Por algo será… (2)
Lo que estaba pasando era, sin embargo, un secreto a voces. Es decir, algo que todo el mundo sabía aunque no se podía decir abiertamente.
Todo el mundo sabía lo que estaba pasando. Esas personas habían sido detenidas por el ejército o por la policía de forma ilegal, sin ningún tipo de pruebas en su contra, simplemente por sospechas o por denuncias anónimas.
¿Dónde estaban? ¿Qué había pasado con esas personas?
De forma oficial, la respuesta de la dictadura era que estaban “desaparecidas”. No se sabía dónde estaban ni qué había pasado con ellas. Oficialmente, no había constancia del paradero de esas personas. Simplemente se habían evaporado.
Después, poco a poco se fue sabiendo qué es lo que había pasado. Se supo que esas personas que habían sido detenidas de forma ilegal, fueron sistemáticamente torturadas y después asesinadas. Muchos de los detenidos eran asesinados lanzándolos vivos al mar o al río de La Plata desde helicópteros para que no se encontraran sus cuerpos y hacer así desaparecer todas las pruebas que pudieran implicar a los militares. Esto es lo que se conoce como los Vuelos de la muerte.
Es difícil dar un número exacto, pero hubo miles de muertos. Algunos hablan de quince mil, de veinte mil o de treinta mil personas asesinadas durante la dictadura argentina.
Cuando se habla de los horrores de una dictadura, normalmente se da el nombre del dictador o de las personas directamente responsables de los asesinatos y de las torturas cometidas. Se dice, por ejemplo, los nazis mataron a tantas personas; Augusto Pinochet, el dictador chileno llevó a cabo una represión sangrienta; Stalin, en la Unión Soviética, fue también responsable de la muerte de miles de personas…
Pero la verdad es que todos esos crímenes no se hubieran podido llevar a cabo si esos dictadores no hubieran tenido colaboradores, cómplices, gente que ejecutó sus órdenes. Los nazis, por ejemplo, pudieron llevar a cabo el genocidio de seis millones de personas en los campos de concentración gracias a todos los militares y funcionarios que trabajaban para el gobierno: médicos, enfermeras, personal administrativo, contables, abogados…
También todos aquellos que gritaban Heil Hitler y alzaban el brazo al paso del Führer, eran responsables, de forma indirecta, de lo que estaba pasando.
Los hijos de puta del mundo solo pueden llevar a cabo sus fechorías si cuentan con el apoyo y la complicidad de una parte de la población. Ellos por sí solos, no podrían. Parece una cosa obvia, pero merece la pena recordarlo, aunque sea duro de escuchar.
En España, por ejemplo, se habla a menudo de Franco como un dictador que se mantuvo en el poder durante cuarenta años. Lo que se suele decir menos es que Franco contó también con el apoyo de muchos españoles que gritaban ¡Franco, Franco, Franco! Saludaban con el brazo en alto y lo apoyaron hasta sus últimos días. Sinceramente, no creo que la dictadura franquista hubiera durado tanto tiempo si no hubiera contado con el apoyo de una parte de la sociedad.
Pero ahí tampoco acaba la cosa. Ni siquiera el apoyo de una parte de la población, del ejército, de la Iglesia, de los jueces, bastaría para explicar los crímenes de una dictadura.
¿El miedo? Sí, el miedo también explica que los dictadores se sientan impunes para llevar a cabo sus crímenes. Mucha gente se calla y no hace nada por miedo. Es humano. Nadie quiere terminar en una cárcel o en un campo de concentración; nadie desea que lo torturen, que lo fusilen y que lo entierren en una fosa común o que lo arrojen vivo al mar desde un helicóptero.
Es comprensible tener miedo. Es humano.
Pero también hay una actitud de una parte de la población de la que no se habla tanto y que yo creo que explica muy bien por qué muchas dictaduras pueden durar muchos años y llevar a cabo una represión sangrienta sobre tantas personas.
Es la actitud del “por algo será”, del “algo habrán hecho”.
Esto es algo que se ve a menudo en muchas dictaduras y también en zonas donde hay terrorismo, mafia… En general, en cualquier situación en la que se produce una agresión. Cuando un grupo comete actos de violencia contra otro.
Es decir, hay, obviamente, una parte de la población que colabora directamente con el dictador, con la organización terrorista de que se trate o con la mafia. Son los que torturan, los que encarcelan, los que matan directamente.
Luego hay otra gente que da su apoyo y colabora con la dictadura, con los terroristas o con la mafia, pero de forma indirecta.
Están también los que no hacen nada por miedo, los que callan porque no quieren convertirse en víctimas. El miedo, como digo, es un sentimiento humano y merece todo mi respeto.
Y luego están los que cuando ven algo injusto, algo que no está bien, se encogen de hombros y prefieren mirar para otro lado diciendo “por algo será”, “algo habrán hecho”.
Durante la dictadura argentina, esas frases (Por algo será y algo habrán hecho) se hicieron muy famosas.
Cuando los grupos de policías y de militares iban a casa de alguien para detenerlo o quizás lo metían en una furgoneta para llevárselo preso de forma ilegal, no lo hacían de forma oculta. No lo hacían a escondidas. Lo hacían a plena luz del día y delante de todo el mundo. Todos, todos sabían lo que estaba pasando. Todo el mundo lo veía. Estaba ahí, delante de todos.
Y algunos, cuando veían esas escenas, cuando veían que la policía se llevaba detenido, por ejemplo, a un chico o una chica joven en mitad de la calle o que entraban en casa de alguien, un periodista, un profesor, un activista político, para llevárselo preso de forma ilegal, simplemente se encogían de hombros, mostraban indiferencia y despreocupación y decían: “por algo será”, “algo habrán hecho”.
Los dictadores, los terroristas, los mafiosos y todos los hijos de puta del mundo lo tendrían mucho más difícil si no hubiera una parte de la población que ante sus crímenes simplemente se encogiera de hombros y mirase para otro lado diciendo que “si se llevan preso a alguien, por algo será. Seguramente, algo habrán hecho”.
Es una actitud de falsa neutralidad, de no querer saber nada, de cerrar los ojos ante una injusticia. Es una actitud de complicidad con el agresor. Complicidad pasiva, pero complicidad al fin y al cabo.
Recuerdo que en España, los primeros meses después de la muerte de Franco, algunas personas se declaraban “apolíticos”. Mientras los franquistas y los antifranquistas discutían cuál debería se la forma de gobierno de España en el futuro (¿Monarquía o República? ¿Democracia o dictadura?) algunos, algunos españoles, decían que ellos eran “apolíticos” y se negaban a tomar partido por una postura o por la otra porque podían ver que las dos partes, las dos posiciones, los que defendían la dictadura de Franco y los que luchaban por la democracia, tenían parte de razón.
Y se quedaban tan tranquilos. “Yo es que soy apolítico”, decían.
O sea, que para esta gente, para los apolíticos, daba igual si triunfaban los franquistas y España continuaba siendo una dictadura o si España era una democracia. Ellos, los apolíticos, no se mojaban, no tomaban partido por una posición o por la otra porque los dos bandos tenían parte de razón.
Y ya está, tan tranquilos.
Esta actitud de querer ver los argumentos o las razones de las dos partes de un conflicto es algo que a mí me pone bastante nervioso. Me pone de los nervios, como decía antes.
¿Se puede ser neutral o apolítico cuando hay una agresión? Cuando hay una agresión, ¿se puede decir que “las dos partes tienen parte de razón”?
Cuando hay un ataque terrorista o un crimen mafioso, ¿se puede decir “yo no sé nada”, “yo no he visto nada”?
Como digo, durante la dictadura argentina, la actitud de encogerse de hombros y decir “por algo será” o “algo habrán hecho” se hicieron muy populares.
Era una forma de tranquilizar la conciencia haciendo que la víctima fuera la responsable de lo que le estaba pasando. De esa forma, supongo, algunas personas podían dormir por la noche.
Es como cuando se justifica o se minimiza una violación porque la chica llevaba la falda demasiado corta o porque iba provocando…
Repugnante. Absolutamente repugnante.
Levantar sospechas sobre el comportamiento de la víctima de una agresión, para explicar o justificar de alguna forma la agresión, es algo que a mí, personalmente, me parece muy injusto y sinceramente me da bastante asco.
El culpable de una agresión es el agresor, no el agredido. Echar la culpa de una agresión a la víctima es injusto y moralmente inaceptable.
Y es algo que se hace demasiado a menudo, me parece a mí.
La dictadura argentina, obviamente, fomentaba esta actitud. A los dictadores, a los torturadores, a los que hacen las guerras, a los que matan, a los que torturan y usan la violencia contra otras personas les interesa crear esa actitud de duda en la población ante el comportamiento de las víctimas de la represión.
“Bueno, yo no justifico la violencia. Yo quiero la paz, pero, claro, hay que ver el otro punto de vista. Hay que entender el punto de vista del que mata, del que tortura, del que viola… “
¿En serio? ¿Hay que ver el punto de vista del agresor? ¿Hay que entender al que mata, al que agrede, al que asesina? ¿En serio?
La dictadura argentina fomentaba las dudas sobre las víctimas: “Son terroristas, son comunistas, son subversivos… lo que hacemos, lo hacemos por el bien de la Argentina”.
Si la respuesta de la sociedad en esas circunstancias es encogerse de hombros y decir “por algo será” o “algo habrán hecho” no estamos siendo neutrales.
La neutralidad no existe cuando hay una agresión. Esto es algo que tenemos que tener todos muy claro: la neutralidad no existe.
Si ante una agresión decimos “yo soy neutral”, “yo veo los dos puntos de vista”, estamos favoreciendo la agresión, estamos de parte del agresor. Somos sus cómplices.
A los dictadores, a los asesinos, a los torturadores, les interesa tener una sociedad pasiva, despreocupada, que les deje hacer, que no se les oponga. Por eso promueven las dudas sobre las víctimas.
A los dictadores les interesa la gente neutral, la gente apolítica, la gente que ve la agresión desde los dos puntos de vista: desde el punto de vista de la víctima, claro, pero también desde el punto de vista del agresor…
Porque muchas veces “ El agresor es bueno, pero se ve obligado a cometer la agresión…”
Pobrecito, pobrecito el agresor que tiene que agredir…
Y, volviendo a lo que decía al principio del episodio, todo esto del “Por algo será” y del “algo habrán hecho” que se decía durante la dictadura argentina, me lo han vuelto a recordar muchos de esos comentarios que me llegaron cuando me expresé en contra de la invasión de Ucrania y entrevisté a Irina, aquí en el podcast.
Me decían “Ay, no hables de política”, “enseña español y nada más”, “aquí venimos a aprender español”...
Pues, lo siento, pero a mí me parece que la invasión de un país no es política.
Los que hablan así, los que me piden que no haga política, están en realidad haciendo política ellos mismos.
Los que hablan de neutralidad, los que me piden que ignore algo tan grave como la invasión de un país, los que me piden que guarde silencio ante el bombardeamiento de ciudades, la muerte de civiles y la huida de millones de refugiados, están pidiéndome que sea cómplice de la agresión de un país a otro.
Y esto no quiere decir que yo sea un experto en geopolítica ni en historia ni en nada. Por supuesto que hay muchas cosas, muchos detalles que desconozco de las relaciones entre Rusia y Ucrania. Estoy seguro de que hay un montón de cosas que yo no sé, pero… Pero lo que sí tengo muy claro es que cuando hay una agresión, hay que ponerse de parte del agredido. Nada más. Así de símple.