El control de la ira: técnicas para evitar perder el control
Todos hemos perdido los nervios en un momento u otro; por algo que no nos ha salido bien,
en un atasco, con nuestra pareja o hijos... hasta cierto punto es inevitable, ya que la
ira es una emoción normal, que tenemos todos. Pero aunque sea normal, tenemos la responsabilidad
de mantenerla bajo control, evitar que nos desborde y que genere consecuencias negativas
para nosotros o para los demás. Y es que seguro que a todos nos viene a la mente esa
persona con la mecha muy corta, que a la mínima explota y arrasa con quien tenga a su alrededor.
¿A que no es agradable? Vamos a ver cómo podemos evitar caer en estas conductas.
Como hemos dicho, la ira es una emoción que pertenece al ser humano y como tal podemos
hasta considerarla como positiva y necesaria para la supervivencia. Nos puede ayudar a
salir victoriosos de situaciones en las que nos vemos obligados a defendemos. Es decir,
es útil en manos de una persona que la sabe controlarla y no deja que la ira tome el mando
de la situación. Sin embargo, cuando la ira domina o desborda a la persona, cuando se
dirige de forma desmedida hacia los demás, cuando produce consecuencias negativas para
el bienestar de los otros y de uno mismo e incluso cuando aparece en situaciones innecesarias,
hablamos de una ira problemática. Un concepto muy interesante para poder prevenir
estas explosiones es el de la escalada de la ira. La ira puede aumentar o disminuir
en intensidad. Cuando la ira aumenta en intensidad, se trata de una escalada. Hay personas que
se vuelven furiosas y se calientan rápidamente. Pero a pesar de ello, y a pesar de lo que
nos puede parecer, este “subidón” no es instantáneo. La ira comienza habitualmente
con unos niveles bajos de malestar o de irritación y poco a poco va aumentando hasta que, en
algunos casos, estalla de forma explosiva. El secreto para aprender a controlar la ira
es conocer qué es lo que hace que a partir de una pequeña molestia o irritación inicial,
se llegue hasta una expresión de cólera explosiva y descontrolada. Para ello, hay
que averiguar el camino ascendente que sigue la ira, que se puede sintetizar en cuatro
pasos: experimentamos un suceso negativo, el cual genera en nosotros un pensamiento
caliente, que nos lleva a la ira excesiva y ésta a las conductas violentas.
El error de muchas personas es creer que es el suceso negativo el que provoca el malestar
o la ira excesiva directamente. Sin embargo la realidad es muy distinta. Lo que en verdad
nos enfada no es tanto lo que ha ocurrido (los sucesos) sino lo que hemos interpretado
(los pensamientos) acerca de estos. Lo que importa no es lo que pasa sino lo que creemos
acerca de lo que pasa, lo que interpretamos. En definitiva, un suceso negativo solo llega
a enfadarnos después de haber pasado por el filtro del pensamiento.
Si detectamos las señales que nos indican cuándo nos estamos enfadando y porqué, al
menos tendremos la oportunidad de poder controlar nuestro nivel de cólera. Veamos cuáles son:
En primer lugar tenemos los pensamientos calientes: ante un suceso negativo, la ira escalará
rápidamente si comenzamos a tener pensamientos calientes. Son lo que la persona se dice a
sí misma ante un suceso determinado: ”me mira así para joderme”, ”lo ha hecho
aposta para molestarme”, ”siempre me critica a mis espaldas”, ” se va a enterar, ya
me tiene harto”. En segundo lugar estarían las sensaciones
físicas: son aquellas sensaciones físicas que notamos y que están muy relacionadas
con el aumento de la ira. Aunque cada persona puede tener sensaciones corporales diferentes
cuando se va enfureciendo, sin embargo las más habituales son las siguientes: puños
cerrados, tensión en los brazos, tensión muscular, labios y dientes apretados, ceño
fruncido, tono de voz alto, respiración acelerada, ritmo cardiaco rápido… Además, al actuar
estas sensaciones corporales junto con los pensamientos calientes, se potencian recíprocamente
y aceleran la escalda de la ira. En tercer lugar tendríamos los comportamientos
furiosos: son las conductas que una persona realiza cuando se está enfureciendo. Por
ejemplo, cuando empezamos a levantar el tono de voz o pegamos un portazo. En estos casos
la ira aumenta más rápidamente todavía. Se corre el riesgo de que estos comportamientos
lleguen a un punto en que la persona no sea capaz de controlarlos: cuando la ira domina
al comportamiento, y el sujeto puede acabar descargando toda esa tensión con otras personas.
Y finalmente habrían también otros aspectos que pueden influir también en la escalada
de la ira de una persona en concreto: el temperamento, la manera que tiene de solucionar los problemas,
el ambiente en que ha vivido, el nivel de estrés y de estado de ánimo, etc.
El tiempo fuera Cuando una persona siente que se está “calentando”,
puede utilizar esta técnica para frenar la ira, a modo de emergencia. Esta técnica consiste
en alejarse de la situación física y psicológicamente. Es algo tan sencillo y, a la vez, tan difícil
como irse del lugar en el que se está generando el conflicto; por ejemplo, hacer deporte en
esta situación suele ser una estrategia muy efectiva para liberar tensión.
Cuando detectes que tu nivel de ira comienza a aumentar es un buen momento para hacer un
tiempo muerto. Una vez que te has alejado físicamente del conflicto, también te interesará
alejarte psicológicamente. Para eso, procura no hacer cosas que te pongan más de mala
leche, como largarte de un portazo, golpear o lanzar cosas, irte refunfuñando, insultando
o diciendo tacos, etcétera Y, por supuesto, tampoco te interesa dejar que los pensamientos
calientes sigan creciendo aún más. En todo caso, para que de verdad te ayude
a calmarte, durante este tiempo muerto deberías evitar lo siguiente
• Hacer cosas que nos enfaden más (golpear objetos, dar portazos…)
• Seguir dándole vueltas continuamente a lo que ha pasado. Aléjate de esos pensamientos
distrayéndote. • Tomar decisiones importantes: no es el
momento de decidir separarte, vender alguna propiedad, etc.
• Drogarte; en este punto por supuesto, incluyo el alcohol.
• Conducir o hacer actividades peligrosas. • Actualizar tus redes sociales: cuidado
con lo que pones en Facebook, Instagram, twitter o lo que dices en grupos de WhatsApp.
En resumen: la ira es una emoción normal, pero no podemos permitir que se apodere de
nosotros. Cuando explotamos, ésto no sucede de repente, sino que antes ha habido todo
un proceso. Atendiendo más a nuestros pensamientos y sensaciones físicas, podremos detener más
pronto esa escalada y evitar consecuencias negativas.
Y hasta aquí, otra píldora de psicología, si os ha gustado tenéis muchos más vídeos
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y Padres Felices”. ¡Un saludo!