Levítico 18:22 - La abominación de la homosexualidad | Intermediate Spanish Listening (1)
Episodio 58: Levítico 18:22 - La abominación de la homosexualidad
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Buenas, ¿cómo estás?, ¿cómo has empezado el verano? Yo volví de España hace 10 días
y hoy por fin he podido salir de casa, después de terminar la cuarentena. En Reino Unido tenemos que
hacer una cuarentena de 10 días si has estado en un país clasificado con el color ámbar, el
ámbar es el color anaranjado de los semáforos de tráfico. El ámbar indica que es un país de riesgo
moderado. Yo la he tenido que hacer a pesar de tener la pauta de vacunación completa, es decir,
de estar completamente vacunado, tengo las dos dosis puestas. Antes de volar a Londres tuve que
hacerme una prueba, un test PCR, y durante la cuarentena dos tests PCR más en el día 2 y 8.
Pero bueno, hoy no he venido a hablarte de cuarentenas y pruebas PCR. Como sabes,
en junio es cuando se celebra el orgullo o el “pride” porque a veces también usamos
la palabra en inglés, el orgullo LGTBI. Esta celebración reivindica los derechos
conseguidos por este colectivo, el de personas homosexuales, transexuales,
bisexuales e intersexuales, y lucha por los que todavía no se han conseguido en algunos
países y también por la discriminación que siguen sufriendo algunas personas.
Si has escuchado episodios anteriores de este pódcast sabes que en el episodio
número 29 ya hablé de qué supone declararse homosexual en España, o salir del armario,
te conté mi experiencia y hablamos de los derechos LGTBI en España. Es probablemente
uno de los episodios más especiales para mí. Un episodio que estuve muy cerca de no compartir,
que casi no comparto, porque sentía que era algo muy personal y bueno porque al final
abrirse de esa manera puede ponerte en una situación de vulnerabilidad.
Con perspectiva, me alegro mucho de haberlo hecho. Primero porque mi madre, sin avisarme,
compartió el episodio en el grupo de WhatsApp de mi familia y muchos de mis tíos, tías, primos,
primas… lo escucharon y recibí mensajes preciosos, que me hicieron sentir más cerca de ellos. Además,
y de esto me siento especialmente feliz, recibí correos electrónicos y mensajes en Instagram de
personas de todo el mundo que se sentían identificadas con lo que contaba. Algunas
de estas personas me contactaban desde países donde los derechos LGTBI son inexistentes o
incluso de países donde ser LGTBI está penado con la prisión o con la muerte.
No tenía intención de hablar de este tema de nuevo, pero considero que es relevante,
que no está todo hecho, y quiero usar este pequeño espacio que tengo para mandar un
mensaje de tolerancia y de aceptación. ¿Y por qué digo que no está todo hecho?
Voy a darte algunos ejemplos. El primero es personal, es algo que me pasó hace algunos días.
Una de las cuentas de Instagram que sigo compartió una fotografía con la foto de dos chicas que decía
“No somos amigas, somos novias”. La publicación hablaba de cómo a veces se usa el eufemismo amigo
o amiga en lugar de lo que realmente es alguien en una relación homosexual; novio, novia. Normalmente
no hago muchos comentarios en Instagram pero esta publicación me llamó la atención y comenté
diciendo: “Llevo 5 años con mi novio y todavía hay personas de mi entorno que me preguntan por
mi amigo”. Ese fue el comentario. Efectivamente es así. En especial en España algunas personas me
preguntan por mi amigo en lugar de usar la palabra novio. Sé que no lo hacen con mala intención,
son personas que me quieren y me respetan, no tengo ninguna duda de ello. Simplemente se sienten
un poco incómodas usando la palabra novio, y no les culpo. Son víctimas de una educación homófoba,
igual que yo. Yo también he ocultado la realidad de mi relación con mi novio, diciendo que era mi
amigo o mi compañero de piso. Es una forma de protección, porque he tenido miedo al rechazo
o miedo a hacer sentir incómoda a la otra persona. La homofobia no es una cuestión que afecte solo a
las personas heterosexuales, de la misma forma que el machismo no solo afecta a los hombres, también
hay mujeres machistas, sexistas. En el caso de la homofobia interiorizada es algo que vas trabajando
con los años, un proceso de aceptación que toma tiempo, pero que es increíblemente sanador.
Volvemos al comentario que escribí en esta publicación de Instagram. A los pocos días
una mujer respondió a mi comentario citando, es decir, usando las palabras exactas de un
pasaje de la Biblia. El comentario decía lo siguiente: “Levítico 18:22: No te acostarás
con un hombre como quien se acuesta con una mujer. Eso es una abominación. Hombres con
hombres cometen actos vergonzosos y sufren en su propio cuerpo el castigo de su perversión.”
¿Cómo crees que me sentí después de leerlo?
Pues si te soy sincero, no sentí absolutamente nada, creo que de hecho me hizo un poco de gracia.
No le di ninguna importancia. Otras formas de expresar que algo no es importante para
nosotros son: no me importa un pimiento, o de una forma más vulgar, no me importa una mierda.
De hecho me hizo gracia porque me recordó a una escena de una serie de televisión estadounidense
llamada “El ala oeste de la Casa Blanca” o “West wing” en inglés, donde el presidente
ficticio de los EEUU pone en evidencia, pone en ridículo, a una fundamentalista religiosa que
utilizaba el mismo pasaje de la Biblia para atacar la homosexualidad. Él le dice que si
tomamos la Biblia al pie de la letra, es decir, literalmente, tendríamos que matar a la gente que
trabaje el domingo por ejemplo, como se dice en Éxodo 35:2, o que podrías vender a tu hija como
esclava sin que ella pueda quedar libre, esto lo recoge el Éxodo 21:7. También está prohibido
por cierto comer cerdo según el Levítico 11:7, que tiene a este animal como inmundo.
En definitiva es evidente que es imposible tomar
la Biblia o cualquier texto religioso de forma literal.
Cuando leí este comentario también me acordé de mi abuela. De mi abuela recuerdo su energía,
su capacidad de trabajo, pero también su cocina,
los platos que preparaba. No era la típica abuela española para nada en ese aspecto.
No preparaba paellas o cocidos como el resto de abuelas españolas. Su especialidad era la pizza,
la lasaña o la pasta fresca casera, que ella misma hacía en casa. A pesar de ser española,
siendo muy joven emigró a Argentina, donde también había mucha influencia italiana,
había muchos inmigrantes italianos allí, así que aprendió a cocinar este tipo de recetas.
Te decía que me acordé de mi abuela cuando recibí este comentario homófobo en Instagram porque ella,
además de una abuela maravillosa y una cocinera excepcional, era también católica. Iba a misa,
a la iglesia frecuentemente, rezaba… En definitiva era católica practicante. Además, aunque no lo sé
con certeza, votante de partidos con ideología conservadora. Bueno, te cuento esto porque tengo
un recuerdo de ella que me encanta. Un día, cuando yo tenía 12 o 13 años estábamos viendo la tele,
uno de estos programas donde gente anónima va a hablar de sus vidas y sus problemas,
y salió una pareja de chicos gays. No recuerdo que hacían allí pero al acabar su entrevista se dieron
un beso en los labios, un pico. Ese momento, tengo que ser honesto, me hizo sentir un poco incómodo y
miré a mi abuela de reojo, la miré con discreción, para ver su reacción. Ella me devolvió la mirada,
acompañada con una sonrisa de complicidad y me dijo: “si se quieren, no veo cuál es el problema”.
¡Guau! Mi abuela se acababa de convertir en mi primera aliada. Esa simple frase,
que incluía un claro mensaje de aceptación y validación la tendría presente mucho tiempo.
¿Por qué te cuento esto?
Pues porque en ese momento me di cuenta por primera vez de que la
tolerancia no tiene nada que ver con tu religión, tu nacionalidad,
tu edad o incluso tu ideología política. Mi abuela era una mujer católica de más de 80 años,
educada en la España franquista y sin embargo, era una persona tolerante.
Desafortunadamente no todo el mundo es tan tolerante como era mi abuela. Es un hecho.
Te decía que el comentario que esta mujer me dejó en Instagram me fue indiferente,
no me importó una mierda. Pero no me importó una mierda porque yo ya tengo
muchas herramientas para que algo así no me afecte en absoluto. Pero esas herramientas
las he aprendido a lo largo de los años. Ahora estoy en una situación privilegiada.
Tengo un entorno familiar y social excepcional. Además, soy de un país y vivo en un país donde
tengo exactamente los mismos derechos y obligaciones que otros ciudadanos.
Pero si ese mensaje lo hubiera recibido el César de hace 10 años la cosa habría
sido diferente. Probablemente me habría sentido bastante mal. A nadie le gusta
escuchar que por sentir de una determinada forma tiene que recibir un castigo físico.
Pienso también en los hijos de esta mujer, si es que tiene. ¿De qué forma puede enseñarles
a ser tolerantes?, ¿cómo va a reaccionar esta mujer si uno de sus hijos le dice que
es homosexual o transexual? Pues la verdad es que me da miedo pensarlo.
Es un asunto serio. Desde hace muchos años se realizan estudios sobre el suicidio de personas
jóvenes. Y todos estos estudios ofrecen idénticos resultados. Los jóvenes LGTBI tienen una tendencia
mucho mayor al suicidio que los jóvenes con una orientación o identidad sexual normativa.
La causa de este mayor porcentaje en personas LGTBI no es su identidad en sí,
sino cómo ven e interpretan que el mundo reacciona ante ella.
¿Y cómo reacciona el mundo ante ella?
Pues en general, en Occidente, progresando,
dando pasos hacia adelante. Pero también hay pasos hacia atrás.
Hungría, un país que pertenece a la Unión Europea,
acaba de aprobar una ley de protección a la infancia. Una ley que protege a los
niños y niñas. ¿Cuál es el problema? Pues que relaciona la pedofilia con la homosexualidad.
Esta ley pretende acabar con la visibilidad de las identidades LGTBI. Para ello hace uso
de diferentes técnicas. Técnicas tan absurdas como decir que películas como Harry Potter o
Billy Elliot, la película del niño bailarín son recomendadas para mayores de 18 años.
La visibilidad es clave, es importantísima para normalizar la realidad de las vidas de
las personas LGTBI. Lo que no vemos, lo que no es visible, no existe.
A mí me hubiera encantado poder ver con total normalidad ver a parejas de chicos gays y
chicas lesbianas paseando por mi ciudad, Valencia, dándose la mano. Cuando yo era adolescente era muy
raro verlo, hoy en día es mucho más frecuente. Esa visibilidad ayuda a normalizar como digo, y sobre
todo refuerza el sentimiento de pertenencia. Los humanos necesitamos saber que pertenecemos a la
tribu, que hay personas como nosotros, que sienten como nosotros. Por eso creo que las leyes como la
de Hungría son tan dañinas y tóxicas, porque buscan la invisibilización y el aislamiento.
Te decía que yo vengo de un país donde tengo los mismos derechos que cualquier otro ciudadano y
soy un privilegiado. Pero de nuevo, hay que estar vigilante. Hay un partido político
relativamente nuevo, de extrema derecha, que ha irrumpido con fuerza en la política española.
En 2016 no tenían ningún representante y hoy ya tienen 52 diputados en el congreso.