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CuriosaMente - Videos Interessantes, ¿Para qué trabajamos? 💼

¿Para qué trabajamos? 💼

Los pájaros no tienen que trabajar… ellos nomás, pues, “pajaerean”.

Tampoco los ornitorrincos trabajan, simplemente orritorni… otorrino…

¿hornito rico? ¿ornitorrinquean? Bueno, el caso es que, al parecer,

los seres humanos no podemos darnos ese lujo y sólo “humanear'' por ahí:

la mayoría de nosotros tenemos (o queremos tener) un trabajo.

Y, aunque la respuesta podría parecer obvia, hay mucho más detrás de la pregunta:

¿Para qué trabajamos?

En el libro del Génesis Dios castiga al hombre por desobediente y lo condena a

sacar con fatiga los alimentos de la tierra y comer el pan “con el sudor de su frente”.

Puede interpretarse como que el trabajo es una consecuencia de conocer la diferencia

entre el bien y el mal, un efecto de distinguirnos de los animales.

Sorprendentemente, Karl Marx está en la misma sintonía: para él el trabajo es una

característica específicamente humana, aunque no necesariamente un castigo.

Para él, trabajar no sólo nos permite vivir, sino ejercitar nuestra creatividad

y desarrollar todo nuestro potencial. Desgraciadamente, dice Marx, el trabajo

también puede ser enajenante cuando es forzado. Verás: ya desde la Grecia Clásica se veía

con cierto desprecio a las personas que tenían que trabajar para vivir.

Claro, se apreciaba la dedicación y el esfuerzo de un buen artesano,

agricultor o incluso un esclavo; pero eso no quitaba que se viera como una actividad inferior.

Los verdaderos hombres libres no tenían que preocuparse por esas cosas y podían dedicarse

al arte, la política, el deporte y la filosofía. Sí: sólo hombres, porque las mujeres ya estaban

destinadas a actividades domésticas y de cuidado: otras formas de trabajo consideradas subordinadas.

Esta separación entre trabajadores y propietarios se perpetuó durante

el periodo feudal y, con nuevas formas, siguió hasta tiempos de Marx en forma de capitalismo.

Karl veía cómo la pasaban los obreros en las fábricas y concluyó que esa forma de

trabajar era forzada: la gente no trabajaba para ejercitar su

creatividad o desarrollar su potencial, sino simplemente porque no querían morir de hambre.

A este tipo de trabajo le llamó “enajenante”, porque vuelve ajeno, separa. ¿Qué separa? Los

trabajadores producen productos que ni ellos pueden comprar, para personas que ni siquiera

conocen y para generar dinero que no es para ellos. Finalmente, quienes trabajan

suelen ocuparse de partes tan minúsculas del proceso que quedan desconectados del propósito:

ya no saben para qué trabajan. El trabajador se vuelve un engrane más de la maquinaria y

la vida misma se separa del trabajo: vivir es lo que se hace en las horas que quedan libres.

¿Te suena familiar? En muchos lugares algunos aspectos del sistema han cambiado

y otros permanecen. Además, no todos vivimos en las mismas condiciones y

tenemos distintos grados de libertad. Por hoy no hablaremos de cambiar el sistema, sino que,

aceptando que esa realidad existe ¿Cómo aprovechar el grado de libertad que tenemos

para tomar decisiones respecto a nuestro futuro profesional? Para eso conviene saber el propósito

de nuestros esfuerzos, y para eso nos servirá saber: en la actualidad ¿para qué trabajamos?

Los autores Neel Doshi y Lindsay MacGregor nos dicen que hay seis principales razones para

trabajar, y las ordenan de la menos motivante a la más motivante –y, nosotros diríamos,

de la más a la menos enajenante–. ¿Puedes identificar cuál es la tuya?

La razón menos convincente es la inercia. Trabajas simplemente porque es lo que hiciste el día

anterior y el día anterior a ese. Quizá no tuviste oportunidad de elegir y, a estas alturas, sientes

más riesgoso cambiar que seguir haciendo lo mismo. En segundo lugar está la presión económica:

necesitas el dinero o, aunque no te haga tanta falta, tienes la ambición de tener

más. Tu razón para elegir empleo no es el empleo en sí, sino la recompensa económica que ofrece.

En tercer lugar está la presión emocional. Trabajas porque sientes vergüenza o culpa

por no trabajar o quizá elegiste ese empleo en particular porque te

da prestigio o te hace sentir importante. El cuarto motivo es el potencial. Elegiste

ese trabajo porque te ayuda a alcanzar otras metas. Quizá no es el mejor,

pero es algo temporal que te ayudará a obtener tu empleo ideal o a lograr otro objetivo personal.

La quinta razón es el propósito. El empleo que tienes está de acuerdo con tus valores y metas:

sientes que perteneces a algo más grande, que estás logrando algo significativo que

mejorará el mundo y eso da sentido a tu vida. La razón más motivadora es el juego. Estás en

ese trabajo porque lo gozas muchísimo. Encuentras los retos emocionantes y los problemas que

resuelves te levantan el ánimo. Te levantas con ganas de trabajar porque disfrutas tu labor.

Los autores llaman a los tres primeros “motivos indirectos”, porque no tienen que

ver con el trabajo mismo, y no aconsejan elegir empleo por esas razones. Los tres últimos son

“motivos directos”, relacionados con la labor que desempeñas, y dicen que son buenas razones para

elegir un trabajo o profesión. Además, mientras más arriba en la escalera está una persona,

mayor será su compromiso y su productividad, por no hablar de su realización personal.

En otros videos hemos visto que para escoger una profesión gratificante conviene que sea,

sí, económicamente satisfactoria; que también que sea disfrutable y te apasione a nivel personal y,

claro, que tengas la habilidad para realizarla. Pero para tener completo

el Ikigai, sería ideal que la profesión que elijas tenga un propósito mayor:

que el sentido de tu trabajo esté alineado con el sentido de tu vida.

Por supuesto que no hay un acuerdo sobre cuál es el sentido de la vida. Si profesas una religión,

el sentido podría estar en una realidad que trasciende el mundo físico. Y si no, los filósofos

han propuesto varias posibilidades de sentido en este mundo: la búsqueda del placer y el disfrute;

o el cultivo del conocimiento y la virtud o incluso el cumplimento de una voluntad de poder:

la manifestación de todas tus capacidades y potenciales. Nosotros ponemos a tu consideración

esta propuesta, si nos permites que te contemos una parábola que hemos, ejem, modificado un poco.

Es un relato que Alejandro Jodorowsky narra en sus cómics “Fábulas pánicas”. En él,

un personaje emprendía la búsqueda de un árbol famoso porque era inmortal. Después de un largo

periplo encontraba el lugar donde había de estar el célebre árbol eterno. Pero en su lugar sólo

había un agujero. Preguntó qué había pasado con el árbol y le contestaron: “Era un árbol inmortal. No

necesitaba las hojas para obtener energía del sol, así que se deshizo de ellas. Las ramas

sólo las necesitaba para sostener las hojas, así que también se deshizo de ellas. El tronco sólo

sostenía las ramas, de modo que no tenía sentido conservarlo y desapareció. Por último las raíces

sólo servían para alimentar al resto del árbol, que ya no estaba, así que también desaparecieron”.

La fábula pánica termina ahí y puede interpretarse como una invitación a trascender el mundo

material, pero a nosotros nos parece que el autor desestima la importancia de los frutos.

Los frutos son aquello que le da sentido al resto del árbol: sus semillas son aquello que permite

que haya nuevas generaciones de árboles, y no sólo eso, sino que es lo que el árbol ofrece

como dulce alimento a los demás seres vivos. Así que la invitación es a reflexionar:

¿cuáles son mis valores y convicciones? ¿La carrera que elija, la profesión que desempeñe,

están de acuerdo con mis principios? ¿Puedo, con mi trabajo, contribuir a hacer un mundo

mejor? Hay otra historieta, ésta de René Merino, donde se ve a una niña regando una plantita,

que después es una joven y una mujer regando un arbolito que crece hasta volverse frondoso.

El texto dice: un día, cuando no estés, serás lo que hiciste. Y es que tu trabajo es lo que haces

y armonizar tu propósito con el propósito de tu labor no sólo es bueno para el mundo, sino que

también te salva de la enajenación, te dará un sentido de trascendencia y, en última instancia,

hará de tí una persona más plena y feliz. Porque tu trabajo también te hace a tí ¡CuriosaMente!

Nos encantaría escuchar tus reflexiones en los comentarios. Si te gusta nuestro trabajo,

por lo que cuesta un refresco o soda chica al mes, ayudas mucho al sostenimiento del canal

¡nos salvarías! Así que nos serviría mucho, pero muchísimo, que nos apoyes a través de

Patreon o con el botón Unirse. Además, si nos apoyas, ganas la oportunidad de proponer temas

y participar en votaciones. ¡Ah y ponle like y suscríbete, sin olvidar activar la campanita!

¿Para qué trabajamos? 💼 What are we working for? 💼 Para que é que estamos a trabalhar 💼?

Los pájaros no tienen que trabajar…  ellos nomás, pues, “pajaerean”. The birds don't have to work... they just "pajaerean".

Tampoco los ornitorrincos trabajan,  simplemente orritorni… otorrino… Nor do platypuses work, simply orritorni... otorrino....

¿hornito rico? ¿ornitorrinquean? Bueno, el caso es que, al parecer,

los seres humanos no podemos darnos  ese lujo y sólo “humanear'' por ahí:

la mayoría de nosotros tenemos  (o queremos tener) un trabajo.

Y, aunque la respuesta podría parecer  obvia, hay mucho más detrás de la pregunta:

¿Para qué trabajamos?

En el libro del Génesis Dios castiga al  hombre por desobediente y lo condena a

sacar con fatiga los alimentos de la tierra  y comer el pan “con el sudor de su frente”.

Puede interpretarse como que el trabajo es  una consecuencia de conocer la diferencia

entre el bien y el mal, un efecto  de distinguirnos de los animales.

Sorprendentemente, Karl Marx está en la  misma sintonía: para él el trabajo es una Surprisingly, Karl Marx is on the same wavelength: for him labor is a

característica específicamente humana,  aunque no necesariamente un castigo.

Para él, trabajar no sólo nos permite  vivir, sino ejercitar nuestra creatividad

y desarrollar todo nuestro potencial.  Desgraciadamente, dice Marx, el trabajo

también puede ser enajenante cuando es forzado. Verás: ya desde la Grecia Clásica se veía

con cierto desprecio a las personas  que tenían que trabajar para vivir.

Claro, se apreciaba la dedicación  y el esfuerzo de un buen artesano,

agricultor o incluso un esclavo; pero eso no  quitaba que se viera como una actividad inferior.

Los verdaderos hombres libres no tenían que  preocuparse por esas cosas y podían dedicarse

al arte, la política, el deporte y la filosofía. Sí: sólo hombres, porque las mujeres ya estaban

destinadas a actividades domésticas y de cuidado:  otras formas de trabajo consideradas subordinadas.

Esta separación entre trabajadores  y propietarios se perpetuó durante

el periodo feudal y, con nuevas formas, siguió  hasta tiempos de Marx en forma de capitalismo.

Karl veía cómo la pasaban los obreros en  las fábricas y concluyó que esa forma de

trabajar era forzada: la gente  no trabajaba para ejercitar su

creatividad o desarrollar su potencial, sino  simplemente porque no querían morir de hambre.

A este tipo de trabajo le llamó “enajenante”,  porque vuelve ajeno, separa. ¿Qué separa? Los

trabajadores producen productos que ni ellos  pueden comprar, para personas que ni siquiera

conocen y para generar dinero que no es  para ellos. Finalmente, quienes trabajan

suelen ocuparse de partes tan minúsculas del  proceso que quedan desconectados del propósito:

ya no saben para qué trabajan. El trabajador  se vuelve un engrane más de la maquinaria y

la vida misma se separa del trabajo: vivir es  lo que se hace en las horas que quedan libres.

¿Te suena familiar? En muchos lugares  algunos aspectos del sistema han cambiado

y otros permanecen. Además, no todos  vivimos en las mismas condiciones y

tenemos distintos grados de libertad. Por hoy  no hablaremos de cambiar el sistema, sino que,

aceptando que esa realidad existe ¿Cómo  aprovechar el grado de libertad que tenemos

para tomar decisiones respecto a nuestro futuro  profesional? Para eso conviene saber el propósito

de nuestros esfuerzos, y para eso nos servirá  saber: en la actualidad ¿para qué trabajamos?

Los autores Neel Doshi y Lindsay MacGregor nos  dicen que hay seis principales razones para

trabajar, y las ordenan de la menos motivante  a la más motivante –y, nosotros diríamos,

de la más a la menos enajenante–.  ¿Puedes identificar cuál es la tuya?

La razón menos convincente es la inercia. Trabajas  simplemente porque es lo que hiciste el día

anterior y el día anterior a ese. Quizá no tuviste  oportunidad de elegir y, a estas alturas, sientes

más riesgoso cambiar que seguir haciendo lo mismo. En segundo lugar está la presión económica:

necesitas el dinero o, aunque no te haga  tanta falta, tienes la ambición de tener

más. Tu razón para elegir empleo no es el empleo  en sí, sino la recompensa económica que ofrece.

En tercer lugar está la presión emocional.  Trabajas porque sientes vergüenza o culpa

por no trabajar o quizá elegiste  ese empleo en particular porque te

da prestigio o te hace sentir importante. El cuarto motivo es el potencial. Elegiste

ese trabajo porque te ayuda a alcanzar  otras metas. Quizá no es el mejor,

pero es algo temporal que te ayudará a obtener tu  empleo ideal o a lograr otro objetivo personal.

La quinta razón es el propósito. El empleo que  tienes está de acuerdo con tus valores y metas:

sientes que perteneces a algo más grande,  que estás logrando algo significativo que

mejorará el mundo y eso da sentido a tu vida. La razón más motivadora es el juego. Estás en

ese trabajo porque lo gozas muchísimo. Encuentras  los retos emocionantes y los problemas que

resuelves te levantan el ánimo. Te levantas con  ganas de trabajar porque disfrutas tu labor.

Los autores llaman a los tres primeros  “motivos indirectos”, porque no tienen que

ver con el trabajo mismo, y no aconsejan elegir  empleo por esas razones. Los tres últimos son

“motivos directos”, relacionados con la labor que  desempeñas, y dicen que son buenas razones para

elegir un trabajo o profesión. Además, mientras  más arriba en la escalera está una persona,

mayor será su compromiso y su productividad,  por no hablar de su realización personal.

En otros videos hemos visto que para escoger  una profesión gratificante conviene que sea,

sí, económicamente satisfactoria; que también que  sea disfrutable y te apasione a nivel personal y,

claro, que tengas la habilidad para  realizarla. Pero para tener completo

el Ikigai, sería ideal que la profesión  que elijas tenga un propósito mayor:

que el sentido de tu trabajo esté  alineado con el sentido de tu vida.

Por supuesto que no hay un acuerdo sobre cuál es  el sentido de la vida. Si profesas una religión,

el sentido podría estar en una realidad que  trasciende el mundo físico. Y si no, los filósofos

han propuesto varias posibilidades de sentido en  este mundo: la búsqueda del placer y el disfrute;

o el cultivo del conocimiento y la virtud o  incluso el cumplimento de una voluntad de poder:

la manifestación de todas tus capacidades y  potenciales. Nosotros ponemos a tu consideración

esta propuesta, si nos permites que te contemos  una parábola que hemos, ejem, modificado un poco.

Es un relato que Alejandro Jodorowsky narra  en sus cómics “Fábulas pánicas”. En él,

un personaje emprendía la búsqueda de un árbol  famoso porque era inmortal. Después de un largo

periplo encontraba el lugar donde había de estar  el célebre árbol eterno. Pero en su lugar sólo

había un agujero. Preguntó qué había pasado con el  árbol y le contestaron: “Era un árbol inmortal. No

necesitaba las hojas para obtener energía del  sol, así que se deshizo de ellas. Las ramas

sólo las necesitaba para sostener las hojas, así  que también se deshizo de ellas. El tronco sólo

sostenía las ramas, de modo que no tenía sentido  conservarlo y desapareció. Por último las raíces

sólo servían para alimentar al resto del árbol,  que ya no estaba, así que también desaparecieron”.

La fábula pánica termina ahí y puede interpretarse  como una invitación a trascender el mundo

material, pero a nosotros nos parece que el  autor desestima la importancia de los frutos.

Los frutos son aquello que le da sentido al resto  del árbol: sus semillas son aquello que permite

que haya nuevas generaciones de árboles, y no  sólo eso, sino que es lo que el árbol ofrece

como dulce alimento a los demás seres vivos. Así que la invitación es a reflexionar:

¿cuáles son mis valores y convicciones? ¿La  carrera que elija, la profesión que desempeñe,

están de acuerdo con mis principios? ¿Puedo,  con mi trabajo, contribuir a hacer un mundo

mejor? Hay otra historieta, ésta de René Merino,  donde se ve a una niña regando una plantita,

que después es una joven y una mujer regando  un arbolito que crece hasta volverse frondoso.

El texto dice: un día, cuando no estés, serás lo  que hiciste. Y es que tu trabajo es lo que haces

y armonizar tu propósito con el propósito de tu  labor no sólo es bueno para el mundo, sino que

también te salva de la enajenación, te dará un  sentido de trascendencia y, en última instancia,

hará de tí una persona más plena y feliz. Porque  tu trabajo también te hace a tí ¡CuriosaMente!

Nos encantaría escuchar tus reflexiones en  los comentarios. Si te gusta nuestro trabajo,

por lo que cuesta un refresco o soda chica al  mes, ayudas mucho al sostenimiento del canal

¡nos salvarías! Así que nos serviría mucho,  pero muchísimo, que nos apoyes a través de

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