Cruzar el Darién: la frontera antes de la frontera (1)
Silvia Viñas: Cada semana en El hilo cubrimos una noticia que trasciende fronteras. Llevamos más de un año y casi sesenta episodios contando la historia detrás de los eventos más importantes de América Latina. Además de cubrir el impacto de la pandemia, hemos publicado episodios sobre cambio climático, sobre migración, sobre las elecciones en Estados Unidos… Hemos pasado días enteros buscando expertas y expertos que te ayuden a entender una región compleja.
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Obispo Hugo Torres: El Darién es una tierra muy bella, con una muy amplia riqueza forestal, con ríos pues casi que vírgenes.
Eliezer Budasoff: Hugo Torres es el obispo de Apartadó, la diócesis que abarca todo el Golfo de Urabá en Colombia. Un pedazo del mar Caribe que parece una bota en el mapa y que por tierra comparte frontera con Panamá. Una frontera dibujada por la selva de la que habla el obispo: el Tapón del Darién.
Obispo Hugo Torres: Un paraíso para el que venga a disfrutar del espacio.
Silvia Viñas: Aunque en sus siete años en la zona, le ha tocado ver la cara que no es apta para turistas.
Obispo Hugo Torres: Es un sitio demasiado peligroso, porque los caminos son muy pocos. Los conocen también muy pocos… y cualquiera se puede perder.
Eliezer: Aún así, cada año son miles los que deciden cruzar esta selva.
Lo hacen empujados por la necesidad, y muchas veces por la desesperación.
Paola Ramos: Son migrantes que vienen de todas partes del mundo. Si tú eres un migrante que por alguna razón no puedes pasar por Centroamérica debido a la restricción de las visas o simplemente a las políticas migratorias de esos países, eso significa que tienes que pasar por la parte del sur del continente.
Miguel: Es una cuestión geográfica. Si tú ves un mapa carretero de América del Sur, todos los caminos que llevan hacia América del Norte, confluyen en el Golfo de Urabá, que es la antesala de la selva del Darién.
Paola: En ese sentido, Colombia se ha convertido en un país de tránsito.
Silvia: Paola Ramos es corresponsal y Miguel Fernández Flores, productor para Vice News. Durante doce días, Paola y Miguel estuvieron en la zona para entender cómo es el camino de migrantes que no sólo vienen de varios países de Latinoamérica, sino que también de Asia y África. Conocieron al obispo en su primer día ahí.
Paola: O sea, que el migrante se ha convertido casi en un negocio para los grupos.
Obispo Hugo Torres: No, no es casi: es un negocio.
Eliezer: Bienvenidos a El hilo, un podcast de Radio Ambulante Estudios. Soy Eliezer Budasoff
Silvia: Y yo soy Silvia Viñas. Desde que comenzó la pandemia, se han publicado infinitas noticias sobre el conflicto de los migrantes varados en la frontera Sur de Estados Unidos. Pero muchos de esos migrantes antes pasan por otra frontera de la que no se habla tanto. Es una barrera natural, una selva densa de más de cien kilómetros que separa Colombia y Panamá.
El Tapón del Darién.
Eliezer: Hoy, el viaje a través de una de las selvas más peligrosas del mundo, donde los migrantes se juegan la vida para tratar de alcanzar un futuro mejor, y cómo el Estado colombiano y la pandemia los han dejado a merced de los coyotes.
Es 30 de abril de 2021.
Silvia: Si miras un mapa, no tiene mucha lógica que un cubano, o un bangladeshi pase por el Darién para llegar a Estados Unidos. Como ya mencionamos, todo tiene que ver con las políticas migratorias de cada país. Digámoslo así: si fuera posible volar a México, directamente, claro, todos lo harían. Pero no lo es.
Entonces la gente va por tierra, comenzando donde puedan, sea Uruguay, Perú, Ecuador… Pero sí o sí… si quieren ir al norte, hay que pasar por Colombia. Por un pueblo llamado Necoclí.
Y ahí comenzaron Paola y Miguel.
Paola: Ayer por la noche llegamos al pueblo de Necoclí. Necoclí es un pequeño pueblo que se encuentra en las orillas del Golfo de Urabá.
Silvia: Desde que comenzaron el viaje, el 20 de enero de este año, Paola grabó notas de voz, algo así como una bitácora.
Paola: Todo estaba oscuro. Pero sí notamos una cosa, que hay varias carpas ¿no? varios pequeños campamentos a lo largo de las orillas del Golfo, donde los migrantes están durmiendo.
Miguel: Necoclí y otra ciudad vecina que se llama Turbo son los puntos de partida donde las lanchas de línea salen hacia los pueblos principales del otro lado del golfo, que es donde empieza la selva, ¿no?
Eliezer: La noche que llegaron a Necoclí, Paola y Miguel no vieron a nadie: solo se escuchaban las olas.
Paola: Y de repente nos levantamos y vimos que había por lo menos setecientos migrantes que estaban varados en la playa. Y notamos que la mayoría de ellos eran cubanos, haitianos y bastantes personas que venían de África.
Silvia: Y estaban esperando tomar una de esas lanchitas para llegar al otro lado.
Eliezer: ¿Cuál era la situación de estos migrantes?
Paola: Estaban estancados.
Mujer cubana: Nosotros no pedimos nada aquí en Colombia. Nosotros no queremos estar aquí en Colombia. Nosotros queremos seguir nuestro camino. Ahora, ilegal no nos vamos a ir porque yo mi vida no la voy a arriesgar. Yo llevo un mes y doce días acá.
Paola: Hoy fue un día bastante largo aquí en Necoclí. Pasamos mucho tiempo en la mañana hablando con un grupo de migrantes. La mayoría eran cubanos. Hablamos con personas que necesitan las cosas más básicas…
Silvia: Por la pandemia, las autoridades de la zona pidieron a las empresas de turismo no vender tickets de lancha a extranjeros que quisieran cruzar el golfo.
Miguel: Por petición de los consejos comunitarios de los otros lados, por el covid, que dicen oigan, no tenemos capacidad como pueblos receptores de atender potencialmente a estas personas que que pudieran llegar enfermas ¿no?
Eliezer: Paola y Miguel se encontraron con mucha desesperación.
Hombre cubano: Bueno, Necesitamos alimentos, necesitamos que nos dejen salir, que nos den una ayuda. No tenemos agua.
Mujer cubana: Tenemos que pagar el baño para ir a orinar.
Paola: ¿Tienen comida?
Hombre cubano: No.
Paola: Las autoridades le han cerrado el acceso…
Hombre cubano: Sí, no…
Paola: Entonces qué opción tienen…
Hombre cubano: No sé ni qué hacer, no sabemos. Algunos quieren hasta quitarse la vida. Yo mismo no sé qué hacer.
Silvia: ¿Y es normal que se queden varados ahí? ¿O es algo que está pasando ahora por covid?
Miguel: No, no es nada nuevo. El cruce del Golfo hacia la selva desde ciudades como Necoclí o Turbo siempre ha sido problemático para los migrantes indocumentados, ¿no? Del otro lado del Golfo es considerado zona fronteriza y se entiende que esas son zonas con ciertas restricciones para cruzar. Entonces, se necesitan salvoconductos que son como unos permisos temporales que permiten cruzar Colombia legalmente. Pero no todo el mundo los tiene porque, este, cruzan a Colombia forma ilegal o porque no saben o porque simplemente no los daban como en la pandemia, ¿no?
Eliezer: Si no tienen un salvoconducto, ¿qué opciones tienen los migrantes cuando el paso está cerrado?
Paola: O sea, cuando llegamos a conocer a esos migrantes, había dos opciones o siguen esperando sin saber exactamente cuándo les van a abrir las puertas o van a través de un coyote. Para darles una idea: si yo compro un billete para irme en una lancha comercial, esos son unos treinta dólares. Si ellos quieren ir a través del coyote, son por lo menos trescientos dólares.
Miguel: Cuando los coyotes cruzan, pues cruzan en embarcaciones pequeñas con sobrepoblación, con cero seguridad. Y ahí, hay este, historias del terror de capitanes sin experiencia que se quedan sin gasolina a la mitad, de lanchas que se queman a la mitad del camino, de lanchas que se parten ¿no?
Silvia: Y por lo que nos cuentan Paola y Miguel, al mar del Golfo de Urabá hay que tenerle respeto.
Miguel: Es un mar que en ciertas temporadas del año es sumamente peligroso. Y cuando los coeficientes suben, como es el caso de enero, pues son montañas de mar. Tú te sientes… en una lancha para sesenta personas, te sientes muy pequeño en esas olas, ¿no?
Eliezer: El miedo hace que muchos migrantes prefieran esperar en Necoclí indefinidamente hasta que puedan abordar una lancha comercial a Capurganá, que es donde comienza la caminata por el Darién.
Silvia: La otra razón, que es imposible obviar es que, como nos dijo Paola, los Coyotes pueden cobrar diez veces más que las lanchas comerciales.
Yacenia: La plata no nos alcanza.
Paola: ¿Con cuánto dinero empezaron el viaje?
Yacenia: Desde que salimos, prácticamente con mil dólares.
Paola: ¿Y ahora cuánto tienen?
Yacenia: Nada.
Eliezer: Ella es Yacenia, una mujer cubana de treinta y un años. Ya ha recorrido Uruguay, Brasil, Perú y Ecuador con su marido.
Silvia: Su plan, como el de tantos, es llegar a Estados Unidos o Canadá, pero además de quedarles muy poco dinero, tienen una sospecha que podría cambiar sus planes.
Yacenia: Vengo con retraso desde hace un mes y tenía como los síntomas de embarazo.
Paola: En ese momento ya estaba visiblemente desesperada ¿no? O sea, se le notaba en la mirada, se le notaban en cómo hablaba. Y estaba muy angustiada porque ella pensaba y sabía que estaba embarazada, salvo que ya llevaba notando desde Perú.
Yacenia: Desesperada, desesperada porque las condiciones acá no son las más prolijas. La higiene es lo principal y más en temas cuando hay pandemia. O sea, esto es hacinamiento, por mucho espacio que haya es hacinamiento. Dormir a la intemperie sin las condiciones, bañándonos un día sí un día no, o dos días sí. Tomando todo el mundo la poca agua que se puede comprar entre todos.
Paola: Ella profesionalmente en Cuba se dedicaba a la profesión de salud, o sea que de alguna manera ella era muy consciente ¿no? y notaba exactamente cómo su cuerpo estaba reaccionando a esas circunstancias extremas.
Paola: ¿Usted quiere ser mamá?
Yacenia: Sí, claro. Ese es mi sueño, mi anhelo. Por algo emprendí este camino para poder darle a mi hijo lo que yo no tuve. De cierta forma, ¿entiende? Darle seguridad y que tenga una vida digna.
Eliezer: Yacenia dice que es inexplicable lo que ha pasado al hacer este recorrido y a veces quisiera dar la vuelta.
Yacenia: Me he querido dar… desde que andaba por Perú. Sí, porque he pasado cosas desagradables. He dormido en una terminal que te sacan de una terminal y te boten a dormir en el suelo. Que te pasen los ratones… Sí, me he querido… pero mira para atrás ¿Qué voy a hacer? Porque de virar para atrás no tengo trabajo, no tengo nada. Yo no le recomiendo a nadie que lo pase, lo que he pasado yo no, no lo recomiendo. Yo llevo aquí cuatro días. Hasta ahora los que han venido son ustedes. O sea, a interesarse por nuestra situación.
Silvia: ¿Cómo es el trato que reciben los migrantes en Colombia y, especialmente, en este pueblo, en Necoclí?
Paola: Cuando estuvimos ahí no vimos nada.