02 / 20 . HERMANO AIRE
LAUDATO SI El cuidado de la casa común.
Alabado seas.¶
Capitulo 2.
HERMANO AIRE¶
FRANCISCO Amigas y amigos, paz y bien para todos.
¡Bendiciones!… Soy Francisco de Asís, enviado por mi tocayo el Papa Francisco para conocer lo que le está pasando a nuestra hermana Madre Tierra. Hace unos días estuve en Caracas, la capital de Venezuela. Les confieso que ni Florencia ni Génova ni siquiera Roma, las grandes ciudades de mi tiempo, eran tan enormes como esta Caracas… Estando allí decidí subir a la torre del Parque Central. Un edificio gigante. Miré hacia abajo… Sentí vértigo… Vi autos y camiones corriendo por las calles… Una locura… La gente se veía como hormigas…
AIRE Mira hacia arriba, Francisco…
FRANCISCO No supe quién me hablaba… Pero hice lo que aquella voz me ordenaba: miré hacia arriba.
Aunque era pleno día no pude ver al hermano Sol. El cielo no era azul, estaba sombrío, como si lo envolviera un tupido paño de niebla gris… Entonces la voz me habló de nuevo…
AIRE Sal de ahí, Francisco, sal… ¡sal!
FRANCISCO Obedecí la voz, bajé del edificio, salí de la ciudad.
Aquella era una voz poderosa y, no sé cómo hizo, pero un vendaval me trajo hasta otro rincón de Venezuela, a estos llanos verdes y relucientes, donde ahora estoy, desde donde les hablo… Aquí sí se está bien… Aquí el cielo es azul y el hermano Sol alumbra radiante la campiña…
AIRE Te costaba mucho respirar en la ciudad, ¿no es así?
FRANCISCO Así es.
Y me ardían los ojos. Pero ya pasó, gracias por sacarme de ese laberinto de ruidos y sobresaltos. Y ahora, dime quién eres…
AIRE No me puedes ver, pero estoy en todas partes.
No me puedes atrapar, porque soy libre.
FRANCISCO Hablas como si fueras Dios.
AIRE Dices bien, me parezco a él.
FRANCISCO ¿Quién eres?
AIRE En aquel canto tuyo ya me cantaste.
¿Y todavía no adivinas quién soy? Respira, respira hondo, tal vez te acuerdes: en mí vives, en mí te mueves, en mí eres.
FRANCISCO ¡Hermano Aire!...
Y tú, ¿tú también quieres hablar conmigo?
AIRE ¡No quiero hablar, quiero gritar!
¡Y es urgente lo que voy a decirte!
FRANCISCO ¿Por qué te alteras, hermano Aire?
Te escucho.
AIRE Me están envenenando, Francisco.
Caracas, la ciudad donde estuviste, es una de las más contaminadas del mundo. Allí me han ido mezclando con dióxido de sulfuro, monóxido de carbono, plomo, óxido de nitrógeno…
FRANCISCO No conozco ninguno de esos venenos…
AIRE No los conoces, pero los respiras.
Se meten en tu cuerpo. En tus pulmones. Francisco, la lista de las ciudades que están cubiertas con esos venenos se hace cada día más larga…
PUBLICISTA ¡Venga!
¡Visite las pirámides de México, las playas de Río de Janeiro, Santiago de Chile, la gastronomía de Lima, Bogotá le espera… ¡Y no se olvide de traer la indispensable mascarilla!
FRANCISCO Cuando joven, viajé una vez a Egipto, y allá los cielos eran claros y limpios…
AIRE Eso fue hace siglos, Francisco.
Ve ahora y no podrás respirar. Y lo mismo y peor pasa en las ciudades de la China y de la India y en demasiados lugares de la Tierra. Y envenenado, yo enveneno. Cuando estoy limpio no me ven, me respiran y doy vida.
FRANCISCO Y cuando estás sucio…
AIRE No les queda más remedio que seguir respirándome.
Pero así ya no doy vida…
[....]
Los voy enfermando de la cabeza a los pies: la piel, los ojos, los pulmones, el corazón, mujeres que abortan, niños que no crecen, tumores, infecciones…
FRANCISCO Pero, ¿quién te ensucia para provocar tantas desgracias, hermano Aire?
AIRE Los motores quemando petróleo y petróleo y más petróleo… Y los venenos con que fumigan las cosechas… Y la quema de las basuras… Y los bosques ardiendo… Y el humo de los aviones… Todo eso me ensucia…
FRANCISCO ¿Y no hay jabón en este mundo que pueda limpiarte?
AIRE Sí.
¿Sabes quién puede limpiarme?
FRANCISCO Dímelo tú, hermano Aire.
ÁRBOL Te lo diré yo, Francisco.
Nosotros, los árboles.
FRANCISCO ¿Tú también me hablas?
¿Cómo te llamas?
ÁRBOL Me llaman Araguaney.
Y vivo aquí, en estos llanos.
FRANCISCO Eres hermoso con tantas flores amarillas…
ÁRBOL Gracias por el piropo, Francisco.
Pues te diré que nosotros, los árboles, somos los pulmones de la Madre Tierra. Durante el día respiramos esos venenos y los convertimos en aire limpio.
FRANCISCO ¿De veras?
Muchas son las maravillas que hizo Dios.
ÁRBOL Pero esas maravillas también las arruinan los humanos.
Las empresas madereras, los ganaderos que queman el bosque para pastos, las carreteras que rompen la selva, nos están desapareciendo… Escucha esa motosierra… Ahora hay un árbol menos en el mundo… ¿Sabes cuántos bosques desaparecerán este año?
FRANCISCO No puedo saberlo…
ÁRBOL Cada 10 segundos la Madre Tierra pierde mil árboles.
¡Mil de nosotros! Cuando acabemos de hablar tú y yo, Francisco, habremos caído 60 mil árboles, un bosque entero.
FRANCISCO Pero, ¿por qué destruyen así la naturaleza que Dios nos regaló?
AIRE Por dinero, Francisco.
Arrasan los bosques para vender madera, para sembrar lo que les da dinero, para hacer más industrias que les den más dinero. Enloquecen por el dinero.
FRANCISCO Igualitos a Pedro Bernardone, mi padre… en vez de ojos tenía monedas en la cara.
¡Solo le interesaba el dinero!
AIRE Dios me creó a mí, el Aire, para dar vida, para que todas sus criaturas puedan respirar.
ÁRBOL Y nos creó a nosotros para dar frutos y sombra.
Para atraer la lluvia y limpiar el aire. Pero los humanos ya han destruido la mitad de todos los árboles del planeta. Si siguen así, si no cambian, en unas pocas generaciones ya no quedará en pie uno solo de nosotros para contar el desastre.
Dice el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, Alabado Seas:
Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas.
La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras… Entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto” (Romanos 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (Génesis 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura. (Laudato Si 20, 2)
Y dijo el Papa Francisco en el Encuentro con los Movimientos Populares en Bolivia:
De esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes de ternura que luchan por subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo.