¿El fin de la INDUSTRIA PETROLERA en COLOMBIA? - VisualPolitik - YouTube (1)
El presidente de Colombia, Gustavo Petro llegó al gobierno en 2022 con grandes promesas de
cambio en prácticamente todos los sectores políticos, sociales y económicos del país.
Digamos que el nuevo presidente se propuso cambiar Colombia de arriba abajo.
Uno de estos grandes cambios es, precisamente, su plan transición energética, el cual pasa
por mucho que os pueda sorprender, por un abrupto cese de cualquier nuevo contrato de
exploración y explotación petrolera en el territorio colombiano.
Es decir, que Colombia puede convertirse en una de las principales potencias petroleras
en vetar esta industria.
Y, ojo, que hablamos de unos de los sectores económicos más importantes, qué más dinero
aportan a las arcas públicas y el número uno en término de exportaciones.
La pregunta es, ¿Qué puede suponer para Colombia romper con la industria petrolera?
¿Por qué lo hacen?
¿Qué van a sacrificar?
¿Tiene sentido una medida como esta?
Pues bien, este vamos a responder a todas estas preguntas.
Arranquemos.
Con unas reservas probadas de cerca de 2.000 millones de barriles, Colombia se encuentra
entre los 35 países con mayores reservas de oro negro del mundo.
En concreto, en este país existen 23 zonas geológicas, con diferentes cuencas, de las
cuales solo nueve producen hidrocarburos: siete producen petróleo, y dos, producen
gas.
(De las siete cuencas productoras de crudo, solo tres concentran más del 90 % de la producción.
Estas son las cuencas de los Llanos Orientales, del Valle Medio y Valle Superior del Magdalena.
En total, de los 20 departamentos que extraen petróleo actualmente, solo uno extrae petróleo
ligero, mientras que el resto producen crudo mediano o pesado.)
Estos serían grosso modo los detalles.
Como veis, el perfil petrolero colombiano no es precisamente el de un país como Arabia
Saudí, pero sí que tiene potencial.
Aunque, eso sí, vaya lo que les costó aprovecharlo.
Atentos porque aquí comienza toda esta historia.
(T1.
LOS PRIMEROS PASOS: LA ALERGIA A LA RENTABILIDAD)
El primer pozo de petróleo de la historia de Colombia se perforó ya en el año 1918,
en el campo Cira-Infantas, donde a penas se llegaban a producir 2000 barriles diarios.
Tres años después, se construyó la primera refinería del país, en Barrancabermeja,
y también el primer oleoducto, en Mamonal, cercano a Cartagena.
Y de esta forma es como hace ya algo más de 100 años se puso en marcha la industria
petrolera colombiana.
Sin embargo, durante mucho tiempo no se obtuvo ningún provecho de esta industria.
En 1951, buscando darle un giro de tuerca a este asunto, el por aquel entonces gobierno
de Laureano Gómez nacionalizó y le otorgó varias concesiones petroleras a la recién
formada Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol, una empresa pública creada para
que el Estado colombiano pudiese participar activamente e impulsar esta industria.
De esta forma, aunque durante esos años gigantes como Texaco o la Shell comenzaron a interesarse
por el petróleo colombiano, las condiciones de exploración y extracción eran totalmente
desventajosas para ellos.
La presencia de Ecopetrol era el principal escolló.
El gobierno solo tenía ojos para ella, y esta entidad no solo era una empresa que competía
en la exploración y producción, sino que actuaba también como el organismo público
que regulaba este sector.
Así que de una forma u otra, todas las empresas privadas estaban obligadas a asociarse con
su virtual competidor en condiciones poco atractivas.
Y así, durante casi todo el siglo XX se probaron distintos regímenes jurídicos, que a decir
verdad, parecían ir de mal en peor.
(Por ejemplo, entre 1974 y 1989, operó un régimen llamado “Contrato 50/50”, que
tenía la misión de impulsar la inversión.
Pese a ello, bajo este marco el socio privado asumía el coste y el riesgo de la inversión
en exploración, que tenía que completarse en un plazo máximo de tres años.
Eso sí, cuando comenzaba la producción el reparto del beneficio que quedaba se hacía
de la siguiente forma:
Un 20% para el estado en concepto de regalías, un 40% para Ecopetrol y un 40% para el inversor
privado.
Por supuesto, luego el inversor privado tenía que pagar los correspondientes impuestos sobre
beneficios.
¿El resultado?
Entre el 85% y el 90% de los beneficios de la explotación iban a parar al estado.
El inversor privado apenas recibía el resto, lo que, lógicamente, resultaba muy poco atractivo.)
En 1987 se trató de mejorar esta norma, aunque bueno tratar, es mucho decir: lo único que
se hizo fue que ECOPETROL tuviera una participación más alta en el costo de la exploración.
Pero no cambiaba a grandes rasgos el modelo.
Por eso en 1989 se puso en marcha un nuevo régimen, que estaría vigente hasta 1994.
Ce creó la figura conocida como “Contrato de Distribución de la Producción”.
En este esquema el socio privado asumía el costo y riesgo exploratorio, hasta que se
efectuaba el descubrimiento.
En ese momento Ecopetrol entraba a participar de la siguiente manera:
Ya lo veis, cuanto más rentable era el pozo descubierto, menos participación le quedaba
al inversor.
Si este modelo atrajo un aluvión de inversiones lo debió de hacer lejos del petróleo colombiano.
Porque, de hecho, un yacimiento con apenas 60 millones de barriles ya era de por sí
escasamente rentable.
Por supuesto, este modelo no funcionó, así que en 1995 se lanzó una nueva fórmula,
denominada “FACTOR R”.
En este caso la distribución de la producción se hacía basándose en la rentabilidad del
campo petrolero sin tener en cuenta la magnitud de las reservas.
Sin embargo, no era nada fácil calcular los ingresos y los beneficios esperados, lo que
producía mucha incertidumbre.
Una incertidumbre que, por supuesto, espantaba a los inversores.
Así que ahora seguro que ya entendéis por qué durante prácticamente todo el siglo
XX la riqueza petrolera de Colombia apenas se explotó.
Y eso que el mayor interesado de que creciera la producción era el propio estado, que era
quien se llevaba la mayor parte de los beneficios en conceptos de impuestos y regalías.
Así que seguro, seguro que muchos tenéis la solución en la cabeza, parece bastante
obvia.
Sin embargo, tardo mucho en llegar.
Atentos.
(T2.
EL DESPEGUE)
No todo estaba perdido.
Durante la presidencia de Andrés Pastrana, ECOPETROL dio un giro muy importante.
Durante la conocida como convocatoria de la Ronda 2000, el estado hizo una serie de concursos
para explorar y producir en proyectos en los que la empresa estatal solo tendría el 30%
de la participación.
Por supuesto, eso llamó la atención de las grandes petroleras del mundo.
. Para que os hagáis una idea, esa iniciativa
culminó con la adjudicación de 13 proyectos, con más de 600 millones de dólares de inversión
inicial.
Sin embargo, el gran cambio para el sector petrolero colombiano aún estaba por llegar:
En el año 2003, el por aquel entonces presidente Alvaro Uribe Velez, ordenó la reestructuración
del sector, yendo directo a la raíz del problema.
El entonces gobierno colombiano creo la Agencia Nacional de Hidrocarburos, de tal forma que
Ecopetrol perdió sus facultades regulatorias.
De esta forma, la empresa pública pasaría a estar enfocada por completo a la exploración,
la producción, el transportarte, la refinación y la comercialización de los hidrocarburos.
Es decir, se convertía así en una petrolera al uso.
Al mimo tiempo el gobierno puso en marcha un nuevo contrato de regalías, impuestos
y derechos.
El nuevo modelo imitaba los estándares internacionales y limitaba la participación total del Estado
a un rango de entre el 50 y 60% de los beneficios cosechados.
¿Y sabéis qué ocurrió?
Que a partir de ese momento la producción se disparó, y con ella también las exportaciones.
De repente, el sector petrolero colombiano cobro vida.
Fijaos.
De esta forma, mientras la producción venezolana hacía aguas, Colombia cobraba cada vez más
peso en el sector petrolero de América Latina.
Los niveles de producción alcanzados hubieran sido completamente inimitables apenas unos
cuantos años antes.
Claro que también había problemas.
La caída de los precios del petróleo en el año 2015 redujo la inversión en este
sector en cerca de un 30% y la perforación de nuevos pozos en más del 80%.
Entonces el gobierno de Juan Manuel Santos tuvo que plantear una reforma tributaria para
contener la caída de los ingresos fiscales que generaba el petróleo.
Digamos que el tesoro colombiano se había vuelto muy dependiente de los nuevos ingresos
públicos que había traído consigo el oro negro.
Pero, no nos desviemos.
Sea como sea, pese a todo el sector se consolidó y las exportaciones de hidrocarburos continuaron
ganando peso entre las exportaciones colombianas.
Hoy esta industria es responsable de algo más de un tercio de todas las exportaciones
de Colombia.
En cierto modo hablamos de una especie de milagro petrolero que contribuyó a cambiar
el país.
En apenas una década, entre los años 2003 y 2013, el país pasó de tener casi que importar
crudo a convertirse, por ejemplo, en un importante proveedor de Estados Unidos.
¿Y sabéis qué?
Justo ahora, la falta de inversión que durante años se ha producido en la industria petrolera
internacional y la invasión rusa de Ucrania han puesto sobre la mesa la posibilidad que
Colombia experimente una nueva era dorada de los hidrocarburos.
Sin embargo, el nuevo presidente ha dicho que nanay.
Qué la explotación del petróleo ya no tiene cabida en Colombia.
Atentos.
(T3.
PETRO SÍ, “LEO” NO)
A finales de 2021, en plena campaña electoral por la presidencia de Colombia, el futuro
de la industria petrolera era un tema relevante en la agenda económica de los candidatos.
La posición más contundente era la de Gustavo Petro, que prometía nada más y nada menos
que el cese de las concesiones petroleras.
Fijaos.
(Una, cesa la contratación de exploración de petróleo en Colombia.
Mensaje: vamos hacía una economía productiva, no extractivista.
Habrá una transición tranquila, pero segura y sería que empezará el primer día de gobierno.
Gustavo Petro)
Pues bien, finalmente este candidato se convirtió el 19 de junio del 2022 en el presidente electo
de la República de Colombia.
Y en noviembre de ese mismo 2022, tan solo un año después de su promesa, se lanzó
a un discurso aún más arriesgado en la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático.
Fijaos.
(La crisis climática solo se supera si dejamos de consumir hidrocarburos.
Es hora de desvalorizar la economía de los hidrocarburos con fechas definidas para su
final.
[...] La solución es un mundo sin petróleo y sin carbón.)
Pero, esperad, porque el verdadero bombazo llegó el 19 de enero de 2023, cuando Irene
Vélez, ministra de Minas y Energía, confirmó que Bogotá ya no firmará nuevos contratos
de exploración petrolera:
(Decidimos también que no vamos a conceder nuevos contratos de exploración de gas y
petróleo.
Eso ha sido por supuesto muy polémico a nivel nacional.
Irene Vélez)
Por supuesto, esto ha generado mucho temor, no solo en el sector petrolero, sino en toda
la industria y prácticamente en toda la economía colombiana: ¿perderá este país una de sus
fuentes de dólares e ingresos públicos más importantes?
¿Está en riesgo la seguridad del abastecimiento?
Y es que, veréis, actualmente Colombia mantiene 330 contratos de exploración y explotación,
los cuales seguirán produciendo hidrocarburos tanto para el mercado interno como para la
exportación durante aproximadamente diez años.
La pregunta es, ¿y después de eso, qué?
Pues esto es lo que dice el presidente Petro:
C1(“Según las proyecciones de la Agencia Internacional de Energía, nos quedan cinco
años de exportación de carbón y 10 de petróleo (...) La transición tiene que ver con dos
aspectos.
Uno, lograr que las divisas que dejamos de obtener por exportar carbón y petróleo sean
reemplazadas en la misma magnitud por exportaciones de energías limpias y turismo principalmente.
Dos, (conseguir que) nuestro propio consumo interno de carbón y petróleo se reemplace
electrificando el transporte, cambiando nuestra matriz energética y descarbonizando la producción.”
Gustavo Petro, 21 de enero de 2023)
C2(“Habrá transición estrictamente energética, pero manteniendo la exportación de petróleo,
en niveles que nos permitan disponer de las divisas que el país necesita (...) Yo diría
que la petrolera durará unos 15 años”.
José Antonio Ocampo, ministro de Hacienda de Colombia)
Es decir, que parece que más o menos tiene un plan: forzar la transición energética.
La pregunta es, ¿se logrará en 10 años?
¿Merece la pena perder miles de millones de dólares de ingresos potenciales en un
país que sigue siendo muy pobre y que tiene tantas carencias, por ejemplo, en infraestructuras?