17-Que Diferencia hace un Siglo
Este episodio 17 se titula “Que Diferencia hace un Siglo.”
Empezando a la mitad del cuarto siglo, la Historia de la Iglesia caminó juntamente con la historia del Imperio Romano. Con la muerte de Constantino el Grande, el poder del Imperio se dividió entre sus 3 hijos, Constantino II, Constante y Constancio II. En las maniobras de hombres hambrientos por el poder que siguieron, ellos le dieron poco honor a su crianza en una educación cristiana. Ellos eliminaron rápidamente cualquier reto por parientes de su padre, y luego se puso a pelear entre ellos mismos. Tres años después de la muerte de su padre ya estaban ellos en una guerra de lucha por la supremacía exclusiva. Constantino II fue asesinado por Constante, quien a su vez fue asesinado por un Comandante de Galicia de la Guardia Imperial llamado Magnentius. Después de su derrota y el suicidio de Magnentius, Constancio se convirtió en el único Emperador y reinó hasta su muerte en el año 361 d.C..
Constancio se aparto de la sabia política de tolerancia religiosa de su padre Constantino. Constancio fue fuertemente influenciado por el obispo Arriano de Constantinopla Eusebio, que le inspiró a utilizar su autoridad de su posición para imponer la manera Arriana del Cristianismo no sólo sobre los paganos del Imperio, sino también en aquellos Cristianos que seguían a la Ortodoxia de Nicea. El paganismo fue reprimida violentamente. Los templos fueron saqueados y destruidos con el botín procedente de ellos dado a la Iglesia o a los que apoyaban a Constancio. Como los Cristianos habían sido previamente sometidos a detención y ejecución, ahora era en contra de los paganos. No inesperadamente, un gran número de antiguos paganos vinieron al Cristianismo; su conversión fingida. Una persecución similar fue aplicado hacia Cristianos que seguían a la Ortodoxia de Nicea. Fueron castigados con la confiscación de bienes y el destierro.
Constancio se entrometió en la mayoría de los asuntos de la Iglesia, la cual, durante su reinado estuvo plagado de controversia doctrinal. Llamó a una multitud de consejos; en Galia, Italia, Illyricum, y Asia. El se veía como un gran teólogo y le gustaba que lo llamaran el Obispo de los obispos.
Constancio justificó su violenta represión del paganismo diciendo que era como la orden de Dios a Israel de aniquilar la adoración y los ídolos de los Cananeos. Pero lideres inteligentes de la iglesia como Atanasio argumentaron en su lugar por la tolerancia. Atanasio escribió,
Satanás, porque no hay verdad en él, rompe con el hacha y la espada. Pero el Salvador es suave, y obliga a nadie a quien viene, pero toca y habla con el alma: “Abrir a mí, mi hermana?” Si estamos abiertos a Él, entra, pero si nosotros no estamos dispuestos se va. La verdad no es predicada por la espada y la mazmorra, por el poder de un ejército, sino por la persuasión y la exhortación. ¿Cómo puede haber persuasión donde el temor del Emperador es prioritario? Cómo exhortación, donde la contradicción solo tiene que esperar el destierro y la muerte?
La constante oscilación del péndulo de la historia, predice que la fuerza que obligó a la fe a muchos por Constancio provocaría una reacción pagana. Esa reacción se produjo inmediatamente después de Constancio durante el reinado de su primo, Juliano el Apóstata. Juliano sólo había evitado la purga anterior de su familia, porque él era demasiado joven para una amenaza. Pero los jóvenes crecen. Julián recibió una educación Cristiana y fue entrenado para tener una posición en el liderazgo de la iglesia. Pero tenia y alimentaba un odio secreto por la religión de la corte, una religión en la que casi todos de su familia había sido exterminada. El estudió los textos prohibidos de místicos orientales y filósofos griegos; y todo era más emocionante porque estaban prohibidos. Juliano se volvió tan inmerso en el paganismo, que se hizo el líder de una orden secreta dedicada a mantener viva la antigua religión.
A pesar de su hostilidad hacia el Cristianismo, Juliano reconoció que la fe era demasiado arraigada en el Imperio para volver atrás el reloj a una época en la cual los cristianos eran persona non grata. Él decidió en lugar de simplemente soltarse la influencia que habían establecido en el ámbito civil. Nombró a los no cristianos a puestos importantes y recupero algunos de los antiguos templos paganos que se habían convertido en iglesias y los puso de vuelta a su uso original.
Juliano promulgó una política de tolerancia religiosa. Cada uno era libre de practicar la fe que quería. Pero no nos equivoquemos, Juliano quería eliminar al Cristianismo. Sentía que la mejor manera de conseguirlo, no era atacarla abiertamente. Después de todo, 200 años de persecución ya habían demostrado que ese método no era eficaz. Más bien, Juliano se enfoco en que todas las diversas sectas del Cristianismo acabarían yendo a la guerra las unas con la otros y el movimiento moriría la muerte de mil cortes, todas auto infligidas. Su plan no funcionó, por supuesto, pero era una astuta observación de que tan facciosos los seguidores de Cristo puede ser.
Cuando Juliano fue asesinado en el año 363 d.C. en una mal aconsejada guerra en contra los Sasánidas, el renacimiento pagano que esperaba, fracasó. Las razones de su desaparición eran muchas. Desde que el paganismo era una amalgama de diversas cosmovisiones y creencias contradictorias que a menudo carecian de la unidad necesaria para enfrentar al Cristianismo. Y comparado con las virtudes, moralidad y prioridades éticas del Cristianismo, el paganismo era insignificante.
Juliano esperaba eliminar al Cristianismo, permitiendo que sus diversas sectas operaran unas al lado de otras igual nunca se materializó. Al contrario, se dieron avances importantes hacia un entendimiento mutuo en los debates doctrinales que los dividian. El antiguo Atanasio seguía vivo y como un anciano lider de la iglesia se había puesto menos combativo, que lo hizo un punto de encuentro para los diferentes grupos. Llamó a una reunión de los líderes de la iglesia en Alejandría, en el año 362, justo en el medio del reinado de Juliano, para reconocer al Credo de Nicea como la declaración oficial de la deidad de Cristo para la Iglesia. Su resolución fue aprobada.
Pero un gran problema estaba creciendo en la importante ciudad de Antioquía. Mientras que las iglesias del Oeste bajo el liderazgo del Obispo de Roma permanecieron firmes en su lealtad al Credo de Nicea, el Imperio del Oriente se inclinaba hacia el Arrianismo. Antioquía de Siria Oriental fue una ciudad clave dividida entre los partidarios de Nicea y el Arrianismo. La iglesia oficial, es decir, reconocida por el Emperador de Constantinopla tenia un Obispo Arriano. Los Cristianos pro-Nicea y estaban encabezados por el Obispo Paulino de una iglesia cercana. Pero en el año 360 d.C., un nuevo obispo subió a encabezar la Iglesia Arriana en Antioquía – y él era un devoto de la Ortodoxia de Nicea llamado Meletius! Esto ocurrió justo en un momento en que más y más obispos orientales salían en favor del Credo de Nicea. Estos Obispos Orientales apoyaron al nuevo Obispo Meletius de Antioquía. Se podría pensar que esta sería una fusión de los viejos seguidores de Nicea bajo Paulino con el nuevo obispo, y → asumiríamos equivocadamente. Roma y la Iglesia Occidental consideraban a Paulino como el legítimo Obispo de Antioquía y seguían siendo sospechosos de Meletius y el nuevo enfoque que traía de Nicea. Sus esfuerzos para negociar con y ser aceptados por la iglesia Occidental fueron rechazados. Esto sirvió para aumentar las diferencias entre Oriente y Occidente, que ya había venido creciendo durante las últimas décadas.
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Un nuevo centro de fuerza espiritual se desarrollo durante este tiempo en Capadocia, en el centro-este de Asia Menor. Se formó alrededor de la vida de 3 líderes de la Iglesia, Basilio el Grande, su hermano Gregorio de Nisa y su amigo Gregorio de Nacianzo. Su trabajo respondió a las persistentes preocupaciones que rodeaban las palabras que el Consejo de Nicea había elegido para describir a Jesús como siendo de la misma sustancia que el Padre. Estos 3 Padres Capadocios fueron capaces de convencer a sus hermanos que el original Credo de Nicea era la mejor formulación que iban a poder producir y que aceptaran que Jesús era de la misma sustancia que el Padre, y por lo tanto Dios, no una sustancia similar y por lo tanto algo distinto o inferior a Dios, como los Arrianos enseñaban. Lo expresaron en términos que hacían evidente que existía sólo un Dios, pero en 3 personas que individualmente son, y que juntos forman un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dijeron que los 3 operaban inseparablemente, ninguno nunca actuaba independientemente de los demás. Cada acción divina comienza desde el Padre, continúa a través del Hijo, y se completa en el Espíritu Santo.
En el año 381 d.C. en el Concilio de Constantinopla, la Iglesia Oriental demostró su aceptación de la teología de los Padres Capadocios' al afirmar su adhesión al Credo de Nicea. Efectivamente, esto marcó el fin del Arrianismo dentro del Imperio. Y a diferencia de los 3 anteriores Concilios Ecuménicos, el Concilio de Constantinopla no fue seguido por años de contiendas amargas. Lo que el Consejo no pudo hacer era resolver la división en la iglesia de Antioquía. El Occidente continuó apoyando a los originales seguidores de Nicea mientras el Oriente apoyó los nuevos. Era evidente para todos que la tensión entre la antigua sede del poder Imperial y la nueva capital; entre Roma y Constantinopla estaba creciendo. Y que Obispo de cual iglesia sería el líder reconocido por la totalidad de la Iglesia? Antioquía se convirtió en el sitio donde esta batalla fue vivida a través de sus representantes, Paulino y Meletius.
El Concilio de Constantinopla intento parar esta contienda mediante el desarrollo de un sistema de leyes de como las iglesias serían dirigidas. Las resoluciones del Consejo, y de todos los concilios de la Iglesia celebrado durante estos años, se denominaban Ley Canónica, que establecía la política por la cual la Iglesia habría de funcionar. Una de las resoluciones del Concilio de Constantinopla estableció lo que se conoce como Diócesis. La diócesis era un grupo de provincias, que se convertían en una región en la que el Obispo presidia con la eucaristía. La regla era que una diócesis no pueden interferir en el funcionamiento de otra. Cada cual tenía que ser autónoma.
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Aunque Joviano siguió a Juliano como Emperador en el año 363, Su reinado fue corto. Siguió una política de tolerancia religiosa, como hizo Valentiniano I que le sucedió. Valentiniano reconoció que el Imperio era demasiado vasto para un hombre de estado y nombró a su hermano menor Valente para dominar al Oriente. Valente fue menos tolerante que su hermano y ataco tanto el paganismo y al los Ortodoxos de Nicea. Pero Valente fue el último Arriano en reinar en el Oriente o en el Occidente. Todos los Emperadores posteriores fueron Ortodoxos; es decir, siguieron el Credo de Nicea.
Cuando Valentiniano murió en el año 375 d.C., el Imperio el imperio de Occidente cayó a su hijo Graciano. Y cuando Valente murió, Graciano eligió un experimentado soldado llamado Teodosio para dominar el Oriente.
Graciano y Teodosio presidieron en la desaparición definitiva del paganismo. Ambos hombres apoyaron firmemente la fe ortodoxa, y a peticion del Obispo Ambrosio de Milán, promulgaron políticas que pusieron el fin a la adoración pagana. Por supuesto, los individuos dispersos por todo el imperio continuaron secretamente a ofrecer sacrificios a los ídolos, a través de los rituales supersticiosos del pasado, pero como una institución social con templos y un sacerdocio, el paganismo había sido erradicado. Bajo el reinado de Teodosio, el Cristianismo fue nombrada la religión oficial del Imperio.
Terminaremos este episodio con un vistazo a cómo la iglesia en Roma surgió a ser la líder de la Iglesia en el Imperio durante los 4º y 5º siglos.
En teoría, todos los Obispos de las muchas iglesias del imperio eran iguales. En realidad, desde el tiempo de los Padres Apostólicos, algunos habían ganado mayor importancia porque sus iglesias estaban en las ciudades más importantes. Durante el 2º y primera parte del 3º siglo, Alejandría, Antioquía, Roma y Cartago eran los lugares de mayor fuerza espiritual; sus pastores principales reconocidos como líderes, no sólo de sus iglesias, sino de toda La Iglesia. El Concilio de Nicea en el año 325 d.C. reconoció la iglesia de Alejandría como la iglesia principal de todo el norte de África, en el oriente era Antioquía y Roma como preeminente en el Oeste.
Constantinopla, la nueva capital política oriental, se agregó a esa lista en el año 381 por el Concilio de Constantinopla. Como uno de sus decretos de la Ley Canónica, el Consejo declaro a Constantinopla segunda sólo a Roma en términos de primacía para decidir asuntos de la iglesia.
Se puede suponer que el Obispo de Roma aceptaría con mucho agrado esta declaración del Consejo, siendo que reconocía a la “sede” Romana, (es decir, un territorio de la autoridad del obispo) como principal. Él no! Él se opuso porque la decisión del Consejo implicaba que la posición de una iglesia y su Obispo dependía de la importancia de su ciudad en el Imperio. En otras palabras, la cercanía al centro del poder político es lo que era más importante. El Obispo de Roma mantuvo que la preeminencia de Roma no dependia de la proximidad política pero de un precedente histórico. El dijo que el decreto de un sínodo o consejo no podía transmitir la primacía. El Obispo Romano alegó que Roma tenia la importancia porque Dios lo había decretado así. En un concilio en Roma un año después del Concilio de Constantinopla, el Obispo Romano Dámaso dijo que la primacía de Roma recaía sobre el Apóstol Pedro que fundo la iglesia Romana. Desde mediados del 3º siglo, los cristianos Romanos habían utilizado Mateo 16, Lucas 22 y Juan 21 para reclamar que su iglesia poseía una única autoridad sobre otras iglesias y obispos. Esta Teoria Petrina como se llego a conocer, fue generalmente aceptada por el final del siglo 6º. Esta alegaba que Pedro había sido dado primacía en respecto a sus compañeros apóstoles, y que su posición superior habia sido transmitida desde él a sus sucesores, los Obispos de Roma, en virtud de la sucesión apostólica.
En verdad, ya existía una importante comunidad Cristiana en Roma cuando Pedro llegó a Roma y fue martirizado. Los cristianos honraban a Pedro como lo hicieron a todos sus mártires, haciendo que su tumba, un lugar popular de reunión. Eventualmente, se convirtió en un santuario. Entonces, cuando la persecución terminó, el santuario se convirtió en una Iglesia. El líder de esa iglesia se asoció con Pedro, cuya tumba era su característica central.
Cuando Constantino llegó al poder, ordenó una basílica construida en el sitio de la Colina Vaticana. Para marcar que un nuevo día de favor hacia la Iglesia había llegado, Constantino dio el Palacio Lateranense, donde la Emperatriz Romana había vivido, al Obispo de Roma como su residencia. Pero la historia que surgió más tarde que pone al Emperador Constantino arrodillado delante de Silvestre, el Obispo de Roma, pidiendo perdón en cilicio y cenizas y entregándole el reino de Italia y de Roma, es una ficción.
Hasta el Obispo Dámaso, a mediados del 4º siglo, los Obispos Romanos fueron líderes competentes de la iglesia pero que tendían a ceder con debilidad al tratar con los Emperadores que a menudo intentaban dominar la fe. Se produjo un cambio dramático hacia el final del 4º siglo, cuando el Obispo de la Iglesia Ambrosio de Milán, le dictada al Emperador que debía hacer.
El Obispo Dámaso, contemporáneo de Ambrosio, instaló la primacía de Pedro como un elemento central de la doctrina de la Iglesia. Afirmó que la iglesia Romana fue iniciada por Pedro, quien había pasado su autoridad al próximo Obispo, quien había, a su vez, la había entregó a su sucesor y que cada Obispo de Roma era un destinatario de la autoridad apostólica de Pedro. Puesto que Pedro era el líder de los Apóstoles, esto significaba que la Iglesia Romana era la iglesia principal y su Obispo el líder, no sólo de Roma sino de toda la Cristiandad. Dámaso fue el primero en referirse a los otros Obispos como ‘hijos' en lugar de ‘hermanos'.
Eventos históricos durante el 4º y 5º siglo crecieron el poder del Obispo de Roma. Cuando Constantino trasladó la capital política a Constantinopla en el año 330 d.C., dejó al Obispo de Roma como el individuo más poderoso en Roma durante largos períodos de tiempo. La gente del Occidente buscaba de él liderazgo terrenal, así como el liderazgo espiritual cuando surgía una crisis.
Constantinopla, y el Emperador estaban cientos de kilómetros y a semanas de distancia; el Obispo Romano estaba cerca; así que la gente se dirigió a él para ejercer la autoridad en tratar con una crisis política, al igual con una crisis espiritual. En el año 410 d.C. cuando Alaric y los Visigodos vinieron a saquear Roma, El Obispo Inocente uso la diplomacia y inteligencia para salvar a la ciudad de la antorcha. Cuando el Imperio de Occidente cayó finalmente en el año 476 d.C., el pueblo de Italia esperaba que el Obispo Romano para asuntos civiles, así como el liderazgo religioso.
Grandes líderes como Cipriano, Tertuliano y Agustín eran hombres sobresalientes de la iglesia occidental, que se habían puesto bajo el liderazgo del Obispo de Roma. El Imperio del Occidente también había logrado mantenerse libre de las herejías y los desafíos que habían sacudido al Imperio del Oriente, especialmente, el problema con Arrío y sus seguidores. Esta solidaridad doctrinal se debió en gran parte al liderazgo de los Obispos de Roma.
Otro factor que contribuyó al aumento del dominio de Roma fue la caida de los otros grandes centros Cristianos. Jerusalén perdió su lugar debido a la rebelión de Bar Kochba en el 2º siglo. Alejandría y Antioquía fueron invadidos por los Musulmanes en el 6º y 7º siglo; dejando a Constantinopla y Roma como los únicos centros de poder.
En un edicto Imperial en el año 445 d.C., el emperador Valentiniano III reconoció la supremacía del Obispo de Roma en los asuntos espirituales. Lo que dijo se convirtió en Ley Canónica para todos.
Otra gran ventaja para la influencia y el prestigio del Obispo Romano fue la labor misionera de monjes leales a Roma. Clovis & Agustín plantaron iglesias en el Norte de Francia y Gran Bretaña, todos con lealtad a Roma. Pero por encima de todo, la Iglesia Romana fue encabezada por varios obispos muy capaces durante este tiempo; hombres que no perdían ninguna oportunidad para mejorar y ampliar su poder.
Leo I fue el Obispo en Roma desde el año 440 al 461 d.C. y fue el mas capaz ocupante de la posición de Obispo hasta Gregorio I, 150 años más tarde. Su habilidad le llevo a recibir el título de “Leo Magno o Leo el Grande.”
No estamos seguros cuando los Obispos de Roma comenzaron a llamarse “Papa”, un título que durante años había sido utilizado por el Obispo de Alejandría. Pero Leo I fue el primero en referirse constantemente a sí mismo como Papa – del Latín, un término afectuoso de un niño a su papa. En el año 452, Leo convenció a Atila el Huno dejar la ciudad de Roma, y no saquearla. A continuación, 3 años más tarde cuando los Vándalos vinieron a destruir la ciudad, Leo los convenció a limitar su destrucción a 2 semanas. El líder Vándalo Gaiseric mantuvo su palabra, y los Romanos siempre después de esto estimado a Leo como el que salvó a la ciudad de la destrucción.
El Papa Leo insistió en que todos los tribunales de la iglesia y las sentencias de todos los Obispos debían de ser sometidas a él para que el tomara la decisión definitiva. Esto es lo que el edicto de Valentiniano III del año 445 d.C. le había concedido y estaba decidido a aplicarlo.
El Papa Gelasio I, quien gobernó desde el año 492 al 496 d.C., decia que Dios le daba poder sagrado al Papa y poder real al Rey. Pero debido a que el Papa tenia que rendir cuentas a Dios por el Rey en el juicio final, el poder sagrado de la Papa era más importante que el poder real. Por tanto, los gobernantes civiles deberían someterse al Papa. Mientras que todos los emperadores no se sometieron automáticamente a los Papas, la mayoría de ellos si renuncio una gran parte de su autoridad y influencia política a los Obispos Romanos.