Capítulo 6. La sombra de las navajas
Acto III (cuadro segundo)
Habitación blanca con arcos y gruesos muros. A la derecha y a la izquierda, escaleras blancas. Gran arco al fondo y pared del mismo color. El suelo es también de un blanco reluciente. Esta habitación simple debe tener un sentido monumental de iglesia. Dos muchachas vestidas de azul oscuro están devanando una madeja roja.
MUCHACHA 1 Madeja, madeja,¿qué quieres hacer?
MUCHACHA 2 Jazmín de vestido,cristal de papel.Nacer a las cuatro,morir a las diez.Ser hilo de lana,cadena a tus piesy nudo que aprieteamargo laurel.
NIÑA Cantando. ¿Fuisteis a la boda?
MUCHACHA 1 No.
NIÑA ¡Tampoco fui yo!
¿Qué pasaría por el ramo de la oliva? ¿Qué pasó que nadie volvió? ¿Fuiste a la boda?
MUCHACHA 2 Hemos dicho que no.
La niña se va.
MUCHACHA 2 Madeja, madeja, ¿qué quieres decir?
MUCHACHA 1 Amante sin habla. Novio carmesí. Por la orilla muda tendidos los vi.
Se va. Aparece la mujer y la suegra de Leonardo. Llegan angustiadas.
MUCHACHA 1 ¿Vienen ya?
SUEGRA Agria. No sabemos.
MUCHACHA 2 ¿Qué contáis de la boda?
MUCHACHA 1 Dime.
SUEGRA Seca. Nada.
MUJER Quiero volver para saberlo todo.
SUEGRA Enérgica. Tú, a tu casa. Valiente y sola en tu casa. A envejecer y a llorar. Pero la puerta cerrada. Nunca. Ni muerto ni vivo. Clavaremos las ventanas. Y vengan lluvias y noches sobre las hierbas amargas.
MUJER ¿Qué ha pasado?
SUEGRA No importa. Échate un velo en la cara. Tus hijos son hijos tuyos nada más. Sobre la cama pon una cruz de ceniza donde estuvo su almohada.
Salen.
MENDIGA A la puerta. Un pedazo de pan, muchachas.
MUCHACHA 2 ¿Vienes por el camino del arroyo, vieja?
MENDIGA Por allí vine.
MUCHACHA 1 Tímida. ¿Puedo preguntarte?
MENDIGA Yo los vi. Pronto llegan: dos torrentes quietos al fin entre las piedras grandes, dos hombres en las patas del caballo. Muertos en la hermosura de la noche. Muertos sí, muertos.
MUCHACHA 1 ¡Calla, vieja, calla!
MENDIGA Flores rotas los ojos, y sus dientes dos puñados de nieve endurecida. Los dos cayeron, y la novia vuelve teñida en sangre falda y cabellera. Cubiertos con dos mantas ellos vienen sobre los hombros de los mozos altos. Así fue; nada más. Era lo justo. Sobre la flor del oro, sucia arena.
Se va. Las muchachas inclinan la cabeza y rítmicamente van saliendo.
MUCHACHA 1 Sucia arena.
MUCHACHA 2 Sobre la flor del oro.
NIÑA Sobre la flor del oro traen a los muertos del arroyo. Morenito el uno, morenito el otro. ¡Qué ruiseñor de sombra vuela y gime sobre la flor del oro!
Se va. Queda la escena sola. Aparece la madre con una vecina. La vecina viene llorando.
MADRE Calla.
VECINA No puedo.
MADRE Calla, he dicho. ¿No hay nadie aquí? Debía contestarme mi hijo. Pero mi hijo es ya un brazado de flores secas. Con rabia, a la vecina. ¿Te quieres callar? No quiero llantos en esta casa. Vuestras lágrimas son lágrimas de los ojos nada más, y las mías van a brotar cuando yo esté sola, más ardientes que la sangre.
VECINA Vente a mi casa; no te quedes aquí.
MADRE Aquí. Aquí quiero estar. Y tranquila. Ya todos están muertos. A medianoche voy a dormir sin sentir ya terror a la escopeta o el cuchillo. Otras madres se asomarán a las ventanas, azotadas por la lluvia, para ver el rostro de sus hijos. Yo, no. Quítate las manos de la cara. Hemos de pasar días terribles. No quiero ver a nadie. La tierra y yo. Mi llanto y yo. Y estas cuatro paredes. ¡Ay! ¡Ay!
VECINA Ten caridad de ti misma.
MADRE Echándose el pelo hacia atrás. He de estar serena. Se sienta. Porque no quiero que las vecinas me vean tan pobre. ¡Tan pobre! Una mujer que no tiene un hijo siquiera del que poder hablar.
Aparece la novia. Viene sin azahar y con un manto negro.
VECINA Viendo a la novia, con rabia. ¿Adónde vas?
NOVIA Aquí vengo.
MADRE A la vecina. ¿Quién es?
VECINA ¿No la reconoces?
MADRE Por eso pregunto quién es. Porque prefiero no reconocerla, para no clavarle mis dientes en el cuello. ¡Víbora! Se dirige hacia la novia con ademán fulminante. Se detiene. A la vecina. ¿La ves? Está ahí, y está llorando, y yo quieta, sin arrancarle los ojos. No me entiendo. ¿Será que yo no quería a mi hijo? Pero, ¿y su honra? ¿Dónde está su honra? Golpea a la novia. Esta cae al suelo.
VECINA ¡Por Dios! Trata de separarlas.
NOVIA A la vecina. Déjala; he venido para morir e irme con ellos. A la madre. Mátame, pero no con las manos, sino con garfios de alambre, con una hoz, y con fuerza, hasta romperme los huesos. ¡Déjala! Pero sabed que yo soy limpia; quizás loca, mas ningún hombre se ha mirado nunca en la blancura de mis pechos.
MADRE Calla, calla; ¿qué me importa eso a mí?
NOVIA ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por
fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien! Yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar!
Van entrando vecinas.
MADRE Ella no tiene la culpa, ¡ni yo! Sarcástica. ¿Quién la tiene, pues? ¡Mujer de mal dormir es quien tira una corona de azahar para buscar un pedazo de cama calentado por otra mujer!
NOVIA ¡Calla, calla! Véngate de mí; ¡aquí estoy! Mira que mi cuello es blando; te cuesta menos trabajo cortarlo que segar una dalia de tu huerto. Pero ¡eso no! Honrada, honrada como una niña recién nacida.
MADRE Pero ¿qué me importa a mí tu honradez? ¿Qué me importa tu muerte? ¿Qué me importa a mí nada de nada? Benditos sean los trigos, porque mis hijos están debajo de ellos; bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos. Bendito sea Dios, que nos tiende juntos para descansar.
NOVIA Déjame llorar contigo.
MADRE Llora, pero en la puerta.
Entra la niña. La novia queda en la puerta. La madre en el centro de la escena.
MADRE Girasol de tu madre, espejo de la tierra. Que te pongan al pecho cruz de amargas adelfas; sábana que te cubra de reluciente seda, y el agua forme un llanto entre tus manos quietas.
MUJER ¡Ay, qué cuatro muchachos llegan con hombros cansados!
NIÑA Ya los traen.
MADRE Vecinas: con un cuchillo, con un cuchillito, en un día señalado, entre las dos y las tres, se mataron los dos hombres del amor. Con un cuchillo, con un cuchillito que apenas cabe en la mano, pero que penetra fino por las carnes asombradas.
NOVIA Y esto es un cuchillo, un cuchillito que apenas cabe en la mano; pez sin escamas ni río,
para que un día señalado, entre las dos y las tres, con este cuchillo se queden dos hombres duros con los labios amarillos.
MADRE Y apenas cabe en la mano, pero que penetra frío por las carnes asombradas y allí se para, en el sitio donde tiembla enmarañada la oscura raíz del grito.
Las vecinas, arrodilladas en el suelo, lloran.