Meditación para dejar ir (1)
Bienvenida, bienvenido a este ejercicio de meditación. Antes de comenzar busca un lugar
donde puedas estar a solas y en silencio. Siéntate en un cojín en el suelo, con las
piernas cruzadas o en una silla, lo que te sea más cómodo. Lo importante es que tu
espalda esté erguida y a la vez relajada. Esta sesión la vamos a dedicar a reflexionar
y meditar sobre algo que entendemos muy bien a nivel intelectual, pero no tan bien a nivel
emocional y es el hecho de que todo cambia. Asimilar este conocimiento es esencial para
dejar en el pasado lo que te dificulta seguir con tu vida de una manera más armónica.
En muchas tradiciones de oriente se utiliza un tipo de meditación llamado meditación
analítica para asimilar conocimientos intelectuales de manera que poco a poco se conviertan también
en entendimientos emocionales hasta que se vuelvan parte integral de nuestro ser. Estas
meditaciones analíticas no son otra cosa que una reflexión profunda.
Empecemos. Puedes descansar la mirada en el espacio frente a ti o, si lo prefieres, cierra
los ojos y prepárate. (P. 3 SEG) Siente cómo el abdomen se expande al inhalar y exhalar.
Respira profundamente tres veces. Inhala… mantén el aire… y exhala. Inhala, (P. 3
SEG) y exhala... y una vez más inhala, (3 s) y exhala.
Cuando escuchamos que todo cambia nos parece una obviedad, ¿no es cierto? Sabemos que
ni las cosas, ni las circunstancias, ni las personas permanecen estáticas. ¿Por qué
habríamos de dedicar tiempo a pensar en un aspecto tan evidente de la vida? Porque reflexionar
sobre el cambio y la impermanencia nos va a ayudar a entender esta realidad a nivel
emocional, a soltar, a dejar ir cuando las cosas se acaben, cuando las circunstancias
cambien, cuando las personas, por una razón u otra, se tengan que ir de nuestras vidas.
Reflexionar sobre la transitoriedad nos va a ayudar a sufrir menos y a navegar con más
serenidad los altibajos de la vida. Primero hablemos de las cosas. Sabemos que
las partículas que forman todo lo que percibimos se encuentran en constante movimiento. Desde
las partículas más ínfimas hasta las galaxias inconmensurables, no hay nada en el universo
que permanezca estático. Todo cambia y eventualmente llega a su fin.
Pero ¿qué pasa cuando algo que nos gusta se arruina? Cuando se rompe nuestra taza favorita
o cuando nuestro dispositivo más preciado se descompone nos preguntamos “¿por qué
a mí?” Pero ¿por qué no a ti si es algo que nos pasa a todos? (P. 3 SEG) Tarde o temprano
las cosas se desgastan, se rompen, se acaban. Cuando esto le sucede a algo que no nos importa
no tenemos mucho problema, pero cuando es algo que necesitamos o que nos gusta mucho,
o que nos costó mucho, el cambio nos toma por sorpresa.
Ahora trae a tu mente un objeto al cual le hayas tenido mucho cariño y hayas perdido.
(P. 3 SEG) Tal vez fue un regalo de alguien, algo por que te costó trabajo obtener o tal
vez representaba el recuerdo de un momento feliz pero un día lo buscaste por todos lados
y no lo encontraste. (P. 3 SEG) ¿Te enojaste contigo o con alguien más por haberlo perdido?
(P. 3 SEG) ¿Por cuánto tiempo? ¿Valió la pena amargar días, tal vez semanas de
tu vida por una cosa de la cual de todos modos, tarde o temprano, te ibas a separar? Piensa
en esto por un momento (P. 3 SEG). Tal vez te preguntes si estamos insinuando
que sería mejor si fuéramos fríos e insensibles y no tuviéramos emociones. Pero no, no se
trata de volvernos de piedra ni de dejar de sentir, se trata de darnos cuenta de que el
aferramiento que le tenemos a las cosas nos causa mucho sufrimiento. A veces somos como
niños que lloran porque el mar destruyó su castillo de arena. (P. 3 SEG) Y este problema
es más grande de lo que creemos, porque el aferramiento no solo nos hace sufrir a nosotros;
cuando nos encontramos bajo su dominio también le hacemos la vida difícil a los demás.
(P. 3 SEG) Y no solo sufrimos cuando perdemos una preciada
posesión. Quizá lo más triste es que también sufrimos mientras la tenemos. Frecuentemente
el miedo a perder algo es el obstáculo más grande para disfrutarlo. ¿Te ha pasado? Toma
un momento para recordar alguna ocasión en la que obtuviste algo que querías mucho y
el miedo a dañarlo o a perderlo no te dejó disfrutarlo. (P. 3 SEG) ¿No es triste no
poder gozar lo que tenemos? (P. 3 SEG) ¿Y qué hay de compartirlo? (P. 3 SEG).
Con las circunstancias nos pasa igual; estas se encuentran en constante cambio. No hay
manera de acelerar ni de congelar las diferentes situaciones que se presentan en la vida. Si
nos relacionamos con ellas a través del aferramiento, esto nos va causar mucho sufrimiento innecesario.
Y esto aplica tanto a las circunstancias agradables como a las desagradables.
¿Qué significa vivir las situaciones desagradables a través del aferramiento? Significa que
las amplificamos y exageramos en nuestra mente. Permitimos que nos atormenten no solo mientras
suceden: antes de que sucedan ya la pasamos mal anticipando todo lo terrible que van a
traer. De igual manera, una vez que pasan, nos torturamos reviviéndolas constantemente
en vez de dejarlas ir. ¿Cómo sería vivir los tragos amargos de la vida sin aferrarnos
a ellos? (P. 3 SEG) ¿Crees que el recordarnos que todo pasa y nada permanece puede ayudarnos
a atravesar las circunstancias desagradables con un ánimo más sosegado? (P. 3 SEG)
Por favor, ten muy en cuenta que esto en ningún momento quiere decir que debas aceptar o permanecer
en circunstancias de abuso que atenten contra tu bienestar físico y mental. Es esencial
cuidarnos. Muchas veces escuchamos que hay que vivir
en el presente. Tal vez pensemos que esto significa que ya nunca debemos preocuparnos,
prever o planear. En realidad sería muy tonto nunca planear nada. Pero más tonto sería
permitir que nuestra vida se convierta en nada más que una cadena de preocupaciones.
El reflexionar acerca de la transitoriedad no solo nos ayuda a mantener los ánimos cuando
atravesamos una situación desagradable, también nos ayuda a apreciar los momentos bonitos
de la vida. Se trate del fin de semana, de un viaje, o de una reunión con nuestros seres
queridos, cuando estamos demasiado aferrados a una circunstancia feliz el miedo a que algo
salga mal o la angustia de que se termine se roba toda nuestra atención y no nos permite
gozarla. ¿Te ha sucedido? (P. 3 SEG) Revisa de nuevo tu postura corporal y respira
profundamente. (P. 3 SEG) Trae a tu mente una o dos circunstancias que día a día te
dan alegría y paz. Puede ser que disfrutes de cierta comida, algún tramo del recorrido
que haces todos los días, o la compañía de alguna persona o animal en particular.
(P. 3 SEG) Imagínalas vívidamente y siente la alegría que te causan. (P. 3 SEG) Prométete
que cuando estas breves circunstancias se presenten vas a darte la oportunidad de disfrutarlas.
(P. 3 SEG) Decide también que cuando se terminen no te vas a aferrar a ellas. (P. 3 SEG) Vas
a dejarlas ir, sabiendo que después vendrán otras. (P. 3 SEG) También prométete que
no te vas a aferrar a las malas circunstancias. (P. 3 SEG) Que no vas a exagerar su negatividad.
(P. 3 SEG) Que, tanto como puedas, vas a evitar prolongar artificialmente el dolor que causan.
(P. 3 SEG) Decide que la próxima vez que te encuentres en una circunstancia desagradable
vas a recordar que, tarde o temprano, esta también va a pasar. (P. 3 SEG).
Ahora hablemos de las relaciones. Sabemos, por lo menos a nivel intelectual, que todo
encuentro termina en despedida. De todo el dolor que la impermanencia nos causa, tal
vez el más agudo es aquel relacionado con nuestros vínculos personales. ¡Qué difícil
es dejar ir a nuestros seres queridos! Hay muchas razones por las cuales alguien se va
de nuestras vidas. Tal vez tomamos distintos caminos. Tal vez hubo un malentendido o incluso
una pelea. Tal vez solo fue la ineludible muerte. Lo cierto es que toda relación, tarde
o temprano, llega a su fin. Esto puede ser buenas noticias cuando se trata de alguien
que no queremos en nuestras vidas, puede ser alivio y aceptación cuando se trata de personas
con las que ya no tenemos mucho en común, pero puede ser dolorosísimo cuando se trata
de personas amadas. El reflexionar acerca de la impermanencia
de las relaciones puede parecer deprimente, incluso masoquista. Algunas personas tal vez
consideren que solo nos hará sentir miedo y ansiedad. Pero ¿quién es el verdadero
causante de la ansiedad? ¿No será el aferramiento? (P. 3 SEG) ¿Crees que reflexionar sobre la
fugacidad de nuestros vínculos una y otra vez pueda ayudarnos a aceptar esta dura realidad?
(P. 3 SEG) ¿Crees que recordarnos de vez en cuando que todos nos vamos a morir nos
lleve a apreciar más a las personas que nos rodean? (P. 3 SEG) ¿A poner los conflictos
en perspectiva? (P. 3 SEG) ¿A darles su justa importancia? (P. 3 SEG) ¿A no reaccionar
de manera desproporcionada complicando las cosas? (P. 3 SEG) ¿A perdonar más rápido?
(P. 3 SEG) ¿A soltar y dejar ir cuando la relación llega a su fin? (P. 3 SEG)
Cuando se termina alguna etapa importante de la vida, cuando se termina una relación
o cuando perdemos a un ser querido es natural atravesar un periodo de duelo. Estos periodos
de duelo son necesarios para hacer reajustes externos e internos en nuestras vidas. Pero
si perdemos a una persona con la cual nos relacionábamos a través del aferramiento,
nos será mucho más difícil aceptar el cambio. Tal vez incluso perdamos el piso y el proceso
del duelo se vuelva tortuoso, abrumador y prolongado. En resumen, sufriremos más. Si
reconoces que esto te ha sucedido antes, es importante que no te recrimines. Haz las paces
con el pasado y usa tu energía en identificar y desenraizar el hábito del aferramiento
exacerbado, que no nos trae más que dolor innecesario. Esto muchas veces empieza con
una respiración profunda y el pensamiento de “voy a estar bien”. Repítelo: “voy
a estar bien”. (P. 3 SEG) Por último hablemos del aspecto de la impermanencia
más difícil de procesar, el más duro y a la vez, del que menos estamos conscientes:
nuestra propia impermanencia. Primero que nada, sabemos que tanto nuestra mente como
nuestro cuerpo se encuentran en constante cambio. La ciencia nos dice que después de
algunos años todas las células de nuestro cuerpo se han reemplazado. ¿Qué hay de nuestros
aspectos mentales y emocionales? Si ponemos atención, nos daremos cuenta de que después
de algunos años, cosas que considerábamos parte esencial de nuestra identidad han cambiado
por completo. Tal vez en los últimos años hayas acumulado experiencias y aprendizajes.
Tal vez hayas cultivado distintas habilidades y cualidades. Tal vez algunos de tus gustos,
opiniones, sentires y hábitos hayan cambiado radicalmente. Sabemos que ya no somos la misma
persona. Pero ¿nos sentimos así? Si, por ejemplo, alguien insultó a la persona que
fuimos hace cinco años, ¿seguimos pensando que “me insultaron a mí”? (P. 3 SEG)
¿Por qué sentimos con frecuencia que este viejo insulto todavía nos atañe? (P. 3 SEG)
La humanidad ha invertido muchísimos recursos, tiempo y esfuerzo en intentar combatir los
efectos del tiempo en nuestro ser, a veces de maneras francamente ridículas o hasta
riesgosas. Pero el envejecimiento y la muerte siguen siendo parte de nuestra vida. Un día
nos vamos a separar de todo lo que queremos y conocemos. El mero hecho de pensarlo puede
ser aterrador. Se necesita valentía para encarar esta realidad, para aceptarla, pero
asimilarla nos ayudará poner en perspectiva las otras pérdidas, a dejar atrás los rencores
y aferramientos que nos hacen sufrir, a vivir con más paz y alegría.
Vamos a cerrar con una última reflexión. De nuevo, revisa tu postura corporal. Inhala
y exhala profundamente (P. 3 SEG) Ahora pregúntate: ¿Cómo quiero pasar el resto de mi vida?
(P. 3 SEG) ¿Cómo me quiero sentir? (P. 3 SEG) ¿Qué quiero cultivar? (P. 3 SEG) ¿Qué