelo aun no bien aderezado.» Seeing them go with so much fuss, in chairs if it was sunny, in a carriage if it rained, made me consider and notice the great simplicity with which their father went to the Lonja to negotiate his business, for he carried no other servant than a black one, and sometimes he even ventured to go in a poorly dressed mule.

CIPIÓN.—Has de saber, Berganza, que es costumbre y condición de los mercaderes de Sevilla, y aun de las otras ciudades, mostrar su autoridad y riqueza, no en sus personas, sino en las de sus hijos; porque los mercaderes son mayores en su sombra que en sí mismos. CIPIÓN.—You should know, Berganza, that it is the custom and condition of the merchants of Seville, and even of other cities, to show their authority and wealth, not in their own persons, but in those of their children; because merchants are greater in their shadow than in themselves. Y, como ellos por maravilla atienden a otra cosa que a sus tratos y contratos, trátanse modestamente; y, como la ambición y la riqueza muere por manifestarse, revienta por sus hijos, y así los tratan y autorizan como si fuesen hijos de algún príncipe; y algunos hay que les procuran títulos, y ponerles en el pecho la marca que tanto distingue la gente principal de la plebeya. And since they only marvel at anything other than their transactions and contracts, they treat themselves modestly; and as ambition and wealth die when manifested, they burst forth through their children, and thus they treat and authorize them as if they were the children of some prince; and some even procure titles for them and put on their chest the mark that so distinguishes the nobility from the common people.

BERGANZA.—Ambición es, pero ambición generosa, la de aquel que pretende mejorar su estado sin perjuicio de tercero. BERGANZA.—It is ambition, but a generous ambition, that of the one who aims to improve their status without harming another.

CIPIÓN.—Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero. CIPIÓN.—Few or no times is ambition fulfilled without causing harm to another.

BERGANZA.—Ya hemos dicho que no hemos de murmurar. BERGANZA.—We have already said that we should not murmur.

CIPIÓN.—Sí, que yo no murmuro de nadie. CIPIÓN.—Yes, I do not murmur about anyone.

BERGANZA.—Ahora acabo de confirmar por verdad lo que muchas veces he oído decir. BERGANZA.—Now I have just confirmed as true what I have often heard said. Acaba un maldiciente murmurador de echar a perder diez linajes y de caluniar veinte buenos, y si alguno le reprehende por lo que ha dicho, responde que él no ha dicho nada, y que si ha dicho algo, no lo ha dicho por tanto, y que si pensara que alguno se había de agraviar, no lo dijera. A malicious gossip just finished ruining ten lineages and slandering twenty good people, and if someone reproaches him for what he has said, he replies that he has said nothing, and that if he has said something, he hasn’t said it for that reason, and that if he thought someone would be offended, he wouldn’t have said it. A la fe, Cipión, mucho ha de saber, y muy sobre los estribos ha de andar el que quisiere sustentar dos horas de conversación sin tocar los límites de la murmuración; porque yo veo en mí que, con ser un animal, como soy, a cuatro razones que digo, me acuden palabras a la lengua como mosquitos al vino, y todas maliciosas y murmurantes; por lo cual vuelvo a decir lo que otra vez he dicho: que el hacer y decir mal lo heredamos de nuestros primeros padres y lo mamamos en la leche. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||parents|||||| To faith, Cipión, one must know a lot, and he who wishes to sustain two hours of conversation without crossing the limits of gossip must walk very carefully; for I see in myself that, being an animal as I am, for every four reasons I give, malicious and gossiping words swarm to my tongue like mosquitoes to wine; for which reason I repeat what I have said before: that doing and saying wrong we inherited from our first parents and we suckled it in our milk. Vese claro en que, apenas ha sacado el niño el brazo de las fajas, cuando levanta la mano con muestras de querer vengarse de quien, a su parecer, le ofende; y casi la primera palabra articulada que habla es llamar puta a su ama o a su madre. It is clear that, as soon as the child has pulled his arm out of the swaddling clothes, he raises his hand showing signs of wanting to take revenge on whoever he thinks has offended him; and almost the first articulated word he speaks is to call his nurse or his mother a whore.

CIPIÓN.—Así es verdad, y yo confieso mi yerro y quiero que me le perdones, pues te he perdonado tantos. CIPIÓN.—That is true, and I confess my fault and want you to forgive me, since I have forgiven you so many. Echemos pelillos a la mar, como dicen los muchachos, y no murmuremos de aquí adelante; y sigue tu cuento, que le dejaste en la autoridad con que los hijos del mercader tu amo iban al estudio de la Compañía de Jesús.

BERGANZA.—A Él me encomiendo en todo acontecimiento; y, aunque el dejar de murmurar lo tengo por dificultoso, pienso usar de un remedio que oí decir que usaba un gran jurador, el cual, arrepentido de su mala costumbre, cada vez que después de su arrepentimiento juraba, se daba un pellizco en el brazo, o besaba la tierra, en pena de su culpa; pero, con todo esto, juraba. BERGANZA.—I entrust myself to Him in every event; and although I find it difficult to stop complaining, I think I will use a remedy that I heard a great swearer used, who, regretting his bad habit, every time he swore after his repentance, would pinch himself on the arm or kiss the ground as penance for his guilt; but despite all this, he still swore. Así yo, cada vez que fuere contra el precepto que me has dado de que no murmure y contra la intención que tengo de no murmurar, me morderé el pico de la lengua de modo que me duela y me acuerde de mi culpa para no volver a ella. So I, every time I go against the command you have given me not to complain and against the intention I have not to complain, will bite the tip of my tongue in such a way that it hurts and reminds me of my guilt so that I do not return to it.

CIPIÓN.—Tal es ese remedio, que si usas dél espero que te has de morder tantas veces que has de quedar sin lengua, y así, quedarás imposibilitado de murmurar. CIPIÓN.—Such is that remedy that if you use it, I hope you will bite yourself so many times that you will be left without a tongue, and thus, you will be unable to complain.

BERGANZA.—A lo menos, yo haré de mi parte mis diligencias, y supla las faltas el cielo. BERGANZA.—At least, I will do my part and let heaven make up for the shortcomings.

«Y así, digo que los hijos de mi amo se dejaron un día un cartapacio en el patio, donde yo a la sazón estaba; y, como estaba enseñado a llevar la esportilla del jifero mi amo, así del vademécum y fuime tras ellos, con intención de no soltalle hasta el estudio. |||||||||||||||||||||||||||||||satchel||||||||||||||||||| And so, I say that my master's children left a satchel in the courtyard one day, where I happened to be; and, as I was taught to carry my master's jifero's pouch, I took the vademecum and went after them, intending not to let it go until I reached the classroom. Sucedióme todo como lo deseaba: que mis amos, que me vieron venir con el vademécum en la boca, asido sotilmente de las cintas, mandaron a un paje me le quitase; mas yo no lo consentí ni le solté hasta que entré en el aula con él, cosa que causó risa a todos los estudiantes. Everything happened as I wished: my masters, who saw me coming with the vademecum in my mouth, cleverly holding onto the straps, ordered a page to take it from me; but I did not allow it nor let it go until I entered the classroom with it, which caused laughter among all the students. Lleguéme al mayor de mis amos, y, a mi parecer, con mucha crianza se le puse en las manos, y quedéme sentado en cuclillas a la puerta del aula, mirando de hito en hito al maestro que en la cátedra leía. I went to the eldest of my masters, and, in my opinion, I presented myself to him with great upbringing, and I sat crouched at the door of the classroom, staring intently at the teacher who was reading at the lectern. No sé qué tiene la virtud, que, con alcanzárseme a mí tan poco o nada della, luego recibí gusto de ver el amor, el término, la solicitud y la industria con que aquellos benditos padres y maestros enseñaban a aquellos niños, enderezando las tiernas varas de su juventud, porque no torciesen ni tomasen mal siniestro en el camino de la virtud, que juntamente con las letras les mostraban. I do not know what it is about virtue, that, although I have so little or nothing of it, I immediately took pleasure in seeing the love, the effort, the care, and the diligence with which those blessed parents and teachers taught those children, straightening the tender rods of their youth, so that they would not go astray or take a harmful turn on the path of virtue, which they showed them together with letters. Consideraba cómo los reñían con suavidad, los castigaban con misericordia, los animaban con ejemplos, los incitaban con premios y los sobrellevaban con cordura; y, finalmente, cómo les pintaban la fealdad y horror de los vicios y les dibujaban la hermosura de las virtudes, para que, aborrecidos ellos y amadas ellas, consiguiesen el fin para que fueron criados.» I considered how they scolded them gently, punished them with mercy, encouraged them with examples, spurred them on with rewards, and bore with them with wisdom; and, finally, how they painted the ugliness and horror of vices for them and depicted the beauty of virtues, so that, hating the former and loving the latter, they might achieve the purpose for which they were raised.

CIPIÓN.—Muy bien dices, Berganza; porque yo he oído decir desa bendita gente que para repúblicos del mundo no los hay tan prudentes en todo él, y para guiadores y adalides del camino del cielo, pocos les llegan. CIPIÓN.—You speak very well, Berganza; because I have heard it said about those blessed people that there are no more prudent ones in all the republics of the world, and for guides and leaders on the path to heaven, few come close to them. Son espejos donde se mira la honestidad, la católica dotrina, la singular prudencia, y, finalmente, la humildad profunda, basa sobre quien se levanta todo el edificio de la bienaventuranza. |mirrors||||||||||||||||||||||||||| They are mirrors in which honesty, Catholic doctrine, singular prudence, and finally, profound humility are reflected, on which the entire structure of bliss is built.

BERGANZA.—Todo es así como lo dices. |||like this||| BERGANZA.—Everything is just as you say.

«Y, siguiendo mi historia, digo que mis amos gustaron de que les llevase siempre el vademécum, lo que hice de muy buena voluntad; con lo cual tenía una vida de rey, y aun mejor, porque era descansada, a causa que los estudiantes dieron en burlarse conmigo, y domestiquéme con ellos de tal manera, que me metían la mano en la boca y los más chiquillos subían sobre mí. Arrojaban los bonetes o sombreros, y yo se los volvía a la mano limpiamente y con muestras de grande regocijo. Dieron en darme de comer cuanto ellos podían, y gustaban de ver que, cuando me daban nueces o avellanas, las partía como mona, dejando las cáscaras y comiendo lo tierno. Tal hubo que, por hacer prueba de mi habilidad, me trujo en un pañuelo gran cantidad de ensalada, la cual comí como si fuera persona. |there was||||test||||||||handkerchief||||salad||||||| So there was that, to test my skill, they brought me a large amount of salad in a handkerchief, which I ate as if I were a person. Era tiempo de invierno, cuando campean en Sevilla los molletes y mantequillas, de quien era tan bien servido, que más de dos Antonios se empeñaron o vendieron para que yo almorzase. It was winter time, when the molletes and butters are abundant in Seville, of which I was so well served, that more than two Antonios either pawned or sold themselves for me to have lunch. Finalmente, yo pasaba una vida de estudiante sin hambre y sin sarna, que es lo más que se puede encarecer para decir que era buena; porque si la sarna y la hambre no fuesen tan unas con los estudiantes, en las vidas no habría otra de más gusto y pasatiempo, porque corren parejas en ella la virtud y el gusto, y se pasa la mocedad aprendiendo y holgándose. Finally, I was living a student life without hunger and without scabies, which is the most that can be emphasized to say it was good; because if scabies and hunger were not so common among students, there would be no other life more enjoyable and entertaining, because in it virtue and pleasure run together, and youth is spent learning and having fun.

»Desta gloria y desta quietud me vino a quitar una señora que, a mi parecer, llaman por ahí razón de estado; que, cuando con ella se cumple, se ha de descumplir con otras razones muchas. ||||||||||lady|||||||||||||||||||||||| Es el caso que aquellos señores maestros les pareció que la media hora que hay de lición a lición la ocupaban los estudiantes, no en repasar las liciones, sino en holgarse conmigo; y así, ordenaron a mis amos que no me llevasen más al estudio. It is the case that those gentlemen teachers thought that the half hour between lessons was not spent by the students reviewing the lessons, but rather in idling away time with me; and thus, they ordered my masters not to take me back to study. Obedecieron, volviéronme a casa y a la antigua guarda de la puerta, y, sin acordarse señor el viejo de la merced que me había hecho de que de día y de noche anduviese suelto, volví a entregar el cuello a la cadena y el cuerpo a una esterilla que detrás de la puerta me pusieron.» |they returned me||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| They obeyed, took me back home to the old guard of the door, and, without the old gentleman remembering the grace he had given me to roam free by day and night, I once again submitted my neck to the chain and my body to a mat that they put behind the door.

¡Ay, amigo Cipión, si supieses cuán dura cosa es de sufrir el pasar de un estado felice a un desdichado! Oh||||||||||||||||||| Oh, friend Cipión, if only you knew how hard it is to endure the transition from a happy state to an unhappy one! Mira: cuando las miserias y desdichas tienen larga la corriente y son continuas, o se acaban presto, con la muerte, o la continuación dellas hace un hábito y costumbre en padecellas, que suele en su mayor rigor servir de alivio; mas, cuando de la suerte desdichada y calamitosa, sin pensarlo y de improviso, se sale a gozar de otra suerte próspera, venturosa y alegre, y de allí a poco se vuelve a padecer la suerte primera y a los primeros trabajos y desdichas, es un dolor tan riguroso que si no acaba la vida, es por atormentarla más viviendo. Look: when miseries and misfortunes have a long-lasting stream and are continuous, they either end quickly, with death, or their continuation creates a habit and custom of suffering, which often serves as relief in its greatest rigor; but when one unexpectedly and suddenly escapes from a wretched and calamitous fate to enjoy another prosperous, fortunate, and joyful fate, and soon returns to suffer the first fate and the initial labors and misfortunes, it is a pain so rigorous that if it does not end life, it is only to torment it more while living.

«Digo, en fin, que volví a mi ración perruna y a los huesos que una negra de casa me arrojaba, y aun éstos me dezmaban dos gatos romanos: que, como sueltos y ligeros, érales fácil quitarme lo que no caía debajo del distrito que alcanzaba mi cadena.» "I say, finally, that I returned to my dog-like rations and to the bones that a housemaid threw to me, and even these were being gnawed away by two Roman cats: for, being loose and light, it was easy for them to take away what did not fall within the range that my chain could reach."

Cipión hermano, así el cielo te conceda el bien que deseas, que, sin que te enfades, me dejes ahora filosofar un poco; porque si dejase de decir las cosas que en este instante me han venido a la memoria de aquellas que entonces me ocurrieron, me parece que no sería mi historia cabal ni de fruto alguno. Brother Cipión, may heaven grant you the good you desire; without getting angry, allow me to philosophize a little now; because if I were to stop saying the things that have just come to my mind from those that occurred to me then, I feel that my story would neither be complete nor of any worth.

CIPIÓN.—Advierte, Berganza, no sea tentación del demonio esa gana de filosofar que dices te ha venido, porque no tiene la murmuración mejor velo para paliar y encubrir su maldad disoluta que darse a entender el murmurador que todo cuanto dice son sentencias de filósofos, y que el decir mal es reprehensión y el descubrir los defetos ajenos buen celo. CIPIÓN.—Beware, Berganza, that this desire to philosophize you say has come to you is not a temptation from the devil, because there is no better veil for slandering to palliate and conceal its dissolute wickedness than for the slanderer to imply that everything he says is the judgments of philosophers, and that speaking ill is reprimand and exposing others' defects is good zeal. Y no hay vida de ningún murmurante que, si la consideras y escudriñas, no la halles llena de vicios y de insolencias. And there is no life of any slanderer that, if you consider and scrutinize it, you will not find full of vices and insolences. Y debajo de saber esto, filosofea ahora cuanto quisieres. And knowing this, philosophize now as much as you wish.

BERGANZA.—Seguro puedes estar, Cipión, de que más murmure, porque así lo tengo prosupuesto.

«Es, pues, el caso, que como me estaba todo el día ocioso y la ociosidad sea madre de los pensamientos, di en repasar por la memoria algunos latines que me quedaron en ella de muchos que oí cuando fui con mis amos al estudio, con que, a mi parecer, me hallé algo más mejorado de entendimiento, y determiné, como si hablar supiera, aprovecharme dellos en las ocasiones que se me ofreciesen; pero en manera diferente de la que se suelen aprovechar algunos ignorantes.»

Hay algunos romancistas que en las conversaciones disparan de cuando en cuando con algún latín breve y compendioso, dando a entender a los que no lo entienden que son grandes latinos, y apenas saben declinar un nombre ni conjugar un verbo. There are some novelists who, in conversations, occasionally shoot off some brief and concise Latin, implying to those who do not understand it that they are great Latinists, when they hardly know how to decline a noun or conjugate a verb.

CIPIÓN.—Por menor daño tengo ése que el que hacen los que verdaderamente saben latín, de los cuales hay algunos tan imprudentes que, hablando con un zapatero o con un sastre, arrojan latines como agua. CIPIÓN.—On a lesser note, I have less trouble with that than with those who truly know Latin, of whom there are some so imprudent that, when speaking with a shoemaker or a tailor, they throw around Latin like water.

BERGANZA.—Deso podremos inferir que tanto peca el que dice latines delante de quien los ignora, como el que los dice ignorándolos. BERGANZA.—From this we can infer that both the one who says Latin in front of those who do not understand it and the one who says it without knowing it are equally at fault.

CIPIÓN.—Pues otra cosa puedes advertir, y es que hay algunos que no les escusa el ser latinos de ser asnos. CIPIÓN.—Well, another thing you can notice is that there are some who are Latin and still don’t escape being donkeys.

BERGANZA.—Pues ¿quién lo duda? BERGANZA.—Well, who doubts it? La razón está clara, pues cuando en tiempo de los romanos hablaban todos latín, como lengua materna suya, algún majadero habría entre ellos, a quien no escusaría el hablar latín dejar de ser necio. The reason is clear, since when in the time of the Romans everyone spoke Latin as their mother tongue, there must have been some fool among them, who would not be excused from being foolish just because he spoke Latin.

CIPIÓN.—Para saber callar en romance y hablar en latín, discreción es menester, hermano Berganza. CIPIÓN.—To know how to be silent in the vernacular and to speak in Latin, discretion is necessary, brother Berganza.

BERGANZA.—Así es, porque también se puede decir una necedad en latín como en romance, y yo he visto letrados tontos, y gramáticos pesados, y romancistas vareteados con sus listas de latín, que con mucha facilidad pueden enfadar al mundo, no una sino muchas veces. BERGANZA.—That's true, because one can also say a foolishness in Latin just like in the vernacular, and I have seen foolish scholars, and heavy grammarians, and romance writers overwhelmed with their lists of Latin, who can easily annoy the world, not just once but many times.

CIPIÓN.—Dejemos esto, y comienza a decir tus filosofías. CIPIÓN.—Let's leave this, and start to share your philosophies.

BERGANZA.—Ya las he dicho: éstas son que acabo de decir.

CIPIÓN.—¿Cuáles?

BERGANZA.—Estas de los latines y romances, que yo comencé y tú acabaste. BERGANZA.—These are from the Latins and romances, which I started and you finished.

CIPIÓN.—¿Al murmurar llamas filosofar? CIPIÓN.—Do you call it philosophy when you murmur? ¡Así va ello! That's how it goes! Canoniza, canoniza, Berganza, a la maldita plaga de la murmuración, y dale el nombre que quisieres, que ella dará a nosotros el de cínicos, que quiere decir perros murmuradores; y por tu vida que calles ya y sigas tu historia. Canonize, canonize, Berganza, the damned plague of gossip, and give it whatever name you wish, for it will give us the name of cynics, which means murmuring dogs; and for your life, be quiet now and continue your story.

BERGANZA.—¿Cómo la tengo de seguir si callo? BERGANZA.—How can I continue it if I am quiet?

CIPIÓN.—Quiero decir que la sigas de golpe, sin que la hagas que parezca pulpo, según la vas añadiendo colas. CIPIÓN.—I mean that you should follow it suddenly, without making it seem like an octopus, as you keep adding tails to it.

BERGANZA.—Habla con propiedad: que no se llaman colas las del pulpo. BERGANZA.—Speak properly: for the tentacle of the octopus are not called tails.

CIPIÓN.—Ése es el error que tuvo el que dijo que no era torpedad ni vicio nombrar las cosas por sus propios nombres, como si no fuese mejor, ya que sea forzoso nombrarlas, decirlas por circunloquios y rodeos que templen la asquerosidad que causa el oírlas por sus mismos nombres. CIPIÓN.—That is the error made by the one who said that it was neither rude nor immoral to name things by their proper names, as if it were not better, since it is necessary to name them, to do so with circumlocutions and roundabout phrases that temper the disgust caused by hearing them by their own names. Las honestas palabras dan indicio de la honestidad del que las pronuncia o las escribe. Honest words indicate the honesty of the one who pronounces or writes them.