Hegel - Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal (4/6)
¿Cómo le hace el espíritu para actuar en el mundo? ¿Cómo es posible que lo universal, lo racional,
determine a la historia? ¿Todos jugamos un papel en
la historia o solamente los grandes personajes como Alejandro Magno, Julio César y Napoleón?
Hola, soy Amilcar Paris Mandoki y gracias por acompañarme a Filosofía de la Historia.
En las cápsulas anteriores comenzamos a ver las lecciones
de filosofía de la Historia universal de Hegel. Vimos que la filosofía de la historia observa
el camino racional de la historia y como es que el espíritu se realiza en el mundo por pedio de éste.
En esta cápsula veremos cómo hace esto y el rol que juegan
los individuos en la historia. Así que, comencemos de una vez.
¿Cuáles son los medios que usa la idea para realizarse, para producirse en el mundo?
Desde una visión empirista de la historia, una visión no mediada por el concepto de razón,
los únicos motores de las acciones de los hombres son sus necesidades, pasiones, intereses,
representación, caracteres y talentos. Vemos a las pasiones y las consecuencias
históricas de su violencia; la decadencia de florecientes imperios, la perversidad,
las desgracias que han sufrido las creaciones políticas y nacionales.
Podríamos exaltar un enorme duelo por lo que se ha perdido.
Nos podemos preguntar entonces ¿para qué ha sido todo esto? ¿Es realmente
la finalidad de todo este caos la realización de la libertad? ¿Cómo es posible que todo esto sean
medios para la realización de la libertad? Parecería además que hay una contradicción
entre la necesidad de la idea y la libertad de la individualidad.
Si somos libres ¿cómo es posible que lo universal, lo racional, determine a la historia?
Pero para Hegel, como se imaginarán, la visión empirista es demasiado
inmediata y por lo tanto es limitada. Desde la perspectiva del Idealismo Absoluto
todo tiene sentido si comenzamos con la Idea. La idea, el fin universal, es “en sí”,
que es una manera hegeliana de referirse a aquello que está en potencia, que es interno,
que no ha pasado a existir. Para pasar del mero en sí a la
existencia necesita un segundo momento, el momento de su realización, de su actuación.
El principio de este momento es la actividad de los hombres en el mundo, pues sólo mediante
la actividad se realiza aquello que es en sí. En esto reside la antítesis interna a la Idea.
La libertad es por un lado la idea universal, libre y autosuficiente, plenitud substancial.
Por otro lado, la libertad es el libre arbitrio, es una reflexión
abstracta interna, formal, negatividad. Ahora, para que algo se realice, esto es,
para que alguien haga algo, es necesario que a ese alguien le importe, que encuentre
satisfacción en realizarlo, que sea su interés. Por ejemplo, para que yo trabaje en un fin,
ese fin tiene que ser mío de algún modo. La voluntad es la base abstracta de
la libertad, pero el producto es la existencia moral entera de un pueblo.
Mientras el primer momento de la libertad es la voluntad, es en sí, es interioridad;
el segundo momento es que el sujeto halle su propia satisfacción en una actividad o trabajo.
Hegel dice que se ve con malos ojos a quienes actúan por interés propio, pero nos recuerda
que nada sucede, nada se ejecuta, sin que los individuos que lo hacen se satisfagan a sí mismos.
Las pasiones son los brazos con los cuales se extiende
la idea de libertad, son el elemento activo. En este sentido, lo universal y lo particular, la
idea y las pasiones, no están en contradicción, lo particular es el medio para realizar lo universal.
En la filosofía de la historia universal, la idea de libertad se realiza mediante
los intereses particulares. El carácter es el conjunto de
todas las particularidades y maneras de conducirse en las relaciones privadas.
La pasión es una determinación particular del carácter, una determinación de la voluntad,
actividad del hombre impulsada por intereses particulares.
Es un interés en el cual la individualidad entera se entrega y se fija en el objeto
con todas las fuerzas de la voluntad. Por ello, Hegel no solo dice que nada se
logra sin el interés individual, sino que nada grande se logra sin pasión.
La pasión es muy poderosa pues no respeta las limitaciones del derecho y la moralidad.
Por ello, las pasiones son el elemento impulsor y activo de los actos universales.
La escisión de la idea en su aspecto universal y su aspecto particular tiende a la convergencia.
Desde el punto de vista de la libertad como albedrío, de la finitud, vemos la actividad
individual que da existencia a lo universal. En esta actividad los individuos cumplen
su voluntad finita, pero también se transparentan los fines universales
que son el bien, el derecho y el deber. Esto es, en tu actividad cotidiana, en aquella
realizas por tu libre albedrío todos los días, se transparenta el bien, el derecho y el deber.
Bueno, puede ser que no, puede ser que te dejes llevar por la rudeza y el capricho,
que no actúes de manera buena. Puede ser que no hallas llegado al
nivel de consciencia del espíritu objetivo y te trates de meter al metro antes de dejar salir.
Si es así, tienes una consciencia enajenada y no estás siendo medio de realización de la historia,
tus acciones no son realización del espíritu objetivo y mucho menos del universal.
Para Hegel la moral es siempre algo determinado, no es algo abstracto.
La moral abstracta, que es el bien por el bien, no tiene lugar en la realidad viva.
Cuando se quiere actuar bien hay que saber qué es lo bueno, y eso lo sabemos
mediante las leyes y costumbres de un Estado. Para Hegel, considerar difícil el discernir lo
justo y bueno en la vida ordinaria, por ejemplo mediante un proceso en el que comparas la máxima
con su propia universalización, POR EJEMPLO, y creer que es signo de moralidad superior descubrir
muchas dificultades y escrúpulos en ella, es algo que más bien debe atribuirse a la mala voluntad.
Saber qué es lo bueno no es un problema filosófico para lo cual hay que entender
textos de una dificultad barroca. No lo que está bien, lo bueno,
es una cosa que todo mundo sabe y para lo que nos educamos mediante las instituciones.
Con respecto a esto, Hegel afirma que el valor de los individuos descansa en que
sean conformes al espíritu de su pueblo, o sea que sigan las leyes y costumbres del Estado.
Esto además implica que en la actividad económica los individuos pertenezcan
a una clase y cumplan los deberes de ésta. Eso sí, para que haya libertad en el Estado,
adicionalmente, la determinación de a qué clase perteneces debe depender del propio arbitrio,
no puede ser como un sistema de castas. Esto está súper interesante y estaría
buenísimo que Hegel profundizara en como la Idea se manifiesta mediante las relaciones
económicas de los individuos. Pero aquí no llega más allá.
Los sujetos activos tenemos fines finitos e intereses particulares,
pero somos también seres cognoscentes y pensantes.
Así el contenido de nuestros fines está entrelazado con determinaciones universales
y esenciales del derecho, el bien y el deber. En esto consiste la comunidad moral,
y cuando algo acontece que es contrario a su contenido universal, por ejemplo
un vicio o un engaño, es reprimido. Los individuos, como seres racionales,
son los que deben reprimir las acciones que van en contra del contenido universal.
Esta actividad, la actividad moral, es la que Hegel llama actividad conservadora.
Lo que se conserva es la idea de libertad de un espíritu objetivo, de un pueblo.
Mediante esta actividad, esta idea se produce continuamente y es una
resolución de la contradicción entre el libre arbitrio y la libertad universal.
En este sentido, conservar significa producir constantemente, la actividad conservadora del
individuo significa el actuar moralmente, pues esto produce, realiza, la idea de libertad.
Sin embargo, recordemos que la idea que tiene un pueblo de la libertad, no es estática,
pasa también por un proceso dialéctico. Llega un momento en el que un
pueblo llega al total desarrollo y agotamiento de su idea de libertad.
Aparecen ideas contrarias a los derechos y deberes vigentes.
Estas ideas pueden destruir la realidad, y a la vez pueden tener
un contenido que a la vez es bueno. Estas ideas tienen un contenido
universal que supera al contenido objetivo del pueblo o el Estado.
Cuando estas ideas aparecen, llega el momento de los grandes individuos de la historia universal.
Estos individuos son aquellos que aprehenden el contenido universal superior y hacen de él su fin.
Estos individuos no encuentran su fin en el fin del espíritu de su pueblo,
más bien ven a este fin como el cascarón de un fin verdadero y oculto que quieren liberar y realizar.
Son los que cuentan en la historia porque quieren algo opuesto a lo
existente que además es justo y necesario. Saben que lo que lo que estaba en el tiempo
se ha revelado en su interior. Estos hombres no inventan la
nueva idea del espíritu, pues ésta existe eternamente y se realiza mediante ellos.
¿Cómo es que los individuos históricos pueden producir algo más allá de ellos,
un nuevo fin universal? Como todos los individuos, éstos
lo hacen satisfaciendo su interés en sus acciones. Todos los individuos hacen esto, pero al hacerlo,
producen algo más, algo que está en lo que hacen pero que
no estaba en su conciencia ni en su intención. Hegel ejemplifica esto con un hombre que incendia
la casa de otro en venganza, pero que esto lleva a un gran incendio que consume muchas casas.
En este ejemplo, el tipo estaba satisfaciendo su interés y realizó algo inmediato, pero al hacerlo
hizo algo más grande que su interés individual. Con los grandes individuos sucede algo similar.
Cuando éstos satisfacen sus fines particulares, sus fines subjetivos individuales,
también satisfacen fines universales. Estos hombres tienen instinto universal
inconsciente, tienen un impulso interior, muestran y realizan el impulso inmanente de los pueblos,
los cuales se reúnen en torno a su bandera. La cualidad particular de estos individuos,
es que son órganos del espíritu sustancial que todavía no se realiza.
Pueden decirle a los hombres lo que quiere el espíritu que está en trance de aparecer y cuya
conciencia no se encuentra satisfecha en el mundo. Esto es lo que los hombres quieren pero
todavía no saben que lo quieren. Lo quieren pero están en el punto
negativo y no están satisfechos. Los individuos históricos solo se
buscan satisfacer a ellos mismos, no buscan satisfacer a los demás.
Y es que los demás, en este momento, no saben lo que quieren.
Lo que creen que quieren es aquello que quiere el espíritu objetivo que se encuentra en decadencia.
Los sujetos históricos quieren lo que quiere el espíritu universal y
el naciente espíritu objetivo. Los sujetos históricos pueden
ejercer su poder, pueden hacer que los demás se entreguen a su voluntad,
porque están expresando al espíritu universal que se encuentra dentro de todos los individuos.
Los demás individuos no lo saben, pero lo sienten, sienten que lo que quieren los sujetos
históricos es lo que ellos realmente quieren. ¿Pero qué sucede con estos individuos históricos?
Estos individuos toman sobre sí el fin universal contra todas las opiniones de los hombres.
Su fin no es la felicidad, sino el esfuerzo, el trabajo por el
fin y cuando lo logran no son dichosos. Así, la satisfacción de sus fines no les
trae felicidad, les resulta amargo. Cuando logran sus fines asemejan
cáscaras vacías que caen al suelo. Los grandes hombres a veces mueren Jóvenes
como Alejandro magno; a veces son asesinados como Julio César, Pancho Villa y Emiliano Zapata;
y a veces son deportados como Napoleón, Simón Bolívar y Toussaint Louverture.
Sí, ya sé que Hegel sólo pone los ejemplos de Alejandro, César y Napoleón.
Pero están de flojera. Los otros ejemplos están más interesantes
y explican aún mejor la idea de libertad. Además hay toda una historia de Hegel y
la revolución de Haití, pero eso hay que dejarlo para otro momento.
Regresemos a los individuos históricos. Estos individuos no son felices,
la felicidad es para la vida privada no para quienes su fin es el fin universal del espíritu.
La historia no es el terreno para la felicidad, las épocas de felicidad
son hojas vacías de la historia. La pasión es la unidad absoluta de
carácter con lo universal por eso cuando estos individuos siguen sus pasiones,
su albedrío, lo que quieren es lo universal. Cuando alguien realiza algo tan grande,
tiene que poner toda su energía en ello. Esto se puede ver desde un punto de vista
vulgar dando a la pasión el nombre de ambición y hacer de este modo
sospechosa ala moral de aquellos individuos. Se juzga a Alejandro y Julio César por buscar
la gloria, y por lo tanto ser inmorales. Pero quienes hacen eso demuestran que son
seres morales y lo demuestran al no conquistar Asa ni venciendo a Darío ni a Poro, sino viviendo
tranquilos y dejando vivir a los demás. Este punto de vista es contradictorio,
pues por un lado afirma que la voluntad subjetiva de los grandes individuos se tiene que someter a
la probación de los demás, y que por otro lado justamente hacen las cosas por aprobación.
A César no le importaba la opinión de los demás, sabía que la república era una mentira,
que los discursos de Cicerón eran vanos, que había que crear otra forma necesaria.
El interés universal se produce de la lucha entre los intereses particulares.
En esta lucha perecen los particulares y sobrevive lo universal.
Esto es lo que Hegel llama el ardid de la razón pues la razón hace que
las pasiones obren por ella y que éstas perezcan. Las pasiones de los individuos pagan el tributo de
la existencia la caducidad que requiere la idea. Los individuos históricos perecen para que
sus fines subsistan. Toussaint Louverture
pereció en una celda, pero Haití logró su independencia y ahí murió la esclavitud.
Los individuos no son solo medios para el fin de la razón, sino que también participan
en el fin y por esto son fines en sí. Esto es por lo divino que hay en ellos:
la razón y su actividad, la libertad. El sello de la humanidad es que sabe lo
que es bueno y malo, por lo que además tiene la culpa del bien y del mal que
es inherente a su libertad individual. Para Hegel vale la pena notar que las
instituciones políticas y religiosas pueden estar en decadencia y menoscabar a los fines
de los estados y de la religión en general, pero esto se debe, no a su verdad interna,
sino a que pueden estar en una relación natural externa y sometida a la contingencia.
Adicionalmente, por encima de cualquier legitimidad o derecho,
se encuentra el derecho del espíritu universal. El espíritu universal comparte su legitimidad en
momentos con las otras, pero solo mientras sean medios para la legitimidad universal.
Hegel concluye su reflexión sobre los individuos como medios del espíritu universal recalcando que
los individuos son medios porque es por medio de su actividad que el espíritu realiza su fin.
En otras palabras, los individuos somos las manos del espíritu mediante las cuales realiza su fin.
Y si su fin es una escultura, tenemos que ver cuál es el material de esa escultura.
En la próxima cápsula veremos el material de la realización del fin del espíritu;
esto es, el Estado. Así que hasta entonces.