El Batallón de Los San Patricios Episodio 14
El promontorio con vista al castillo de Chapultepec, el lugar del patíbulo. Los hombres irlandeses están de pie, parados con las manos atadas atrás delante de las horcas, junto a las horcas de cada uno. De pronto llega un carruaje (horse carriage) con Riley echado. Hace menos de media hora que Riley fue latigado cincuenta veces y marcado en la cara con el hierro caliente con la letra D como si fuera un ganado. Riley no tiene las fuerzas para poder levantarse y bajar del carruaje así que dos soldados lo sacan y lo bajan del carruaje y él ve a sus hombres, sus chicos a punto de ser ahorcados en la forma más humillante. Riley ve que los chicos están voteados directamente hacia el castillo de Chapultepec y justo antes de morir ahorcados, la última cosa que van a ver es la bandera mexicana bajando en el asta y la bandera americana subiendo, una forma humillante y cruel de morir. Riley es ahora un hombre destrozado. Todos sus chicos, sus últimos amigos en menos de dos minutos van a morir delante de él. El no va a morir en la horca. Su castigo es ver a todos sus chicos morir.
Los irlandeses, fuertes en su fe, comienzan a rezar en Latín. En la época del siglo diecinueve, los católicos aprendían los rezos diarios en Latín.
Pater noster qui es in caelis, Santificetur nomen tuum
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre='mceAudioTime'>[:] Adveniat regnum tuum [:] '>[:] Venga tu reino
De pronto el soldado encargado del patíbulo grita: Soldado: ¡Ya Basta! ¡Recen en nuestro idioma!
Los irlandeses no le hacen caso y siguien rezando en Latín:
Soldados Irlandeses:
Pater noster qui es in caelis, Santificetur nomen tuum
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre
Adveniat regnum tuum
Venga tu reino
Un soldado con el telescopio de mano de pronto interrumpe y grita: Soldado: ¡Ya están entrando! Han abierto una brecha. ¡La muralla, señor!
El soldado en este momento estaba avisándole al oficial al mando que los soldados de las tropas americanas acababan de (had just) de romper una parte de la muralla de la fortificación del Castillo y los soldados ya estaban entrando en el castillo. Esto quería decir que muy pronto iba a terminar la batalla y entonces iban a poder bajar la bandera mexicana y subir la bandera americana.
Riley entonces comenzó a gritar ánimos (engouragements) a sus chicos.
Riley: ¡Mantened la línea de fuego, soldados!
Justo en ese momento comenzó a bajar la bandera mexicana. El hombre con el telescopio de mano entonces le avisó al oficial al mando que ya comenzó, y el hombre del telescopio levantó un trapo rojo y lo mantuvo levantado en el aire. Esa era la señal. En el momento que el soldado soltaba (dropped) el trapo, ese era exactamente el momento cuando la bandera americana ya estaba en su posición, en el alto del asta, el momento cuando los soldados irlandeses iban a ser ahorcados, en el momento exacto.
Uno de los soldados irlandeses gritó: ¡Firmes amigos! ¡Aún somos soldados de San Patricio! El Sargento John Daly con la horca alrededor de su cuello miró hacia el cielo y en ese instante entregó su voluntad a Dios y le entró una calma espiritual. Estaba determinado para morir como hombre, con dignidad. John Riley con orgullo y con amor de Feldweber, como un padre dedicado a sus hijos los miró y le pidió a Dios la protección de los santos.
Uno de los chicos con la horca alrededor de su cuello lo miró a Riley y le dijo: "Tranquilo, mi sargento. Tranquilo. Y entonces el hombre joven de diecinueve años de edad, miró a sus amigos en el patíbulo con las horcas en el cuello y les dijo: "Tranquilo chicos. Tranquilo". Fue un momento solemne.
Y la bandera americana entonces llegó al tope del asta y el crimen contra la humanidad se realizó (came to be)
Y justo antes de que las puertas bajo los pies de los hombres irlandeses condenados en al patíbulo se abrieran (were opened) Riley gritó a todo pulmón a sus hombres: Riley: ¡Soldados! ¡Fuego!
[:] ceAudioTime'>[:] ¡Fuego!
Y todos los hombres irlandeses gritaron a todo pulmón: ¡Fuego! ¡Fuego!
Ninguno de los hombres lloró. Ninguno de los hombres pidió por su vida. Todos murieron con la cabeza en alto, en desafío total al invasor.
"¡Fueeeeeego!" Las puertas bajo los pies de los soldados se abrieron y todos los chicos, los amigos, los hermanos en la libertad murieron ahorcados, fieles a sus convicciones hasta el final.
A John Riley, al ver a sus chicos morir a manos del ejército americano, al cual (which) él había servido (had served) por veintiún años, algo dentro de él se rompió. Se rompió algo adentro, algo que no tenía arreglo. A John Riley
se le secó el alma. John Riley era un hombre destrozado; sacrificó todo. Sacrificó su nombre, perdió la ciudadanía; ahora era un hombre sin patria, sin amigos, condenado a pasar varios (muchos) años en la cárcel en Los Estados Unidos. Estaba condenado a pasar años en la cárcel y nunca iba a volver a ver a Marta.
Próxima Escena:
A John Riley lo llevaron de regreso a Los Estados Unidos y fue condenado a pasar las noches en una cárcel y a pasar los días picando piedras en una cantera (quarry)
Próxima Escena:
Ocho meses después:
Era la una de la tarde y John Riley como de costumbre estaba trabajando duro picando piedras cuando de pronto escuchó los pasos de un caballo y volteó: Y ahí estaba su antiguo coronel, su antiguo oficial superior y amigo, Lacy.
Lacy: Te traigo buenas noticias, John Riley. El ejército sale de México mañana. La guerra terminó y los fuerzas militares americanas regresan a Los Estados. ¡Volverás a ser libre, John Riley!
Y entonces John Riley respondió:
Riley: Siempre lo he sido, señor.
Con esa expresión, con esa frase, "Siempre lo he sido, señor", John Riley quería decirle, explicarle a Lacy que él siempre tomaba sus propias decisiones en la vida y que siempre tuvo el valor de tomar las decisiones correctas. Entonces el Coronel Lacy con la cara triste pero también interiormente feliz que John Riley iba a salir libre, volteó con el caballo y salió galopando regresando al campamento militar de los americanos.