El círculo de la gratitud
Había una vez un niño llamado Juan que siempre se quejaba de las cosas que no tenía en lugar de estar agradecido por las cosas buenas que tenía en su vida. Su mamá estaba preocupada por su actitud negativa y quería ayudarlo a ser más agradecido. Un día, mientras caminaban juntos en el parque, la mamá de Juan le propuso jugar a un juego nuevo. Le pidió que buscara algo en la naturaleza que lo hiciera sentir agradecido, algo que lo hiciera feliz y le recordara lo afortunado que era. Juan no estaba seguro de qué buscar, pero pronto encontró un pequeño trozo de piedra. Su mamá le preguntó por qué había elegido esa piedra, y Juan le respondió que no era nada especial, solo una piedra común y corriente. Entonces, la mamá de Juan le dijo que cerrara los ojos y que pensara en todas las cosas por las que estaba agradecido. Juan pensó en su familia, sus amigos, su casa y su salud. Luego, su mamá le pidió que abriera los ojos y que mirara la piedra en su mano. Le preguntó qué veía, y Juan respondió que solo veía una piedra común. Pero entonces, su mamá le dijo que mirara de nuevo, pero esta vez con los ojos del agradecimiento. Juan lo hizo, y de repente vio la piedra de una manera diferente. Vio su forma suave, su color brillante y la textura suave de su superficie. La mamá de Juan le dijo que la piedra no era solo una piedra, sino que era un recordatorio de todas las cosas buenas en su vida. Le dijo que cada vez que viera la piedra, recordara todas las cosas por las que estaba agradecido y que lo hicieran feliz. Juan se sintió feliz y agradecido por el juego que acababa de jugar. Aprendió que, aunque las cosas parecían simples y corrientes, podían tener un valor especial si se miraban con los ojos del agradecimiento. Y así, Juan aprendió el valor de la gratitud y la importancia de ser feliz con las cosas simples de la vida.