¿Cómo aprender más rápido? – (y mejor)
¡Ahhh! ¿Por qué algunos aprendemos más lento que otros? Puede ser desesperante tratar de adquirir
nuevas habilidades o conocimientos y ver que, mientras otras personas avanzan alegremente,
nosotros o nosotras andamos “al pasito” o de plano nos atoramos. ¡Pero la ciencia nos
puede ayudar! Quédate para descubrir… ¿Cómo aprender más rápido? (y mejor)
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Teorías sobre el aprendizaje hay muchas y todavía no hay un acuerdo general sobre la forma precisa
en que aprendemos ¡es un proceso complejo que se sigue estudiando! Pero la mayoría de los pedagogos
están de acuerdo en que una de las condiciones más importantes para facilitar el aprendizaje
es la motivación. Cuando alguien no le ve sentido a lo que le enseñan, seguro será un camino lento
y trabajoso. En cambio, si crees que adquirir ese conocimiento o habilidad le aporta algo a tu vida,
el recorrido seguramente será placentero e incluso emocionante. A veces la motivación viene de fuera,
y por eso puede ser gratificante aprender con un grupo de amigos o para impresionar a los profes,
pero es mejor cuando viene de dentro. El pedagogo brasileño Paulo Freire habla
de la pedagogía de la pregunta: FREIRE: “La escuela tradicional responde preguntas que
los alumnos y alumnas nunca se hicieron y muchas veces no responde las preguntas que formulan. Se
debe estimular la curiosidad y propiciar la búsqueda de respuestas en conjunto”.
El psicólogo y pedagogo norteamericano David Ausbel explica el aprendizaje
significativo: AUSBEL: “Si intentas memorizar información y datos que no tienen relación con
lo que sabes o lo que ya consideras importante, va a ser muy difícil incorporarlos. En cambio,
si los nuevos conocimientos están vinculados a tus experiencias y saberes previos,
esto los hace más significativos y se integrarán mejor a tus aprendizajes.
Entonces, el primer consejo que te podemos dar es potenciar esa motivación: por un lado
encontrando qué curiosidades quisieras satisfacer y advirtiendo qué recompensas te esperan al final
y durante tu proceso de aprendizaje, y por otro, reconociendo qué experiencias y conocimientos ya
tienes en esa área para que incorporar los nuevos construya aprendizajes significativos. Y, a veces,
¡la motivación es el mismo proceso de aprender! Si el reto está a tu altura (no es demasiado fácil ni
demasiado difícil), se vuelve como los desafíos en un juego que disfrutas ir superando uno por uno.
En este sentido, un equipo de científicos dirigido por Scott Grafton se preguntó: ¿qué
hace que algunas personas aprendan rápido nuevas habilidades y otras personas sean más lentas? Así
que tomaron a un grupo de voluntarios y observaron su actividad cerebral mientras aprendían un juego
de destreza. Al principio, todas las personas mostraron actividad en varias áreas del cerebro,
pero algunas muy pronto dejaron descansar a dos áreas específicas: la corteza frontal y la corteza
anterior cingulada. Estas personas, que pensaban menos, ¡fueron las que dominaron la habilidad más
pronto! Esas partes del cerebro se encargan de la toma de decisiones conscientes y la empatía. Sólo
quedaban activadas las que se encargaban de la coordinación visual y motora. Así, por ejemplo,
una persona que quiere aprender a bailar o un nuevo idioma, lo hará mejor si no está preocupada
por lo que piensen los demás o tratando de descifrar la lógica subyacente, sino que
simplemente lo hace. Como la corteza frontal es la que más tarda en desarrollarse, eso explicaría
por qué los niños son más rápidos en adquirir nuevas habilidades e idiomas. La moraleja:
no pienses de más cuando no sea necesario. Claro que eso aplica sólo a habilidades,
especialmente a las que tienen que ver con coordinación. Porque verás: los seres humanos
podemos aprender tres tipos de cosas: habilidades (lo que podemos hacer), conocimientos (lo que
nos permite entender) y actitudes (nuestra disposición ante lo que nos rodea). Déjame
contarte de otro estudio sorprendente que revela cuál es el factor más importante
para aprender habilidades y conocimientos y qué papel juegan en ello las actitudes.
El científico Jason Moser puso a 25 estudiantes electrodos en el cráneo mientras identificaban la
letra central en un grupo de 5 letras… una y otra vez. Como era de esperarse, quienes participaban,
cometieron muchos errores. Pero lo que le importaba al investigador era saber
qué pasaba en la cabeza de quienes cometían los errores. Todos tuvieron una respuesta
llamada ERN o “negatividad relacionada a errores”: una respuesta involuntaria
que aparece 50 milisegundos después de la equivocación. Pero, 500 milisegundos después,
podía haber una respuesta llamada Positividad al error o Pe: una actividad mental voluntaria
que indica concentrar la atención en dónde estuvo el problema y corregirlo. Resulta que,
quienes mostraban una respuesta Pe mayor y más constante, ¡aprendieron más rápido! Y al
poco tiempo dominaron la actividad. La parte más interesante es que,
a esos 25 estudiantes se les aplicó un test para medir qué tanto tenían una “mentalidad fija” o
“mentalidad de crecimiento”. La mentalidad fija es creer que tus características ya están dadas:
que tienes, por ejemplo, cierto nivel de inteligencia deterrminado por ser quien
eres. La mentalidad de crecimiento es pensar que cualquier aptitud, por ejemplo la inteligencia,
es algo que se puede desarrollar con práctica. Y sí, seguro ya lo imaginaste: las personas con
mentalidad de crecimiento fueron las que mostraron mayor respuesta Pe y aprendieron más y mejor.
Estas dos categorías las desarrolló la doctora en psicología Carol Dweck. Ella hizo un estudio
fascinante: A 400 niñas y niños les hizo un examen relativamente fácil. Al terminar,
les dieron sus resultados y les hicieron un elogio, pero diferenciado. A la mitad les dijeron:
“Seguro eres muy inteligente”, mientras que a la otra mitad les dijeron: “Se ve que te
esforzaste mucho”. Luego les dijeron que les iban a aplicar otro examen, pero podían escoger entre
uno igual de fácil y uno más difícil pero del que podrían aprender mucho. La doctora Dweck esperaba
encontrar cierta diferencia, pero no resultados tan contundentes: A la mayoría de quienes les
dijeron que eran inteligentes tendieron a escoger el examen más fácil, mientras que
el 90% a quienes se les elogió el esfuerzo, eligieron el examen más difícil. Al parecer,
el ser vistos como “listos” inhibía a los niños a tomar riesgos que pudieran demostrar lo contrario.
En el siguiente experimento, la científica demostró que el miedo a fallar inhibe
el aprendizaje. Esta vez les dieron a los niños un examen mucho más difícil:
inevitablemente cometerían muchos errores. Cuando terminaron y vieron sus resultados (malos),
les dieron la opción de ver los exámenes de sus compañeros. Los elogiados por
inteligentes prefirieron ver exámenes peores que los suyos para mantener su auto imagen y
los elogiados por su esfuerzo prefirieron ver exámenes con mejores resultados para aprender.
Por último se les volvió a aplicar un examen similar al primero y los resultados fueron
espectaculares: los niños con mentalidad de crecimiento mejoraron su calificación ¡en un
30 por ciento! Y los elogiados por su inteligencia lo hicieron peor: bajaron su promedio ¡en un
20 por ciento! La lección aquí es que, aunque sea incómodo, para aprender hay que activar esa
respuesta Pe, prestar atención a los errores, y desarrollar la mentalidad de crecimiento.
La doctora Dweck nos advierte que esto no consiste simplemente en “premiar el esfuerzo”:
los resultados sí importan. Y nos da ejemplos de qué decirnos a nosotros mismos o a quienes
queremos que aprendan para motivar el aprendizaje: Cuando quieras decir: “Las matemáticas no son lo
tuyo, haz sólo lo que puedas”; hay que decir: “Cuando aprendes a resolver un problema nuevo,
tu habilidad matemática se incrementa”. Cuando quieras decir: “No soy bueno para
el inglés”; mejor hay que decir “No soy bueno para el inglés todavía”.
Cuando quieras decir: “Sólo debo intentarlo una y otra vez”; mejor dí;
“Ahora voy a intentarlo de manera diferente” Y, ultimadamente ¿por qué darle tanta importancia
a la velocidad con la que aprendemos? Quizá el sistema escolar nos presiona demasiado para
demostrar cierta cantidad de conocimientos al final del semestre y sería mejor adquirir
habilidades, conocimientos y actitudes que años después serán útiles o que, aunque de
momento parezcan inconsecuentes, más tarde cobren sentido en tu vida. Dicho eso, te dejamos con tres
consejos con base científica para estudiar mejor: Motiva tu curiosidad. Piensa en qué tiene que ver
el tema con el mundo que te rodea, contigo mismo y con lo que te interesa. Ponlo en un
contexto más amplio ¿Qué sabes del tema? ¿Qué te gustaría saber? Antes de empezar a estudiar
haz una búsqueda en internet para encontrar historias, ejemplos o generalidades que te
ayuden a anclar lo que estás a punto de leer. Eso te estimulará y te involucrará emocionalmente.
Pregúntate cosas. ¡Dale gusto a tu curiosidad! ¿Qué preguntas te surgen
a partir de tu indagación inicial? Indaga las respuestas y eso hará que surjan más preguntas
y mantendrá tu interés. Ahora busca fuentes autorizadas y trata de responder esas preguntas.
Déjalo fermentar. Es muy mala idea tratar de aprender todo de golpe (y peor una
noche antes del examen). Es mejor ponerte plazos y metas parciales en vez de sólo un
plazo final. Date periodos de descanso y, cuando estés haciendo otras actividades,
notarás que el tema estudiado vendrá a tu mente, trayendo nuevas conexiones y nuevas preguntas.
En resumen: más importante que aprender rápido, es tener aprendizajes significativos. ¡Curiosamente!
Le mandamos saludos a: 1832-MiguelJob, Adrián Ruiz , Alberto Campano, Daniel Guerrero, Daniel
Larrea, Elvira Vizcarra, Erick Hernández, Esaú Bojorquez, Javier Navarro, Familia Rebollo Sainz,
Felipe Retamales, Francisco Dueñas, Francisco Tejeda, Lissete Ingelmo, Luis Malo, Lupita Orozco,
Manuel Balberráno, Marco Zunzunegui, Marco Rivera, Noemi Moreno, Oscar Del Grecco, Paulo Reynaldo,
Pez GOLDFISH, Raúl Noriega, Raúl Sánchez, Rodrigo Castro, Tania Moreno y William Montenegro