Rosa Luxemburgo - CAPÍTULO 10 / 10
CLARA ¡Ay, Rosa, qué días estos! Siento la grandeza histórica y la importancia de tu actuación. Mi amada, mi única Rosa, sé que morirás orgullosa y feliz. Sé que nunca has deseado una muerte mejor que luchando por la revolución. Pero, ¿y nosotros? ¿Podemos nosotros prescindir de ti?
No puedo pensar, sólo siento. Te aprieto con fuerza, con fuerza a mi corazón. Siempre, tu Clara.
LOCUTOR ROSA LUXEMBURGO - Capítulo diez
NARRADOR En Berlín continuaban las manifestaciones. Había miles de obreros armados en la calle. La Liga Espartaquista, inspirada por el triunfo bolchevique en Rusia, dirigía el levantamiento.
NARRADOR Pero el gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert había lanzado a la calle tropas y paramilitares con orden de reprimir sin contemplaciones la protesta popular.
NARRADOR Cientos de personas fueron encarceladas, torturadas y asesinadas por dichos grupos paramilitares. Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, los principales dirigentes de la revuelta, eran buscados por toda la ciudad. En Berlín aparecían carteles:
VOZ Si quieres pan, trabajo y paz, mata a Liebknecht y a Rosa Luxemburg.
NARRADOR La gran prensa alemana se refería a ella como…
VOZ (REBER) Rosa, la sanguinaria.
NARRADOR En las caricaturas la ridiculizaban como una loca furiosa…
VOZ Judía, polaca, socialista… ¡y mujer!
NARRADOR En esos días, Rosa y Karl vivían escondiéndose. Cada noche dormían en un lugar distinto. Ya era evidente que el levantamiento popular había fracasado frente a la feroz represión del gobierno.
NARRADOR La noche antes de su muerte, Rosa Luxemburgo escribió su último artículo que tituló “El orden impera en Berlín”. Era el 14 de enero de 1919.
ROSA El pueblo es lo decisivo. El pueblo es la roca sobre la que se cimienta la victoria final de la revolución. El pueblo ha estado a la altura y de esta derrota florecerá la victoria. “¡El orden impera en Berlín!”, dicen ellos. ¡Ay, estúpidos esbirros! El “orden” de ustedes está edificado sobre arena. Mañana la Revolución se levantará vibrante al son de tambores y dirá: ¡Fui, soy y seré!
NARRADOR Estaban escondidos en el barrio de Wilmersdorf, en la calle Mannheimer número 43.
KARL ¿Tienes miedo, Rosa?
ROSA Mucho.
KARL Yo también, pero no puedo decirlo. Los revolucionarios no podemos tener miedo. Así dice el manual.
ROSA Tonterías… Escucha, Karl. Cuando era niña, yo estaba convencida de que la vida, la verdadera vida, estaba en algún lugar, mucho más allá de los tejados.
KARL Y tú volaste lejos, muy lejos, y has vivido mucho.
ROSA Pero quiero seguir viviendo, Karl. Yo no quiero morir.
KARL Si fueras creyente, le rezarías a Dios. Pero los comunistas no tenemos dios.
ROSA Los primeros cristianos eran comunistas. Comunistas fervientes. Lo ponían todo en común.
KARL Y tú, ¿cómo lo sabes?
ROSA Porque lo he estudiado.
KARL Pues Marx dijo que la religión es el opio del pueblo.
ROSA Lo dijo de la religión que predican esos curas voceros de los ricos, de esos que viven a costillas del pueblo predicando resignación y esquilmando a la gente con limosnas y diezmos. Karl, esos son la peor droga para el pueblo, sí. Pero Jesucristo dijo otra cosa.
KARL ¿Y qué dijo Jesucristo, tú que sabes tanto?
ROSA Jesucristo maldijo a los ricos y bendijo a los pobres. Jesucristo le dijo a un burguesito que quería seguirlo: “más fácil entra un camello por el ojo de una aguja que ustedes en el Reino de Dios”.
KARL Lo que yo quiero es que no entre nadie a buscarnos, ni un camello ni los guardias.
NARRADOR A las 9 de la noche un grupo de soldados entró pateando la puerta…
SOLDADO No se muevan. Así los queríamos agarrar. Manos en alto. Fuera, fuera…
NARRADOR Los trasladaron al aristocrático hotel Edén, donde la División de Caballería y Tiradores había establecido su cuartel general.
NARRADOR A Karl Liebknech, después de golpearlo salvajemente, lo llevaron en auto al jardín zoológico…
NARRADOR … y allí lo asesinaron. Le tocaba el turno a Rosa Luxemburgo.
SOLDADOS ¡Ahí viene “Rosita”, la vieja puta!
NARRADOR Una multitud burlona y llena de odio se agolpaba en el vestíbulo del hotel. Rosa, demacrada, con los cabellos grises y revueltos, triste pero altiva, les sostuvo la mirada a los soldados y a los huéspedes.
NARRADOR A empujones y puntapiés la arrastraron por los pasillos del hotel…
SOLDADO ¿De quién es este zapato que se ha perdido? Miren…
VARIOS ¡De la vieja puta!
NARRADOR Un soldado le golpeó la cabeza con la culata del fusil. Rosa cayó al suelo. El soldado le propinó un segundo golpe en la sien. El rostro de Rosa Luxemburgo chorreaba sangre. La llevaron hasta la puerta trasera del hotel. Afuera esperaba un auto. La sentaron entre dos soldados.
NARRADOR El ministro de guerra Gustav Noske había dado la orden. El teniente Kurt Vogel la ejecutó...
NARRADOR … le disparó un tiro en la cabeza, a quemarropa.
NARRADOR Después, arrojaron su cadáver al canal Landwehr de Berlín.
NARRADOR Al día siguiente, la prensa puso estos titulares:
VOZ 1 Karl Liebknecht muerto en plena fuga.
VOZ 2 Rosa Luxemburg linchada por la multitud.
NARRADOR Los socialdemócratas, sus antiguos compañeros de partido, celebraron la desaparición de ambos líderes.
EBERT Ya nos quitamos de encima al perro y a la perra… ¡Salud!
NARRADOR Leo Jogiches logró desenmascarar a los cómplices del crimen. Pudo hacer fotos de su festín tras el asesinato. En Bandera Roja repitió las acusaciones hasta que, por fin, se inició un juicio que acabó en una farsa. El crimen quedó sin castigo.
NARRADOR Pocos meses después, el 31 de mayo, se encontró el cuerpo de una mujer junto a una exclusa del canal berlinés.
NARRADOR Se podía reconocer los guantes de Rosa Luxemburgo y parte de su vestido. Fue identificada por su amiga Matilde Jacob. La enterraron el 13 de junio junto a Karl Liebknecht. La procesión fúnebre se convirtió en una poderosa manifestación.
NARRADOR En el puente donde los asesinos arrojaron su cuerpo al agua siguen apareciendo, un día y otro, flores rojas.
CLARA Mi amada, mi única Rosa, sé que morirás orgullosa y feliz. Sé que nunca has deseado una muerte mejor que luchando por la revolución. Pero, ¿y nosotros? ¿Podemos nosotros prescindir de ti?
NARRADOR Cada año, a mediados de enero, en la capital de Alemania, se celebra el día de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.
NARRADOR Eduardo Galeano la recuerda con estas palabras:
En 1919, la revolucionaria
Rosa Luxemburgo
fue asesinada en Berlín.
Los asesinos la rompieron
a golpes de fusil
y la arrojaron
a las aguas de un canal.
En el camino,
ella perdió un zapato.
Alguna mano
recogió ese zapato,
tirado en el barro.
Rosa quería un mundo
donde la justicia
no fuera sacrificada
en nombre de la libertad,
ni la libertad fuera sacrificada
en nombre de la justicia.
Cada día, alguna mano
recoge esa bandera.
Tirada en el barro,
como el zapato.
LOCUTORA Una producción de la Fundación Rosa Luxemburg y Radialistas Apasionadas y Apasionados.