La refrescante historia del “raspao”
Panamá tiene una temperatura promedio de 29° C durante todo el año. Es un país bastante caluroso. Y bajo el potente sol, como un oasis en el desierto, el “raspadero” brinda un producto que aporta la dulzura y el frescor que el cuerpo anhela. El hielo raspado y el sabor, son una combinación perfecta, para crear el “raspao”. Conoce aquí la historia de Clara, una mujer que lleva un par de años dedicada a esta peculiar labor.
Texto y Fotos: Mireya Monroy Rosas País: Panamá
Es normal en los paseos de fin de semana, por el centro de la ciudad, parques y plazas comerse el popular “raspao”, y cuando se tiene el antojo, no se para de buscar hasta encontrarlo.
El “raspao” es un refresco de variados sabores sobre hielo picado que lleva encima una capa de leche condensada. El “raspadero” es un vendedor ambulante que se dedica a recorrer las calles de Panamá. Los hay por toda la ciudad, y por todo el país, pues es un producto del diario vivir.
Es un trabajo más propio de hombres, más que todo por el esfuerzo físico de empujar la carretilla. Sin embargo, ahora también es realizado por mujeres; ese es el caso de Clara Sánchez.
Clara lleva cuatro años trabajando como “raspadera”. Se inició influida por su hermana, quien también lleva más de diez años en el negocio y fue quien le enseñó la novedosa labor. “Mi hermana me enseñó y me gustó el trabajo, por lo que me he quedado en ello”.
Como cuenta Clara, no es un trabajo que dé mucha ganancia, pero le da un sustento para llevar a casa y ayudar a sus hijos que aún estudian. Su hermano también se dedicó a este negocio por casi toda su vida.
Un día de trabajo
Se inicia el día comprando el material para preparar el líquido con los sabores y todos los demás ingredientes. El bloque de hielo lo hacen en casa de una compañera, donde se abastecen ella y tres “raspaderos” más.
La hora de salir a vender es como a las 11 de la mañana, cuando ya el sol está más caliente y la gente busca refrescarse. La hora de almuerzo es buena, pues salen a comprar de las oficinas, de las escuelas. También las tardes son buenas para el negocio: niños jugando en la calle, haciendo mandados o yendo hacia la casa.
Clara sale temprano, pues vive en Chilibre, que queda como a 25 kms de la ciudad capital. De allí va al corregimiento de San Francisco que es donde deja guardada su carretilla e inicia su recorrido. El área está rodeada de edificios residenciales, un parque recreativo y muy cerca está la Calle 50, que es una zona comercial, en donde Clara ya tiene sus clientes habituales.
Los raspaos de Clara son de uva, fresa, limón, maracuyá y piña. Según ella, el más buscado por el panameño es el rojo de fresa; pero a los obreros de construcción les gustan mucho los de limón y maracuyá, pues son más refrescantes y ayudan a mitigar el cansancio. Uno muy buscado también es el de piña, que según Clara, “es de mermelada, una receta especial que le dieron y que los demás no venden”.
Esta mermelada tiene la piña concentrada partida en cuadritos. El hacerlo de fruta natural, lleva un trabajo especial, es muy delicado, pues hay que hacer una mermelada que no se dañe por estar expuesta al calor. Hay que prepararla muy bien, y ella sí que sabe hacerlo.
Una carretilla artística
Clara comenta con una risa contagiosa que siempre busca vender donde no tenga que subir lomas, pues se le hace difícil empujar la carretilla. Cuando llueve también se le dificulta, a veces prefiere no salir, pues no se logra una buena venta. Su ruta está fijada por horarios donde ya sus clientes la esperan.
Clara trabaja hasta las 6 ó 7 de la tarde. “Estoy hasta que el hielo se derrita, comenta sonriente. “El raspado es bien popular en Panamá, lo que me permite hacer una buena venta, sobre todo en los días de calor”.
A medida que va avanzando en su carretilla, toca su corneta, para anunciar que va llegando el “raspao”. Así ya hay quienes la esperan a la misma hora para tomarse el refresco. Ella cuenta que tiene clientes muy especiales, a quienes ya conoce y sabe cómo quieren su “raspao”. También tiene niños que la esperan a su hora de paso, todos los días y le alegra verles sonreír.
“¡Soy feliz con mi trabajo! Es honroso como cualquier otro y me gusta porque me distrae. He conocido a muchas personas y lo más hermoso es que he visto y sentido su respaldo, siempre me han dado entusiasmo para que siga en esto. Me siento orgullosa porque muy pocas mujeres panameñas lo hacen”.
La carretilla de Clara participó en un evento organizado por varios artistas panameños. Los carros fueron seleccionados por los pintores, ya que forman parte de la identidad propia del panameño. Cada una fue pintada por un artista plástico, con algún motivo representativo del artista. A Clara le tocó el pintor Rolando de Sedas, quien realiza su arte inspirado en las mujeres panameñas.
Hoy, la carretilla tiene el rostro de una mujer comiendo un “raspao” y luciendo tembleques (adornos que llevan en la cabeza las mujeres panameñas). “Mis compañeros me envidian mi carretilla y a todos mis clientes les gusta”.
Además, Clara cuenta que ahora tiene contacto con de Sedas, quien la llama cuando sabe de algunos eventos donde habrá cierta cantidad de personas para que Clara se acerque y venda sus deliciosos raspados.
Así continúa el trabajo de Clara, quien con una sonrisa agradable atiende a las personas y sigue raspando el bloque de hielo, y pidiendo que el sol caliente para tener más clientes.