¿Cuál es tu personaje? | Intermediate Spanish Podcast | Podcast en español (1)
Episodio 55: ¿Cuál es tu personaje?
Hola, soy César, profesor de español. ¿Cómo estás?, ¿cómo va la semana?
Te doy la bienvenida una semana más al pódcast para estudiantes de español de
nivel intermedio. Si es la primera vez que lo escuchas te aviso de que puedes
leer la transcripción en texto si lo necesitas. Puedes hacerlo en
www.spanishlanguagecoach.com de forma gratuita. Te recomiendo también que le
des al botón de suscribirse en tu app de pódcast para no perderte ningún episodio.
Tengo que empezar el episodio dando un gracias muy grande a todos los estudiantes que se
inscribieron la semana pasada en mi curso de español, Español Ágil. Gracias a cada uno de
vosotros por vuestra confianza en mi trabajo, de verdad. Estaba acostumbrado a hablar con los
oyentes del pódcast de forma individual a través de correos electrónico o Instagram, pero con el
curso y la comunidad podemos interactuar todos y me encanta. ¡Gracias por hacerlo realidad!
Hoy vamos a hablar de nuestro personaje o personajes. Ya sabes que un personaje
es una representación ficticia de una persona en un libro, película o serie.
¿A qué me refiero con nuestro personaje? Hagamos algo. Piensa en ti, en el conjunto de cosas que
te definen, en cómo eres. Es decir, piensa en tu personalidad. Tu personaje sería la
versión de ti que esconde las cosas que menos te gustan de ti, las menos aceptables en tu
entorno. El entorno es el país, la familia y el contexto histórico en el que te ha tocado vivir.
El personaje es también la exaltación de las cosas que te gustan de ti y que
además son vistas por los demás como atributos positivos. Por tanto, cuando hablo de personaje,
hablo de una versión irreal de quien tú realmente eres, la versión que se ha amoldado
a las expectativas del momento en el que te ha tocado vivir. El personaje es tu yo ideal.
El personaje es por tanto lo opuesto a la personalidad. La personalidad es
ese conjunto de características que definen nuestra forma de ser, para bien y para mal,
y que nos diferencian del resto. Y atención a esta definición porque el uso de esta frase
“forma de ser” se usa mucho más en español que en inglés por ejemplo. Si una persona nos gusta,
nos cae bien, nos resulta agradable, podemos decir que nos gusta su forma de ser.
El personaje en realidad no existe, es un proyecto
mental que cambia dependiendo del entorno en el que te encuentres.
El término de personaje fue estudiado por Antonio Blay, psicólogo precursor
de la psicología transpersonal en España. Este hombre trabajó durante años con otro experto,
Jordi Sapés de Lema. Hace poco llegó a mis manos un libro de este útimo llamado “El concepto de
personaje en la linea de Antonio Blay”. La teoría de la que te voy a hablar sale de este libro,
aunque he intentando resumir las partes más relevantes y adaptarlas a un lenguaje más simple.
La verdad es que leyendo el libro, más de una vez he tenido que releer un párrafo
dos o tres veces. Así que voy a intentar transmitir los conceptos de forma sencilla.
En el episodio voy a exponer las ideas del autor. En mi opinión son bastante interesantes
pero también puede que suenen algo extrañas en algún momento. En todo caso espero que te
permitan reflexionar. A mí me ha gustado conocer esta perspectiva de la psicología transpersonal.
Vamos a ver primero cuándo aparece este personaje en nuestras vidas. Es un proceso gradual claro,
no aparece de la noche a la mañana. Según el autor durante los primeros
tres o cuatro años de nuestra vida el personaje no existe. Solo existe un yo,
el yo genérico. El niño o niña vive su vida de una forma instintiva. Está rodeado de personas,
normalmente sus padres que aceptan este comportamiento instintivo. Es lo normal.
A partir de los 3 o 4 años nos empezamos a desconectar de este yo genérico. Y no lo
hacemos por una causa biológica, sino a causa de nuestros educadores. Ellos se empiezan a preocupar
de nuestra educación y sienten la necesidad de convertirnos en una persona modélica, es decir,
lo más cercana posible al modelo de persona más aceptado en la sociedad en la que vivimos. El
niño o la niña deberá acercarse lo máximo posible a este modelo. Con esta edad nos convertimos en un
proyecto. En un proyecto de nuestros padres o nuestros educadores. Obviamente esto lo
hacen con la mejor de las intenciones. Creo que podemos coincidir en que todos los padres hacen
las cosas de la mejor manera que saben. Como dice mi madre, lo más complicado en la vida es educar.
Hay una canción muy famosa del cantautor español Joan Manuel Serrat que se llama
“Esos locos bajitos”. Un cantautor es un cantante que también es autor, es decir,
escribe sus propias canciones. La letra de este cantautor habla de esos locos bajitos,
de los niños, y de lo rápido que crecen, de cómo el tiempo vuela. Es una canción que siempre me ha
puesto muy triste y melancólico. El caso es que una parte de la letra dice “niño, eso no se hace,
eso no se dice, eso no se toca”. Y esto es precisamente la educación básica, ¿no? Dejarle
claro al niño lo que se puede y no se puede hacer, lo que se debe y no se debe decir, etc.
El comportamiento espontáneo y natural del niño ya no es bien recibido como antes y queremos que
lo modifique. Si no lo hace le decimos que se está comportando mal, que tiene un mal comportamiento.
Como hemos dicho antes, este comportamiento será juzgado de forma diferente dependiendo del lugar
y del momento, dependiendo del entorno. En España, mis profesores siempre nos decían que no podíamos
estirarnos en público, que era de mala educación, en otros países posiblemente estirarse en público
no tenga ninguna importancia. Otro ejemplo que me viene a la cabeza es el de mojar o como dicen
los adolescentes ahora “dipear” del inglés “to dip”, mojar pan en la sopa o en una salsa cuando
estás comiendo con otras personas. Un ejemplo algo más extremo es el de eructar en la mesa.
Un eructo es la expulsión de aire por la boca después de comer o beber algo. En la mayoría de
países se considera un gesto de mala educación, en otros, se trata de un signo de satisfacción.
Es evidente que las normas sociales son prácticas y nos ofrecen un cierto orden social,
nos hacen la vida un poco más fácil. Es importante que los más pequeños las conozcan pero no podemos
ignorar su voluntad y su identidad. Ahora se habla mucho de si se debería obligar a los niños a dar
besos o no. En España somos muy besucones, nos damos muchos besos; cuando conoces a alguien, al
despedirse, para dar las buenas noches. Los besos entre desconocidos son mucho más frecuentes en
España que en Inglaterra donde normalmente te das la mano cuando conoces a alguien. Suele pasar que
cuando le dices a un niño que le dé un beso a otra persona, el niño reaccione diciendo que no, porque
simplemente no conoce a esa persona, o no quiere, no le apetece. ¿Por qué tenemos que imponer a los
niños saludos con besos si no les apetece, si no es su voluntad?, ¿es realmente tan importante?
Todo esto son ejemplos muy superficiales y genéricos. Si haces un ejercicio de
introspección probablemente puedas volver a tu infancia y pensar en cosas que tenías
que hacer o que no podías hacer por pura convención social y que ahora,
mirando atrás, con perspectiva, las ves como cosas sin sentido, absurdas.
Te voy a poner un ejemplo. Cuando yo era pequeño, en los años 90, todavía existían los juguetes de
niños y los juguetes de niñas. Digo todavía porque me da la sensación de que hoy en día,
los padres de esta generación no tienen tanta preocupación por si su hijo juega con juguetes
de niña o viceversa. Yo tengo muchas primas de mi edad y ellas tenían Barbies, estas muñecas
americanas que siempre eran muy rubias, muy altas y muy delgadas. Cuando iba a casa de
mis primas jugaba con ellas y con sus Barbies. Me gustaba ese “role-play” que podías crear con
las muñecas imaginando diferentes situaciones. Desde muy pequeño percibí que había algo malo en
hacer eso. No hacía falta que nadie lo expresara verbalmente para darme cuenta de que los adultos
a mi alrededor preferían que no lo hiciera, que no jugara con Barbies. No lo veían con buenos ojos.
También me gustaba jugar al fútbol, algo mucho más convencional en los niños en ese momento. De
hecho jugaba en el equipo de mi barrio. En ese caso sí que notaba la validación de los adultos
de mi alrededor. Sabía que eso estaba bien y me correspondía, y que aunque también me gustara
jugar con mis primas a las Barbies, era mejor no hacerlo, o hacerlo de forma no muy evidente.
Los niños necesitan sentirse seguros y estar en un entorno estable, así que poco a poco moldean
su conducta para adaptarse a lo que se espera de ellos. El niño empieza a poner toda su atención en
el exterior, en lugar de en su interior, empieza a desconectarse de su esencia, de su verdadero
yo. Necesita prestar atención al exterior y ver si su acto tiene una respuesta positiva o negativa,
y así aprender lo que está bien o lo que está mal. Un continuo prueba y error.
Esta forma de educación hace que entendamos varios cosas
sobre el funcionamiento de las cosas, de la vida:
La naturaleza humana es algo negativo, tenemos que desconfiar de nuestro instinto.
La esencia, nuestro verdadero yo, no es importante.
La identidad no es algo que viene dado, sino que es algo que se construye teniendo en cuenta
un molde en el que tenemos que encajar. Tendrás protección y seguridad del entorno
y la sociedad siempre que cumplas las normas sociales y te adaptes a ese molde.
En este punto, quizás te estás diciendo lo mismo que yo me decía cuando leía
sobre este proceso. Esto tiene sentido pero, ¿qué hacemos?, ¿cómo educamos?,
¿dejamos que los niños hagan lo que quieran?, ¿les damos todo lo que pidan?
Pues claro, no. Porque en este caso también se genera una dependencia con el exterior,
que además no es realista en el largo plazo, no es sostenible con la vida adulta. Si
educamos a un niño sin límites no aprende la necesidad del esfuerzo y siempre espera
que las personas de alrededor solucionen sus problemas y le den lo que necesita.
Está claro que ambas perspectivas tienen un efecto negativo. En la primera intentamos
anular la identidad del niño para amoldarla a lo que se espera de él,
por tanto, hay dependencia con el exterior. Por otra parte, si dejamos que haga lo que quiera,
lo que le de la gana, también generamos una dependencia al exterior bastante grande.
Según el autor el problema no está en el enfoque que decidamos usar, porque como
vemos los dos tienen consecuencias negativas. El verdadero problema es olvidar la esencia del niño,
su identidad propia, su personalidad, su individualidad. Deberíamos ayudar a
los niños a conocerse mejor, a adaptarse a las circunstancias en lugar de amoldarse.
No te voy a hablar de cómo identificar a ese personaje que probablemente todos tenemos,
porque sino el episodio no acabaría nunca. Pero creo que de alguna forma, y de manera natural,
conforme pasan los años, nos vamos librando del personaje. ¿No te da la sensación de que los años
te liberan y te importa menos lo que piensen de ti? Yo lo he experimentado y también lo veo
en personas más mayores que yo. Parece que cuanto más mayores son, menos les importa cumplir con las
expectativas sociales y son más libres. Esto es solo una percepción personal, es cómo lo veo yo.