La Cabecilla del Parador Episodio 28
Cuando sonó la explosión del primer cochebomba y de pronto se fue la luz en todo el rancho y en todos los alrededores, Roberto ya entendió por qué no venían. Los Encendistas andaban cerca. Todo el pueblo de Nuevo Toledo estaba sitiado con los terrucos en los cerros volando torres eléctricas, en las calles disparando y batallando con los policías militares y los soldados del ejército paradorense, y en las orillas del Mayu Wichay tirando granadas de cohetes propulsados a las lanchas patrulleras de la T.O.P.E. Roberto se puso a correr hacia el almacén donde tenía su rifle pero dió nada más tres pasitos y le dieron unas palpitaciones y tuvo que apoyarse en el umbral de la puerta de la sala. Le gritó a Pocha quien se encontraba en la cocina:
El Patrón, Roberto Bermudez:
Pocha. Anda al botiquín del baño y tráeme mis pastillas.
Pocha corrió al baño, pero una vez que ya estaba en el baño con las cápsulas del señor, justo las cápsulas de nitroglicerina para el corazón del patrón, al salir del baño, desaceleró el paso y se quedó mirándolo al gordo vampiro ya en 'cuatro patas' en el suelo. Patrón:
¡Carajo, niña! ¡Tráeme mis medicinas de una vez!
Pocha vió que Bermudez no lograba ponerse de pie. Ella muy lentamente y de forma muy despreocupada y tranquila fue caminando al cuarto matrimonial, cogió una almohada y regresó a la sala y se acercó a su jefe.
Pocha:
Bueno, pues, Patrón. Me va usted a hacer un gran favor.
(Roberto Bermudez trató de levantar la mano para parar a la chola porque ya era muy obvio que ella tenía intenciones de asfixiarlo con la almohada)
Bermudez:
¿Qué haces, desgraciada?
Entonces, la joven lo empujó al hombre ya muy debilitado, quien en ese momento estaba en pleno sufrimiento de un ataque cardíaco, se le tiró encima tapándole la cara con la almohada con todo su peso y toda su fuerza.
Pocha:
Patrón.
Me hace favor y se muere tranquilo, calladito como gato, ¿eh?
El señor con toda la fuerza que le quedaba, luchó por su vida....en vano. Se le aflojaron las piernas y de pronto ya no había más que cadáver.
Pocha:
Gracias, Patrón.
Ahí mismo, Pocha Quirós se levantó, se apuró en empacar una pequeña mochila con un cambio de ropa, salió por la puerta de la cocina dando al jardín, agarró su machete, su navaja, su arco con sus flechas, sus dados, guardó su charqui y sus hojas de coca para el camino, y se metió selva adentro.
Quince minutos más tarde y los Encendistas invadieron la propiedad, dinamitaron todo y ya a las 11:32 p.m. once y treinta y dos de la noche, la única prueba de la existencia del rancho eran el humo y las llamas, los escombros, los cadáveres de la familia Bermudez, los cadáveres de los búfalos del Patrón y varios soldados de los Encendistas, del ejército paradorense y unos cuantos policías militares de la T.O.P.E. de Nuevo Toledo también muertos.
Así que el 6 de febrero, del año 1982 (mil nocecientos ochenta y dos) a los dieciseis (16) años de edad, Pocha Quirós mató a su primer hombre.
Capítulo 31
Selva Adentro/Campamento: Tropa del Camino Encendido/Región de Periquitos/23 de abril, 1982 (veintitrés de abril, de mil novecientos ochenta y dos)
El cabecilla de la tropa, el compañero Alejandro (nombre de guerra) estaba a punto de hablar con los nuevos "reclutas". La tropa consistía en cuarenta y dos "soldados". Quince (15) de los llamados "soldados" tenían más de treinta años o más pero nadie pasaba los treinta y cuatro años (34) de edad con la excepción del compañero Alejandro. Este pata tenía cuarenta y tres años. Era un hombre de físico atlético, fuerte, musculoso con barba corta, pegada, pelo negro largo amarrado atrás en cola. Un hombre amargado, fanático, de esos fanáticos de los cuales uno lee en los libros de la historia y la literatura. Me refiero a los fanáticos religiosos de los tiempos medievales que se aferraban a la biblia que interpretaban literalmente, y andaban pasando por el mundo buscando, torturando y matando a los infieles que no creían en el mismo Dios que ellos.
Los demás eran los nuevos "reclutas", "voluntarios" que "se morían" por servir al "Ejército de Liberación Nacional del Camino Encendido". Aparte de los quince adultos, eran todos chicos y chicas. Varios tenían entre siete y ocho años de edad y los otros veinte y tantos eran adolescentes entre los doce (12) y diecinueve (19) años de edad. Alejandro tenía sus "reclutadores" que cuando la tropa se encontraba baja en números, mandaba a los reclutadores de misión. Los reclutadores caían por las casas de los campesinos sacaban a los niños y niñas de sus casas a la fuerza y se los llevaban al campamento para así entrenarlos para la sagrada lucha armada contra la "putrefacta oligarquía. " Al borde del campamento donde las carpas estaban metidas dentro de la selva con los árboles que tapaban todo, lo que le hacía difícil a los pilotos de los nuevos helicópteros "Huey" de la F.A.P. (Fuerza Aérea Paradorense) para ver y localizar a los terroristas en ese terreno, había un área abierta, un descampado en el que cabían los cuarenta y tantos soldados de la "tropa" del ejército de liberación nacional. Los soldados estaban todos sentados en el suelo listos para escuchar el discurso del cabecilla, el compañero Alejandro.
Alejandro escogió dar su discurso parado casi en el borde del precipicio justo menos de un metro detrás de él. El precipicio era unos 400 cuatrocientos metros de profundidad. Al fondo se veían las montañas de la sierra de Huantaytambo, una vista preciosa de una docena de montañas cuyas crestas estaban llenas de nieve. El risco del precipicio daba a la selva de la región de Periquitos. Alejandro escogió este descampado para pronunciar sus discursos a sus reclutas porque pensaba que ese lugar daba un ambiente que llamaba la atención para así impresionar a sus "alumnos" de la sagrada lucha armada.