Colón descubre América, Descartes la subjetividad - Capítulo 3 - Primera temporada
Este es un programa de filosofía por televisión.
¿Ustedes se preguntaron por qué estamos aquí?
Yo existo porque pienso.
El hombre piensa.
Es el lugar en el cual todos los saberes son pensados.
Descartes es un héroe del pensamiento.
Es difícil enfrentar las grandes cuestiones.
Es un libro de Jean Paul Sartre, "Crítica de la razón dialéctica". Esta es la historia de la filosofía de Hegel.
La filosofía es la totalidad de lo real porque piensa la totalidad de lo real.
Colón descubre América y Descartes, la subjetividad.
¿Qué es el humanismo?
Descartes demuestra la existencia del pensamiento, pero ¿cómo demuestra la existencia de la realidad externa?
El sujeto cartesiano: ¿un sujeto transparente?
¿El dualismo entre el sujeto y el objeto es un dualismo insuperable?
Tenemos dos grandes descubrimientos.
Colón descubre América y Descartes descubre la subjetividad. No siempre estas cosas se relacionan.
En realidad, yo ya lo dije, lo vuelvo a decir y lo voy a decir insistentemente.
La historia de la filosofía se estudia mal. La filosofía se estudia mal.
¿Por qué? Porque la filosofía se estudia como si los filósofos fueran unos tipos distraídos que andan por ahí pensando cosas... pensando cosas que nadie entiende.
En cambio, los filósofos son seres muy terrenales metidos en procesos históricos, grandes procesos históricos, que ellos expresan y que ellos dinamizan con su pensamiento.
Entonces, la relación entre Descartes y el descubrimiento de América no es frecuente que ustedes la encuentren en los libros de filosofía porque van a decir: "¿Para qué vamos a poner el descubrimiento de América en un libro de filosofía? Si un libro de filosofía no es un libro de historia y un libro de historia no tiene que ser un libro de filosofía", pero no, Descartes y Cristóbal Colón tienen mucho que ver porque Cristóbal Colón descubre América para el capitalismo, como lo habíamos visto.
No es que descubre América porque América no existía. América existía, pero no existía para los ojos mercantilistas del capitalismo.
El capitalismo descubre América con Colón e incorpora a América al mundo europeo, que era el mundo por ese momento, en esos momentos.
Entonces, se establece así un sistema mundo.
Ahora, este sistema mundo... este sistema mundo requiere un protagonista y el protagonista es el hombre.
Es el hombre el que sale a buscar nuevos mundos porque el hombre medioeval no hubiera buscado nunca nuevos mundos porque el mundo era un lugar de pasaje, un lugar de llanto, un mero lugar de pasaje camino hacia el Reino de los Cielos, pero el hombre de la modernidad sale a buscar nuevos mundos. Este es el hombre capitalista.
Ahora, este hombre necesita tener una subjetividad, necesita pensarse a sí mismo, necesita saber quién es él, cuál es su relación con la realidad exterior.
Aquí aparece Descartes, quien, como lo dijimos, parte de una concepción de la filosofía como duda.
Descartes ha demostrado la existencia del pensamiento, pero no demostró la existencia de las cosas externas.
Lo que ha hecho hasta ahora Descartes es poner al hombre en la centralidad.
El hombre es el centro. Ese hombre es el sujeto capitalista de la historia.
El hombre es la centralidad y, con esto, nace el humanismo.
El humanismo nace cuando el hombre ocupa la centralidad y desplaza a Dios de la centralidad. Con esto nace el humanismo.
Este humanismo-- A este humanismo lo llamamos humanismo porque parte del hombre.
¿De dónde parte Descartes?
Parte de la subjetividad, pero esa subjetividad es la subjetividad del hombre.
Entonces, el humanismo, vamos a definirlo así, el humanismo es una concepción que hace del hombre el punto de partida epistemológico fundamental.
Epistemológico se refiere a todo aquello que sea el pensamiento científico sobre la realidad.
Entonces, el humanismo es esa concepción que parte del hombre como sujeto, del hombre como sujeto centrado a partir del cual es posible conocer todo lo otro que hay en el mundo.
Entonces... el... el nuevo problema que encarna Descartes y el problema que realmente lo va a angustiar seriamente es un problema que podemos disfrutar planteándolo porque--
Veámoslo así: este señor, este señor, René Descartes, en Holanda junto a una estufa, tranquilo, protegido por la monarquía holandesa, sin miedo a la Inquisición descubre que el centro del pensamiento es la subjetividad. Está seguro de eso.
Dice Descartes: "De eso yo estoy seguro. Yo estoy seguro de que mi pensamiento es el origen de todo posible filosofar". Ahora, Descartes dice: "Sin embargo--". Fíjense ustedes que, para el sentido común, esto es casi risible, diríamos, un buen hombre laborioso campesino le diría a Descartes:
"No sé por qué usted se plantea estas cosas. Es tan evidente que mi vaca está ahí, que mi carruaje está ahí, que mi asada está ahí", pero Descartes diría: "Pero yo soy un filósofo, yo tengo que dar cuentas, es decir, yo tengo que justificar metodológicamente, epistemológicamente, filosóficamente que la realidad externa existe". Descartes dice: "Ya que yo veo todas esas cosas ahí afuera, esas cosas tienen que existir porque, si yo las viera y no existieran, Dios me estaría engañando. Entonces, tienen que existir porque Dios es infinitamente bueno, es infinitamente veraz, es incapaz de todo engaño y, si yo veo todo lo que está ahí afuera, es que Dios no me está engañando, sino que todo eso que está ahí afuera está". Ahora... Descartes introduce aquí una figura muy simpática, que es la del genio maligno, "le malin génie", en francés, porque Descartes-- Descartes escribía en francés, esta "disgresión"-- (Corrigiéndose) esta digresión. Jamás digan "disgresión", por favor, es "digresión". Esta digresión es muy importante porque Descartes escribía en francés, no escribía en latín, quería hacerse entender, quería llegar a que la gente lo entendiera, quería llegar al pueblo en última instancia.
Entonces, dice-- introduce esta figura de "le malin génie", el genio maligno. Descartes dice: "Podría haber un genio maligno que me engañara y todo lo que está ahí afuera no existe". Entonces, yo estaría viendo todo eso y eso no existe porque el genio maligno me está engañando.
Sin embargo, dice: "La veracidad de Dios tiene que ser más fuerte que el poder del genio maligno y yo no puedo dudar de la veracidad divina". Entonces, Descartes llega a la siguiente conclusión: Todo aquello que yo veo que está ahí afuera, es decir, la "res extensa", la cosa externa, tiene que existir porque, si no existiera, Dios me estaría engañando y yo creo en la veracidad divina. Ahora bien, metodológicamente, como vemos, Descartes se ha traicionado porque, para demostrar la existencia exterior de las cosas, no se ha remitido a su fundamento primero, el pensamiento, sino que se ha remitido al viejo fundamento de la teología medioeval, a Dios.
Entonces, estamos de nuevo en la teología medioeval.
Para demostrar la existencia de la realidad externa, Descartes recurre a Dios. Recuerdo un chiste muy lindo que se contaba en mis viejos años de estudiante en la calle Viamonte.
En la calle Viamonte estaba la Facultad de Filosofía y ese era un ámbito mítico donde circulaban personajes como Oscar Masotta, León Rozitchner... en fin, Eliseo Verón, Sebreli... y, a veces, yo.
Bueno, eh... Había un chiste que salía en una revista, que era el siguiente, era una broma a la filosofía idealista.
En el primer cuadrito de la historietita salía un filósofo y había un florero dibujado en el aire y el filósofo decía: "Todo esto es muy sencillo. Ese florero está ahí porque yo lo pienso. Como yo pienso ese florero, ese florero está ahí". Segundo cuadrito, el florero y el filósofo, el filósofo dice: "Si yo dejara de pensar que ese florero está ahí...". Tercer cuadrito, el florero solo, se escucha la voz del filósofo: "Ese florero dejaría de existir". Cuando, en realidad, el chiste era que el que dejó de existir fue el filósofo.
Este es un chiste típico del materialismo filosófico, es decir, el que propone la primacía de la materia sobre la subjetividad.
Nosotros éramos muy jovencitos y estábamos estudiando a Descartes en 1966. En 1966 se da el golpe cavernícola del general Juan Carlos Onganía.
A Onganía le habían dicho que en las facultades residía el monstruo marxista, entonces, Onganía decidió extirparlo. Para extirparlo, bueno, hizo lo de siempre, mandó los camiones de asalto, a la policía con los palos-- Había salido un chiste de Quino por esa época que llamaba al palo de policía "el palo de abollar ideologías". Entonces, la policía entra en las facultades. Era la primera vez que se violaba la autonomía universitaria. Entonces, la policía de Onganía entra en las universidades y, en Ciencias Económicas y Ciencias Sociales, pega muy duramente, hay profesores que salen ensangrentados...
Bueno, nosotros estábamos... nosotros estábamos en Filosofía y la cosa fue más calma, pero lo divertido fue que estábamos planteándonos cómo demostrar la veracidad de la realidad exterior.
Estábamos estudiando a Descartes y nos preguntábamos cómo demostrar... cómo demostrar que la realidad externa realmente existía.
En ese momento, entró la policía a la facultad, hicieron un doble-- así, una doble hilera, nos hicieron pasar por el medio y nos dieron palos de arriba a abajo
Ahí nos dimos cuenta de que existía la realidad externa. La realidad externa existía, nos molía a palos y era fascista.
Aparte de los bastones de la policía para abollar ideologías, la subjetividad, como principio fundante de la filosofía y como elemento a partir del cual se podía demostrar la existencia de la realidad externa, el "cogito" cartesiano, el "ego cogito", el "pienso, luego soy", va a recibir varios palazos a lo largo de la historia, pero hay uno, sobre todo, que es... en Buenos Aires es muy conocido y que proviene de la cualidad neurótica de esta ciudad portuaria llena, precisamente, de neuróticos. Donde hay muchos neuróticos, hay muchos psicoanalistas y, donde hay muchos psicoanalistas, hay muchos neuróticos a la vez.
Ahora comienza a haber muchos psicofármacos, quizás esto reduzca los neuróticos, a los psicoanalistas y aumente-- Bueno, no importa.
Paso ahora al tema al que quería ir. El tema al que quiero ir es, justamente, Freud.
Como vemos aquí, Sigmund-- Freud es un hombre que dijo una frase muy muy adecuada, que un cigarro a veces es un cigarro... porque... siempre que uno ve un cigarro, dice: "Eso es un pene". No, no, no, a veces, un cigarro es un cigarro.
Aun en Buenos Aires... aun en Buenos Aires. Bueno, el golpe que el psicoanálisis le da al sujeto cartesiano es decirle, como le diría Freud a Descartes, "Mire, Renato, realmente hay algo que usted no tuvo en cuenta. ¿Usted, Renato preguntaría Freud, se come las uñas a veces? ", "Sí", diría Descartes, "¿Usted, a veces, hace actos que no puede controlar? ". "Sí, sí". "¿Usted sueña cosas?". "Sí, sí, sí". "¿Sueña con su padre, con su madre?". "Sí". "Bueno, es un neurótico". Es decir, hay cosas... hay cosas en su sujeto transparente, translúcido, punto indubitable de todo conocimiento-- hay cosas que ese sujeto ignora... Hay cosas que ese sujeto ignora y esas cosas las ignora porque "Yo no sé dónde", va a decir Freud. "No sé dónde está esto, no es que el inconsciente--". "¿Qué es el inconsciente? ", diría Descartes. "El inconsciente es todo aquello que no pasa por la conciencia, que no se entiende desde la conciencia, sino que no puede ser conocido ni controlado por la conciencia. O sea, su conciencia, Descartes, no es tan transparente, sino que está realmente herida o dividida--". Ese sujeto está dividido porque hay en él una opacidad... una opacidad que nos lleva a hacer actos que no queremos hacer, nos lleva a tener conductas repetitivas que no queremos tener, nos lleva a soñar cosas que nos revelan o nos ocultan otras cosas.
Entonces, Freud le enseñaría a Descartes la primera gran herida del narcisismo del "cogito", que es la existencia del inconsciente. Pero, bueno, vamos a eso nosotros-- Yo quería enunciarlo ahora para dejarlo plantead.
Como la gran herida del "cogito" cartesiano va a ser esa, está en muchos libros de Freud, quizás en algunos más que otros, pero es bueno, digamos, recurrir a ciertos libros de Freud para que descubramos cómo el inconsciente, como brillantemente lo ha trabajado don Sigmund, efectivamente hiere el narcisismo del "cogito" cartesiano. Ahora, el problema en el que habíamos dejado a Descartes era cómo se demostraba la existencia de la realidad externa.
Ahí Descartes recurre a la veracidad divina, pero, para recurrir a la veracidad divina, hay que demostrar que Dios existe, pero ¿cómo sé que Dios existe?
Bueno, esto es todo un problema.
Esto es lo que se llama "la prueba ontológica". La prueba ontológica es la prueba acerca del ser de Dios, es decir que Dios tiene un ser y que ese ser expresa su existencia, que Dios existe.
Hay... hay un punto que yo voy a analizar acerca de cómo Descartes demuestra la existencia de Dios, que es el punto más genuinamente cartesiano porque Descartes va a decir: "Dado que la imagen de Dios está en mí y dado que, en mí, la imagen de Dios es la imagen de un ser perfecto, existe en mí la idea de la perfección. Si la idea de la perfección existe en mí, que soy un ser imperfecto, quiere decir que alguien que es perfecto la puso ahí". Esto está claro, pero igual lo voy a repetir.
Descartes demuestra la existencia de Dios del siguiente modo: existe en mí la idea de la perfección.
Yo no soy perfecto, en consecuencia, alguien que es perfecto la puso en mí y ese es Dios.
Bueno... Sin embargo, ustedes observen que esta demostración que hace Descartes de la existencia de Dios...
Esta demostración está hecha a partir de la subjetividad también porque no demuestra la existencia de Dios dejando de lado la subjetividad, sino que la demuestra partiendo otra vez del "cogito". ¿Por qué? Porque Descartes dice: "Dado que existe en mi subjetividad, en mi pensamiento, en mi "cogito" la idea de la perfección, debe existir un ser perfecto". O sea, demuestra la existencia del ser perfecto porque existe en la conciencia la idea de la perfección.
Está bien, digamos, es como haber tirado la esponja dentro del pensamiento de Descartes,es una flojeada, pero es una flojeada hasta cierto punto porque demuestra la existencia de Dios porque, en el pensamiento, existe la idea de la perfección.
Entonces, es desde el pensamiento que demuestra la existencia de Dios. Porque hay en la conciencia una idea de la perfección, es que tiene que existir un ser perfecto que la haya puesto ahí.
Sartre va a demostrar que no hay una conciencia por un lado y un mundo por otro, que la conciencia es intencional, que la conciencia está toda ella arrojada sobre el mundo, que no es que exista aquí la conciencia, el mundo ahí.
Hay conciencia de mundo, eso es lo que hay.
El mundo le es inalienable a la conciencia, no hay una conciencia que no sea, a la vez, conciencia de mundo.
Esto es lo que Sartre y los fenomenólogos van a llamar "intencionalidad de la conciencia". La conciencia no existe reposando en sí.
Sartre tiene una hermosa imagen que es como conteniendo el aliento.
La conciencia no está conteniendo el aliento, la conciencia está como vomitada, expectorada sobre el mundo, está toda ella arrojada sobre el mundo.
Cuando yo corro detrás de un colectivo, no hay conciencia de estar corriendo detrás del colectivo, la única conciencia que hay es "conciencia colectivo". Es decir, si yo tomara conciencia de que estoy corriendo el colectivo, lo perdería porque sería un momento en el cual me bloquearía.
Ahora... Volviendo a Descartes-- Pero no olvidemos claramente esto sobre lo cual vamos a volver: las filosofías fenomenológicas son aquellas que hacen de la conciencia un acto de pura intencionalidad.
La conciencia se arroja sobre el mundo, no hay un mundo ahí... Hay "conciencia mundo". Ahora, el rol-- Me interesa volver en este momento al rol del filósofo en Descartes.
Descartes, en el final de "El discurso del método", tiene un muy lindo texto, termina diciendo-- termina diciendo un texto... cálido, muy lindo, dice: "Quienes lean esto... que, recordemos, lo escribe en francés para que todos lo lean, quienes lean este texto, 'El discurso del método' de 1637, quienes lo lean y les guste... Yo no deseo para mí fortuna ni grandes empleos, solo deseo que me dejen disfrutar de mi ocio". En realidad, el rol del filósofo es que lo dejen disfrutar de su ocio, que es un ocio creativo, no es un ocio de tirarse panza arriba a escuchar CD, sino que es un ocio que le permite pensar.
La concepción que Descartes tiene del filósofo es la de un hombre que necesita serenidad para pensar, y que de esa serenidad van a salir sus obras.
El filósofo no transforma el mundo con la espada, ni con las bombas, ni con la metralla, lo transforma con el pensamiento si pone su pensamiento al servicio de la transformación del mundo.
Ya vamos a ver que esta es la tesis 11 de Marx y es la que, justamente, propone algo revolucionario para la filosofía.
Es decir, no solo pensar en el mundo, sino también transformarlo.
Descartes no se lo proponía, solo quería que lo dejaran pensar tranquilo, que le dieran el patrimonio de su ocio y, sobre todo, no pedía ningún empleo porque todos los empleos le quitan tiempo al filósofo.
Entonces, quería... quería... quería usar su ocio para la libertad del pensamiento.
Esto nos lleva a revisar la imagen del filósofo como un ser distraído, que anda por las nubes-- No, todas esas son macanas.
Los filósofos son los seres más atentos a la realidad que existen.
Además, los filósofos son aquellos pocos seres que todavía tienen tiempo para pensar el mundo porque hoy, por ejemplo, ya nadie tiene tiempo para pensar el mundo, apenas si tienen tiempo para cumplir sus tareas cotidianas, levantarse, desayunar, trabajar, comer y dormir.
El filósofo se hace tiempo, todavía, para pensar la realidad, o sea que quizás el filósofo, a quien se lo tiene como el tipo que está voleado en medio de las ideas, sea el personaje que todavía pueda pensar este mundo y descubrir todo tipo de aristas: sus aristas irritantes, sus aristas bellas, sus aristas injustas, sus aristas intolerables, sus aristas ignominiosas; marco estas porque son la mayoría de las que constituyen nuestro mundo.
Hannah Arendt había propuesto una imagen del filósofo como el tipo distraído para justificar a Martin Heidegger, que había sido el maestro y el amante de su juventud, y había dicho que Heidegger había caído en el nacionalsocialismo como Tales o Anaximandro no recuerdo exactamente quién, pero creo que era Tales de Mileto había caído en un pozo por mirar las estrellas.
Bueno, es una torpe justificación de lo que le pasó a Heidegger. Heidegger se hizo nacionalsocialista con total conciencia y lucidez, y los filósofos no andan mirando las estrellas ni se caen en los pozos.
Cuando miran las estrellas, lo hacen para tener una concepción del universo y esa concepción del universo los lleva siempre, inexorablemente, a tener una concepción de la vida y a comprometerse con ella.
Una vez afirmado, justificado y fundamentado el sujeto, lo que hay que justificar es la existencia del objeto.
La realidad externa existía, nos molía a palos y era fascista.
Porque hay en la conciencia la idea de la perfección, es que tiene que existir un ser perfecto que la haya puesto ahí.
Los filósofos no andan mirando las estrellas ni se caen en los pozos.
Cuando miran las estrellas, lo hacen para tener una concepción del universo y esa concepción del universo los lleva siempre, inexorablemente, a tener una concepción de la vida.