La Cabecilla del Parador Episodio 8
Juan:
Bueno, pues. Más vale que se pongan a las pilas a aprender y a entrenar fuerte porque la guerra viene pacá aunque no les guste, compadres. 30 treinta de mis mejores hombres vienen pacá para entrenarles. De aquí en una semana estaremos entrenando, dándole duro por dos horas cada madrugada antes de que ustedes entren al trabajo. Ustedes son 38 (treinta y ocho) y mis hombres y yo somos treinta y uno (31) Con 69 sesenta y nueve hombres bien entrenados, venceremos al Chupasangre, Míster Están, a sus compinches gringos y a los búfalos que los protegen. Va a ser duro. Necesitaremos un poco más de 30 treinta días para entrenar y prepararnos.
Ahora sí. Para ustedes que todavía no lo saben, estamos en una guerra sucia y el que no esté listo para dar con todo va a parar en la puerta del cielo con San Pedro. Desde este momento queda vigente la ley del silencio y ustedes saben muy bien como es eso, ¿no? Se requiere disciplina aquí. Nadie habla.
El tiempo de la indecisión se acabó compañeros. Ahora sí. Los que están con Camino Encendido, levanten la mano ahora mismo. ¡Los que no tienen los cojones para luchar por sus familias, por sus rutas ancestrales, por la libertad y la dignidad, que se levanten ahora mismo y que se vayan a la mierda!
Capítulo Nueve
Aguas Calientes: 5 de enero, 1974
(El comedor de la Parador Deluxe Wood Mills, Inc. Hora de desayuno, 6:10 a.m. Seis y diez de la mañana)
El inspector Ricardo de La Valle llega con 50 cincuenta policías de la T.O.P.E. La T.O.P.E: Son las siglas de la policía militar de Aguas Calientes, Tropa de Operaciones Policiales Especiales. Ricardo De La Valle es el jefe del quinto regimiento, la división más temida del batallón, de la policía de toda la región de Periquitos y también de la región que abarca Nuevo Toledo y la ceja de selva. Pocha mira por la ventana de la cocina del comedor y se marea con todas las luces que parpadean en los techos de los carros patrulleros. Cuando llega el T.O.P.E. siempre hay alguien que muere.
El inspector Ricardo de La Valle: (Con un megáfono)
¡Atención! ¡Atención, porfavor! No hay motivo de alarma. Me han informado que aquí en este comedor hay elementos marxistas comunistas que forman parte de una conspiración contra el orden. Estos hombres no respetan las buenas costumbres. A la pura arruinada los quieren llevar a ustedes. Ahora. Todo el mundo tranquilo. Me hacen favor y se quedan todos sentados mientras mis hombres registran a todos los caballeros presentes aquí en el comedor. Les agradezco su cooperación con anticipación. Gracias.
Pocha miró por la ventana el espectáculo, de como los policías les registraban los cuerpos a los hombres en el comedor. Pocha sintió las iras que se le subían a la cabeza como una fiebre. Le comenzó a latir el corazón tan fuerte que pensó que se le iba a salir por la boca.
Pocha (hablando sola)
Yo voy a aprender a disparar armas.
Capítulo Diez
(Aguas Calientes: Cinco de enero de 1974
Cuarto de Pocha con Cerila: hora de acostarse)
Pocha:
Ahora sí mami. Me prometiste que ibas a contarme más de Margarita Mayo.
Cerila:
Ya pues. ¿En qué parte quedamos ayer?
Pocha: El chico la había abandonado y estaba sola con el chiquito en la barriga. Cerila: Ah sí pues. Como te iba diciendo, Margarita estaba completamente sola. Ella siguió saliendo todos los días a cazar, a pescar y a mantener el palafito solita. Muy pronto le comenzó a crecer la barriga y los hombres, las mujeres y los niños del pueblo la ignoraron. Nadie le ayudó. Maggy estaba abandonada a la buena de Dios.
Pocha: Pucha. ¿Así tan mala es la gente?
Cerila: No hay palabras para decir cuanto yo amo a mi pueblo pero sí, Pochita, así es la gente. La gente es mala. Ahora, si Maggy fuera hombre, ¿crees tú que hubiera tenido que valerse por si sola? De ninguna manera. Bueno. Sigo: Maggy dio a luz y tuvo un hijito, Pedro. Dio a luz en la misma casa, en el palafito igual que los animales paren solitos al aire libre. Pasaron unos años, y como Maggy era una trome (buenísima) para cazar y pescar, ella puso un quiosco en la plaza de armas vendiendo asados, ceviche, sánguches y sopas de paiche y su negocio prosperó. Ella estaba ganando buena plata.
Pocha: ¡Y ella era mujer!
Cerila: Exacto mi munschquish. Una mujer fuerte. Con los años, Maggy aprendió a olvidarse de lo que pensaba la gente del pueblo y decidió que iba a vivir su vida como todos los hombres viven su vida; libre. Maggy era una cazadora, pescadora, mujer hecha y derecha y libre. Y como cualquier hombre, Maggy también tuvo muchos hijos, 6 seis en total. Y los seis hijos aprendieron a leer y escribir y le ayudaron con el negocio y Maggie mandó construir una casona en la orilla del río y ella y su pequeño ejército se pasó del palafito a la casa grande en la orilla del río.
Pocha: ¿Y cómo se llamaba su nuevo marido?
Cerila: ¿Marido? ¡Qué marido ni qué hechos cuartos! Maggy Mayo vivió libre como el viento.
Pocha: Entonces vivió en el pecado. El padre Vargas dice....
Cerila: ¡Al diablo con lo que dice el padre Vargas! Si Margarita Mayo vivió en el pecado como dice el Padre Vargas, entonces ella siguió nada más el mismo camino de todos los hombres. Pero no, porque Maggy trajo a este mundo 6 seis hijos, seis obras de arte que ella cuidó, crió y enseñó a ser fuertes y a vivir su vida como les daba la real gana, libres.
Pero no terminó ahí la cosa, hijita. Un buen día, Margarita se sintió mareada y comenzó a sufrir desmayos. Fue al pueblo y el doctor efectivamente le dijo que tenía cancer, un cancer muy agresivo y le daba nada más seis meses de vida. ¿Y sabes lo que hizo Margarita, Pochita?
Pocha: ¿Se cuidó mucho y se sanó?
Cerila: No. Esto no es un cuento de hadas. Te estoy contando algo de la vida.....Margarita Mayo, siempre pensando en su clan, en su gente buscó a los familiares del lado de sus repectivos padres de cada uno de sus hijos, y justo el día antes de fallecer, Margarita Mayo encontró un lugarcito donde vivir a cada una de sus criaturas. ¿Qué te parece?
Pocha: ¿Qué? No me gusta este cuento, Mami.
Cerila: ¿Pero por qué?
Pocha: Es triste. Margarita Mayo se muere y sus hijos se quedan sin ella.
Cerila: Mira hijta. Todos morimos. Contra eso nada se puede. Pero no es un cuento triste. Margarita Mayo vivió su vida como le dio la real gana, sin quitarle nada a nadie, sin hacerle daño a nadie. Es un cuento genial.
Pocha: Bueno, pues. Sí. Pero en el pueblo de Margarita no había búfalos de Míster Están y no había los policías que pegan a la gente por gusto.
Cerila: Bueno. Ese es otro cuento. Nosotros nos vamos de aquí pronto.
Pocha: ¡Pero yo no! ¡Yo me quedo aquí en mi casa, Mami! .....Yo voy a aprender a disparar armas.