Hegel - Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal (3/6)
¿Cómo comienza la historia? ¿Cómo termina?
¿Cuáles son las fases por las que pasa es espíritu universal para llegar de un punto
al otro? Hola, soy Amilcar Paris Mandoki y gracias
por acompañarme a filosofía de la historia. Esta es la sexta y última cápsula de la
Introducción general de las lecciones de filosofía de la historia universal de Hegel.
En esta cápsula veremos el capítulo que concluye la introducción general y, en un
sentido bastante hegeliano, contiene a todos los capítulos anteriores.
Así que comencemos de una vez. El tercer capítulo de la introducción general
de las lecciones de filosofía de la historia universal de Hegel refiere al curso de la
historia universal. Recordemos que ésta es una compilación de
apuntes para clases de Hegel y de apuntes de la clase de sus alumnos y en esta sección
el orden está un poco raro, así que yo tomaré un orden de exposición distinto que el presentado
en el libro. Comencemos con el… comienzo, el comienzo
de la historia. ¿Cómo empieza la historia?
Hegel nos recuerda que en otras teorías de filosofía política el inicio se da en un
estado de naturaleza. Hegel menciona la teoría de Locke, sin mencionarlo
a él, en la que el estado de naturaleza contiene libertad y derecho perfecto.
Ésta para él es una suposición hecha “a la luz crepuscular de la reflexión hipotética”.
Que es una manera muy sofisticada de decir que Locke se la sacó de la manga.
También menciona otra postura, que hace referencia tanto a Rousseau como a una interpretación
literal del libro del génesis. En esta postura el Estado de naturaleza es
un estado paradisiaco de los hombres y la verdad natural y divina era clara, pero con
el tiempo se empezó a obscurecer. Esto es totalmente contrario a la concepción
Hegeliana, y él menciona que además no tiene fundamento histórico.
No, para Hegel la historia comienza con el Estado porque la racionalidad comienza con
el Estado. Antes del Estado no hay historia objetiva
porque no hay historia subjetiva, narración histórica.
Si vamos a ver la historia filosóficamente, la vamos a ver desde la razón y la historia
comienza con la racionalidad. La existencia inorgánica del espíritu no
es objeto de la historia; los pueblos pueden llevar una vida sin Estado, pero eso es prehistoria,
no historia. La prehistoria puede tratar el crecimiento
de las familias en tribus y éstas en pueblos, pero el Estado da contenido a la historia
y la engendra. En filosofía de la historia se ha concebido
una variación que implica un progreso hacia algo mejor y más perfecto.
Esta es una variación distinta a la que se observa en la naturaleza inorgánica, pues
en la naturaleza inorgánica la variación no lleva a nada nuevo, es circular, siempre
es el mismo destino, varía la forma y se mantiene el concepto.
Pero en la humanidad, la variación es real, camina hacia algo mejor y más perfecto, obedece
el impulso de la perfectibilidad. Esta variación carece de fin y de término
pues la perfectibilidad se encamina a algo enteramente indeterminado.
Como habíamos visto, la variación hacia lo mejor es evolución y ésta implica un
impulso interno, una determinación interna. Es una continua lucha contra sí mismo del
espíritu para alcanzar el propio concepto que él mismo se ha encubierto.
Es la búsqueda de la libertad, el fin con indeterminado contenido.
Desde este punto de vista, Hegel define al progreso como la serie de fases por las que
atraviesa la conciencia, dentro de las cuales los grandes retrocesos son considerados como
accidentes externos. ¿Cuáles son esas fases? ¿Cómo se manifiestan
en el espíritu, en la historia universal, en las constituciones y en los Estados en
el tiempo de Hegel? La primera fase es la de la infancia, esta
es a la fase de las sensaciones. La conciencia infantil de la libertad es la
Heteronomía, pues lo justo y razonable se le prescribe externamente.
En el espíritu objetivo la fase corresponde a la inmersión del espíritu en la naturaleza.
En esta fase el espíritu no sabe que es libre en sí, la libertad es concebida como un capricho,
un accidente. Esta concepción de libertad se representa
en una constitución patriarcal, en la que solo uno es libre.
Para Hegel los estados asiáticos orientales se encontraban en esa fase del espíritu.
Se podría objetar a esto afirmando que la filosofía china e india hablan de lo universal.
Pero Hegel distingue lo universal abstracto de lo universal concreto.
En el universal abstracto de la cultura oriental, las leyes morales son naturales, son externas.
En la doctrina india que renuncia a la sensibilidad, la finalidad no es la libertad afirmativa
y moral, sino la no vida en el sentido espiritual y físico.
Por ello todavía se encuentran en la primera fase del espíritu universal.
La segunda fase corresponde a la juventud. La conciencia pasa de la sensación a las
representaciones generales, el joven busca su independencia y así concibe la libertad.
De este modo se tiene una conciencia parcial de la libertad del espíritu, no se concibe
que el hombre en sí es libre, sino que algunos son libres.
Las constituciones que representan esta fase del espíritu le dan libertad a algunos y
a otros no. Hegel ejemplifica esto en dos subfases.
La primera es la juventud, ésta se ve en la cultura griega en la cual la libertad estaba
vinculada a la sustancialidad pues consideraban que había gente que era libre por naturaleza
y gente que era esclava por naturaleza. La segunda subfase es la edad viril del espíritu,
representada en la cultura romana, en la cual la libertad solo se alcanzaba al servicio
del Estado. La tercera fase, es la fase más desarrollada
del espíritu que puede ver Hegel, es la fase adulta donde se encierran determinaciones
de lo esencial. La concepción de libertad asciende a la pura
universalidad de la libertad. En esta fase, nos dice Hegel que el hombre
es libre como tal, como hombre. Las constituciones en esta fase concilian
al espíritu subjetivo con el espíritu objetivo. Hegel le llama a esta la época germánica,
¿Entonces en el mundo germánico ya eran totalmente libres? Hegel dice que esta conciencia
surge en la religión cristiana pero todavía no estaba aplicada al mundo temporal, los
estados no están fundados de un modo racional sobre el principio de libertad.
La aplicación del concepto es el largo proceso que constituye la historia misma.
O sea que los estados alemanes son los más libres en sí, en potencia, aunque tal vez
no en acto. Y le podemos dar chance a Hegel, porque en
Francia en este momento regresaron los borbones a reinar, aunque no por mucho tiempo más.
Lo esencial de un pueblo es su concepción de libertad.
Si cuando se analiza el pueblo no se considera esto puede parecer que no hay progreso y se
hacen comparaciones absurdas. Por ejemplo, se puede pensar que la filosofía
es eterna o que la religión es la misma. Por lo tanto hay que eliminar lo accidental,
para Hegel aquello comprende, entre otras cosas, la lucha entre hombres morales y autoridades
legales pues no importan los individuos si no representan o llevan al pueblo más lejos.
Cada fase de la historia tiene un principio peculiar determinado: el carácter del espíritu
de un pueblo. Este carácter es el sello común de su religión,
constitución, moralidad, sistema jurídico, costumbres, ciencia, arte, técnica e industria.
El progreso que se está buscando es aquél de la cultura formal.
Ésta se refiere a aquella que progresa con el pueblo porque progresa su contenido: el
concepto de libertad. El tono, o algo así como el estilo, es particular
a un pueblo y no es el objeto de la evolución. En otras palabras, si la cultura de un pueblo
tendía a pintar con ciertos colores o formas, o la música utilizaba unos u otros instrumentos,
no era una cuestión de la evolución. Lo que sí, es el contenido, estas culturas
que son parte de la historia universal tienen en el contenido de su cultura una idea de
libertad que es la que el espíritu universal se representa.
¿Dónde vemos el progreso? Como lo habíamos visto, lo vemos en el pueblo
universal, un espíritu objetivo que a la vez espíritu universal.
¿Cómo sabemos que un pueblo pertenece a la historia universal?
Esto sucede cuando en su elemento y fin fundamental hay un principio universal.
Cuando lo que hace el pueblo es una organización moral y política.
Para que podamos hablar de esto, el pueblo tiene que conocer las determinaciones de su
derecho y su religión, que comprenda el pensamiento de su vida y de su estado, la ciencia de sus
leyes, de su derecho y de su moralidad. Hegel ejemplifica esto en Grecia.
Dice que si queremos saber lo que ha sido de ella tenemos que verlo en sus filósofos.
En ellos adviene a la historia la esencia de la vida griega.
En ellos el espíritu griego se comprende a sí mismo, se representa y se piensa.
En estos pueblos la virtud se determina en leyes, y el espíritu toma conciencia de la
limitación de las leyes. Cuando llega a este punto, si el pueblo no
encuentra algo universal y enteramente abstracto que determine a las leyes, los individuos
se separan del Estado, se vuelven egoístas y el pueblo sufre una división interna.
Se destruye el pueblo, el estado, y esto lleva a la producción de un nuevo principio, el
cuál contendrá el viejo principio pero de un modo más universal.
Este es el proceso mediante el cual la historia universal pasa a un nuevo pueblo universal.
Esto tiene que ser así porque, como ya lo habíamos visto, para Hegel un pueblo tiene
una existencia natural, por lo que no puede recorrer varias fases, no puede hacer dos
veces época en la historia universal. Parecería que este progreso es infinito,
que permanece eternamente lejos del fin. Cada nuevo pueblo universal contiene el principio
del pueblo anterior, y aunque sea de una forma más universal, sigue siendo una forma determinada.
Pues en la realidad, lo universal se tiene que presentar de un modo determinado.
Desde el punto de vista de la religión, el fin de la historia es que el hombre sea santificado.
En la filosofía hay que concebir ese fin como lo absoluto.
El fin de la historia es
que el espíritu se haga objetivo y se comprenda a sí mismo, esto es, adquirir conciencia
de lo absoluto de tal modo que aparezca como la única y exclusiva verdad.
Esto significa que todo se enderece a que el espíritu rija, lo cuál sucede en la desaparición
de la antítesis interna que hay siempre en el espíritu limitado, el cuál solo conoce
su esencia como límite y se eleva sobre este límite mediante el pensamiento.
¿Qué significa esto? ¿Ha llegado el fin de la historia?
¿Llegó en el momento de Hegel? ¿Llegó en nuestro momento?
Hegel afirma que lo verdadero es eterno en sí y por sí, no es de ayer ni de mañana,
sino pura y simplemente presente. La forma presente del espíritu y su actual
conciencia de sí, comprende todas las fases anteriores de la historia.
El espíritu fue siempre lo que es ahora, aunque lo fue en sí.
¿O sea? ¿Sí o no ha llegado el fin de la historia?
Mi manera de leer esto es que sí y no.
El método dialéctico implica un proceso constante, un proceso en el que aparece la
verdad como la última verdad, la verdad absoluta y
la coincidencia de concepto y objeto. Hegel vive el fin de la historia porque vive
la conciencia que tiene el espíritu de sí misma.
Uno no puede trascender la consciencia del espíritu universal y cuando estás en ella
piensas que es el fin de la historia. Hegel había llegado al fin de la historia
para él en tanto espíritu subjetivo como objetivo y universal.
Pero si vamos a ser hegelianos, debemos superar dialécticamente a Hegel.
Esto es, no desechar a Hegel sino tomarlo como un momento de la consciencia que fue
superado, negarlo determinadamente. Esto es lo que hará un grupo de jóvenes,
entre ellos algunos de sus estudiantes, que se hacían llamar los jóvenes Hegelianos.
Y la próxima vez veremos a aquél que superó dialécticamente a todos los demás, al hegeliano
más famoso de todos, Karl Marx. Así que hasta entonces.