1 ¿Cómo aprendemos? – Estrategias Para Pensar
Estrategias para pensar. Un curso para razonar mejor y tomar decisiones creativas en equipo.
Capítulo Uno: ¿Cómo aprendemos?
¡Tiene nuestra atención, Don Malaquías! ¿Por qué pensamos como pensamos?
Para entender por qué pensamos como pensamos, nos servirá preguntarnos: “¿cómo aprendemos?”
¿Y cómo aprendemos?
Don Malaquías busca algo detrás del mostrador. Saca un pequeño objeto metálico en forma
de ocho.
¿Saben qué es esto?
¡Un huesito de metal!
Humm… ¿un ocho... de acero?
Parece parte de algo mecánico… me parece que lo he visto antes.
Es un pedazo de información, que se puede convertir en un conocimiento. Bueno, metafóricamente.
Ya verán por qué. Les presento alguien que se pasó la vida estudiando el conocimiento
y la manera en que aprendemos: Jean Piaget. Jean Piaget fue un psicólogo suizo que estudió
cómo se va construyendo el pensamiento y la inteligencia. Observó, sobre todo, el
aprendizaje en los niños. Descubrió que los humanos vamos aprendiendo en varias etapas,
a partir de que nacemos. El primer período, llamado “sensomotor”.
Al principio las personas sólo tenemos reflejos, como el asustarnos con los ruidos fuertes,
succionar lo que nos acerquen a la boca, o agarrar lo que nos pongan en la mano. En este
periodo aprendemos a movernos y a percibir el mundo a través de nuestros sentidos. Combinando
los movimientos, los sentidos y los reflejos, empezamos nuestros primeros aprendizajes,
que son habilidades. Por ejemplo: si nos ponen algo en la mano,
nos lo llevamos a la boca y si sabe bueno, tendemos a repetir esa acción: se van creando
“esquemas” o programas que repetimos. Empezamos a notar que hay causas y efectos:
empujar un objeto hace que se caiga. Estos esquemas serán la base de todo conocimiento
que construyamos después. Inicialmente no nos damos cuenta de que las cosas siguen existiendo
aunque salgan de nuestra vista, pero luego lo aprendemos: se llama permanencia de los
objetos. En este periodo somos completamente egocéntricos: literalmente sólo somos capaces
de ver las cosas desde nuestro punto de vista. Así andamos más o menos hasta que cumplimos
dos años. El segundo período se llama “preoperacional”
y dura hasta los 7 años. Ya sabemos caminar y manipular objetos con más precisión. Es
un periodo en el que ya somos capaces de entender símbolos: señales que representan otras
cosas… como las del lenguaje: aprendemos a hablar.
Al principio de esta etapa aún no nos queda claro el principio de conservación: si vaciamos
el contenido de un vaso ancho a otro delgado y alto, estamos seguros de que el vaso alto
tiene más líquido. Es un periodo de mucha curiosidad: a los 4
años nos la pasamos preguntando los “porqués” de todo.
De los 7 a los 11 años estamos en el tercer periodo: el de las “operaciones concretas”.
Aquí ya entendemos la conservación. Es la etapa en la que empezamos a pensar sobre
nuestro pensamiento: descubrimos la lógica y también nos damos cuenta de que nuestros
pensamientos y sentimientos son diferentes a los demás. Se consolida lo que podemos
llamar una “teoría de la mente”: la capacidad de suponer lo que otros perciben, saben y
sienten. Esto nos permite ponernos “en los zapatos de los demás”
Desarrollamos el pensamiento inductivo: la idea de que si un fenómeno se repite siempre
que se den las mismas condiciones, se puede pensar en reglas generales: por ejemplo cada
vez que ha llovido, primero se nubló y hubo truenos, por lo tanto inducimos que las nubes
y los truenos anticipan lluvia. En este momento es cuando se consolida el
conocimiento, organizándolo en estructuras mentales, ya con orden y jerarquías. Por
ejemplo, entendemos que “animales” es una categoría que incluye perros, gatos y
otros, y a su vez “perros” incluye tanto a un chihuahua como a un gran danés. Estos
esquemas van a ser muy importantes después ¡recuérdalos!
El cuarto periodo empieza a los 11 años, más o menos. Se llama “periodo de la operaciones
formales” Surge el pensamiento deductivo: a partir de premisas generales podemos sacar
conclusiones particulares. Por ejemplo: sabes que El Tingo sólo tiene camisas blancas y
rojas. Sabes que se puso una camisa y NO se puso una blanca. Deduces que se puso una camisa
roja. Empezamos a usar el pensamiento abstracto: por ejemplo, si escuchamos el dicho “El
león no es como lo pintan”, sabemos que no habla de leones ni de pintura, sino que
es lenguaje figurado y el dicho se aplica a situaciones donde la realidad no corresponde
con la manera en que es relatada. En este periodo empezamos a hacernos preguntas filosóficas
que van más allá de nuestra experiencia inmediata.
¿Y qué sigue después del cuarto periodo?
Según Piaget, este periodo dura el resto de nuestra vida, enriqueciéndose y complejizándose.
Yo sospecho que es posible ir más allá de la cuarta etapa: más allá del pensamiento
formal. La complejización del pensamiento puede llevar a ampliar la comprensión y la
conciencia… si se quedan, hablaremos de eso en episodios posteriores.
Oiga, Don Malaquías. ¿Cómo funciona eso de los esquemas?
Verás, los esquemas son la manera en la que organizamos lo que vamos aprendiendo...
Los esquemas son modelos mentales. Para poder adquirir conocimientos y habilidades necesitamos
que formen parte de estructuras en nuestra mente: si no, ¡no entran! Podemos poner una
analogía así: un esquema es como el librero donde colocamos los libros que forman nuestro
conocimiento. Cuando somos muy pequeños aún no tenemos esquemas y por eso es muy difícil
que tengamos recuerdos anteriores a cierta edad. Poco a poco vamos construyendo esquemas,
primero muy sencillos y después más complejos. Al proceso de integrar nuevos conocimientos
a tus esquemas le llamamos asimilación. Pongamos un ejemplo sencillo.
Este es nuestro amigo el Tingo cuando era un niño pequeño. Le enseñaron que hay una
categoría de animales llamada “perro”, a los que identifica como animales peludos
de cuatro patas, porque en su casa tiene un perro así, llamado “Fido”. En su esquema
de “perro” tiene el conocimiento “Fido es un perro”. Cada que conoce un perro nuevo,
obtiene un conocimiento: “Júpiter” es más grande, pero también es un perro. “Pistacho”
es pequeño, pero encaja en la estructura: también es un perro. Incorpora en su esquema
que los perros pueden morder y ladrar y va entendiendo que hay perros de varios tipos.
Así, va asimilando conocimientos sobre los perros.
Pero a veces algo no encaja en los esquemas. El tingo conoció a Chano, un xoloescuincle.
¡Qué raro animal! No tiene pelo… El Tingo entra en un desequilibrio: acaba de conocer
algo que no encaja en sus esquemas. Sus papás le dicen que también es un perro, que se
llama xoloescuincle. Entonces, el Tingo modifica su esquema para poder darle cabida al nuevo
conocimiento y recuperar el equilibrio. A este proceso se le llama acomodación.
Otro día, el Tingo va al zoológico y se encuentra a un animal que coincide con lo
que él conoce como perro, pero es un lobo. Lo quiere asimilar en su esquema, pero sus
papás le explican que se trata de un animal diferente. Ahora el Tingo debe hacer un esquema
nuevo donde poder asimilar nuevos conocimientos. Esta es otra forma de acomodación.
Cuando somos niños nos es relativamente fácil crear y modificar nuestros esquemas. Esto
tiene dos consecuencias: por un lado aprendemos muy fácil y rápido. Por ejemplo, nos es
más sencillo aprender un idioma nuevo: cada idioma tiene una diferente gramática, que
es un esquema donde encaja el vocabulario. Pero por otro lado, es también fácil que
creamos mentiras y fantasías. Cuando crecemos, es más difícil modificar
los esquemas porque nos han sido útiles para tomar decisiones, pero al mismo eso nos complica
aprender cosas nuevas. Por ejemplo, cuando aprendemos un idioma nuevo, tendemos a aprender
el vocabulario nuevo intentando usar la gramática del idioma que nos resulta más familiar.
Estos marcos mentales “pre hechos” son muy útiles. Por ejemplo, cada mañana, cuando
te vas a vestir, tienes varios miles de posibles combinaciones: no sólo qué ponerte, sino
en qué orden ponerte todas tus prendas. Si no tuvieras un esquema, podrías pasarte días
decidiendo qué va primero y qué va después. Gracias a los esquemas, puedes vestirte en
unos cuantos minutos. Y así con los miles de pequeñas decisiones que tienes que tomar
cada día. Los esquemas nos permiten concentrarnos en
la información pertinente e ignorar aquello que no nos sirve. El problema es que, si no
somos conscientes de nuestros esquemas, podemos ignorar información importante para concentrarnos
en los aspectos que confirman nuestras creencias e ideas preexistentes. Pueden contribuir a
mantener estereotipos e incluso hacer difícil retener nueva información que no se ajuste
a nuestras ideas establecidas del mundo. Cuando en la edad media algún viajero encontraba
un animal nuevo, lo más probable es que lo describiera usando partes de animales que
ya conocía. Decir que un rinoceronte es “un caballo con un cuerno en la frente” puede
resultar gracioso, ero hay otros prejuicios más graves. Cuando los españoles llegaron
a América, su esquema mental en cuanto a la espiritualidad sólo concebía dos posibilidades:
una creencia o es cristiana o es del diablo. Por lo tanto no pudieron asimilar las formas
de espiritualidad que encontraron acá. Las prácticas de los indígenas tenían que ser
diabólicas y por tanto destruidas. Hay estudios que han demostrado que no es posible aprender
algo que que no encaja con nuestros esquemas, si no estamos dispuestos a modificarlos.
Y la información no sirve de nada a menos que la integremos de alguna manera a nuestros
esquemas.
¡Lo encontré!
¡Lo sabía! La pieza es un eslabón de una cadena de bicicleta.
Así es. El eslabón por sí solo no tiene utilidad, pero cuando lo integramos al mecanismo…
...se vuelve indispensable. ¡El trozo de información se convierte en conocimiento!
Cuando un dato se integra y se relaciona con otros datos, juntos se convierten en información.
Y si esa información tiene un sentido, un significado o una utilidad para tí ahora
le podemos llamar conocimiento. Y si ese conocimiento ayuda a mejorar tu vida y la de los demás,
se va convirtiendo en sabiduría.
¡Tina! ¡Cuidado con el manubrio!
A la bicicleta, como a un esquema mental, se le pueden añadir mecanismos, cambiar piezas,
y es útil porque nos puede llevar lejos. Tiene esa flexibilidad…
¡Aaaaaaah!
Pero al mismo tiempo no puede ser tan floja o flexible que se caiga a pedazos. Sospecho
que si nuestros esquemas mentales no tuvieran cierto rigor, sería muy fácil creer cualquier
cosa y que nos engañen.
¡Así es! Afortunadamente la humanidad ha desarrollado un esquema que a la vez es sólido
y flexible: ¡la ciencia! ¡Y eso lo veremos en el siguiente capítulo!