La Cabecilla del Parador Episodio 14
Que Tal: ¿Actividad favorita?
Stanley: Pasar los domingos con mi hijo, Willy. Willy, Ernesto (amigo Chama de Willy--la historia se repite) y yo vamos al río a pescar todos los domingos, después de la misa. Que Tal: ¿Gustos?
Stanley: Dos. Primero como todo buen paradorense, con P de patria, un ceviche y un buen ají. Segundo, que también es el segundo del refrigerio, un buen plato de Juanes, acompañado de mi hijo y sus amigos.
Que Tal: ¿Cuáles son las cualidades que tú buscas en una mujer?
Stanley: Primero, más que todo, la inteligencia: la curiosidad intelectual. Como todo hombre, confieso que me fascinan las mujeres bien vestidas y minuciosamente cuidadas, pero las cosas no encajan sin la parte intelectual. Como tú, por ejemplo. Tu enamorado se ha ganado la lotería contigo.
Que Tal: Ahora, ¿Quién está tirando el lance?
Stanley: Tienes razón. ¡Nosotros los hombres aquí en el Parador somos unos sinvergüenzas!
Fin Capítulo 20 Aguas Calientes: Cerila y Pocha en el quiosco en la plaza de armas/17 de septiembre, 1974/5 a.m. - 6 p.m. Las cinco de la mañana hasta las seis de la tarde.
Cerila y Pocha ya llevan varios meses reconstruyendo su vida sin Jorge. Pocha le acompaña a su mamá al centro de Aguas Calientes, a la plaza de armas donde tienen un quiosco. Preparan y venden ceviche, sánguches de toda clase, empanadas, sopas en pequeños recipientes de plástico que la gente se compra y se lleva al trabajo o se compra para comerse en el parque frente al palacio presidencial o en las bancas que que quedan al frente de la catedral.
El negocio ha crecido, hasta a Cerila le sobra para pagarle una coima semanal al jefe de los uachimanes (policías particulares que cuidan las calles al frente del palacio presidencial y la catedral) y darle su pequeño almuerzo gratis diario. Cerila y Pocha llegan a la plaza a las 5 a.m. cinco de la mañana, Cerila toca el portón del depósito de Manolo a las cinco y cinco de la mañana y Cerila y Pocha sacan el quiosco que está cerrado con llave con las cosas que no se malogran, como los chicles, la cancha serrana, las golosinas y las gaseosas que los peatones se compran en el camino a sus trabajos o a sus casas. El único periódico que Cerila vende en su quiosco es el Clarín. En los primeros días que Cerila tenía su quiosco en el centro, se dió cuenta rapidito que los periódicos 'legítimos' como "El Negocio", "El Diario La Prensa", y "La Nación" no se vendían en su esquina porque la gente "selecta" compraba sus periódicos en los vestíbulos (lobby) de sus lugares de trabajo. El único periódico que Cerila vendía era "El Clarín" cuyo lema era: "La voz del pueblo".
Cerila compraba doscientos ejemplares del Clarín todos los días y ya para las once y media de la mañana, se habían vendido todos. La gente obrera compraba el Clarín para leer los policiales, la sección que reportaba los crímenes que se habían cometido el día anterior en los barrios populares, como en Chayán, Libertadores, Desamparados y claro, el barrio más peligroso en el puro centro de Aguas Calientes, Monteverde. Un marido cornudo por aquí que llega a la casa y 'pesca' a su mujer en la cama con otro u otra, los mata con su machete y luego, se suicida ahorcándose de un árbol en el cementerio por las afueras de la ciudad, o un ratero por ahí, que muere linchado por una multitud en Monteverde por haberle agredido a una niña y la gente del barrio decide hacerse cargo de enjuiciarlo, sentenciarlo y ejecutarlo sin acudirse a los servicios de la policía y la corte para evitar los trámites legales y la posibilidad de que el culpable salga absuelto. A Pocha le encantaba mirar la sección de los policiales.
Cerila: Oye. Ya te dije que no veas los periódicos. Nosotros vendemos eso pero no lo vemos. Es pura cochinada lo que está escrito en esas páginas.
Pocha: Estoy aprendiendo a leer Mami.
Cerila: Sí. Pero de ahí, no. Pocha: Pero es fácil leer porque tiene dibujos y fotos y pasan cosas interesantes. Y hace tiempo que no compramos ningún libro del centro.
Cerila: Tienes razón, mi munsqhuish. Es verdad. Tenemos que guardar un poco de plata para que te compres otro buen libro para leer juntas por la noche, ¿no es cierto? A propósito, Pochita. Ya es hora de que vayas a la escuela. Ya hemos ahorrado suficiente para que compres el uniforme, los libros y tengo la plata para la matrícula.
Pocha: ¿Y el negocio? Cerila: Bueno. Yo no he dicho que pares de pescar ni cazar en la madrugada. Simplemente ya no vas a venir aquí a vender conmigo. Vas a asistir a la escuela. Pocha: No. Eso no sirve. Eso no nos da plata, Mami. Cerila: Escucha para que quede bien claro, Pochita. Ninguna hija mía va a ser analfabeta. Tienes que aprender a leer y escribir, así vas a poder saber las cosas que pasan. Vas a sacarte una profesión. Pocha: Pero quiero estar contigo. Cerila: ¿Y quién ha dicho que no vas a estar conmigo? Vas a seguir pescando y cazando tempranito. Vamos a seguir tomando desayuno juntas. Tú vas a la escuela, yo me ocupo del quiosco y ya para las siete de la noche comeremos juntas y leeremos juntas... y tú me contarás lo que has aprendido en la escuela. Mira Pochita. Eres una chiquita curiosa. Te voy a decir algo que la vida me ha enseñado. La curiosidad es el mejor plato del banquete. Pocha: Sí, mami. Pero... Cerila: ¡Tsss! Que esto se te quede bien grabado en la cabecita porque es la mejor lección que te puedo dar; El ser humano vive para aprender. Los momentos más felices de la vida son cuando estamos aprendiendo algo nuevo. El día que dejas de aprender es el día que comienzas a morir. ¿Entiendes, hijita?