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La nariz de un notario - Edmundo About, Chapter 2 Part A

Chapter 2 Part A

II.

LA CAZA DEL GATO (Part A) Un filósofo turco ha dicho: «No existen puñetazos agradables; pero los puñetazos en la nariz son los más desagradables de todos.» Y el mismo pensador, añadió con razón en el capítulo siguiente: «Pegar a un enemigo delante de la mujer a quien ama, es pegarle dos veces: le hieres en el cuerpo y en el alma.» He aquí por qué el paciente Ayvaz-Bey enrojecía de cólera mientras acompañaba a la señorita Tompain y a su madre al piso que les había amueblado.

Despidiose de ellas a la puerta, subió con rapidez a un carruaje, y se hizo conducir, derramando abundante sangre, a casa de su colega y amigo Ahmed. Ahmed se hallaba entregado al sueño, bajo la salvaguardia de un negro fiel; pero, si bien es verdad que está escrito: «No despertarás a tu amigo cuando duerma», escrito está también: «Pero despiértale si hay peligro para él o para ti», y se procedió a despertar al buen Ahmed. Este era un turco de elevada estatura, de unos treinta y cinco años de edad, muy flaco y delicado, con largas piernas arqueadas; pero, por lo demás, un muchacho excelente, dotado de talento natural. Por más que digan, hay también gentes de mérito entre los turcos. Cuando descubrió la cara ensangrentada de su amigo, empezó por hacerle traer una gran aljofaina de agua fresca, porque está escrito: «No deliberes antes de haber lavado tu sangre: tus pensamientos serían confusos e impuros.» Limpio ya, mas no tranquilo, contó Ayvaz a su amigo la aventura, ardiendo en santa cólera. El negro que escuchaba su relato, ofreciose en seguida a tomar su _kandjar_, e ir a matar a L'Ambert. Ahmed-Bey le dio las gracias por sus buenas intenciones, y lo echó a puntapiés de la estancia. --¿Y qué haremos ahora?--preguntó el bueno de Ayvaz;--¿qué haremos, amigo mío? --Una cosa muy sencilla--replicó el interrogado:--mañana por la mañana le cortaré la nariz. La ley del Talión está escrita: «Ojo por ojo, diente por diente, nariz por nariz.» Advirtiole Ahmed que el Korán era, sin duda alguna, un buen libro; pero que estaba ya un poco anticuado. Los principios del honor han cambiado desde los tiempos de Mahoma. Aparte de que, aun queriendo, aplicar la ley al pie de la letra, Ayvaz sólo tendría que devolver un puñetazo al señor L'Ambert. --¿Con qué derecho le cortarías la nariz si él no te ha cortado la tuya? ¿Pero quién sería capaz de hacer entrar en razón a un hombre joven a quien acaban de apabullar la nariz en presencia de su amante? Ayvaz sentía sed de sangre, y Ahmed tuvo que halagarle sus deseos. --Sea--le dijo.--Representamos a nuestro país en el extranjero, y no debemos recibir una afrenta sin dar una gallarda prueba de valor. Pero, ¿cómo podrás batirte en duelo con el señor L'Ambert, con arreglo a la costumbre de este país? Jamás has manejado una espada. --¿Qué haría yo con una espada? Quiero cortarle las narices, te repito, y una espada no me serviría para eso... --Si al menos tirases bien con pistola... --Pero, ¿estás loco? ¿cómo habría de cortar a ese insolente las narices con una pistola? Yo... ¡Sí, es cosa resuelta! Ve a entrevistarte con él, y concierta el duelo para mañana. ¡Nos batiremos a sable! --Pero, desdichado, ¿qué harás tú con un sable? No dudo de tu valor, pero te digo, sin que mis palabras te ofendan, que no tienes la fuerza de Pons. --¡Qué importa eso! Levántate y ve a decirle que tenga a mi disposición su nariz mañana por la mañana. El prudente Ahmed comprendió que no estaba su amigo para razonamientos, y que tratar de disuadirlo sería en vano. ¿A qué predicar a un sordo que se aferraba a su idea, como al poder temporal los pontífices romanos?

Vistiose, pues, Ahmed, y, acompañado del primer intérprete, Osmán-Bey, que acababa de regresar del Círculo Imperial, hízose conducir al hotel del señorito L'Ambert. La hora no podía ser menos oportuna, pero Ayvaz no quería desperdiciar un solo instante. El dios de las batallas tampoco lo quería; por lo menos, todo induce a creerlo así. En el momento en que el primer secretario iba a llamar a la puerta de maese L'Ambert, tropezose con el enemigo en persona, que regresaba a pie, conversando con sus dos testigos. Al divisar el señorito L'Ambert los bonetes encarnados de nuestros dos personajes, comprendió a qué habían venido, saludolos cortésmente y tomó la palabra con cierta altanería, no exenta de distinción. --Caballeros--les dijo,-- como soy el único habitante de este hotel, no temo equivocarme al suponer que me hacéis el honor de venir a mi domicilio. Soy L'Ambert, si me permitís que me presente yo mismo. Llamó, empujó la puerta, atravesó el patio con sus cuatro acompañantes, y los condujo a su despacho. Allí dieron sus nombres los dos turcos, presentoles el notario a sus amigos, y se alejó para que pudiesen tratar el asunto con entera libertad. En nuestro país no puede efectuarse ningún duelo sin contar con la voluntad, o por lo menos con el consentimiento, de seis personas. En el caso presente, sin embargo, había cinco que no lo deseaban. Injusto sería decir que el señorito L'Ambert careciese de valor; pero no ignoraba que un duelo semejante, con motivo de una bailarina de la Opera, comprometería gravemente los prestigios de su bien acreditado bufete. El marqués de Villemaurin, anciano refinado y persona competentísima en materias de honor, dijo que el duelo es un acto noble en el que todo, desde el principio hasta el fin de la partida, debe ser extremadamente correcto. Ahora bien, un puñetazo en la nariz por una señorita Victorina Tompain constituía el más ridículo comienzo que se puede imaginar. Por otra parte, afirmó por su honor, que el señor Alfredo L'Ambert no había visto a Ayvaz-Bey, ni había tenido intención de pegarle a él ni a nadie. El señor L'Ambert había creído reconocer a dos señoras, y se había acercado con viveza a saludarlas. Al llevarse la mano al sombrero, había dado un fuerte golpe, sin la menor intención, a una persona que venía en sentido opuesto. Se trataba, por lo tanto, de una imperdonable torpeza, de un incidente sencillo, sin la menor importancia, que no pueden jamás constituir una ofensa. Dada la posición social y educación de maese L'Ambert, no podía nadie suponerle capaz de dar un puñetazo a Ayvaz-Bey. Su bien conocida miopía y la semioscuridad del pasaje eran las culpables de todo. En fin, el señor L'Ambert, accediendo a los deseos de sus testigos, estaba dispuesto a declarar, en presencia de Ayvaz-Bey, que lamentaba muy de veras el haberle causado daño de una manera completamente involuntaria. Este razonamiento, tan justo de por sí, acrecentó la autoridad, por todos reconocida, del orador. Era el señor de Villemaurin uno de esos caballerosos sujetos que parecen haber sido respetados por la muerte para recordarnos los usos de las edades históricas en estos tiempos de degeneración que atravesamos. Según su fe de bautismo, no contaba nada más que setenta y nueve abriles; pero, por los hábitos y costumbres de su cuerpo y de su espíritu, pertenecía sin duda al siglo xvi. Pensaba, hablaba y obraba como si hubiese servido en el ejército de la Liga y traído a mal traer al Bearnés. Realista convencido y católico austero, era tan implacable en sus odios como apasionado en sus afecciones. Su valor, su lealtad, su rectitud, y su caballerosidad hasta cierto punto exagerada, causaban la admiración de la juventud inconsciente de hoy. Nada le causaba risa, no le gustaban las bromas y le ofendían los chistes por juzgarlos una falta de respeto. Era el menos tolerante, el menos amable y el más honrado de todos los ancianos. Había acompañado a Escocia a Carlos X, después de las jornadas de julio; pero se alejó de Holy-Rood, al cabo de quince días, escandalizado de ver que la corte de Francia no tomaba muy en serio su desgracia. Solicitó la absoluta, y se cortó para siempre los bigotes, que conservó en una especie de joyero, con la siguiente inscripción: _Mis bigotes de la Guardia Real_. Sus subordinados todos, oficiales y soldados, sentían por él gran estima, pero también gran terror. Referíase en secreto que este hombre inflexible había metido en el calabozo a su hijo único, joven militar de veintidós años de edad, por un acto de insubordinación. El muchacho, digno hijo de tal padre, negose resueltamente a ceder, cayó enfermo y murió en el calabozo. Este nuevo Bruto lloró a su hijo, erigiole una tumba suntuosa, y lo visitó con inconcebible regularidad diez veces por semana, sin olvidar este deber en ninguna época ni edad; pero no se encorvó bajo el peso de sus remordimientos. Marchaba derecho, erguido; ni la edad ni el dolor habían logrado doblar sus anchas y robustas espaldas. Era un hombrecillo rechoncho, vigoroso, fiel a todos los ejercicios de su juventud, que tenía más fe en el juego de pelota que en los médicos, para conservar imperturbable salud. A los setenta años habíase casado, en segundas nupcias, con una joven noble y pobre, que le había hecho padre dos veces, y no perdía la esperanza de verse abuelo bien pronto. El amor a la vida, tan poderoso en los viejos de esta edad, sólo medianamente preocupábale, a pesar de ser dichoso en la tierra. Había tenido su último lance de honor a los setenta y dos años, con un bravo coronel de cinco pies y seis pulgadas de estatura, a consecuencia de una cuestión política, según unos, y de celos conyugales, según otros. Cuando un hombre de su rango y su carácter abrazaba la causa de M. L'Ambert, declarando que un duelo entre el notario y Ayvaz-Bey sería inútil, comprometedor y ordinario, la paz parecía firmada de antemano. Tal fue el parecer de M. Enrique Steimbourg, que no era ni lo bastante joven, ni lo suficientemente curioso para desear a toda costa el espectáculo de un duelo; y los dos turcos, hombres de buen sentido, aceptaron, de un modo provisional, la reparación que se les ofrecía, pero pidieron que se les autorizara para ir a consultar con Ayvaz. Los otros dos, entretanto, esperaron allí mismo que regresasen de la embajada. Eran las cuatro de la madrugada; pero el marqués no quiso dormir, pues no se lo permitía su conciencia; estaba decidido a dejarlo todo arreglado antes de meterse en la cama. Empero el terrible Ayvaz, al escuchar las primeras palabras de conciliación de sus amigos, sufrió un terrible acceso de cólera verdaderamente turca. --¡Ni que estuviera yo loco!--exclamó, blandiendo el chibuquí de jazmín que le hiciera compañía,--¿Pretenderéis persuadirme de que he sido yo quien con la nariz ha dado un golpe en el puño a M. L'Ambert? Él fue quien me agredió, y la prueba es que se ofrece a presentarme sus excusas. ¿Pero a qué tanto hablar? ¿no es suficiente prueba la sangre que he derramado? ¿Puedo acaso olvidar que Victorina y su madre han sido testigos de mi afrenta?... ¡Oh, amigos míos! ¿no me queda otro remedio que morir, si no le corto hoy mismo la nariz a mi ofensor! De mejor o peor grado, fue preciso reanudar las negociaciones sobre esta base algo ridícula. Ahmed y el intérprete tenían el espíritu lo bastante razonable para vituperar a su amigo, pero poseían también un corazón demasiado caballeresco para abandonarle en la mitad del camino. Si el embajador, Hamza-Bajá, se hubiese encontrado en París, hubiera zanjado la cuestión sin duda alguna, imponiendo su autoridad; pero, desgraciadamente, desempeñaba al mismo tiempo las embajadas de Francia y de Inglaterra, y se hallaba entonces en Londres. Los testigos del bueno de Ayvaz anduvieron yendo y viniendo, entre la calle de Granelle y la de Verneuil, sin lograr que el asunto avanzase lo debido, hasta las siete de la mañana. A esta hora, perdió L'Ambert la paciencia y les dijo a sus testigos: --¡Ya me está cargando este turco! ¡No contento con haberme birlado a la Tompain, se complace en hacerme pasar la noche en claro! ¡Pues bien, marchemos! Tal vez pudiera creer que tengo miedo de cruzar con él mi acero. Pero marchemos de prisa, si os parece, y tratemos de dejar zanjado el asunto esta misma mañana. Haré enganchar el carruaje en diez minutos, y nos marcharemos a dos leguas de París. Aplicaré a mi turco el correctivo merecido, en menos tiempo del que se tarda en contarlo, y antes que los periodicuchos que viven del escándalo se den cuenta del lance, estaremos de vuelta en mi despacho. Todavía trató el marqués de oponer una o dos objeciones; pero acabó por confesar que M. L'Ambert se veía obligado a batirse. La insistencia de Ayvaz-Bey era de pésimo gusto, y merecía una severa lección. Ninguno dudaba de que el belicoso notario, ventajosamente conocido en todas las salas de armas, era la persona elegida por el destino para enseñar a aquel osmanlí la cortesía francesa. --Amigo mío--decía el anciano Villemaurin a su cliente, dándole palmaditas sobre el hombro,--nuestra situación es excelente, toda vez que tenemos de nuestra parte el derecho. ¡El resto, Dios lo hará! El resultado no es dudoso: poseéis un corazón animoso, y una mano firme y rápida. Acordaos tan sólo de que no debemos tirarnos nunca a fondo; porque el duelo se ha hecho para corregir a los necios, mas no para destruirlos. Sólo los torpes matan a sus adversarios so pretexto de enseñarles a vivir. La elección de armas correspondía en buen derecho al excelente Ayvaz; pero el notario y sus testigos pusieron mala cara al enterarse de que había escogido el sable. --Es el arma predilecta de los militares--dijo el marqués,--o el arma de los burgueses que no quieren batirse. Pero, en fin, ¡vaya, si os empeñáis, por el sable! Los testigos de Ayvaz-Bey mostráronse conformes. Se trajeron dos sables del cuartel del muelle de Orsay, y quedaron citados para las diez de la mañana en la pequeña aldea de Parthenay, situada en el antiguo camino de Sceaux. Eran las ocho y media. Todos los parisienses conocen este lindo grupo de doscientas casas cuyos habitantes son más ricos, más limpios y más instruidos que la generalidad de los aldeanos. Cultivan la tierra como jardineros, y no como campesinos, y los campos de su término parecen en primavera un pequeño paraíso terrenal. Un prado de fresas floridas se extiende, cual manto argentado, entre un prado de frambuesas y otro de grosellas. Por todas partes se huele el perfume penetrante de la acacia, tan agradable al olfato de los porteros. París adquiere a peso de oro la cosecha de Parthenay, y los bravos campesinos, a quienes veis caminar a paso lento, con una regadera en cada mano, son casi todos pequeños capitalistas. Comen carne dos veces al día, desprecian la gallina del puchero, y prefieren el pollo asado. Pagan el sueldo de un instituidor y un médico comunal, construyen, sin necesidad de levantar empréstitos, un ayuntamiento y una iglesia, y votan a mi espiritual amigo el doctor Veron, en las elecciones municipales. Sus muchachas son preciosas, si no me es infiel la memoria. El sabio arqueólogo Cubaudet, archivero de la subprefectura de Sceaux, asegura que Parthenay es una colonia griega, y que su nombre se deriva de la palabra _Parthemos_, virgen o mujer joven (expresiones sinónimas entre los pueblos cultos). Pero esta digresión nos aleja del bueno de Ayvaz.

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II.

LA CAZA DEL GATO    (Part A) THE CAT HUNT (Part A) Un filósofo turco ha dicho:   «No existen puñetazos agradables; pero los puñetazos en la nariz son los más desagradables de todos.»   Y el mismo pensador, añadió con razón en el capítulo siguiente:   «Pegar a un enemigo delante de la mujer a quien ama, es pegarle dos veces: le hieres en el cuerpo y en el alma.»   He aquí por qué el paciente Ayvaz-Bey enrojecía de cólera mientras acompañaba a la señorita Tompain y a su madre al piso que les había amueblado. Ein türkischer Philosoph hat gesagt: „Es gibt keine schönen Schläge; aber Schläge in die Nase sind die unangenehmsten von allen." Und derselbe Denker fügte im nächsten Kapitel zu Recht hinzu: "Einen Feind vor der Frau zu schlagen, die er liebt, ist, ihn zweimal zu schlagen: Du verletzt seinen Körper und seine Seele." Deshalb errötete der Patient Ayvaz-Bey vor Wut, als er Miss Tompain und ihre Mutter in die von ihm eingerichtete Wohnung begleitete. A Turkish philosopher has said: 'There are no nice punches; but punches to the nose are the most unpleasant of all. " And the same thinker rightly added in the next chapter: "Hitting an enemy in front of the woman he loves is hitting him twice: you wound him in body and soul." This is why the patient Ayvaz-Bey flushed with anger as he accompanied Miss Tompain and her mother to the flat that he had furnished for them.

Despidiose de ellas a la puerta, subió con rapidez a un carruaje, y se hizo conducir, derramando abundante sangre, a casa de su colega y amigo Ahmed. He said goodbye to them at the door, quickly climbed into a carriage, and was driven, shedding abundant blood, to the home of his colleague and friend Ahmed. Ahmed se hallaba entregado al sueño, bajo la salvaguardia de un negro fiel; pero, si bien es verdad que está escrito: «No despertarás a tu amigo cuando duerma», escrito está también: «Pero despiértale si hay peligro para él o para ti», y se procedió a despertar al buen Ahmed. Ahmed wurde unter dem Schutz eines treuen Negers dem Schlaf überlassen; aber es steht zwar geschrieben: „Du sollst deinen Freund nicht wecken, wenn er schläft“, aber es steht auch geschrieben: „Aber wecke ihn, wenn ihm oder dir Gefahr droht“, und der gute Ahmed wurde geweckt. Ahmed was devoted to sleep, under the protection of a faithful Negro; but, although it is true that it is written: "You shall not wake your friend when he sleeps," it is also written: "But wake him up if there is danger to him or to you," and good Ahmed was awakened. Este era un turco de elevada estatura, de unos treinta y cinco años de edad, muy flaco y delicado, con largas piernas arqueadas; pero, por lo demás, un muchacho excelente, dotado de talento natural. This was a tall Turk, about thirty-five years old, very skinny and delicate, with long bowed legs; but otherwise an excellent boy, endowed with natural talent. Por más que digan, hay también gentes de mérito entre los turcos. No matter how much they say, there are also people of merit among the Turks. Cuando descubrió la cara ensangrentada de su amigo, empezó por hacerle traer una gran aljofaina de agua fresca, porque está escrito: «No deliberes antes de haber lavado tu sangre: tus pensamientos serían confusos e impuros.»   Limpio ya, mas no tranquilo, contó Ayvaz a su amigo la aventura, ardiendo en santa cólera. Als er das blutige Gesicht seines Freundes entdeckte, ließ er ihn zunächst ein großes Becken mit frischem Wasser bringen, denn es steht geschrieben: "Überlege nicht, bevor du dein Blut gewaschen hast: deine Gedanken wären verwirrt und unrein." Jetzt sauber, aber nicht ruhig, erzählte Ayvaz seinem Freund von dem Abenteuer, brannte vor heiliger Wut. El negro que escuchaba su relato, ofreciose en seguida a tomar su _kandjar_, e ir a matar a L’Ambert. Ahmed-Bey le dio las gracias por sus buenas intenciones, y lo echó a puntapiés de la estancia. Ahmed-Bey dankte ihm für seine guten Absichten und warf ihn aus dem Zimmer. --¿Y qué haremos ahora?--preguntó el bueno de Ayvaz;--¿qué haremos, amigo mío? „Und was sollen wir jetzt tun?“ fragte der gute alte Ayvaz: „Was sollen wir tun, mein Freund? --Una cosa muy sencilla--replicó el interrogado:--mañana por la mañana le cortaré la nariz. `` A very simple thing, '' replied the questioned man: `` I'll cut off your nose tomorrow morning. La ley del Talión está escrita: «Ojo por ojo, diente por diente, nariz por nariz.»   Advirtiole Ahmed que el Korán era, sin duda alguna, un buen libro; pero que estaba ya un poco anticuado. Das Gesetz von Talion steht geschrieben: "Auge um Auge, Zahn um Zahn, Nase um Nase." Ahmed warnte ihn, dass der Koran zweifellos ein gutes Buch sei; aber es war schon etwas veraltet. The law of Talion is written: "An eye for an eye, a tooth for a tooth, a nose for a nose." Ahmed warned him that the Koran was, without a doubt, a good book; but it was already a bit dated. Los principios del honor han cambiado desde los tiempos de Mahoma. Aparte de que, aun queriendo, aplicar la ley al pie de la letra, Ayvaz sólo tendría que devolver un puñetazo al señor L’Ambert. Abgesehen davon, dass Ayvaz, selbst wenn er das Gesetz buchstabengetreu anwenden wollte, Herrn L'Ambert nur einen Schlag erwidern musste. --¿Con qué derecho le cortarías la nariz si él no te ha cortado la tuya? ¿Pero quién sería capaz de hacer entrar en razón a un hombre joven a quien acaban de apabullar la nariz en presencia de su amante? Aber wer könnte einen jungen Mann verstehen, dem gerade im Beisein seines Geliebten die Nase zertrümmert wurde? Ayvaz sentía sed de sangre, y Ahmed tuvo que halagarle sus deseos. Ayvaz was thirsty for blood, and Ahmed had to flatter her wishes. --Sea--le dijo.--Representamos a nuestro país en el extranjero, y no debemos recibir una afrenta sin dar una gallarda prueba de valor. Pero, ¿cómo podrás batirte en duelo con el señor L’Ambert, con arreglo a la costumbre de este país? Jamás has manejado una espada. --¿Qué haría yo con una espada? Quiero cortarle las narices, te repito, y una espada no me serviría para eso...   --Si al menos tirases bien con pistola...   --Pero, ¿estás loco? I want to cut off his nose, I repeat, and a sword would not do me any good for that ... - If at least you shot well with a pistol ... - But, are you crazy? ¿cómo habría de cortar a ese insolente las narices con una pistola? How could I cut that insolent nose with a pistol? Yo... ¡Sí, es cosa resuelta! I ... Yes, it is resolved! Ve a entrevistarte con él, y concierta el duelo para mañana. Treffen Sie ihn und vereinbaren Sie das Duell für morgen. Go meet him, and arrange the duel for tomorrow. ¡Nos batiremos a sable! We will fight with saber! --Pero, desdichado, ¿qué harás tú con un sable? "But, wretch, what will you do with a saber?" No dudo de tu valor, pero te digo, sin que mis palabras te ofendan, que no tienes la fuerza de Pons. I do not doubt your courage, but I tell you, without my words offending you, that you do not have the strength of Pons. --¡Qué importa eso! --Es tut nichts zur Sache! --It does not matter! Levántate y ve a decirle que tenga a mi disposición su nariz mañana por la mañana. Get up and go tell him to have his nose at my disposal tomorrow morning. El prudente Ahmed comprendió que no estaba su amigo para razonamientos, y que tratar de disuadirlo sería en vano. The prudent Ahmed realized that his friend was not there for reasoning, and that trying to dissuade him would be in vain. ¿A qué predicar a un sordo que se aferraba a su idea, What to preach to a deaf person who clung to his idea, como al poder temporal los pontífices romanos? as the Roman pontiffs to temporal power?

Vistiose, pues, Ahmed, y, acompañado del primer intérprete, Osmán-Bey, que acababa de regresar del Círculo Imperial, hízose conducir al hotel del señorito L’Ambert. So Ahmed got dressed and, accompanied by the first interpreter, Osman-Bey, who had just returned from the Imperial Circle, was driven to the hotel of Master L'Ambert. La hora no podía ser menos oportuna, pero Ayvaz no quería desperdiciar un solo instante. The hour could not be less opportune, but Ayvaz did not want to waste a single moment. El dios de las batallas tampoco lo quería; por lo menos, todo induce a creerlo así. The god of battles didn't want it either; at least, everything leads to believe so. En el momento en que el primer secretario iba a llamar a la puerta de maese L’Ambert, tropezose con el enemigo en persona, que regresaba a pie, conversando con sus dos testigos. Just as the First Secretary was about to knock on Master L'Ambert's door, he ran into the enemy himself, who was returning on foot, talking with his two witnesses. Al divisar el señorito L’Ambert los bonetes encarnados de nuestros dos personajes, comprendió a qué habían venido, saludolos cortésmente y tomó la palabra con cierta altanería, no exenta de distinción. When Master L'Ambert saw the incarnate bonnets of our two characters, he understood why they had come, greeted them courteously and took the floor with a certain haughtiness, not without distinction. --Caballeros--les dijo,-- como soy el único habitante de este hotel, no temo equivocarme al suponer que me hacéis el honor de venir a mi domicilio. `` Gentlemen, '' he told them, `` as I am the only inhabitant of this hotel, I am not afraid to be mistaken in supposing that you do me the honor of coming to my home. Soy L’Ambert, si me permitís que me presente yo mismo. I am L'Ambert, if you will allow me to introduce myself. Llamó, empujó la puerta, atravesó el patio con sus cuatro acompañantes, y los condujo a su despacho. Er klopfte, stieß die Tür auf, überquerte mit seinen vier Begleitern die Terrasse und führte sie in sein Büro. He knocked, pushed open the door, crossed the patio with his four companions, and led them to his office. Allí dieron sus nombres los dos turcos, presentoles el notario a sus amigos, y se alejó para que pudiesen tratar el asunto con entera libertad. There the two Turks gave their names, introduced the notary to their friends, and left so that they could deal with the matter freely. En nuestro país no puede efectuarse ningún duelo sin contar con la voluntad, o por lo menos con el consentimiento, de seis personas. In our country, no mourning can take place without the will, or at least the consent, of six people. En el caso presente, sin embargo, había cinco que no lo deseaban. In the present case, however, there were five who did not want it. Injusto sería decir que el señorito L’Ambert careciese de valor; pero no ignoraba que un duelo semejante, con motivo de una bailarina de la Opera, comprometería gravemente los prestigios de su bien acreditado bufete. It would be unfair to say that Senorito L'Ambert lacked courage; but he was not unaware that such a duel, over the occasion of an opera dancer, would seriously jeopardize the prestige of his well-established law firm. El marqués de Villemaurin, anciano refinado y persona competentísima en materias de honor, dijo que el duelo es un acto noble en el que todo, desde el principio hasta el fin de la partida, debe ser extremadamente correcto. The Marquis de Villemaurin, a refined old man and very competent person in matters of honor, said that the duel is a noble act in which everything, from the beginning to the end of the game, must be extremely correct. Ahora bien, un puñetazo en la nariz por una señorita Victorina Tompain constituía el más ridículo comienzo que se puede imaginar. Now, a punch to the nose by a Miss Victorina Tompain was the most ridiculous start you can imagine. Por otra parte, afirmó por su honor, que el señor Alfredo L’Ambert no había visto a Ayvaz-Bey, ni había tenido intención de pegarle a él ni a nadie. El señor L’Ambert había creído reconocer a dos señoras, y se había acercado con viveza a saludarlas. Al llevarse la mano al sombrero, había dado un fuerte golpe, sin la menor intención, a una persona que venía en sentido opuesto. By raising his hand to his hat, he had unintentionally struck a person coming from the opposite direction. Se trataba, por lo tanto, de una imperdonable torpeza, de un incidente sencillo, sin la menor importancia, que no pueden jamás constituir una ofensa. Dada la posición social y educación de maese L’Ambert, no podía nadie suponerle capaz de dar un puñetazo a Ayvaz-Bey. Su bien conocida miopía y la semioscuridad del pasaje eran las culpables de todo. His well-known myopia and the semi-darkness of the passage were to blame for everything. En fin, el señor L’Ambert, accediendo a los deseos de sus testigos, estaba dispuesto a declarar, en presencia de Ayvaz-Bey, que lamentaba muy de veras el haberle causado daño de una manera completamente involuntaria. Este razonamiento, tan justo de por sí, acrecentó la autoridad, por todos reconocida, del orador. Era el señor de Villemaurin uno de esos caballerosos sujetos que parecen haber sido respetados por la muerte para recordarnos los usos de las edades históricas en estos tiempos de degeneración que atravesamos. Según su fe de bautismo, no contaba nada más que setenta y nueve abriles; pero, por los hábitos y costumbres de su cuerpo y de su espíritu, pertenecía sin duda al siglo xvi. Pensaba, hablaba y obraba como si hubiese servido en el ejército de la Liga y traído a mal traer al Bearnés. Realista convencido y católico austero, era tan implacable en sus odios como apasionado en sus afecciones. Su valor, su lealtad, su rectitud, y su caballerosidad hasta cierto punto exagerada, causaban la admiración de la juventud inconsciente de hoy. His courage, his loyalty, his uprightness, and his chivalry to some extent exaggerated, caused the admiration of today's unconscious youth. Nada le causaba risa, no le gustaban las bromas y le ofendían los chistes por juzgarlos una falta de respeto. Nichts brachte ihn zum Lachen, er mochte keine Witze und Witze beleidigten ihn, weil er sie für respektlos hielt. Era el menos tolerante, el menos amable y el más honrado de todos los ancianos. Había acompañado a Escocia a Carlos X, después de las jornadas de julio; pero se alejó de Holy-Rood, al cabo de quince días, escandalizado de ver que la corte de Francia no tomaba muy en serio su desgracia. Solicitó la absoluta, y se cortó para siempre los bigotes, que conservó en una especie de joyero, con la siguiente inscripción: _Mis bigotes de la Guardia Real_. Sus subordinados todos, oficiales y soldados, sentían por él gran estima, pero también gran terror. Referíase en secreto que este hombre inflexible había metido en el calabozo a su hijo único, joven militar de veintidós años de edad, por un acto de insubordinación. El muchacho, digno hijo de tal padre, negose resueltamente a ceder, cayó enfermo y murió en el calabozo. Este nuevo Bruto lloró a su hijo, erigiole una tumba suntuosa, y lo visitó con inconcebible regularidad diez veces por semana, sin olvidar este deber en ninguna época ni edad; pero no se encorvó bajo el peso de sus remordimientos. Marchaba derecho, erguido; ni la edad ni el dolor habían logrado doblar sus anchas y robustas espaldas. He walked straight, upright; neither age nor pain had managed to bend their broad, robust shoulders. Era un hombrecillo rechoncho, vigoroso, fiel a todos los ejercicios de su juventud, que tenía más fe en el juego de pelota que en los médicos, para conservar imperturbable salud. A los setenta años habíase casado, en segundas nupcias, con una joven noble y pobre, que le había hecho padre dos veces, y no perdía la esperanza de verse abuelo bien pronto. El amor a la vida, tan poderoso en los viejos de esta edad, sólo medianamente preocupábale, a pesar de ser dichoso en la tierra. The love of life, so powerful in the old of this age, only mildly concerned him, despite being happy on earth. Había tenido su último lance de honor a los setenta y dos años, con un bravo coronel de cinco pies y seis pulgadas de estatura, a consecuencia de una cuestión política, según unos, y de celos conyugales, según otros. Cuando un hombre de su rango y su carácter abrazaba la causa de M. L’Ambert, declarando que un duelo entre el notario y Ayvaz-Bey sería inútil, comprometedor y ordinario, la paz parecía firmada de antemano. When a man of his rank and character embraced the cause of M. L'Ambert, declaring that a duel between the notary and Ayvaz-Bey would be useless, compromising and ordinary, the peace seemed signed beforehand. Tal fue el parecer de M. Enrique Steimbourg, que no era ni lo bastante joven, ni lo suficientemente curioso para desear a toda costa el espectáculo de un duelo; y los dos turcos, hombres de buen sentido, aceptaron, de un modo provisional, la reparación que se les ofrecía, pero pidieron que se les autorizara para ir a consultar con Ayvaz. Los otros dos, entretanto, esperaron allí mismo que regresasen de la embajada. Eran las cuatro de la madrugada; pero el marqués no quiso dormir, pues no se lo permitía su conciencia; estaba decidido a dejarlo todo arreglado antes de meterse en la cama. It was four in the morning; but the marquis did not want to sleep, because his conscience did not allow it; He was determined to get it all settled before he went to bed. Empero el terrible Ayvaz, al escuchar las primeras palabras de conciliación de sus amigos, sufrió un terrible acceso de cólera verdaderamente turca. --¡Ni que estuviera yo loco!--exclamó, blandiendo el chibuquí de jazmín que le hiciera compañía,--¿Pretenderéis persuadirme de que he sido yo quien con la nariz ha dado un golpe en el puño a M. L’Ambert? `` Not that I was crazy! '' He exclaimed, brandishing the jasmine chibuquí to keep him company, `` Are you trying to persuade me that it was I who struck M. L'Ambert on the fist with my nose? ? Él fue quien me agredió, y la prueba es que se ofrece a presentarme sus excusas. ¿Pero a qué tanto hablar? But how much talk? ¿no es suficiente prueba la sangre que he derramado? ¿Puedo acaso olvidar que Victorina y su madre han sido testigos de mi afrenta?... Can I forget that Victorina and her mother have witnessed my affront? ... ¡Oh, amigos míos! ¿no me queda otro remedio que morir, si no le corto hoy mismo la nariz a mi ofensor! De mejor o peor grado, fue preciso reanudar las negociaciones sobre esta base algo ridícula. Better or worse, negotiations had to be resumed on this somewhat ridiculous basis. Ahmed y el intérprete tenían el espíritu lo bastante razonable para vituperar a su amigo, pero poseían también un corazón demasiado caballeresco para abandonarle en la mitad del camino. Si el embajador, Hamza-Bajá, se hubiese encontrado en París, hubiera zanjado la cuestión sin duda alguna, imponiendo su autoridad; pero, desgraciadamente, desempeñaba al mismo tiempo las embajadas de Francia y de Inglaterra, y se hallaba entonces en Londres. If the ambassador, Hamza-Pasha, had met in Paris, he would have settled the matter without any doubt, imposing his authority; but, unfortunately, he held the embassies of France and England at the same time, and was then in London. Los testigos del bueno de Ayvaz anduvieron yendo y viniendo, entre la calle de Granelle y la de Verneuil, sin lograr que el asunto avanzase lo debido, hasta las siete de la mañana. A esta hora, perdió L’Ambert la paciencia y les dijo a sus testigos:   --¡Ya me está cargando este turco! At this hour, L'Ambert lost his patience and said to his witnesses: `` This Turk is already charging me! ¡No contento con haberme birlado a la Tompain, se complace en hacerme pasar la noche en claro! Not content with having swiped the Tompain, he is pleased to make me spend the night in the clear! ¡Pues bien, marchemos! Tal vez pudiera creer que tengo miedo de cruzar con él mi acero. Pero marchemos de prisa, si os parece, y tratemos de dejar zanjado el asunto esta misma mañana. But let us hurry, if you like, and try to settle the matter this morning. Haré enganchar el carruaje en diez minutos, y nos marcharemos a dos leguas de París. Aplicaré a mi turco el correctivo merecido, en menos tiempo del que se tarda en contarlo, y antes que los periodicuchos que viven del escándalo se den cuenta del lance, estaremos de vuelta en mi despacho. I will apply the deserved correction to my Turk, in less time than it takes to tell it, and before the rags that live off the scandal realize the set, we will be back in my office. Todavía trató el marqués de oponer una o dos objeciones; pero acabó por confesar que M. L’Ambert se veía obligado a batirse. La insistencia de Ayvaz-Bey era de pésimo gusto, y merecía una severa lección. Ninguno dudaba de que el belicoso notario, ventajosamente conocido en todas las salas de armas, era la persona elegida por el destino para enseñar a aquel osmanlí la cortesía francesa. --Amigo mío--decía el anciano Villemaurin a su cliente, dándole palmaditas sobre el hombro,--nuestra situación es excelente, toda vez que tenemos de nuestra parte el derecho. "My friend," the old Villemaurin said to his client, patting him on the shoulder, "our situation is excellent, since we have the right on our side." ¡El resto, Dios lo hará! El resultado no es dudoso: poseéis un corazón animoso, y una mano firme y rápida. Acordaos tan sólo de que no debemos tirarnos nunca a fondo; porque el duelo se ha hecho para corregir a los necios, mas no para destruirlos. Sólo los torpes matan a sus adversarios so pretexto de enseñarles a vivir. Only the clumsy kill their adversaries under the pretext of teaching them to live. La elección de armas correspondía en buen derecho al excelente Ayvaz; pero el notario y sus testigos pusieron mala cara al enterarse de que había escogido el sable. --Es el arma predilecta de los militares--dijo el marqués,--o el arma de los burgueses que no quieren batirse. - It is the favorite weapon of the military - said the Marquis, - or the weapon of the bourgeoisie who do not want to fight. Pero, en fin, ¡vaya, si os empeñáis, por el sable! Los testigos de Ayvaz-Bey mostráronse conformes. Se trajeron dos sables del cuartel del muelle de Orsay, y quedaron citados para las diez de la mañana en la pequeña aldea de Parthenay, situada en el antiguo camino de Sceaux. Eran las ocho y media. Todos los parisienses conocen este lindo grupo de doscientas casas cuyos habitantes son más ricos, más limpios y más instruidos que la generalidad de los aldeanos. Cultivan la tierra como jardineros, y no como campesinos, y los campos de su término parecen en primavera un pequeño paraíso terrenal. They cultivate the land like gardeners, and not like peasants, and the fields of their term seem in spring a small earthly paradise. Un prado de fresas floridas se extiende, cual manto argentado, entre un prado de frambuesas y otro de grosellas. A meadow of flowering strawberries stretches, like a silver blanket, between a meadow of raspberries and another of currants. Por todas partes se huele el perfume penetrante de la acacia, tan agradable al olfato de los porteros. París adquiere a peso de oro la cosecha de Parthenay, y los bravos campesinos, a quienes veis caminar a paso lento, con una regadera en cada mano, son casi todos pequeños capitalistas. Paris buys Parthenay's harvest by weight of gold, and the brave peasants, whom you see walking slowly, with a watering can in each hand, are almost all small capitalists. Comen carne dos veces al día, desprecian la gallina del puchero, y prefieren el pollo asado. They eat meat twice a day, despise the chicken in the pot, and prefer the roast chicken. Pagan el sueldo de un instituidor y un médico comunal, construyen, sin necesidad de levantar empréstitos, un ayuntamiento y una iglesia, y votan a mi espiritual amigo el doctor Veron, en las elecciones municipales. Sus muchachas son preciosas, si no me es infiel la memoria. El sabio arqueólogo Cubaudet, archivero de la subprefectura de Sceaux, asegura que Parthenay es una colonia griega, y que su nombre se deriva de la palabra _Parthemos_, virgen o mujer joven (expresiones sinónimas entre los pueblos cultos). Pero esta digresión nos aleja del bueno de Ayvaz. But this digression takes us away from good old Ayvaz.