¿Por qué los hombres ganan más que las mujeres?
Si estás buscando tu vocación y eres mujer, te encontrarás con una realidad diferente
a la que encuentran los hombres.
Una de las diferencias es la famosa brecha salarial: en todo el mundo las mujeres ganan
menos dinero que los hombres ¿Es real?
Y, de ser así, ¿se debe a la discriminación o es por las decisiones que toma cada quién?
Hoy explicamos…
¿Por qué los hombres ganan más que las mujeres?
Si escogieras dos personas al azar en América Latina, un hombre y una mujer, la mujer tendría
un 20% menos de probabilidades de tener un empleo remunerado.
Y, si lo tuviera, lo más posible es que, por cada peso que gana el hombre, ella gane
sólo 83 centavos.
¿A qué se debe esto?
¡¿De quién es la culpa?!
Como en todos los temas sociales, hay varias causas que interactúan, y no necesariamente
un culpable.
Para entender mejor, conviene empezar por las causas históricas.
Ya sabemos que tradicionalmente, durante varios siglos, ha existido una división sexual del
trabajo en la que los hombres han ocupado los espacios públicos y los empleos remunerados,
y las mujeres los espacios privados y las labores no remuneradas.
¡Esto incluso estaba en las leyes!
A principios del Siglo Veinte las mujeres no podían estudiar carreras universitarias
y en México, por ejemplo, todavía en los años 70, había leyes que decían que “las
mujeres casadas sólo pueden trabajar si eso no perjudica la misión que les impone el
matrimonio y la familia”.
Esas leyes han cambiado y, legalmente, las mujeres pueden estudiar y trabajar en lo que
deseen, pero la inercia social es muy fuerte y la situación no se ha emparejado ¿será
que seguimos pensando que el cuidado de la casa y la familia son labores esencialmente
femeninas?
Otro factor, relacionado con el anterior, son las profesiones que ejerce cada género.
Mira, esta es una lista con las carreras mejor pagadas actualmente.
Y esta otra es una lista con las profesiones más ejercidas por mujeres.
¿Ya viste?
¡No coincide ninguna!
“¡Bueno!”
–podrás decir– “...pues son las carreras que prefieren seguir.
Si quieren ganar más que sigan otra carrera”.
A lo que podríamos preguntarnos, primero: ¿por qué estas carreras, relacionadas con
la educación y los cuidados, que son tan importantes –fundamentales– para la supervivencia
y salud de la humanidad, tendrían que ser peor pagadas que las otras?
La otra pregunta sería ¿por qué las mujeres eligen más estas carreras?
El factor meramente biológico queda descartado: no hay diferencias fundamentales en los cerebros
masculino y femenino y, las pocas que se han encontrado, es más probable que se deban
a la plasticidad neuronal: no es que las estructuras sociales sean producto de diferencias cerebrales,
sino que nuestros cerebros se adaptan a las condiciones sociales.
Y, todavía hoy, existen condiciones sociales que no hacen muy hospitalario el campo para
mujeres que deciden estudiar ingenierías o ciencias, como ciertos estereotipos por
parte de los profesores y los alumnos por ejemplo.
Pero, incluso cuando ambos géneros eligen las mismas carreras, la terca brecha salarial
vuelve a aparecer.
Los estudios han revelado la principal causa: sucede que no siempre la discriminación se
debe a personas misóginas y malvadas que activamente tratan de obstaculizar a las mujeres.
En este caso muestran el siguiente fenómeno: si eliges a dos personas que hayan estudiado
lo mismo, y que hayan tenido las mismas calificaciones, pero uno es hombre y la otra mujer, al principio
empiezan con los mismos salarios bajos, y pronto comienzan a ascender.
Sin embargo, pasado un tiempo, el salario del varón se distancia cada vez más del
de la mujer, mientras que el de ella se estanca.
¿Qué pasa aquí, justo en ese momento?
¿Adivinaste?
¡Los hijos!
Ocurre que, cuando una pareja decide tener hijos, es ella quien suele asumir la responsabilidad
de cuidarlos, alimentarlos, llevarlos a la escuela, a los deportes, al doctor…
así, deja pasar oportunidades de viajes de negocios, juntas importantes, ascensos y mejoras
salariales (y la misma empresa puede relegar a las mujeres embarazadas o con hijos al percibir
que no le dedicarán todo el tiempo a su trabajo).
De hecho, las mujeres que no tienen hijos consiguen en promedio estrechar bastante la
brecha salarial.
Mientras tanto, si un hombre tiene hijos, esto no impacta significativamente su avance
profesional.
Y esa es la otra manera en la que el tener hijos impacta la vida profesional: en la elección
de carrera.
Es posible que una persona que planee ser madre elija trabajos con mayor flexibilidad
de horarios porque un empleo que requiera máxima prioridad y presencia prolongada e
ininterrumpida es incompatible con el cuidado del hogar y la familia.
Pero ¡ojo!
No caigamos en la tentación simplista de achacar la brecha salarial a una mera elección
voluntaria e individual.
Porque ¿por qué tendría que ser el cuidado del hogar y de los hijos una responsabilidad
femenina, y por qué tendrían que acarrear las madres con la doble carga de trabajo,
la doméstica y la profesional?
De hecho, ahí yace la respuesta para eliminar la brecha salarial.
En Islandia, desde el año 2000, se promulgó una ley que le otorga a los hombres un permiso
de paternidad: pueden faltar a trabajar para atender a sus hijos, igual que las mujeres,
con el incentivo de que, si no lo usan, lo pierden.
Eso no sólo ha logrado que los varones tengan una mayor participación en la crianza y en
las labores domésticas, sino que ha incentivado el crecimiento profesional de las mujeres
¡y la brecha salarial se ha disminuido considerablemente!
Como premio extra, los padres han reportado mayor gratificación por formar parte integral
de la formación y el crecimiento de sus hijos ¡todas y todos ganan!
Y esta experiencia ya se está propagando en varios países del mundo.
Como alguien que se está forjando un futuro profesional ¿qué puedes hacer para mejorar
el panorama que te espera?
Aquí te tenemos algunas propuestas.
Como persona, expande tus horizontes.
Considera opciones que quizá antes no habías pensado que estuvieran a tu alcance.
La ciencia y la tecnología son alternativas vocacionales bastante realistas para las mujeres
y, si eres hombre, quizá encuentres tu verdadera pasión y gratificación en actividades que
tradicionalmente se consideran femeninas.
¡Cuestiona los estereotipos!
Como profesor, funcionario educativo o empleador, haz conciencia de si tienes actitudes, políticas
o sistemas que limiten el desarrollo de las mujeres.
¡Muchas veces son conductas inconscientes!
¡Cámbialas!
Como parte de una familia, comparte las tareas domésticas y el cuidado de los más pequeños:
eso mejorará la calidad de vida de todos, tanto en las relaciones familiares como en
el campo profesional.
Seas del género que seas, pugna por mejorar las condiciones de trabajo.
Apoyar iniciativas como la del permiso parental para hombres y para mujeres puede traer cambios
muy positivos.
Y, si se hace de manera colectiva, los resultados pueden llegar más rápido y ser mejores.
Y no se trata de forzar a nadie para que ejerza ciertas profesiones o deje ciertas actividades.
Se trata de que todas y todos tengamos la oportunidad de vivir haciendo lo que más
nos gusta y que sea útil para la sociedad.
La vocación no es algo que simplemente se encuentra: se construye.
Y construir nuestra vocación no sólo incluye descubrir nuestra pasión y desarrollar habilidades
para ejercerla, sino colaborar para crear las condiciones que nos permitan desarrollarnos
en lo que realmente deseamos, con la libertad más plena posible.
¡Curiosamente!
Y tú ¿has visto limitado tu crecimiento profesional por tu género?
Dínoslo en los comentarios.
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