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Novelas ejemplares, de Miguel de Cervantes Saavedra, Primera parte de "El licenciado Vidriera", de Las Novelas ejemplares.

Primera parte de "El licenciado Vidriera", de Las Novelas ejemplares.

Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas de Tormes hallaron en ellas, debajo de un árbol durmiendo, a un muchacho de hasta edad de once años, vestido como labrador. Mandaron a un criado que le despertase. Despertó, y preguntáronle de adónde era y qué hacía durmiendo en aquella soledad. A lo cual el muchacho respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado, y que iba a la ciudad de Salamanca a buscar un amo a quien servir, por sólo que le diese estudio. Preguntáronle si sabía leer; respondió que sí, y escribir también.

–Desa manera –dijo uno de los caballeros– no es por falta de memoria habérsete olvidado el nombre de tu patria.

–Sea por lo que fuere –respondió el muchacho–, que ni el della ni del de mis padres sabrá ninguno hasta que yo pueda honrarlos a ellos y a ella.

–Pues ¿de qué suerte los piensas honrar? –preguntó el otro caballero.

–Con mis estudios –respondió el muchacho–, siendo famoso por ellos. Porque yo he oído decir que de los hombres se hacen los obispos.

Esta respuesta movió a los dos caballeros a que le recibiesen y llevasen consigo, como lo hicieron, dándole estudio, de la manera que se usa dar, en aquella universidad a los criados que sirven. Dijo el muchacho que se llamaba Tomás Rodaja, de donde infirieron sus amos, por el nombre y por el vestido, que debía de ser hijo de algún labrador pobre. A pocos días le vistieron de negro, y a pocas semanas dio Tomás muestras de tener raro ingenio, sirviendo a sus amos con tanta fidelidad, puntualidad y diligencia, que con no faltar un punto a sus estudios, parecía que sólo se ocupaba en servirlos. Y como el buen servir del siervo mueve la voluntad del señor a tratarle bien, ya Tomás Rodaja no era criado de sus amos, sino su compañero. Finalmente, en ocho años que estuvo con ellos, se hizo tan famoso en la universidad, por su buen ingenio y notable habilidad que de todo género de gentes era estimado y querido.

Su principal estudio fue de leyes; pero en lo que más se mostraba era en letras humanas; y tenía tan felice memoria que era cosa de espanto; e ilustrábala tanto con su buen entendimiento que no era menos famoso por él que por ella.

Sucedió, que se llegó el tiempo que sus amos acabaron sus estudios y se fueron a su lugar, que era una de las mejores ciudades de la Andalucía. Lleváronse consigo a Tomás, y estuvo con ellos algunos días. Pero como le fatigasen los deseos de volver a sus estudios y a Salamanca (que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado), pidió a sus amos licencia para volverse. Ellos corteses y liberales se la dieron, acomodándole de suerte que con lo que le dieron se pudiera sustentar tres años.

Despidióse dellos mostrando en sus palabras su agradecimiento, y salió de Málaga (que ésta era la patria de sus señores). Y, al bajar de la cuesta de la Zambra, camino de Antequera, se topó con un gentilhombre a caballo, vestido bizarramente de camino con dos criados también a caballo. Juntóse con él y supo como llevaba su mismo viaje. Hicieron camarada, departieron de diversas cosas, y a pocos lances dio Tomás muestras de su raro ingenio; y el caballero las dio de su bizarría y cortesano trato. Y dijo que era capitán de infantería por su majestad, y que su alférez estaba haciendo la compañía en tierra de Salamanca. Alabó la vida de la soldadesca; pintóle muy al vivo la belleza de la ciudad de Nápoles, las holguras de Palermo, la abundancia de Milán, los festines de Lombardía, las espléndidas comidas de las hosterías; dibujóle dulce y puntualmente el Aconcha patrón, pasa acá Manigoldo, venga la macarela, li polastri, e li macarroni. Puso las alabanzas en el cielo de la vida libre del soldado, y de la libertad de Italia. Pero no le dijo nada del frío de las centinelas, del peligro de los asaltos, del espanto de las batallas, de la hambre, de los cercos, de la ruina de las minas, con otras cosas deste jaez que algunos las toman y tienen por añadiduras del peso de la soldadesca, y son la carga principal della. En resolución, tantas cosas le dijo y tan bien dichas que la discreción de nuestro Tomás Rodaja comenzó a titubear, y la voluntad a aficionarse a aquella vida que tan cerca tiene la muerte.

El capitán, que don Diego de Valdivia se llamaba, contentísimo de la buena presencia, ingenio y desenvoltura de Tomás, le rogó que se fuese con él a Italia, si quería por curiosidad de verla; que él le ofrecía su mesa, y aun si fuese necesario, su bandera, porque su alférez la había de dejar presto. Poco fue menester, para que Tomás tuviese el envite, haciendo consigo en un instante un breve discurso, de que sería bueno ver a Italia y Flandes, y otras diversas tierras y países; pues las luengas peregrinaciones hacen a los hombres discretos; y que en esto a lo más largo podía gastar tres o cuatro años, que añadidos a los pocos que él tenía, no serían tantos que impidiesen volver a sus estudios. Y como si todo hubiera de suceder a la medida de su gusto, dijo al capitán que era contento de irse con él a Italia; pero había de ser condición, que no se había de sentar debajo de bandera ni poder en lista de soldado, por no obligarse a seguir su bandera. Y aunque el capitán le dijo que no importaba ponerse en lista, que ansí gozaría de los socorros y pagas que a la compañía se diesen, porque él le daría licencia todas las veces que se la pidiese.

–Eso sería –dijo Tomás– ir contra mi conciencia y contra la del señor capitán. Y así, más quiero ir suelto que obligado.

–Conciencia tan escrupulosa –dijo don Diego– más es de religioso que de soldado. Pero como quiera que sea, ya somos camaradas.

Llegaron aquella noche a Antequera, y en pocos días y grandes jornadas se pusieron donde estaba la compañía, ya acabada de hacer, y que comenzaba a marchar la vuelta de Cartagena, alojándose, ellas y otras cuatro, por los lugares que le venían a mano. Allí notó Tomás la autoridad de los comisarios, la incomodidad de algunos capitanes, la solicitud de los aposentadores, la industria y cuenta de los pagadores, las quejas de los pueblos, el rescatar de las boletas, las insolencias de los bisoños, las pendencias de los huéspedes, el pedir bagajes más de los necesarios; y finalmente, la necesidad, casi precisa, de hacer todo aquello que notaba y mal le parecía.

Habíase vestido Tomás de papagayo, renunciando los hábitos de estudiante, y púsose a lo de Dios es Cristo, como se suele decir. Los muchos libros que tenía, los redujo a unas horas de nuestra señora y un Garcilaso sin comento, que en las dos faldriqueras llevaba.

Llegaron más presto de lo que quisieran a Cartagena; porque la vida de los alojamientos es ancha y varia, y cada día se topan cosas nuevas y gustosas. Allí se embarcaron en cuatro galeras de Nápoles, y allí notó también Tomás Rodaja la extraña vida de aquellas marítimas casas, adonde lo más del tiempo maltratan las chinches, roban los forzados, enfadan los marineros, destruyen los ratones, y fatigan las maretas. Pusiéronle temor las grandes borrascas y tormentas, especialmente en el golfo de León, que tuvieron dos; que la una los echó en Córcega y la otra los volvió a Tolón en Francia. En fin, trasnochados, mojados y con ojeras llegaron a la hermosa y bellísima ciudad de Génova, y desembarcándose en su recogido Mandrache, después de haber visitado una iglesia, dio el capitán con todas sus camaradas en una hostería, donde pusieron en olvido todas las borrascas pasadas, con el presente gaudeamus.

Allí conocieron la suavidad del Treviano, el valor del Monte Frascón, la Ninerca del Asperino, la generosidad de los dos griegos Candia y Soma, la grandeza del de las cinco viñas, la dulzura y apacibilidad de la señora Guarnacha, la rusticidad de la Chéntola, sin que entre todos estos señores osase parecer la bajeza del Romanesco. Y habiendo hecho el huésped la reseña de tantos y tan diferentes vinos, se ofreció de hacer [a]parecer allí, sin usar de trapelía ni como pintados en mapa, sino real y verdaderamente, a Madrigal, Coca, Alaejos, y a la imperial más que real ciudad, recámara del dios de la risa; ofreció a Esquivias, a Alanís, a Cazalla, Guadalcanal y la Membrilla, sin que se le olvidase de Ribadavia y de Descargamaría. Finalmente, más vinos nombró el huésped, y más les dio que pudo tener en sus bodegas el mismo Baco.

Admiráronle también al buen Tomás los rubios cabellos de las genovesas, y la gentileza y gallarda disposición de los hombres, la admirable belleza de la ciudad, que en aquellas peñas parece que tiene las casas engastadas, como diamantes en oro.

Otro día se desembarcaron todas las compañías que habían de ir al Piamonte, pero no quiso Tomás hacer este viaje, sino irse desde allí por tierra a Roma y a Nápoles, como lo hizo; quedando de volver por la gran Venecia, y por Loreto a Milán y al Piamonte, donde dijo don Diego de Valdivia que le hallaría si ya no los hubiesen llevado a Flandes, según se decía. Despidióse Tomás del capitán de allí a dos días, y en cinco llego a Florencia, habiendo visto primero a Luca, ciudad pequeña pero muy bien hecha, y en la que mejor que en otras partes de Italia son bien vistos y agasajados los españoles.

Contentóle Florencia en extremo, así por su agradable asiento como por su limpieza, sumptuosos edificios, fresco río y apacibles calles. Estuvo en ella cuatro días y luego se partió a Roma, reina de las ciudades y señora del mundo. Visitó sus templos, adoró sus reliquias y admiró su grandeza. Y así como por las uñas del león se viene en conocimiento de su grandeza y ferocidad, así él sacó la de Roma por sus despedazados mármoles, medias y enteras estatuas, por sus rotos arcos y derribadas termas; por sus magníficos pórticos y anphiteatros grandes; por su famoso y santo río que siempre llena sus márgenes de agua y las beatifica con las infinitas reliquias de cuerpos de mártires que en ellas tuvieron sepultura; por sus puentes, que parece que se están mirando unas a otras; y por sus calles que con sólo el nombre cobran autoridad sobre todas las de las otras ciudades del mundo: la vía Apia, la Flaminia, la Julia, con otras deste jaez. Pues no le admiraba menos la división de sus montes dentro de sí misma: el Celio, el Quirinal, y el Vaticano, con los otros cuatro, cuyos nombres manifiestan la grandeza y majestad romana.

Notó también la autoridad del Colegio de los Cardenales, la majestad del sumo pontífice, el concurso y variedad de gentes y naciones. Todo lo miró y notó y puso en su punto. Y habiendo andado la estación de las siete iglesias y confesádose con un penitenciario y besado el pie a su Santidad, lleno de agnusdeis y cuentas determinó irse a Nápoles; y por ser tiempo de mutación, malo y dañoso para todos los que en él entran o salen de Roma, como hayan caminado por tierra, se fue por mar a Nápoles, donde a la admiración que traía de haber visto a Roma, añadió la que le causó ver a Nápoles, ciudad a su parecer y al de todos cuantos la han visto, la mejor de Europa, y aun de todo el mundo.

Desde allí se fue a Sicilia y vio a Palermo y después a Micina. De Palermo le pareció bien el asiento y belleza; y de Micina el puerto, y de toda la isla la abundancia, por quien propiamente y con verdad es llamada granero de Italia. Volvióse a Nápoles, y a Roma, y de allí fue a nuestra señora de Loreto, en cuyo santo templo no vio paredes ni murallas, porque todas estaban cubiertas de muletas, de mortajas, de cadenas, de grillos, de esposas, de cabelleras, de medios bultos de cera, y de pinturas y retablos, que daban manifiesto indicio de las i[n]numerables mercedes, que muchos habían recebido de la mano de Dios, por intercesión de su divina madre, que aquella sacrosanta imagen suya quiso engrandecer y autorizar con muchedumbre de milagros, en recompensa de la devoción que le tienen aquellos que con semejantes doseles tienen adornados los muros de su casa. Vio el mismo aposento y estancia, donde se relató la más alta embajada, y de más importancia que vieron y no entendieron todos los cielos y todos los ángeles y todos los moradores de las moradas sempiternas.

Desde allí, embarcándose en Ancona, fue a Venecia, ciudad que a no haber nacido Colón en el mundo, no tuviera en él semejante; merced al cielo y al gran Hernando Cortés, que conquistó la gran Méjico, para que la gran Venecia tuviese en alguna manera quien se le opusiese. Estas dos famosas ciudades se parecen en las calles, que son todas de agua: la de Europa, admiración del mundo antiguo; la de América, espanto del mundo nuevo. Parecióle que su riqueza era infinita, su gobierno prudente, su sitio inexpugnable, su abundancia mucha, sus contornos alegres; y finalmente, toda ella en sí y en sus partes, digna de la fama que de su valor, por todas las partes del orbe, se extiende, dando causa de acreditar más esta verdad, la máquina de su famoso arsenal, que es el lugar donde se fabrican las galeras, con otros bajeles, que no tienen número. Por poco fueron los de Calipso los regalos y pasatiempos que halló nuestro curioso en Venecia, pues casi le hacían olvidar de su primer intento. Pero habiendo estado un mes en ella, por Ferrara, Parma y Plasencia volvió a Milán, oficina de Vulcano, ojeriza del reino de Francia, ciudad, en fin, de quien se dice que puede decir y hacer, haciéndola magnífica la grandeza suya y de su templo, y su maravillosa abundancia de todas las cosas a la vida humana necesarias.

Desde allí se fue a Aste, y llegó a tiempo que otro día marchaba el tercio a Flandes. Fue muy bien recebido de su amigo el capitán, y en su compañía y camarada pasó a Flandes, y llegó a Amberes, ciudad no menos para maravillar que las que había visto en Italia. Vio a Gante y a Bruselas, y vio que todo el país se disponía a tomar las armas, para salir en campaña el verano siguiente.

Y habiendo cumplido con el deseo que le movió a ver lo que había visto, determinó volverse a España y a Salamanca a acabar sus estudios. Y como lo pensó lo puso por obra, con pesar grandísimo de su camarada, que le rogó al tiempo del despedirse [que] le avisase de su salud, llegada, y suceso. Prometióselo ansí como lo pedía y, por Francia, volvió a España sin haber visto a París, por estar puesto en armas. En fin, llegó a Salamanca, donde fue bien recebido de sus amigos; y con la comodidad que ellos le hicieron, prosiguió sus estudios hasta graduarse de licenciado en leyes.

Sucedió que en este tiempo llegó a aquella ciudad una dama de todo rumbo y manejo. Acudieron luego a la añagaza y reclamo todos los pájaros del lugar, sin quedar vademécum que no la visitase. Dijéronle a Tomás que aquella dama decía que había estado en Italia y en Flandes, y por ver si la conocía, fue a visitarla, de cuya visita y vista quedó ella enamorada de Tomás. Y él sin echar de ver en ello, si no era por fuerza y llevado de otros, no quería entrar en su casa. Finalmente, ella le descubrió su voluntad y le ofreció su hacienda. Pero como él atendía más a sus libros que a otros pasatiempos, en ninguna manera respondía al gusto de la señora. La cual, viéndose desdeñada y a su parecer aborrecida, y que por medios ordinarios y comunes no podía conquistar la roca de la voluntad de Tomás, acordó de buscar otros modos, a su parecer más eficaces, y bastantes, para salir con el cumplimiento de sus deseos.

Y así, aconsejada de una morisca, en un membrillo toledano dio a Tomás uno destos que llaman hechizos, creyendo que le daba cosa que le forzase la voluntad a quererla, como si hubiese en el mundo hierbas, encantos, ni palabras, suficientes a forzar el libre albedrío; y así las que dan estas bebidas o comidas amatorias se llaman veneficios porque no es otra cosa lo que hacen, sino dar veneno a quien las toma, como lo tiene mostrado la experiencia en muchas y diversas ocasiones.

Comió en tan mal punto Tomás el membrillo, que al momento comenzó a herir de pie y de mano, como si tuviera alferecía. Y sin volver en sí estuvo muchas horas, al cabo de las cuales volvió como atontado y dijo con lengua turbada y tartamuda que un membrillo que había comido le había muerto, y declaró quién se le había dado. La justicia, que tuvo noticia del caso, fue a buscar [a] la malhechora; pero ya ella viendo el mal suceso, se había puesto en cobro y no [a]pareció jamás.

Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener turbados todos los sentidos. Y aunque le hicieron los remedios posibles, sólo le sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no de lo del entendimiento; porque quedó sano, y loco de la más extraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto. Imaginóse el desdichado que era todo hecho de vidrio, y con esta imaginación cuando alguno se llegaba a él, daba terribles voces pidiendo y suplicando con palabras y razones concertadas, que no se le acercasen porque le quebrarían, que real y verdaderamente él no era como los otros hombres, que todo era de vidrio de pies a cabeza.

Para sacarle desta extraña imaginación, muchos, sin atender a sus voces y rogativas, arremetieron a él, y le abrazaron, diciéndole que advirtiese y mirase cómo no se quebraba. Pero lo que se granjeaba en esto era, que el pobre se echaba en el suelo, dando mil gritos, y luego le tomaba un desmayo, del cual no volvía en sí en cuatro horas; y cuando volvía, era renovando las plegarias y rogativas, de que otra vez no le llegasen. Decía que le hablasen desde lejos y le preguntasen lo que quisiesen, porque a todo les respondería con más entendimiento por ser hombre de vidrio, y no de carne, que el vidrio, por ser de materia sutil y delicada, obraba por ella el alma con más promptitud y eficacia, que no por la del cuerpo pesada y terrestre.

Quisieron algunos experimentar si era verdad lo que decía. Y así, le preguntaron muchas y difíciles cosas, a las cuales respondió espontáneamente con grandísima agudeza de ingenio; cosa que causó admiración a los más letrados de la universidad, y a los profesores de la medicina, y filosofía, viendo que en un sujeto donde se contenía tan extraordinaria locura, como era el pensar que fuese de vidrio, se encerrase tan grande entendimiento que respondiese a toda pregunta con propiedad y agudeza.

Pidió Tomás [que] le diesen alguna funda donde pusiese aquel vaso quebradizo de su cuerpo, porque al vestirse algún vestido estrecho no se quebrase. Y así le dieron una ropa parda y una camisa muy ancha, que él se vistió con mucho tiento, y se ciñó con una cuerda de algodón. No quiso calzarse zapatos en ninguna manera, y el orden que tuvo para que le diesen de comer, sin que a él llegasen, fue poner en la punta de una vara una vasera de orinal en la cual le ponían alguna cosa de fruta de las que la sazón del tiempo ofrecía. Carne ni pescado no lo quería; no bebía sino en fuente o en río, y esto con las manos. Cuando andaba por las calles, iba por la mitad dellas, mirando a los tejados, temeroso no le cayese alguna teja encima, y le quebrase. Los veranos dormía en el campo al cielo abierto, y los inviernos se metía en algún mesón, y en el pajar se enterraba hasta la garganta, diciendo que aquélla era la más propia y más segura cama que podían tener los hombres de vidrio.

Cuando tronaba, temblaba como un azogado y se salía al campo y no entraba en poblado hasta haber pasado la tempestad. Tuviéronle encerrado sus amigos mucho tiempo; pero viendo que su desgracia pasaba adelante, determinaron de conde[s]cender con lo que él les pedía, que era le dejasen andar libre, y así le dejaron, y él salió por la ciudad, causando admiración y lástima a todos los que le conocían. Cercáronle luego los muchachos. Pero él con la vara los detenía, y les rogaba le hablasen apartados porque no se quebrase, que por ser hombre de vidrio era muy tierno y quebradizo. Los muchachos, que son la más traviesa generación del mundo, a despecho de sus ruegos y voces, le comenzaron a tirar trapos, y aun piedras por ver si era de vidrio, como él decía. Pero él daba tantas voces y hacía tales extremos que movía a los hombres a que riñesen y castigasen a los muchachos, porque no le tirasen. Mas un día que le fatigaron mucho, se volvió a ellos diciendo:

–¿Qué me queréis, muchachos? porfiados como moscas, sucios como chinches, atrevidos como pulgas. ¿Soy yo por ventura el monte Testacho de Roma, para que me tiréis tantos tiestos y tejas?

Por oírle reñir y responder a todos, le seguían siempre muchos, y los muchachos tomaron, y tuvieron por mejor partido, antes oílle que tiralle.

Pasando, pues, una vez por la ropería de Salamanca, le dijo una ropera:

–En mi ánima, señor licenciado, que me pesa de su desgracia; pero ¿qué haré que no puedo llorar?

Él se volvió a ella, y muy mesurado le dijo:

–Filiae Hierusalem plorate super vos, & super filios vestros. Entendió el marido de la ropera la malicia del dicho y díjole:

–Hermano licenciado Vidriera (que así decía él que se llamaba), más tenéis de bellaco que de loco.

–No se me da un ardite –respondió él– como no tenga nada de necio.

Pasando un día por la casa llana y venta común, vio que estaban a la puerta della muchas de sus moradoras, y dijo que eran bagajes del ejército de satanás, que estaban alojados en el mesón del infierno.

Preguntóle uno, que qué consejo o consuelo daría a un amigo suyo que estaba muy triste, porque su mujer se la había ido con otro.

A lo cual respondió:

–Dile que dé gracias a Dios por haber permitido [que] le llevasen de casa a su enemigo.

–Luego ¿no irá a buscarla? –dijo el otro.

–¡Ni por pienso! –replicó Vidriera– porque sería el hallarla, hallar un perpetuo y verdadero testigo de su deshonra.

–Ya que eso sea así –dijo el mismo– ¿qué haré yo para tener paz con mi mujer?

Respondióle:

–Dale lo que hubiere menester. Déjale que mande a todos los de su casa, pero no sufras que ella te mande a ti.

Díjole un muchacho:

–Señor licenciado Vidriera, yo me quiero desgarrar de mi padre, porque me azota muchas veces.

Y respondióle:

–Advierte, niño, que los azotes que los padres dan a los hijos honran; y los del verdugo afrentan.

Estando a la puerta de una iglesia, vio que entraba en ella un labrador de los que siempre blasonan de cristianos viejos y detrás dél venía uno que no estaba en tan buena opinión como el primero. Y el licenciado dio grandes voces al labrador, diciendo:

–Esperad, domingo, a que pase el sábado.

De los maestros de escuela decía que eran dichosos, pues trataban siempre con ángeles; y que fueran dichosísimos si los angelitos no fueran mocosos.

Otro le preguntó que qué le parecía de las alcahuetas. Respondió, que no lo eran las apartadas, sino las vecinas.

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Primera parte de "El licenciado Vidriera", de Las Novelas ejemplares. Erster Teil von "El licenciado Vidriera", aus Las Novelas ejemplares. First part of "El licenciado Vidriera", from Las Novelas ejemplares. Prima parte di "El licenciado Vidriera", da Las Novelas ejemplares. Primeira parte de "El licenciado Vidriera", de Las Novelas ejemplares.

Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas de Tormes hallaron en ellas, debajo de un árbol durmiendo, a un muchacho de hasta edad de once años, vestido como labrador. ||||||banks|||||||||||||||||||||| Mandaron a un criado que le despertase. Despertó, y preguntáronle de adónde era y qué hacía durmiendo en aquella soledad. ||||where to|||||||| A lo cual el muchacho respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado, y que iba a la ciudad de Salamanca a buscar un amo a quien servir, por sólo que le diese estudio. Preguntáronle si sabía leer; respondió que sí, y escribir también.

–Desa manera –dijo uno de los caballeros– no es por falta de memoria habérsete olvidado el nombre de tu patria.

–Sea por lo que fuere –respondió el muchacho–, que ni el della ni del de mis padres sabrá ninguno hasta que yo pueda honrarlos a ellos y a ella.

–Pues ¿de qué suerte los piensas honrar? –preguntó el otro caballero.

–Con mis estudios –respondió el muchacho–, siendo famoso por ellos. Porque yo he oído decir que de los hombres se hacen los obispos.

Esta respuesta movió a los dos caballeros a que le recibiesen y llevasen consigo, como lo hicieron, dándole estudio, de la manera que se usa dar, en aquella universidad a los criados que sirven. Dijo el muchacho que se llamaba Tomás Rodaja, de donde infirieron sus amos, por el nombre y por el vestido, que debía de ser hijo de algún labrador pobre. |||||||Rodaja|||they inferred|||||||||||||||||| A pocos días le vistieron de negro, y a pocas semanas dio Tomás muestras de tener raro ingenio, sirviendo a sus amos con tanta fidelidad, puntualidad y diligencia, que con no faltar un punto a sus estudios, parecía que sólo se ocupaba en servirlos. Y como el buen servir del siervo mueve la voluntad del señor a tratarle bien, ya Tomás Rodaja no era criado de sus amos, sino su compañero. ||||||servant|||||||||||||||||||| Finalmente, en ocho años que estuvo con ellos, se hizo tan famoso en la universidad, por su buen ingenio y notable habilidad que de todo género de gentes era estimado y querido.

Su principal estudio fue de leyes; pero en lo que más se mostraba era en letras humanas; y tenía tan felice memoria que era cosa de espanto; e ilustrábala tanto con su buen entendimiento que no era menos famoso por él que por ella.

Sucedió, que se llegó el tiempo que sus amos acabaron sus estudios y se fueron a su lugar, que era una de las mejores ciudades de la Andalucía. Lleváronse consigo a Tomás, y estuvo con ellos algunos días. They took||||||||| Pero como le fatigasen los deseos de volver a sus estudios y a Salamanca (que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado), pidió a sus amos licencia para volverse. |||||||||||||||enchants||||||||||||||||||||||masters||| Ellos corteses y liberales se la dieron, acomodándole de suerte que con lo que le dieron se pudiera sustentar tres años.

Despidióse dellos mostrando en sus palabras su agradecimiento, y salió de Málaga (que ésta era la patria de sus señores). Y, al bajar de la cuesta de la Zambra, camino de Antequera, se topó con un gentilhombre a caballo, vestido bizarramente de camino con dos criados también a caballo. Juntóse con él y supo como llevaba su mismo viaje. Hicieron camarada, departieron de diversas cosas, y a pocos lances dio Tomás muestras de su raro ingenio; y el caballero las dio de su bizarría y cortesano trato. Y dijo que era capitán de infantería por su majestad, y que su alférez estaba haciendo la compañía en tierra de Salamanca. Alabó la vida de la soldadesca; pintóle muy al vivo la belleza de la ciudad de Nápoles, las holguras de Palermo, la abundancia de Milán, los festines de Lombardía, las espléndidas comidas de las hosterías; dibujóle dulce y puntualmente el Aconcha patrón, pasa acá Manigoldo, venga la macarela, li polastri, e li macarroni. ||||||||||||||||||leisure|||||||||||||||||||||||||||||mackerel||||| Puso las alabanzas en el cielo de la vida libre del soldado, y de la libertad de Italia. ||praises||||||||||||||| Pero no le dijo nada del frío de las centinelas, del peligro de los asaltos, del espanto de las batallas, de la hambre, de los cercos, de la ruina de las minas, con otras cosas deste jaez que algunos las toman y tienen por añadiduras del peso de la soldadesca, y son la carga principal della. ||||||||||||||assaults||||||||||||||||||||||||||||||additions||||||||||| En resolución, tantas cosas le dijo y tan bien dichas que la discreción de nuestro Tomás Rodaja comenzó a titubear, y la voluntad a aficionarse a aquella vida que tan cerca tiene la muerte. |||||||||||||||||||to hesitate|||||to become fond|||||||||

El capitán, que don Diego de Valdivia se llamaba, contentísimo de la buena presencia, ingenio y desenvoltura de Tomás, le rogó que se fuese con él a Italia, si quería por curiosidad de verla; que él le ofrecía su mesa, y aun si fuese necesario, su bandera, porque su alférez la había de dejar presto. Poco fue menester, para que Tomás tuviese el envite, haciendo consigo en un instante un breve discurso, de que sería bueno ver a Italia y Flandes, y otras diversas tierras y países; pues las luengas peregrinaciones hacen a los hombres discretos; y que en esto a lo más largo podía gastar tres o cuatro años, que añadidos a los pocos que él tenía, no serían tantos que impidiesen volver a sus estudios. ||||||||challenge||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| Y como si todo hubiera de suceder a la medida de su gusto, dijo al capitán que era contento de irse con él a Italia; pero había de ser condición, que no se había de sentar debajo de bandera ni poder en lista de soldado, por no obligarse a seguir su bandera. |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||to be obligated|||| Y aunque el capitán le dijo que no importaba ponerse en lista, que ansí gozaría de los socorros y pagas que a la compañía se diesen, porque él le daría licencia todas las veces que se la pidiese.

–Eso sería –dijo Tomás– ir contra mi conciencia y contra la del señor capitán. Y así, más quiero ir suelto que obligado.

–Conciencia tan escrupulosa –dijo don Diego– más es de religioso que de soldado. Pero como quiera que sea, ya somos camaradas.

Llegaron aquella noche a Antequera, y en pocos días y grandes jornadas se pusieron donde estaba la compañía, ya acabada de hacer, y que comenzaba a marchar la vuelta de Cartagena, alojándose, ellas y otras cuatro, por los lugares que le venían a mano. Allí notó Tomás la autoridad de los comisarios, la incomodidad de algunos capitanes, la solicitud de los aposentadores, la industria y cuenta de los pagadores, las quejas de los pueblos, el rescatar de las boletas, las insolencias de los bisoños, las pendencias de los huéspedes, el pedir bagajes más de los necesarios; y finalmente, la necesidad, casi precisa, de hacer todo aquello que notaba y mal le parecía. |||||||||||||||||quartermasters||||||||||||||||||||||rookies||||||||luggage||||||||||||||||||||

Habíase vestido Tomás de papagayo, renunciando los hábitos de estudiante, y púsose a lo de Dios es Cristo, como se suele decir. ||||parrot||||||||||||||||| Los muchos libros que tenía, los redujo a unas horas de nuestra señora y un Garcilaso sin comento, que en las dos faldriqueras llevaba. ||||||||||||||||||||||pockets|

Llegaron más presto de lo que quisieran a Cartagena; porque la vida de los alojamientos es ancha y varia, y cada día se topan cosas nuevas y gustosas. |||||||||||||||||||||||encounter|||| Allí se embarcaron en cuatro galeras de Nápoles, y allí notó también Tomás Rodaja la extraña vida de aquellas marítimas casas, adonde lo más del tiempo maltratan las chinches, roban los forzados, enfadan los marineros, destruyen los ratones, y fatigan las maretas. |||||||||||||Rodaja|||||||||||||||bedbugs|||||||||||||mosquitoes Pusiéronle temor las grandes borrascas y tormentas, especialmente en el golfo de León, que tuvieron dos; que la una los echó en Córcega y la otra los volvió a Tolón en Francia. ||||storms||||||||||||||||||||||||||| En fin, trasnochados, mojados y con ojeras llegaron a la hermosa y bellísima ciudad de Génova, y desembarcándose en su recogido Mandrache, después de haber visitado una iglesia, dio el capitán con todas sus camaradas en una hostería, donde pusieron en olvido todas las borrascas pasadas, con el presente gaudeamus. ||sleep-deprived|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||celebration

Allí conocieron la suavidad del Treviano, el valor del Monte Frascón, la Ninerca del Asperino, la generosidad de los dos griegos Candia y Soma, la grandeza del de las cinco viñas, la dulzura y apacibilidad de la señora Guarnacha, la rusticidad de la Chéntola, sin que entre todos estos señores osase parecer la bajeza del Romanesco. Y habiendo hecho el huésped la reseña de tantos y tan diferentes vinos, se ofreció de hacer [a]parecer allí, sin usar de trapelía ni como pintados en mapa, sino real y verdaderamente, a Madrigal, Coca, Alaejos, y a la imperial más que real ciudad, recámara del dios de la risa; ofreció a Esquivias, a Alanís, a Cazalla, Guadalcanal y la Membrilla, sin que se le olvidase de Ribadavia y de Descargamaría. |||||||||||||||||||||||trickery|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| Finalmente, más vinos nombró el huésped, y más les dio que pudo tener en sus bodegas el mismo Baco. ||||||||||||||||the||

Admiráronle también al buen Tomás los rubios cabellos de las genovesas, y la gentileza y gallarda disposición de los hombres, la admirable belleza de la ciudad, que en aquellas peñas parece que tiene las casas engastadas, como diamantes en oro. ||||||||||Genoese women|||||||||||||||||||||||||||||

Otro día se desembarcaron todas las compañías que habían de ir al Piamonte, pero no quiso Tomás hacer este viaje, sino irse desde allí por tierra a Roma y a Nápoles, como lo hizo; quedando de volver por la gran Venecia, y por Loreto a Milán y al Piamonte, donde dijo don Diego de Valdivia que le hallaría si ya no los hubiesen llevado a Flandes, según se decía. Despidióse Tomás del capitán de allí a dos días, y en cinco llego a Florencia, habiendo visto primero a Luca, ciudad pequeña pero muy bien hecha, y en la que mejor que en otras partes de Italia son bien vistos y agasajados los españoles. |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||welcomed||

Contentóle Florencia en extremo, así por su agradable asiento como por su limpieza, sumptuosos edificios, fresco río y apacibles calles. Estuvo en ella cuatro días y luego se partió a Roma, reina de las ciudades y señora del mundo. Visitó sus templos, adoró sus reliquias y admiró su grandeza. Y así como por las uñas del león se viene en conocimiento de su grandeza y ferocidad, así él sacó la de Roma por sus despedazados mármoles, medias y enteras estatuas, por sus rotos arcos y derribadas termas; por sus magníficos pórticos y anphiteatros grandes; por su famoso y santo río que siempre llena sus márgenes de agua y las beatifica con las infinitas reliquias de cuerpos de mártires que en ellas tuvieron sepultura; por sus puentes, que parece que se están mirando unas a otras; y por sus calles que con sólo el nombre cobran autoridad sobre todas las de las otras ciudades del mundo: la vía Apia, la Flaminia, la Julia, con otras deste jaez. ||||||||||||||||||||||||||marbles|||||||||||thermae||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| Pues no le admiraba menos la división de sus montes dentro de sí misma: el Celio, el Quirinal, y el Vaticano, con los otros cuatro, cuyos nombres manifiestan la grandeza y majestad romana.

Notó también la autoridad del Colegio de los Cardenales, la majestad del sumo pontífice, el concurso y variedad de gentes y naciones. Todo lo miró y notó y puso en su punto. Y habiendo andado la estación de las siete iglesias y confesádose con un penitenciario y besado el pie a su Santidad, lleno de agnusdeis y cuentas determinó irse a Nápoles; y por ser tiempo de mutación, malo y dañoso para todos los que en él entran o salen de Roma, como hayan caminado por tierra, se fue por mar a Nápoles, donde a la admiración que traía de haber visto a Roma, añadió la que le causó ver a Nápoles, ciudad a su parecer y al de todos cuantos la han visto, la mejor de Europa, y aun de todo el mundo. |||||||||||||||||||||||Agnus Dei|||||||||||||||harmful|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Desde allí se fue a Sicilia y vio a Palermo y después a Micina. De Palermo le pareció bien el asiento y belleza; y de Micina el puerto, y de toda la isla la abundancia, por quien propiamente y con verdad es llamada granero de Italia. Volvióse a Nápoles, y a Roma, y de allí fue a nuestra señora de Loreto, en cuyo santo templo no vio paredes ni murallas, porque todas estaban cubiertas de muletas, de mortajas, de cadenas, de grillos, de esposas, de cabelleras, de medios bultos de cera, y de pinturas y retablos, que daban manifiesto indicio de las i[n]numerables mercedes, que muchos habían recebido de la mano de Dios, por intercesión de su divina madre, que aquella sacrosanta imagen suya quiso engrandecer y autorizar con muchedumbre de milagros, en recompensa de la devoción que le tienen aquellos que con semejantes doseles tienen adornados los muros de su casa. |||||||||||||||||||||||||||||||burials||||||||||||||||||altarpieces|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| Vio el mismo aposento y estancia, donde se relató la más alta embajada, y de más importancia que vieron y no entendieron todos los cielos y todos los ángeles y todos los moradores de las moradas sempiternas. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||eternal

Desde allí, embarcándose en Ancona, fue a Venecia, ciudad que a no haber nacido Colón en el mundo, no tuviera en él semejante; merced al cielo y al gran Hernando Cortés, que conquistó la gran Méjico, para que la gran Venecia tuviese en alguna manera quien se le opusiese. Estas dos famosas ciudades se parecen en las calles, que son todas de agua: la de Europa, admiración del mundo antiguo; la de América, espanto del mundo nuevo. Parecióle que su riqueza era infinita, su gobierno prudente, su sitio inexpugnable, su abundancia mucha, sus contornos alegres; y finalmente, toda ella en sí y en sus partes, digna de la fama que de su valor, por todas las partes del orbe, se extiende, dando causa de acreditar más esta verdad, la máquina de su famoso arsenal, que es el lugar donde se fabrican las galeras, con otros bajeles, que no tienen número. |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||galleys||||||| Por poco fueron los de Calipso los regalos y pasatiempos que halló nuestro curioso en Venecia, pues casi le hacían olvidar de su primer intento. Pero habiendo estado un mes en ella, por Ferrara, Parma y Plasencia volvió a Milán, oficina de Vulcano, ojeriza del reino de Francia, ciudad, en fin, de quien se dice que puede decir y hacer, haciéndola magnífica la grandeza suya y de su templo, y su maravillosa abundancia de todas las cosas a la vida humana necesarias. |||||||||||||||||Vulcan|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Desde allí se fue a Aste, y llegó a tiempo que otro día marchaba el tercio a Flandes. Fue muy bien recebido de su amigo el capitán, y en su compañía y camarada pasó a Flandes, y llegó a Amberes, ciudad no menos para maravillar que las que había visto en Italia. Vio a Gante y a Bruselas, y vio que todo el país se disponía a tomar las armas, para salir en campaña el verano siguiente.

Y habiendo cumplido con el deseo que le movió a ver lo que había visto, determinó volverse a España y a Salamanca a acabar sus estudios. Y como lo pensó lo puso por obra, con pesar grandísimo de su camarada, que le rogó al tiempo del despedirse [que] le avisase de su salud, llegada, y suceso. Prometióselo ansí como lo pedía y, por Francia, volvió a España sin haber visto a París, por estar puesto en armas. En fin, llegó a Salamanca, donde fue bien recebido de sus amigos; y con la comodidad que ellos le hicieron, prosiguió sus estudios hasta graduarse de licenciado en leyes. ||||||||||||||||||||||||to graduate||||

Sucedió que en este tiempo llegó a aquella ciudad una dama de todo rumbo y manejo. |||||||||||||de todo tipo||manner and style Acudieron luego a la añagaza y reclamo todos los pájaros del lugar, sin quedar vademécum que no la visitase. ||||trap||||||||||guidebook|||| Dijéronle a Tomás que aquella dama decía que había estado en Italia y en Flandes, y por ver si la conocía, fue a visitarla, de cuya visita y vista quedó ella enamorada de Tomás. Y él sin echar de ver en ello, si no era por fuerza y llevado de otros, no quería entrar en su casa. Finalmente, ella le descubrió su voluntad y le ofreció su hacienda. Pero como él atendía más a sus libros que a otros pasatiempos, en ninguna manera respondía al gusto de la señora. La cual, viéndose desdeñada y a su parecer aborrecida, y que por medios ordinarios y comunes no podía conquistar la roca de la voluntad de Tomás, acordó de buscar otros modos, a su parecer más eficaces, y bastantes, para salir con el cumplimiento de sus deseos. ||||||||||||||||||||rock|||||||||||||||||||||||||

Y así, aconsejada de una morisca, en un membrillo toledano dio a Tomás uno destos que llaman hechizos, creyendo que le daba cosa que le forzase la voluntad a quererla, como si hubiese en el mundo hierbas, encantos, ni palabras, suficientes a forzar el libre albedrío; y así las que dan estas bebidas o comidas amatorias se llaman veneficios porque no es otra cosa lo que hacen, sino dar veneno a quien las toma, como lo tiene mostrado la experiencia en muchas y diversas ocasiones. |||||Moorish woman|||quince||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||poisons||||||||||||||||||||||||||

Comió en tan mal punto Tomás el membrillo, que al momento comenzó a herir de pie y de mano, como si tuviera alferecía. |||||||quinceañera|||||||||||||||fever Y sin volver en sí estuvo muchas horas, al cabo de las cuales volvió como atontado y dijo con lengua turbada y tartamuda que un membrillo que había comido le había muerto, y declaró quién se le había dado. ||||||||||||||||||||||stuttering|||||||||||declared||||| La justicia, que tuvo noticia del caso, fue a buscar [a] la malhechora; pero ya ella viendo el mal suceso, se había puesto en cobro y no [a]pareció jamás.

Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener turbados todos los sentidos. Y aunque le hicieron los remedios posibles, sólo le sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no de lo del entendimiento; porque quedó sano, y loco de la más extraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto. Imaginóse el desdichado que era todo hecho de vidrio, y con esta imaginación cuando alguno se llegaba a él, daba terribles voces pidiendo y suplicando con palabras y razones concertadas, que no se le acercasen porque le quebrarían, que real y verdaderamente él no era como los otros hombres, que todo era de vidrio de pies a cabeza.

Para sacarle desta extraña imaginación, muchos, sin atender a sus voces y rogativas, arremetieron a él, y le abrazaron, diciéndole que advirtiese y mirase cómo no se quebraba. Pero lo que se granjeaba en esto era, que el pobre se echaba en el suelo, dando mil gritos, y luego le tomaba un desmayo, del cual no volvía en sí en cuatro horas; y cuando volvía, era renovando las plegarias y rogativas, de que otra vez no le llegasen. Decía que le hablasen desde lejos y le preguntasen lo que quisiesen, porque a todo les respondería con más entendimiento por ser hombre de vidrio, y no de carne, que el vidrio, por ser de materia sutil y delicada, obraba por ella el alma con más promptitud y eficacia, que no por la del cuerpo pesada y terrestre.

Quisieron algunos experimentar si era verdad lo que decía. Y así, le preguntaron muchas y difíciles cosas, a las cuales respondió espontáneamente con grandísima agudeza de ingenio; cosa que causó admiración a los más letrados de la universidad, y a los profesores de la medicina, y filosofía, viendo que en un sujeto donde se contenía tan extraordinaria locura, como era el pensar que fuese de vidrio, se encerrase tan grande entendimiento que respondiese a toda pregunta con propiedad y agudeza.

Pidió Tomás [que] le diesen alguna funda donde pusiese aquel vaso quebradizo de su cuerpo, porque al vestirse algún vestido estrecho no se quebrase. |||||||||||||||||||||||break Y así le dieron una ropa parda y una camisa muy ancha, que él se vistió con mucho tiento, y se ciñó con una cuerda de algodón. No quiso calzarse zapatos en ninguna manera, y el orden que tuvo para que le diesen de comer, sin que a él llegasen, fue poner en la punta de una vara una vasera de orinal en la cual le ponían alguna cosa de fruta de las que la sazón del tiempo ofrecía. ||||||||||||||||||||||||||||||||bowl||||||||||||||||season||| Carne ni pescado no lo quería; no bebía sino en fuente o en río, y esto con las manos. Cuando andaba por las calles, iba por la mitad dellas, mirando a los tejados, temeroso no le cayese alguna teja encima, y le quebrase. Los veranos dormía en el campo al cielo abierto, y los inviernos se metía en algún mesón, y en el pajar se enterraba hasta la garganta, diciendo que aquélla era la más propia y más segura cama que podían tener los hombres de vidrio.

Cuando tronaba, temblaba como un azogado y se salía al campo y no entraba en poblado hasta haber pasado la tempestad. |||||madman||||||||||||||| Tuviéronle encerrado sus amigos mucho tiempo; pero viendo que su desgracia pasaba adelante, determinaron de conde[s]cender con lo que él les pedía, que era le dejasen andar libre, y así le dejaron, y él salió por la ciudad, causando admiración y lástima a todos los que le conocían. Cercáronle luego los muchachos. Pero él con la vara los detenía, y les rogaba le hablasen apartados porque no se quebrase, que por ser hombre de vidrio era muy tierno y quebradizo. Los muchachos, que son la más traviesa generación del mundo, a despecho de sus ruegos y voces, le comenzaron a tirar trapos, y aun piedras por ver si era de vidrio, como él decía. Pero él daba tantas voces y hacía tales extremos que movía a los hombres a que riñesen y castigasen a los muchachos, porque no le tirasen. Mas un día que le fatigaron mucho, se volvió a ellos diciendo:

–¿Qué me queréis, muchachos? porfiados como moscas, sucios como chinches, atrevidos como pulgas. |||||bedbugs||| ¿Soy yo por ventura el monte Testacho de Roma, para que me tiréis tantos tiestos y tejas?

Por oírle reñir y responder a todos, le seguían siempre muchos, y los muchachos tomaron, y tuvieron por mejor partido, antes oílle que tiralle. |||||||||||||||||||||hear you||throw him

Pasando, pues, una vez por la ropería de Salamanca, le dijo una ropera:

–En mi ánima, señor licenciado, que me pesa de su desgracia; pero ¿qué haré que no puedo llorar?

Él se volvió a ella, y muy mesurado le dijo: |||||||measured||

–Filiae Hierusalem plorate super vos, & super filios vestros. ||weep||||sons| Entendió el marido de la ropera la malicia del dicho y díjole: |||||swordfighter||||||

–Hermano licenciado Vidriera (que así decía él que se llamaba), más tenéis de bellaco que de loco. |||||||||||||rascal|||

–No se me da un ardite –respondió él– como no tenga nada de necio. |||||bit of sense||||||||

Pasando un día por la casa llana y venta común, vio que estaban a la puerta della muchas de sus moradoras, y dijo que eran bagajes del ejército de satanás, que estaban alojados en el mesón del infierno. ||||||||||||||||||||inhabitants|||||baggage|||||||lodged|||||

Preguntóle uno, que qué consejo o consuelo daría a un amigo suyo que estaba muy triste, porque su mujer se la había ido con otro.

A lo cual respondió:

–Dile que dé gracias a Dios por haber permitido [que] le llevasen de casa a su enemigo.

–Luego ¿no irá a buscarla? –dijo el otro.

–¡Ni por pienso! –replicó Vidriera– porque sería el hallarla, hallar un perpetuo y verdadero testigo de su deshonra.

–Ya que eso sea así –dijo el mismo– ¿qué haré yo para tener paz con mi mujer?

Respondióle:

–Dale lo que hubiere menester. Déjale que mande a todos los de su casa, pero no sufras que ella te mande a ti.

Díjole un muchacho:

–Señor licenciado Vidriera, yo me quiero desgarrar de mi padre, porque me azota muchas veces. ||||||tear away||||||||

Y respondióle:

–Advierte, niño, que los azotes que los padres dan a los hijos honran; y los del verdugo afrentan. |||||||||||||||||dishonor

Estando a la puerta de una iglesia, vio que entraba en ella un labrador de los que siempre blasonan de cristianos viejos y detrás dél venía uno que no estaba en tan buena opinión como el primero. ||||||||||||||||||boast|||||||||||||||||| Y el licenciado dio grandes voces al labrador, diciendo:

–Esperad, domingo, a que pase el sábado.

De los maestros de escuela decía que eran dichosos, pues trataban siempre con ángeles; y que fueran dichosísimos si los angelitos no fueran mocosos. |||||||||||||||||very happy||||||

Otro le preguntó que qué le parecía de las alcahuetas. |||||||||matchmakers Respondió, que no lo eran las apartadas, sino las vecinas.