El FIASCO de las 180.000 viviendas PÚBLICAS de NY (Y un AGUJERO de $32.000 millones) - VisualPolitik
Nueva York, esa jungla de cemento donde se fabrican los sueños,
como diría el rapero Jay-Z, es también una de las ciudades más caras del mundo.
Y sí, evidentemente eso incluye también el precio de la vivienda.
Queridos amigos, amigas, el alquiler medio de un apartamento de dos habitaciones en
Nueva York asciende a 2.695 dólares al mes, y si esto os parece mucho,
tened en cuenta que en el periodo pre-pandemia esa cantidad ascendía a 3.500 dólares.
Sí, hablamos de precio medio, evidentemente podréis encontrar alternativas más económicas
y también es cierto que en Nueva York los salarios son altos, pero aún así
tal y como os podéis imaginar son precios que no resultan aptos para todos los bolsillos.
Los neoyorquinos de bajos ingresos se tienen que conformar con una vivienda
asequible en el marco de planes promovidos por la ciudad o por el Estado de Nueva York,
o a vivir en un apartamento de vivienda pública.
Y precisamente es sobre esto último sobre lo que os vamos a hablar en este vídeo. Vamos
a analizar una de las políticas públicas de vivienda más grandes de todo el mundo.
(En primer lugar, tenemos que conocer la diferencia entre vivienda asequible
y vivienda pública. La primera, la vivienda asequible es aquella que está sometida a algún
programa de subvenciones o desgravaciones fiscales dirigidas a reducir el precio de los alquileres,
alquileres que suelen estar en promociones de viviendas privadas.
La segunda, la vivienda pública, es un tipo de vivienda construida,
mantenida y gestionada completamente por las administraciones públicas. Es decir,
viviendas en las que si, por ejemplo, se te estropea la caldera o se avería el ascensor,
un trabajador público es el encargado de gestionar la incidencia y solucionarla.
Y es en Nueva York, precisamente, donde se encuentra la mayor administración de
vivienda pública de Norteamérica, la Autoridad de la Vivienda de la Ciudad
de Nueva York, más conocida como NYCHA por sus siglas en inglés.).
La NYCHA fue creada en 1934, justo después del famoso Crack del 29 que
sumió a la ciudad en una profunda crisis económica y hundió en la
pobreza a una parte importante de la clase media de aquella época.
Debido a esta crisis, muchos neoyorkinos perdieron sus casas y se vieron forzados
a vivir en infraviviendas o hacinados en pisos compartidos.
Así que para solucionar este problema, el entonces
alcalde Fiorello Enrico La Guardia fundó la NYCHA por mandato del Estado de Nueva York.
Un programa masivo de vivienda pública gestionado principalmente
por el ayuntamiento de Nueva York pero cuyos recursos económicos procedían
sobre todo del gobierno federal y de las propias rentas de los inquilinos.
Amigos, esta iniciativa empezó muy bien,
sin embargo lleva décadas sufriendo muchos problemas: La inviabilidad financiera,
el surgimiento de ghettos y los graves problemas de mantenimiento son sólo algunos ejemplos.
Y precisamente por eso, en este vídeo te vamos a hablar de cómo la joya,
el orgullo de las políticas sociales de Nueva York, se ha convertido hoy en una
de sus mayores vergüenzas. Esta es la historia de uno de los grandes
fracasos de las políticas sociales de los Estados Unidos de América.
Atentos.
(UN MODELO EXITOSO… DURANTE UN TIEMPO)
En los años 30, el modelo de vivienda pública experimentó un auge radical en Estados Unidos.
Multitud de ciudades por todo el país implantaron prácticamente cada día este
tipo de políticas de vivienda para responder a las consecuencias de la crisis económica. Pero
de todas ellas Nueva York fue, sin duda alguna, la que más decididamente lo hizo.
En un principio, el programa consistió en adquirir promociones inmobiliarias inacabadas
o quebradas por la crisis. Promociones que luego la reciente Autoridad de la Vivienda terminaba
de construir para albergar a gente con problemas económicos a cambio de un alquiler muy reducido.
Ahora bien, si pensáis que el modelo estaba
inicialmente orientado a ayudar a los más pobres, estáis muy equivocados.
De hecho, fue justo lo contrario. La NYCHA impidió a los residentes con ingresos más
bajos acceder a esta ayuda, que estaba en la práctica destinada a “rescatar”,
por así decirlo, a la clase media que lo estaba pasando mal durante la crisis.
(Más tarde, en los años 50 y 60, se estableció, literalmente,
una “lista de factores morales” que, concienzudamente, excluían a los más pobres.
Por ejemplo, no podían residir en este tipo de viviendas personas con
trabajos irregulares en su historial de empleo, problemas mentales, alcoholismo,
madres solteras o incluso personas con falta de muebles.
Se consideraba que estos factores excluyentes permitirían preservar la seguridad, la salud y
la moral de estas nuevas comunidades. Recordad que estamos hablando de un
país donde todavía el clasismo y el racismo estaban a la orden del día.
De esta forma, en la práctica, durante las primeras décadas de funcionamiento de la NYCHA,
sus promociones estaban repletas de residentes blancos. Las minorías raciales se quedaron fuera.)
Esta, como decirlo, marginación, condenó aún más a las minorías a la exclusión social lo
que a su vez alimentó la delincuencia. Ya no es que no recibieran ayudas,
sino que el sistema les excluyó deliberadamente.
Estos colectivos tuvieron que recluirse en guetos,
tenían menos acceso a los servicios públicos que la ciudad concentraba en las zonas consideradas
como “respetables”, alimentándose el rechazo social. Y vuelta a empezar.
De hecho, se considera que este fue uno de los factores que explican los graves
problemas de crimen y drogas que la ciudad tuvo durante las décadas de los 70 y 80.
Pero no nos desviemos.
La cuestión es que, nos guste o no, excluir a todas esas personas hizo
que vivir en una vivienda de la NYCHA fuera incluso algo deseado.
Al fin y al cabo, hablamos de complejos residenciales que tenían en muchos casos
mejores condiciones de vida que muchas viviendas privadas de clase media:
Pensad que hablamos de viviendas nuevas y que además contaban con
servicios comunitarios como servicios de mantenimiento propios, primeros auxilios,
tiendas, escuelas y servicios de seguridad. Tenían, incluso,
jardines y zonas privadas para aparcar, algo poco frecuente en esa época…
(“En mi época, el personal era lo mejor. Tenían su trabajo,
hacían su trabajo y estaban preparados para su trabajo. Llamabas y te lo arreglaban de
inmediato." - Elaine Walker, residente de las Queensbridge Houses desde 1958, para NYT.)
Además, la pasta que llegaba del gobierno federal era abundante así que los complejos de viviendas
tenían un mantenimiento al día que los inquilinos no tenían que sufragar.
¿Que se les estropeaba la caldera? No había problema, llamaban y se lo arreglaban. ¿Que
tenían una fuga en el lavabo? Exactamente lo mismo. ¿Que hacía falta pintar? Faltaría más.
En sus mejores tiempos, había 17.000 empleados a cargo de las labores de mantenimiento de los
cientos de edificios residenciales públicos de la Ciudad de Nueva York. Por tener,
tenían incluso su propio cuerpo de policía con 2.700 agentes hasta que
en 1995 se integraron en la Policía de Nueva York.
En definitiva, las condiciones de vida hasta la década de los 60 eran incluso
mejores que las que la clase media podía encontrar en el mercado privado,
y para ese momento la NYCHA ya era el casero de alrededor de medio millón de neoyorquinos.
Sin embargo, durante los 60, con la mejora de las
condiciones de la clase media blanca y la prosperidad que se vivía en el país,
fue creciendo la presencia de minorías de bajos ingresos que se mudaban a una vivienda pública.
Además, en 1968 y por la presión del activismo y del propio gobierno federal, Nueva York eliminó
muchos de los requisitos “morales” para acceder al programa, lo que aumentó aún más la demanda.
(Todo esto alimentó un cambio en el estilo de vivienda que se empezó a construir.
De repente se cambió el modelo de bloques bajos y amplios espacios verdes por enormes bloques
de unas 20 plantas para albergar a más y más gente. Fueron desarrollos urbanísticos que ni
siquiera estaban bien insertados en el plano urbano. La prioridad ya no era garantizar un
buen nivel de vida sino sobre todo repartir viviendas a cuántas más personas mejor..
Y quizás por eso no se midieron bien las consecuencias que este nuevo
modelo podría llegar a tener. Muchos urbanistas consideran,
de hecho, que el nuevo modelo creó una tercera ciudad dentro de Nueva York)
En la práctica, amigos y amigas de VisualPolitik, lo que estaba germinando era una división social
que terminaría por explotar justo en la década siguiente, en los 70.
¿Queréis conocer cómo fue la caída en desgracia de la NYCHA? Pues atentos.
(EL PUNTO DE INFLEXIÓN)
La década de los 70 fue un punto y aparte, una década
de muchos cambios en los desarrollos residenciales públicos de Nueva York.
Los nuevos barrios de vivienda pública no tenían
locales comerciales ni espacios para montar negocios, con lo que rápidamente
se convirtieron en zonas aisladas de las dinámicas del resto de la ciudad.
Esto, sumado a la marginalidad y la exclusión que sufría la comunidad negra,
terminó rápidamente por convertir las nueves moles de viviendas públicas en peligrosos
ghettos donde la criminalidad y el vandalismo crecían sin parar.
Digamos que a muchas personas se les dio una vivienda pero no un modo de vida ni una fuente
de ingresos alternativa más allá de las prestaciones de los servicios sociales.
Tampoco se estudiaron los saltos culturales ni se establecieron
planes para favorecer la inclusión de las personas con más problemas. Para nada.
Lo que se hizo fue mezclar a todo tipo de personas, generalmente negras,
con circunstancias socioeconómicas y personales muy distintas en unos bloques enormes aislados
de la ciudad. Fue el caldo de cultivo perfecto para un montón de problemas.
¿Un ejemplo? Estos barrios fueron los que más sufrieron la epidemia del crack
de los años 80. Un periodo durante el cual muchos residentes utilizaron sus
viviendas como punto de venta y consumo de estupefacientes.
Pero esto no es todo.
(Junto a los cambios de orientación en las políticas públicas se produjo
otro factor determinante para el progresivo abandono de la vivienda pública neoyorquina.
En 1978 se aprobó la Ley de Vivienda y Desarrollo Comunitario,
también conocida como Sección 8, que creó el Programa de Vales de Elección de Vivienda.
Este programa en la práctica implicó un cambio de política por el cual el modelo
de vivienda pública construida, gestionada y mantenida por las administraciones públicas
empezó a ser sustituido por viviendas subsidiadas en el mercado privado.
Un modelo quizás más eficaz, barato y justo pero que, claro,
generó un recorte salvaje en los fondos federales para la NYCHA,
que se consideraba un modelo obsoleto y en decadencia, lo que rápidamente se tradujo en
una grave falta de mantenimiento de las viviendas públicas neoyorkinas y de los edificios.)
Para que os hagáis una idea, en la actualidad gran parte de los 2.462
edificios de la NYCHA presentan un estado de mantenimiento propio del tercer mundo.
Techos con goteras cuando llueve, constantes averías en las viejas calderas en pleno invierno,
ventanas rotas que tardan semanas y meses en repararse, cocinas que no funcionan…
La situación es tan dramática que, a día de hoy,
las condiciones de vida en muchos de los edificios de la NYCHA son así de duras.
(“Hace poco no tuvimos agua caliente durante tres días. Así que no podías bañarte o
ducharte.” - Miriam Booth, residente de las Astoria Houses en Queens desde 1996, para NYT.)
Y recordad que hablamos de una ciudad donde las
temperaturas pueden alcanzar una media de -10 grados en invierno.
El problema es que la falta de fondos federales no parece que vaya a revertirse.
Y digo problema porque se calcula que la NYCHA necesita al menos
31.800 millones en reparaciones, una factura que no deja de crecer.
De hecho, se estima que para 2027 el 90% de las unidades de vivienda de la NYCHA habrán llegado
a un punto en el que sea más barato demolerlas y volverlas a construir, que repararlas.
Sí, el sistema público de vivienda de Nueva York terminó condenando a miles
y miles de personas a una vida cuasi marginal, rodeada de delincuencia,
estupefacientes, exclusión y carencias de todo tipo.
Amigos, este es uno de esos casos en el que el supuesto regalo
terminó convirtiéndose en un regalo envenenado.
Y claro, la pregunta que podemos hacernos es… ¿qué solución hay?
Pues… Atentos.
(¿SE PUEDE SALVAR LA NYCHA?)
Aún con todo y pensando en el futuro, la Agencia de Vivienda de Nueva York tiene dos
grandes fortalezas: no tiene deudas y tiene un patrimonio enorme. Hablamos de 2.462 edificios
y más de 10 km2 de terreno en una ciudad dónde podéis creerme el suelo es carísimo.
Sin embargo, tiene también dos debilidades importantes: la falta de mantenimiento y
abandono de los inmuebles, que ya os hemos contado, y la escasez crónica de ingresos.
(Los ingresos por las rentas y tarifas de los inquilinos,
que pagan una media de 484 dólares al mes de alquiler,
solo cubren una tercera parte de los gastos de la NYCHA. El resto tiene que ser subsidiado.
Además también existe un problema importante de
impagos. El 30% de los pagos mensuales no se abonan.)
Ahora bien, el mayor problema para la ciudad son los más de 30.000 millones que se necesitan
invertir en unos edificios que se caen a pedazos. Y la pregunta es, ¿existe alguna alternativa?
Pues bien, el actual alcalde, Bill de Blasio, cree que sí.
Veréis, De Blasio ha impulsado un plan a diez años llamado NextGeneration, con tres objetivos clave:
en primer lugar, conseguir reparar las deficiencias de mantenimiento
más graves; en segundo lugar reducir el desequilibrio entre ingresos y gastos,
y por último potenciar el modelo de vale de vivienda que impulsó la Sección 8.
Para conseguir lo primero, De Blasio ha abierto la NYCHA a la colaboración público-privada,
en el marco del programa federal RAD, de modo que algunas de las
promociones están pasando a estar gestionadas por empresas privadas.
En otras palabras, se ha comenzado a externalizar la gestión y el
mantenimiento. Y de momento los resultados no parecen nada malos…
Son ya casi 15.000 los apartamentos públicos de Nueva York que operan
de forma privada, alrededor de un 9% del total.
Y ojo, esto es solo el principio, porque la idea del plan es que termine
habiendo 62.000 viviendas bajo este sistema. Una tercera parte del total.
Ahora bien, ¿cómo va a funcionar este nuevo modelo?
(Pues bien, una -o varias- empresas privadas se encargarán de gestionar y mantener los complejos
de viviendas transferidos por la NYCHA, que eso sí, seguirá siendo su propietaria.
Sin embargo los inquilinos dejarán de pagar su alquiler a la autoridad
municipal y pasarán a hacerlo a las empresas privadas, que deberán cumplir
con el límite del coste del alquiler que fija la ley para la vivienda protegida.
Además los inquilinos que ya estaban bajo el
modelo anterior no podrán ser expulsados de sus viviendas.)
¿Y qué se consigue a cambio?
Pues bien, esta externalización está permitiendo la renovación integral de promociones enteras sin
engordar tanto el gasto público. Y de momento parece que los inquilinos bajo
este nuevo sistema ya lo empiezan a notar. (El alcalde de Blasio anuncia que 62.000
apartamentos de la NYCHA recibirán reparaciones integrales - NYC
La novedosa asociación público-privada dedicará casi 13.000 millones de dólares para reparaciones
de primera necesidad. [...] Los aproximadamente 140.000 residentes en estas unidades conservarán
todos sus derechos como residentes de viviendas públicas, pagarán un alquiler limitado al 30%
de sus ingresos y permanecerán en sus edificios durante las renovaciones, que incluirán cocinas y
baños nuevos; sustitución de ventanas, ascensores, calderas y techos; y mejoras en zonas comunes.)
Amigos, amigas, el modelo de vivienda puramente pública ha fracasado en Nueva
York y la Autoridad de la Vivienda de la Ciudad podría convertirse
en un mero propietario que otorga concesiones más que un gestor completo.
De esta forma se supone que las empresas privadas serán
más activas a la hora de exigir a los inquilinos que cuiden de sus viviendas
y serán más eficientes con los gastos. Ahora bien, ¿será todo esto suficiente?
Desde luego no parece una tarea sencilla. Pero sí
que puede ser una buena forma de empezar a cambiar las cosas.
Pensadlo un momento, vivir en un entorno abandonado y muy degradado se convierte en
un semillero de problemas. Eso es exactamente lo que parece decir la evidencia y los experimentos
que se han realizado. Así que al menos desde ese punto de vista parecen buenas noticias,
un primer paso.. O mejor dicho un segundo. El primero fue reconocer el fracaso del programa.
En cualquier caso, lo que queda claro es que no siempre las buenas
intenciones no se traducen en buenas políticas. Cuidado con esas cosas.
Pero ahora, turno para ti. ¿Cuál crees que es la mejor forma de reducir la
exclusión social entre los sectores más desfavorecidos de la población urbana?
Déjanos por aquí abajo tus opiniones y ahora, si este vídeo te ha resultado
interesante no olvides hacérnoslo saber dándole al botón de like.
Un saludo y hasta la próxima.