Por la selva, por alta montaña y en Cusco
Bienvenidos a A mi aire, mis queridos amigos. Hoy 20 de enero os deseo un feliz año 2017. Espero que vuestros propósitos se realicen. A mí se me acaba de cumplir un sueño: ir a Perú. He estado allí tres inolvidables semanas. El vuelo duró una eternidad. Los asientos eran estrechos [1], duros, yo tenía frío y echaba de menos mi cama. Pero... fueron unas horitas de nada comparadas con todas las experiencias que iba a vivir en el Perú. ¡Qué país tan maravilloso, amigos! Es tan variado por su naturaleza, tan impresionante por su gente, por su cultura, por sus colores... Realmente Perú es otro mundo. Hoy os voy a hablar de dos magníficas experiencias que he vivido por allí y de cómo se terminó el año en Cusco.
Pero antes de empezar quiero dar la enhorabuena a los tres ganadores de nuestro concurso. El bono regalo de 300 francos es para Ruth Sanchioni de Lucerna, el de 500 para Marlies Horvath Engelmann de Henggart y el primer premio de 1000 francos lo recibe Beat Eckstein de Moosseedorf. Los tres podéis visitar con este regalo un curso de idiomas en la escuela Club para aprender o mejorar el idioma que queráis. ¡Felicidades!
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Poneos crema de sol y repelente [2] de mosquitos -, nos dijo Edwin, nuestro guía. - Sí, todo, sí, ya. Uy, el repelente también tiene protección solar -. Me sentí una estúpida. - Necesitáis gafas de sol y gorra -. David superpreparado. Yo... Ayayay, se me habían olvidado las dos cosas en Suiza. ¡Agua nos falta! Compramos dos litros. Estaba nerviosa, me volví a sentir una auténtica gringa [3]. Me sentía patosa [4] y fuera de lugar. Los peruanos me miraban divertidos. Allí hacía mucho calor, estábamos en Infierno, así se llamaba el embarcadero [5] del río Tambopata en el distrito de Madre de Dios. Un nombre perfecto por el calor, la humedad y lo inhóspito [6], pensé. Desde allí cogíamos una barca 72 kilómetros río arriba para meternos en la selva más pura, virgen y menos turística del Perú.
- Estoy loca, nadie sabe dónde estoy ni tiene forma de localizarme. Aquí no voy a tener ni luz ni internet, voy a estar fuera del mundo y lejos de la civilización. Alicia, estás loca...- Me dije. Sin embargo, amigos, este miedo y esta sensación de gringa me duró media hora de reloj. Sí, nunca en mi vida me he sentido más agusto en un entorno [7] tan diferente al mío. Los animales, las plantas y los árboles que vimos me alucinaron. Pude ser una parte de la selva y disfrutar al cien por cien la paz que se respira allí.
Ya el primer día hicimos una excursión nocturna para descubrir insectos y el segundo, también por la noche, fuimos en busca de caimanes. Para mí el caimán es el animal más fascinante que existe y tuve la suerte de verlos de cerca en tres ocasiones. También vimos monos y tarántulas, guacamayos y pirañas. Caminando con los ojos abiertos, mirando atentamente, descubrí un mundo mágico que me era totalmente desconocido.
Sólo un día tuve un problema. Estuvimos observando pájaros desde un mirador. Vimos como los guacamayos, las aras y los pericos bajaban a una pared de arcilla a comer sal. Fue todo un espectáculo el verlo. Una maravilla. Bueno, pues por el camino de vuelta me metí, sin darme cuenta, en un avispero. Sí, un montón de avispas se metiron en mi pelo. Les gustó el color negro, les gusté yo. ¡Ay, qué horror! Me parecía que los bichos me mordían el pelo, ¡qué grima [8]! No eran avispas como las nuestras, no, ¡qué va! Edwin me dijo que ellos llaman a esos bichos "muerdepelos". ¡Imaginaros! Incluso después de lavarme la cabeza continuaba teniendo avispas negras mordedoras [9] dentro... Fue una sensación muy desagradable. A partir de ese día llevé siempre un pañuelo a la cabeza. En fin, cosas que pasan. A pesar de este incidente [10], la selva me ha encantado y seguro que voy a volver. Esa grandiosidad y esa paz me han enamorado.
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Abrazos fuertes, sonrisas sinceras, palabras cariñosas, intercambios de emails. -¡Nos volveremos a ver, Alicia! -.- O quizás no-, pienso yo con un nudo en la garganta [11]. Hemos vivido una experiencia fantástica juntos. Hemos subido a 4600 metros de altitud. Sí, hemos hecho el treking del Salkantay para llegar hasta la ciudad sagrada de los incas, a Machupicchu. Yo no me lo podía creer, ¡lo he conseguido, amigos! He tocado las estrellas, he estado a metros escasos [12] de un glaciar. El aire fino y el poco oxígeno a esa altitud no me han impedido llegar. Sí, lo he hecho con un grupo de gente magnífica.
Empezamos la ruta en el pueblo de Mollepata y ya el primer día llegamos a los 3800. - Si subes a la laguna, Alicia, mañanas consigues los 4600-, me dijo la guía. 18 kilómetros habíamos hecho ya, había dos más hasta la laguna Umantay, que estaba a 4286 metros. Ay, ¿qué hacer? ¿Tenía que intentarlo? Mis compañeros más cercanos eran unos simpáticos colombianos con una gran fuerza de voluntad y ellos me animaron a subir. Los tres, paso a paso, conseguimos nuestro primer reto: coronamos [13] los 4286 metros. El premio fue ver una laguna verde de agua transparente rodeada de altas montañas. El cansancio, el aire fino, el color del agua, el glaciar a pocos metros... estábamos como en una nube; pero entonces cinco personas de nuestro grupo se desnudaron [14] y se metieron en ese agua transparente y congelada [15]. Sí, cinco locos de Suecia y Australia. ¡Qué valor! Nosotros nos empezamos a reír y les hicimos fotos.
Esa noche dormimos como piedras [16] en nuestro saco de dormir sin importarnos el duro suelo del campamento. A las cuatro y media de la mañana una voz: buenos días, buenos días. ¿Mate de coca? –. ¡Uf! ¡Qué sueño [17]!... ¿Mate? Sí, gracias-. Abrimos la tienda de campaña para beber el té y despertarnos tranquilos. Ese día a las seis empezamos nuestro gran reto, el paso del Salkantay, íbamos a llegar a los 4600. Los caballos nos adelantaron con la comida, nuestras tiendas y sacos. Nosotros paso a paso, despacio, pero subiendo y hacia arriba. El llegar a la cumbre fue el momento más feliz de mi vida. Hicimos un ritual quechua allí en lo alto para dar las gracias a la Pachamama, a la madre tierra, por dejarnos pasar. Hay momentos mágicos en la vida y este fue uno, amigos.
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Tiene que ponerse ropa interior amarilla y meterse lentejas y maíz en los bolsillos, Alicia-. -¿Amarilla? ¿Lentejas y maíz? ¿Pero para qué? -. – Para tener suerte y dinero en el 2017, amiga. También tiene que dar una vuelta corriendo y llevando una maleta vacía-. – ¿y eso?- .- Para viajar, amiga, para viajar-. Bueno.... Qué costumbres tan diferentes, pensé. - ¿Y tomáis las doce uvas? - Pregunté a mi nueva amiga Casilda. - Sí, claro, debajo de la mesa-, me contestó. - Pero yo no voy a tener ninguna mesa para sentarme debajo, yo voy a estar en la Plaza de Armas de Cusco -.- ¡Pues ahí, no más! Ahí se toman las uvas, Alicia -. Hecho. El 31 de diciembre compré uvas para David y para mí. Lo de la ropa amarilla... Eso no lo hice. Cada país tiene sus costumbres, en Brasil por ejemplo uno se pone ropa interior roja para tener amor, amarilla para tener dinero, verde para la esperanza y no sé qué color para la suerte. En cada sitio es diferente, así que a mí me da igual de que color vestirme. Algo bueno me traerá me ponga lo que me ponga. En cambio las uvas... eso sí que no me lo puedo perder, las tengo que tomar esté dónde esté. Las uvas sí que traen suerte.
Bueno, ¿pues sabéis Lo que pasó? Resulta que el reloj de la Plaza de Armas de Cusco no da las campanadas [18] y el paso al nuevo año es solamente con fuegos artificiales. Pero eso sí, hay mil fuegos artificiales por todas partes, ¡hay muchísimos! Hay tantos que este año se quemó el nacimiento [19] de paja que había en la plaza. David y yo vimos el fuego y pensamos que era parte del espectáculo, pero no, no. De repente llegaron los bomberos y empezaron a echar agua para apagar [20] el fuego del belén. Ayayay. Entonces yo miré mi reloj y le dije a David: ya, ya, ¡las uvas! Con el incidente casi se nos olvidan las uvas, pero no. Nos las tomamos como campeones, una detrás de la otra, sin estrés, y nos felicitamos el año con un beso. Después dimos una vuelta a la plaza como manda la tradición peruana. Así, espero que el 2017 sea un buen año y sobre todo ¡que tengamos suerte!
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Bueno, amigos, ya llegamos al final de este podcast. Pero antes de terminar decidme, ¿habéis subido vosotros alguna vez a más de 4000 metros? ¿Y qué tal? En Suiza no hay montañas tan altas, ¿o sí? Para mí ha sido una experiencia única. No sé si la repetiré.
Ahora ya sí, ahora me despido hasta dentro de dos semanas, entonces os hablaré de una ley que ha cambiado en España a principios de año y de las islas de los Uros. Os espero en podclub.ch o vía app. Mientras tanto podéis aprender las nuevas palabras de esta emisión con el entrenador de vocabulario y ver las fotos de esta emisión en instagram con #PodClubAlicia y #amiaire. Un abrazo, amigos, y que os vaya muy bien. Glossaire: A mi aire [1] estrecho: pequeño, lo contrario de ancho
[2] repelente: una crema que se pone contra los mosquitos, para que no piquen
[3] gringo/a: extranjero de habla inglesa; pero allí en Perú, todo extranjero es gringo
[4] sentirse patoso/a: uno se siente así cuando no hace bien las cosas, cuando las hace sin habilidad
[5] (el) embarcadero: un puerto pequeñito a donde llegan y de donde se van las barcas con gente o mercancía
[6] inhóspito: se dice de los lugares donde no hay nadie, donde no hay nada; es un lugar poco acogedor
[7] entorno: ambiente
[8] ¡qué grima! : ¡qué sensación tan desagradable!
[9] mordedoras: que muerden, no que pican
[10] (el) incidente: problema, accidente, imprevisto
[11] con un nudo en la garganta: con ganas de llorar, con una pena que no nos deja hablar
[12] metros escasos: pocos metros
[13] coronar: llegar a la cumbre, arriba del todo
[14] desnudarse: quitarse la ropa
[15] congelada: helada; muy, muy, muy fría
[16] dormir como piedras: dormir muy profundamente, muy bien
[17] ¡qué sueño! : se dice cuando uno está muy cansado y quiere dormir más
[18] (la) campanada: los golpes de la campana a las horas punto; a las doce de la noche se dan doce campanadas y con cada golpe el día 31 de diciembre nos tomamos una uva
[19] (el) nacimiento: el belén; es la representación con figuras del nacimiento de Jesucristo en el portal de Belén
[20] apagar: hacer que algo termine; aquí: hacer que el fuego termine con agua