48 - Carlomagno – Parte 1
El título de este episodio 48 de CS es “Carlomagno – Parte 1.”
El panorama político de nuestros tiempos está dominado por la idea de que los Estados o Naciones son sociedades autónomas y soberanas en las que la religión en el mejor de los casos juega un papel menor. La religión puede ser una influencia en formar algunos de los aspectos de la cultura, pero la afiliación con un grupo religioso es voluntario y no conectado a ser parte del resto de la sociedad.
Lo que tenemos que entender si vamos a ser objetivos en nuestro estudio de la historia es que esa idea simplemente no existió en Europa durante la Edad Media.
En el 9º siglo, el Rey Franco Carlos el Grande, mejor conocido como Carlomagno, trató de hacer que la visión de Agustín de la sociedad en su magnum opus, La Ciudad de Dios fuera realidad. Fusionó Iglesia y Estado, formando una nueva alianza político-religiosa. Su enfoque fue un esfuerzo consciente para fusionar la Iglesia Católica Romana con lo que quedaba de la antigua casa política Romana, creando un híbrido Sacro Imperio Romano Germánico. El producto se convirtió en lo que se llama la Cristiandad Medieval Europea.
¿Cómo paso que la declaración de Jesús de que Su reino no era de este mundo podría ser reelaborado tan masivamente? Vamos a averiguarlo.
300 años después de la Caída del Imperio Occidental a los Godos, la idea y el ideal del Imperio continuaron ardiendo en la imaginación de la gente de Europa. Aunque los bárbaros se dividieron en varios grupos y permanecieron en guerra constante entre sí, el anhelo de paz y unidad que marcó a la región bajo el águila romana tenía una poderosa atracción. Muchos esperaban con ansias el día en que apareciera un nuevo Imperio. Así como el Imperio Oriental centrado en Constantinopla se veía a sí mismo como Romanos todavía, los vestigios del Imperio Occidental junto con sus vecinos Alemanes esperaban que el Imperio contraatacara (insertando referencia a Star Wars) y se levantara de nuevo.
Al fusionar la religion, costumbres de los pueblos Romanos y Germánicos, los Francos bajo Clodoveo se convirtieron en los probables de ser los favoritos para lograr lo que muchos esperaban. Pero la dinastía de Clodoveo comenzó a desmoronarse poco después de que saliera de la escena. Sus descendientes estaban en desacuerdo entre sí, compitiendo por la preeminencia. Se convirtieron en expertos en intriga y traición.
El vacío de poder creado por sus disputas dio espacio para que los aristócratas ricos ganaran poder. Como 2 perros peleando por un trozo de comida, mientras están ocupados gruñendo y mordiéndose el uno al otro, el gato viene y se roba en silencio lo que están peleando. Así fue con los descendientes de Clodoveo, los Merovingios. Mientras luchaban entre sí, la nobleza se robaba en silencio más y más de su autoridad. Entre estos aristócratas emergentes había uno que se dirigía al corazón del poder para convertirse en la figura más influyente del reino. Fue llamado el “mayordomo” o “alcalde del palacio”.
El mayordomo era el verdadero poder detrás del trono. Dirigió el reino mientras el rey servía como poco más que un cabeza o figura ceremonial. La idea era que el hijo del rey anterior no era necesariamente el más apto para gobernar sólo por su nacimiento. Así que mientras el título iba legalmente a él, el que día a día dirigía el reino fue mejor llevado por otro con las habilidades necesarias para hacer el trabajo.
En el año 680, Pipino II se convirtió en el mayordomo de los Francos. No escondió su deseo de suplantar la línea Merovingia con la suya como gobernantes de facto. Tomó el título de Duque y Príncipe de los Francos e hizo movimientos para asegurar que su línea eventualmente se sentaría en el trono.
Su hijo, Carlos Martel, se convirtió en mayordomo en el año 715. Carlos permitió que los Reyes Merovingios conservaran su título, pero como poco más que una figura ceremonial. Lo que llevo a Carlos al trono fue su derrota de los Musulmanes en el año 732.
En el año 711, un ejército musulmán del Norte de África llamado los Moros invadió España y conquisto el débil reino de los Visigodos en el año 718. Con la Península Ibérica bajo su control, los Moros comenzaron a incursionar a través de los Pirineos hacia el sur de Galia. Hasta ese momento, los musulmanes habían avanzado a un ritmo constante saliendo del Oriente Medio, a través del Norte de África, y luego a Europa. Parecía que nadie en el Occidente podía detenerlos y el miedo de las hordas de los infieles corriendo por las tierras de la Cristiandad era un terror.
En el año 732 Carlos llevo los Francos en contra de un grupo del ejercito de los Moros cerca de Tours, en lo profundo de la tierra de los Francos. Infligió pérdidas tan fuertes que los Moros se retiraron a España y nunca más fueron una amenaza importante para Europa Occidental. Por esto y sus otras conquistas, a Carlos se le llamo Martel, “el Martillo”.
El hijo de Martel, Pipino III, también conocido como Pipino el Breve, consideró que era el momento de hacer más oficial el poder del mayordomo Franco. ¿Por qué no darle el título de “rey” al tipo que realmente estaba gobernando, en lugar de a un mocoso mimado real que pensaba que los ejércitos eran sólo grandes juguetes para jugar? Pipino III le pidió al Papa Zacarías una declaración que dijera que quien realmente ejercia el poder era el gobernante legal. Obtuvo lo que quiso, y depuso rápidamente al último Rey Merovingio, Childeric III, y fue coronado como el primero de los Reyes Carolingios por el Obispo de Maguncia en el año 751. Childeric fue silenciosamente exiliado a un monasterio donde le dijeron que cuidara sus modales o un día se despertaría muerto. Luego, 3 años después de la coronación de Pipíno, el propio Papa Esteban II lo bendijo haciendo el viaje de Roma a París y ungiendo personalmente a Pipíno como el “Elegido del Señor“.
Tanto los Papas Zacarías como Esteban estaban ansiosos por cimentar la alianza con los Francos iniciada con Clodoveo debido su problema emergente con los Lombardos. Ya habían conquistado Rávena, el centro del poder Bizantino en Italia. Los Lombardos exigian tributo al Papa y amenazaron con tomar Roma si no se les pagaba. Con la coronación de Pipíno, la Iglesia en Roma aseguró su promesa de protección y su promesa de dar al Papa el territorio de Rávena una vez que se recuperaba. En el año 756, los Francos obligaron a los Lombardos a entregar varias de sus conquistas italianas, y Pipíno cumplió su promesa de dar Rávena al Papa. Esto fue conocido como la “Donación de Pipíno“, y llegaron a ser llamado los Estados Pontificios. Esto convirtió al Papa en un gobernante temporal sobre una franja de territorio a través de Italia.
Esta alianza entre los Francos y la Iglesia en Roma, o más apropiadamente, entre los Reyes Carolingios y los Papas, tuvo un impacto dramático en el curso de la política europea durante siglos. Aceleró la separación de la Iglesia Latina y Griega al dar a los Papas un aliado para reemplazar a los Bizantinos. Y creó los Estados Pontificios que desempeñaron un papel importante en la política Italiana hasta finales del siglo 19.
Pero uno de los temas más significativos fue que con los Papas echando una mano en la unción de reyes, que estableció el escenario para la eventual competencia por el poder entre la Iglesia y el Estado, entre el Papa y el Emperador. La pregunta era: ¿Quién estaba realmente a cargo? El Papa, que por poner la corona en la cabeza del rey, sancionó su gobierno o el Rey, cuyos ejércitos eran el fin de la aplicación del bastón del Papa y lo protegía de sus enemigos? ¿Los papas hacen reyes o los reyes hacen papas? Enciende el carrusel medieval.
Fue el hijo de Pipino III quien tomó todo lo que su padre y su abuelo habían hecho y le puso el toque final. Su nombre también era Carlos; Carlos el Grande; conocido por nosotros como Carlomagno.
Cuando Carlomagno sigue a su padre en el año 768 tenia una visión de largo alcance de convertir a Europa Central en un nuevo Imperio, similar a la Edad de Oro de Roma, pero esta vez iluminado por el Cristianismo.
Para lograr esta visión tenía 3 objetivos:
1) Impulsar el poderío militar de los Francos para que pudieran dominar Europa,
2) Asegurar una alianza con la Iglesia para unir a Europa bajo una sola fe,
3) Hacer de esta base Europea un centro intelectual.
El éxito de Carlomagno, si podemos llamarlo así, trazo el curso de Europa por los próximos mil años.
Carlos el Grande era un hombre grande. Midiendo casi 2 metros de altura era mucho más alto que el promedio en ese momento. Pero para aquellos que lo conocían parecía aún más grande porque era una de esas personas que tenían una dosis extra de gravitas. Era hábil en armas y siempre estaba al frente del ejército cuando iban a la batalla, en las cuales dirigía a los Francos cada año.
Los Merovingios habían desperdiciado la fuerza de los francos en una guerra civil tras otra. Carlomagno unió a los Francos y los puso hacia la tarea de la conquista. Aprovechó las disputas entre los Moros musulmanes en España y en el año 778 cruzó los Pirineos en un intento de recuperar la Península Ibérica. Su primera campaña tuvo un éxito menor, pero las expediciones posteriores llevaron a los Moros de vuelta al río Ebro y establecieron una frontera conocida como la Marca Hispánica centrada en Barcelona.
Entonces Carlomagno conquistó a los Bávaros y Sajones, los últimos de las tribus germánicas independientes. Despiadadamente intentó eliminar el residuo del paganismo Germánico al aprobar leyes duras, como decir que comer carne durante la Cuaresma, cremar a los muertos y pretender ser bautizado, eran ofensas castigadas con la muerte.
La frontera Oriental del reino estaba continuamente amenazada por nómadas asiáticos relacionados con los hunos conocidos como Eslavos y Avaros. Carlomagno destruyo a los Avaros y estableció su propia provincia militar en el valle del Danubio para protegerse contra el futuro saqueo. Llamó a esto la Marca Oriental, más tarde llamada Austria.
Entonces, como su padre antes que él, Carlomagno trató de echar una mano en la política Italiana. Los Lombardos invadieron el territorio que Pipino le había dado a la Iglesia. Así que en el año 774, a petición del Papa, Carlomagno derrotó una vez más a los Lombardos y se proclamó su rey.
Las campañas y conquistas de los Lombardo dejó claro de que los Papas necesitaban protección. Sólo un poder militar y político tenía esa habilidad, el rey Franco. Carlomagno, por otra parte, necesitaba una sanción divina para lograr su objetivo de unir a Europa. Sólo una autoridad poseía el poder religioso para hacer eso: el Papa. ¿Puedes ver hacia dónde se dirige esto?
El 25 de abril del año 799 era el día de San Marcos, un día reservado para el arrepentimiento y la oración. Parecía lo correcto ya que Italia había sido afectada por numerosos problemas, incluyendo la peste y la pestilencia. Así que el Papa León III dirigió una procesión a través de Roma suplicando el perdón y la bendición de Dios.
La procesión trazo su ruta por en el centro de la ciudad hasta San Pedro. Al girar una esquina, hombres armados corrieron hacia el Papa. Hicieron huir a sus asistentes, y quitaron a Leo de su caballo, llevándolo a un monasterio favorable a su causa. Siendo que eran funcionarios y dignatarios leales al anterior Papa, Adriano I. Las acusaciones que le presentaron a Leo fueron por perjurio y adulterio. Los partidarios del Papa lo localizaron y lo rescataron.
Esto creó un furor que provocó disturbios y marchas que no pudieron ser sofocados. Así que el Papa Leo una vez más envió por Carlomagno. El cruzó los Alpes con un ejército, decidido a resolver el problema del Papa de una vez por todas. Paro los disturbios y en diciembre presidió sobre una gran asamblea de obispos, nobles, diplomáticos y descontentos. En otras palabras, cualquiera que se consideraba alguien y tenía una mano en el juego político estaba presente. Entonces, el Papa, empuñando una Biblia, hizo un juramento jurando inocencia en todos los cargos en su contra. Eso cerro el motín en su contra efectivamente a su conclusión. Pero estableció el escenario para un desarrollo mucho más trascendental.
2 días después, en el día de Navidad del año 800 d. C., Carlomagno llegó a San Pedro con todos su corte para el servicio navideño. El Papa Leó cantó la misa y el rey se arrodilló en oración frente a la cripta de Pedro. El Papa se acercó al monarca arrodillado llevando una corona de oro. Leo la colocó en la cabeza de Carlomagno mientras que la congregación gritaba: “¡A Carlos, el más piadoso, coronado Augusto por Dios, al gran Emperador pacificador, larga vida y victoria!” El Papa se postró entonces. Carlomagno, Rey de los Francos, acababa de convertirse en el primer Rey del Sacro Imperio Romano Germánico.
Concluiremos la historia de Carlomagno la próxima vez.