¿Hay desigualdad de género en la escuela?
La educación mejora la vida de niñas y niños y, cuando estos crecen, la de sus hijos,
su comunidad y su país. A mayor nivel educativo, la salud y economía aumentan y disminuyen la
explotación y violencia. La Organización de las Naciones Unidas propone lograr la paridad de
género a través de la educación, fortaleciendo los sistemas educativos para promover la
transformación y generar la igualdad. Pero ¿Hay desigualdad de género en la escuela?
Una desigualdad notable dentro de las escuelas es el rezago en la adquisición del aprendizaje
y el desempeño escolar. Las niñas tienden a obtener mejores calificaciones que los niños.
Hasta ahora no hay una respuesta convincente para este fenómeno, algunos argumentan que es
porque las niñas maduran más rápido. Otros creen que se debe a que la estructura de la
escuela no motiva a los niños y otros piensan que las chicas se presionan demasiado, mientras
que los niños son más seguros de sí mismos. En ocasiones la disparidad de género no se observa
directamente en la escuela, sino que se hace visible a través de la estadística. El 70% de las
personas en situación de calle son hombres y hay una clara disparidad regida no sólo por el sexo,
también por la raza, edad y preferencia sexual. Hoy en día el porcentaje de varones que egresan
de las carreras universitarias es menor que el de mujeres. La indigencia y el número de egresados
muestran correlación con el abandono escolar. En Filipinas se observó que en los hogares más pobres
solo el 40% de los varones inscritos en el primer grado de secundaria terminaron el ciclo. Muchos de
los chicos alrededor del mundo se ven obligados a trabajar desde temprana edad y a abandonar sus
estudios debido a la pobreza, 61% de los menores en situación de trabajo infantil son varones.
Ahora veamos los retos del lado femenino. Dos terceras partes de las personas adultas
analfabetas son mujeres y hay más niñas que niños que nunca irán a la escuela.
Esto contribuye a que las mujeres ganen 23% menos que los hombres y haya más mujeres en la pobreza.
Además, solo el 35% de los estudiantes de carreras STEM (de ciencia, tecnología,
ingeniería y matemáticas) son mujeres y hoy en día las habilidades STEM son necesarias para
la mayoría de los trabajos. En el 2018 un estudio observó que en los países donde había más equidad
de género había menos mujeres estudiando carreras STEM. Se la llamó la “paradoja de
la igualdad de género” y la primera conclusión fue que, conforme hay más riqueza y equidad,
las mujeres deciden estudiar lo que les interesa. Pero, en 2020 una investigadora de Harvard
cuestionó el estudio porque encontró que no era posible replicar los resultados. Descubrió que
algunos datos habían sido manipulados y que no en todos los países ocurría lo mismo. Además, sugirió
que se usara el índice básico de la desigualdad de género, que considera la salud, educación
y satisfacción y ¡sorpresa!: no encontró ninguna paradoja. Los neurocientíficos no han identificado
diferencias estructurales significativas como para afirmar que hombres y mujeres funcionamos
de forma fundamentalmente diferente y que por eso a las mujeres no les gustan las carreras
STEM. Hay más diferencias entre individuos específicos que entre hombres y mujeres.
Lo que sí sabemos es que las convenciones sociales, culturales y de género influyen en
las percepciones de nuestras capacidades, nuestro rol en la sociedad, las aspiraciones y decisiones
de cada uno de nosotros. Este problema no solo ocasiona que las mujeres no escojan carreras STEM,
también ocasiona que los hombres no se sientan cómodos escogiendo carreras como danza,
enfermería, docencia infantil o veterinaria que son consideradas carreras femeninas.
Otro ámbito en el que se observa una desigualdad es en la fuerza laboral.
Las mujeres solo representan el 47% de la fuerza laboral. La razón se vuelve clara al analizar que;
aunque hay más estudiantes mujeres de medicina, muchas ejercen medio tiempo o de plano lo dejan
para dedicar tiempo a la familia. Esto nos hace ver que debería haber formas para que
ambos padres puedan estar involucrados en el cuidado de los hijos y repartir
más equitativamente las labores del hogar. Otro problema que tienen estudiantes y,
en ocasiones, profesores es la violencia. Aunque la escuela debería ser un espacio seguro,
uno de cada tres estudiantes adolescentes sufre de bullying. La violencia de género en las escuelas
o sus alrededores, puede ser sexual, física o psicológica y es resultado de los estereotipos
y dinámicas de poder. Según la UNICEF, a nivel mundial, 1 de cada 10 chicas menores de 20 años
han sufrido violencia sexual y aunque no se tiene la cifra exacta se sabe que varias de estas surgen
en la escuela o de camino a ella. En la escuela las niñas son más propensas al acoso psicológico,
el ciberacoso, la violencia y el acoso sexual. Pero aún más propensas de sufrir abuso sexual
son las niñas con discapacidad. De acuerdo a un estudio en Uganda 24% de niñas con discapacidad
sufrieron abuso sexual contra un 12% de niñas sin discapacidad. Mientras tanto, los varones
se enfrentan a tasas más altas de castigos físicos y lo más grave es que la mitad de los infantes del
mundo no cuentan con protección legal contra el castigo corporal. Los estudiantes LGBT reportan
más bullying y violencia que sus compañeros. Para lograr la igualdad desde la escuela no solo
se requieren acciones dirigidas al entorno escolar: se requiere erradicar la pobreza,
el trabajo infantil, impulsar las carreras STEM, eliminar la violencia y además es de
suma importancia cuestionar y eliminar nuestros estereotipos y roles de género. Desde los 2 años
buscamos comportarnos de acuerdo a lo que vemos y entre los 3 y 5 años entendemos el concepto de
género y justo desde esa edad los intereses y autopercepción se ven afectados por los
estereotipos de género. Por eso la igualdad de género se debe incentivar desde temprano,
para que todos y todas podamos ser quienes realmente queremos ser. ¡Curiosamente!
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