Historias en español: abril
Leer y escuchar historias es un método muy bueno para aprender vocabulario y gramática. En lugar de memorizar listas de palabras aisladas una buena alternativa es leer y escuchar historias, historias adaptadas para estudiantes de español, como las que contamos aquí en Español Con Juan.
Este año estamos contando cada mes, una historia. En el vídeo de hoy te voy a contar la historia del mes de abril.
¿De acuerdo? Pues, venga, ¡empezamos!
Como os dije en el vídeo de marzo, creo que Carmen se enfadó mucho conmigo por lo de la cena de San Valentín.
Desde aquella noche no he vuelto a verla. La he llamado muchas veces, pero no contesta, no responde nunca al teléfono… en fin…
Bueno, si no lo habéis visto, mirad el vídeo de marzo para saber de qué estoy hablando
Total, que yo, claro, como Carmen no quería hablar conmigo, pues me puse muy triste. Normal, ¿no?
Me quedé en casa sin salir varios días. No me apetecía hacer nada, la verdad. No tenía ganas de hacer nada ni de ver a nadie. Me sentía un poco depre. Me pasaba el tiempo viendo la tele o mirando por la ventana, así, mirando por la ventana sin hacer nada, con la mirada perdida en el horizonte… y suspirando ¡Ay, ay!
Ponía música triste y me quedaba así, sentado, mirando por la ventana y suspirando ¡Ay, ay!
Un día vino Carlos a mi casa. Como yo no salía, como yo no quedaba con él para salir, se preocupó un poco, claro.
Bueno, pues, cuando vino a mi casa y me encontró así, solo, triste, depre, mirando por la ventana, con la mirada perdida en el horizonte, suspirando… ¡Ay, ay!
Me dijo: “Tio, tio, ¿pero qué haces? ¿qué haces aquí, solo? Tío, tío, tienes que salir, tienes que ver gente, tienes que hacer cosas… no te puedes quedar aquí encerrado, en casa, escuchando esa música tan triste, mirando por la ventana y suspirando como un idiota… ¡Tío, tío!”
Yo le expliqué lo que me pasaba, que me había quedado muy mal por lo de Carmen, por lo que me había pasado con Carmen…
Y él me contestó, “¡pero tío, pero tío! Deja de comerte el coco, tío. Deja de comerte el coco. ¡Si el mundo está lleno de chicas fantásticas, de mujeres maravillosas!”
Y yo le volví a decir que sí, que ya lo sabía, que el mundo está lleno de mujeres maravillosas, pero es que yo no podía dejar de pensar en Carmen…
Y entonces él me dijo “¡Tío, tu problema es que te comes mucho el coco! ¡Te comes mucho el coco! Le das muchas vueltas a la cabeza, estás todo el día aquí, en casa, pensando, suspirando… ¡Ay, ay!
Y tenía razón. Carlos tenía razón. Yo me como mucho el coco. Le doy muchas vueltas a la cabeza. Me preocupo demasiado.
Bueno, total, que Carlos me dijo que no me preocupara, que él tenía la solución.
Me dijo que conocía a una tía, a una guiri, ni siquiera sabía de dónde era, no se recordaba si era alemana, americana, italiana, sueca… una guiri, me dijo, una guiri que a la que le encantaba España, que quería aprender español y que estaba buscando un profesor de español, un profesor particular, que le diese clase y que si yo quería, si yo quería le podía hablar de mí.
Yo no lo pensé dos veces. Una tía extranjera, una guiri, que quería aprender español, que le encantaba España…
Podía ser una oportunidad para olvidarme de Carmen, para dejar de pensar en Carmen y no comerme más el coco con ella.
Yo tengo mucha imaginación, ¿eh? Desde el momento en que Carlos me habló de ella, dejé de comerme el coco con Carmen y empecé a comerme el coco con Caroline, que es como se llama la guiri, Caroline.
Todavía no la había conocido, todavía Carlos no le había hablado de mí, y ya me imaginaba yo dándole clase de español:
-Hola, yo me llamo Juan y tú, ¿cómo te llamas?
-Yo me llamo Caroline.
– Caroline es un nombre muy bonito. Me gusta tu nombre, Caroline.
-Gracias, a mí también me gusta tu nombre: Guan.
-No se dice Guan, se dice Juan. Tienes que pronunciar la J, así, con la garganta… ¡JJJJJJJJJ!
Y después de enseñarle a pronunciar la J, le enseñaria a decir me gusta, me gustas tú.
Luego le enseñaría los colores, la ropa, las partes del cuerpo…
Estaba pensando en alguna actividad para enseñarle las partes del cuerpo a Caroline cuando volví a escuchar la voz de Carlos:
“¡Tío, tío!”
Carlos estaba todavía allí, no se había ido. Yo me había olvidado de él, me había puesto a pensar en Caroline y me había olvidado de él.
“¡Tío, tío! ¡Despierta, que todavía no te la he presentado!”
Y tenía razón. Todavía no me la había presentado y ya estaba yo haciéndome ilusiones…
Total, que quedamos en que él hablaría con ella, con Caroline, y que ya me llamaría para decirme algo.
Y, efectivamente, me llamó al día siguiente. Me dijo que sí, que había hablado con la guiri, con Caroline, que le había hablado de mí, que estaba interesada en mis clases de español y que quería conocerme.
Quedamos en que Carlos y ella vendrían a mi casa unos días después para hablar de las clases de español. Yo, claro, me puse muy contento.
Pero entonces Carlos me dijo algo que me puso un poco nervioso. Me dijo que Caroline era una guiri total. Que había estado varias semanas viviendo en Sevilla, que había visto las procesiones de la Semana Santa y que a pesar de que no era muy religiosa, le habían encantado. Que luego había ido a la feria, a la Feria de Sevilla y que había aprendido a bailar flamenco; que le encantaba ir de tapas, acostarse tarde por la noche, cenar a las tantas, hablar en voz alta…
En fin, que se había enamorado de España, que quería irse a vivir allí, que le encantaba el carácter de la gente de Andalucía, siempre alegres, muy graciosos, con ganas de fiesta. También le gustaba el acento andaluz, el modo de hablar de los andaluces.
Y en cuanto Carlos le dijo, en cuanto Carlos le dijo a Caroline, a la guiri, que yo era de Granada, la tía se puso supercontenta y dijo que quería conocerme, que le encantaban los hombres del sur, que le encantaría aprender español con un hombre del sur de España, un hombre apasionado, un hombre valiente, un hombre alegre, gracioso…
Carlos tenía razón: la tía era una guiri total.
Pero luego, Carlos me dijo: “Hay un problema. El problema eres tú, tio.”
¿Yo? ¿Por qué?
“Tío, el problema, es que tú no eres así. Tú no pareces andaluz, tío. No tienes acento andaluz. Ni eres gracioso. Perdona, tío, pero es así. Tú no eres gracioso como son los andaluces. No cuentas chistes. Eres un poco mustio, tío”
Carlos me dijo que yo era un mustio, una persona aburrida, muy soso, sin gracia… que no parecía andaluz, vamos. Que los andaluces son muy graciosos, que siempre están de fiesta… que yo soy muy serio, muy soso… un mustio… que ni siquiera sé bailar flamenco, ni toco la guitarra…”
Y la verdad es que Carlos tiene razón. Yo soy un poco mustio, la verdad. No parezco andaluz.
Es que, el problema es que llevo muchos años fuera de Andalucía. Yo vivo en Londres desde hace más de 20 años. Y, claro, he perdido el acento andaluz… Y no solo el acento. He perdido también la gracia, el salero de los andaluces… y me he vuelto muy soso, muy aburrido, muy mustio… sí, Carlos tiene razón. Me he vuelto muy serio, muy aburrido…
Yo aquí en Londres conozco españoles. Conozco muchos españoles. Pero no son de Andalucía. La mayoría de los españoles que conozco son de Asturias, de Zamora, de Cuenca, de Albacete… y, claro, he cambiado. Me he vuelto un poco como ellos. Ahora no parezco andaluz, parezco más bien de Albacete o de Zamora.
Entonces, ¿sabéis qué hice?
Pues me puse a ver vídeos en YouTube de gente de Andalucía, de humoristas andaluces, por ejemplo. Me aprendí de memoria unos cuantos chistes, me puse a imitar el acento de los andaluces: me comía las palabras, no pronunciaba las S al final de las palabras, decía pa, en lugar de para, to en lugar de todo, deo en lugar de dedo y así…
Dejé de ir al trabajo, me echaba la siesta todos los días, salía por las noches de fiesta, me acostaba tarde y me levantaba tarde todos los días, llegaba tarde a todas las citas…
¡Tenía que volver a mis raíces! ¡Tenía que volver a ser andaluz!
Y también me puse a aprender a bailar flamenco. Vi algunos vídeos en YouTube y bueno, en unos cuantos días no se puede aprender a bailar sevillanas, pero, por lo menos un poco… aprendí a mover las manos, así…
Y decía ¡ole, ole! Porque a los guiris le gustan mucho esa palabra: ole, ole…
También empecé a decir quillo, qué hases, pisha, ozú qué arte, no vea, no vea tú…
Total, que en cuatro días hice un curso intensivo de cómo hacerse andaluz para no decepcionar a Caroline.
Cuando me llamaba por teléfono algún amigo de Albacete o de Zamora, simplemente no respondía al teléfono. No quería contaminarme. No quería contaminarme de su acento. Quería escuchar solo andaluz, quería hablar solo con andaluces…
Total, que al cabo de cuatro días, Carlos se presentó en mi casa con la guiri, con Caroline.
Yo estaba un poco nervioso, la verdad. En cuanto la vi, fui hacia ella, tocando las palmas y diciendo ¡ole! ¡ozú, qué arte! ¿Qué pasa, chiquilla? ¡ole, ole, ole!
La tía, Caroline, se quedó de piedra. Claro.
Además, yo había cambiado la decoración de la casa. Había puesto farolillos de colores, carteles de toros, una foto de una procesión de la Semana Santa de Sevilla… ¡Ah, y había comprado un par de botellas de vino tinto, claro! Y aceitunas. Un montón de aceitunas porque a los guiris les encantan las aceitunas…
¡Ah, y puse música flamenca, sevillanas!
En cuanto la tía entró en la casa se quedó flipando en colores. No se lo esperaba. Yo me di cuenta de que la tía no se esperaba aquello, encontrarse un andaluz en Londres…
No se lo esperaba. La tía se quedó de piedra…
y yo: ¡ole, ole! ¿Quiere aprender españo, mi arma? Ozú qué arte, chiquilla, pue yo te enseño, yo te enseño españo y lo que quiera tú, chiquilla… ¡ole, ole!”
Luego me puse a contar chistes, porque los andaluces contamos siempre chistes: “Tia, tia, escusha, escusha, esto son do tío que van a comprar el pan y dicen uno…”
Le conté tres o cuatro chistes que había aprendido en Youtube. Chistes muy graciosos, de andaluces, pero la tía no se reía. Yo noté que la tía no se reía. De hecho, me di cuenta de que la tía, Caroline, estaba cada vez más seria.
Puse un poco de música flamenca, Sevillanas, a ver si así la tía se ponía más contenta, a ver si se alegraba un poco… nada. Le puse tres o cuatro canciones e incluso a un cierto punto creo recordar, no estoy muy seguro porque yo había bebido ya mucho, estaba un poco borracho, y no recuerdo muy bien, pero sí, creo que a un cierto punto me quité la camisa y empecé a bailar flamenco por toda la casa: ole, ole, ole…
Yo quería que ella también bailase, pero no había manera. No sé si es que era una tía muy tímida… yo qué sé.
Total, que me pasé toda la tarde haciendo de andaluz, hablando en andaluz, bailando flamenco, diciendo ole, ole, ole, contando chistes…
Pero nada, no había manera, la tía, Caroline, no se reía con nada. Estaba muy seria. Llevaba gafas y me miraba así, por encima de las gafas, sin decir nada… muy seria…
Estaba como de mala leche, ¿no? Me miraba así, con cara de mala leche… yo intentaba ser gracioso, contar chistes, hablar en andaluz… pero nada, la tía me miraba muy seria, con cara de mala leche…
Yo me lo estaba pasando muy bien.
Pero la tía, no. Yo me daba cuenta de que la tía no se lo estaba pasando bien para nada. Al final, después de un rato, se levantó, dijo que tenía que irse, que tenía prisa y tenía que irse, que le dolía la cabeza, no sé… el caso es que se fue. Dijo que se iba y se fue. Así, sin más.
Algunos días después me llamó Carlos por teléfono. Me dijo que Caroline ya no quería aprender español, que se había echado un novio Sueco y que ahora quería aprender sueco.
Por lo visto, después de hablar conmigo se dio cuenta de que en realidad prefiere la cultura sueca, mucho más tranquila, más reposada, más intelectual, menos superficial… Por lo visto, ahora la tía dice que España está muy bien para ir de vacaciones, pero que en realidad prefiere vivir en un país más serio, donde la gente trabaja, llega puntual a las citas y no sale todos los días de fiesta.
¡Qué injusta es la vida!
Después de todo el esfuerzo que yo hice por volver a ser andaluz. ¡En solo 4 días! Solo para gustarle a ella…
En fin, así es la vida.
Total, que aquí estoy otra vez, solo, pensando en Carmen, comiéndome el coco, mirando por la ventana y suspirando, ¡Ay, ay!
La echo de menos, la echo mucho de menos… ¡Ay, ay!
Bueno, chicos, espero que os guste este modo de aprender español con historias. Se trata de aprender español en contexto.
Os recuerdo que este año estamos contando una historia en capítulos. Cada mes publicamos un capítulo nuevo.
Ya hemos publicado los capítulos de enero, febrero, marzo y hoy el capítulo de abril. Si no habéis visto los capítulos anteriores, debajo del vídeo, en la descripción os dejo los links para que los veais, ¿de acuerdo?
Y ahora tenéis que ir a nuestro blog. Allí vais a encontrar la transcripción de la historia de hoy y un ejercicio de vocabulario, ¿de acuerdo?
Os recuerdo también que si os gusta aprender español con historias, en Amazon podéis encontrar los libros que he escrito. Los podéis encontrar en Amazon a muy buen precio. Son libros muy baratos que os pueden ayudar a mejorar vuestro español.
Debajo, en la descripción de este vídeo, os dejo todos los links.
Y nada más por hoy.
Un saludo y hasta el próximo vídeo.