La apuesta de JAPÓN para lograr la INDEPENDENCIA ENERGÉTICA - VisualPolitik
El miedo a quedarse sin petróleo fue durante décadas uno de los pronósticos más recurrentes
y al mismo tiempo que más titulares, alarma y controversia generaba. Incluso era motivo
de estudio o, al menos, advertencia hasta en las propias escuelas. ¿Os acordáis?
Quizás lo fuera en buena medida porque la disponibilidad de fuentes de energía aprovechables
era mucho más limitada de lo que es hoy en día.
Y de hecho, tanto es así que, como los malos augurios nunca se cumplían, las profecías
se fueron retrasando una y otra y otra vez.
¡Algún día tendría que llegar el tan ansiado fin del petróleo!
(“El mundo se va a quedar sin petróleo en 10 años.” - Oficina de Minas de Estados
Unidos, en 1914)
(“El mundo se va a quedar sin petróleo en 13 años.” - Oficina de Minas de Estados
Unidos, en 1939 y 1950)
(“El mundo se va a quedar sin petróleo y otros combustibles fósiles en 1990.”
- Paul Erlich, Los Límites del Crecimiento, en 1973)
(“El mundo se va a quedar sin petróleo en 2030, y sin combustibles fósiles en 2050.”
- Paul Erlich, Más allá del Límite, en 2002)
Como veis no dieron ni una. Por supuesto, lo que toda esta gente no tuvo nunca en cuenta
fue la evolución tecnológica que el ser humano iba a seguir alimentando con el paso
de los años.
Y no solo hablamos del petróleo. El miedo a quedarse sin una fuente de energía abundante
fue una constante entre periodistas, analistas y expertos de todo tipo.
De hecho, hoy cuando hablamos de los combustibles fósiles lo que más nos suele importar es
la contaminación, pero lo cierto es que durante años no fue una cuestión de conciencia ambiental
sino de miedo, miedo a quedarnos sin suministros.
En cualquier caso, la cuestión es que estamos en pleno siglo XXI y salvo por la energía
nuclear todo el mundo parece correr hacia un futuro sin energías fósiles. ¿Todo el
mundo? ¡No! Al mejor estilo de la aldea de Asterix un país poblado por irreductibles
samuráis resiste contra viento y marea.
Queridos amigos, amigas, durante los últimos años Japón ha ido en contra de la tendencia
global. Y no solo no ha reducido su consumo de combustibles fósiles, sino que lo ha incrementado.
(2011 fue para Japón una especie de punto y aparte. El terremoto y el posterior tsunami
con sus devastadores efectos sobre la central nuclear de Fukushima cambiaron el planteamiento
energético del país. Si hasta ese momento los japoneses abrazaban la energía luego
ya la cosa fue diferente. Querían buscar alternativas.
El incidente de Fukushima se saldó con muchos de los reactores nucleares del país detenidos,
situación que se prolonga hasta el día de hoy. Evidentemente toda esa energía tuvo
que ser suplida de alguna manera.
Sí, con renovables pero también inicialmente con petróleo y gas, muchísimo gas.)
Tanto fue así que en 2016 las fuentes de energía primaria procedentes de combustibles
fósiles llegaron a suponer más del 90% de todo el consumo nacional,
Lo que en un país con tan poco recursos naturales aprovechables como Japón supuso tener que
cubrir con importaciones más del 80% de todas sus necesidades energéticas. Japón es uno
de los países energéticamente más dependientes del mundo.
El caso es que eso hizo saltar todas las alarmas en Tokyo. Y no es que se tratara de una cuestión
medioambiental, sino también y sobre todo estratégica, económica y geopolítica.
Y es que, para un país cómo Japón depender íntegramente del suministro de combustibles
fósiles de origen extrajero y traídos por barco supone un enorme riesgo para la seguridad
nacional. Especialmente en un momento en el que Xi Jinping ha puesto patas arriba la geopolítica
en esta región del mundo.
Amigos, amigas, durante años los políticos japoneses apostaron por la energía nuclear
como la mejor fórmula para ganar autonomía. Pero, ¿qué ocurre si ya no quieres o electoralmente
no puedes contar con ella? Digamos que hoy por hoy no es la fuente de energía más popular
en Japón.
Y precisamente por eso se lanzaron en masa a desarrollar las energías renovables como
si no hubiera mañana, especialmente la energía solar. Pero claro, sustituir la energía nuclear
son palabras mayores.
Así que la pregunta, la gran pregunta que podemos hacernos es, ¿Cuál es la solución
que los japoneses han puesto sobre la mesa? ¿En qué han pensado exactamente? ¿Tienen
alguna idea original?
Pues, aunque pueda sorprenderte una de las hipótesis, una de las soluciones que manejan
a todo este embrollo pasa por convertirse en algo así como los nuevos jeques del gas.
Convertirse en grandes productores a toda costa. Pero hay un problema: No tienen gas.
No al menos, lo que todos conocemos como el gas natural convencional.
Y justo aquí, en este preciso instante ha llegado la hora de poner sobre la mesa la
que puede convertirse en una de las grandes apuestas estratégicas de Japón: el hidrato
de metano.
¿Alguna vez habéis escuchado hablar de este compuesto? Me da que la mayoría no, ¿me
equivoco?
Pues… prestad atención porque os vamos a contar en qué consiste, cómo se puede
aprovechar y qué demonios están pensando en Japón.
Atentos.
(EL HIELO INFLAMABLE)
Sí, lo habéis escuchado bien. No nos hemos vuelto locos. Existe un “hielo” que si
lo quemas, prende.
Se llama hidrato de metano y lo hay en cantidades enormes a lo largo y ancho de todo el planeta.
Concretamente debajo del lecho oceánico. Y, ojo, porque esto último es lo que lo convierte
en una de las materias primas más deseadas, pero al mismo tiempo también más controvertidas.
Al fin y al cabo, en el lecho oceánico no solo existen ecosistemas tan únicos como
frágiles sino que además extraer materias primas de él es una operación que conlleva
muchos riesgos.
Pero para entender la importancia que tiene este recurso tenemos que aparcar aunque sea
por un momento las consideraciones ambientales y centrarnos en su enorme potencial, que la
verdad, creo puede sorprenderos.
(El hidrato de metano es la fuente de carbono más abundante de la Tierra. Se estima que
aglutina un tercio de todo el carbono del planeta. Y, ojo, porque las estimaciones en
torno a las reservas globales de Hidrato de Metano del Departamento de Energía de los
Estados Unidos apuntan a que su poder energético podría superar al de todos los demás combustibles
fósiles conocidos.
Quizás por ello, China está realizando pruebas de extracción de este recurso en el Mar de
China Meridional. Y de hecho es algo que Pekín podría estar teniendo en cuenta a la hora
de extender sus reclamaciones marítimas.
Sin embargo, hablamos de un compuesto que es altamente inestable, muy inflamable y particularmente
sensible a la presión y a la temperatura. Características que hacen que su extracción
no sea ni mucho menos sea algo tan sencillo como emplear la minería tradicional, es decir,
excavar, recogerlo y transportarlo a tierra firme.)
Ahora bien, ¿por qué hablamos de Japón y no de otros países cuando nos referimos
a este hielo inflamable?
Pues echad un vistazo atentamente a este mapa para poder entenderlo. Cada uno de los puntos
verdes hacen referencia a depósitos conocidos de hidrato de metano en el mundo.
Tal y como podéis ver la mayor concentración conocida de esta materia prima se sitúa precisamente
entorno a Japón.
La costa nipona está literalmente salpicada por depósitos de este compuesto. Lo que en
gran medida se debe a la confluencia de placas tectónicas y a los enormes depósitos sedimentarios
que hay frente a su costa.
¡No todo iba a ser malo! ¡Algo bueno tenía que tener ser una de las zonas con más riesgo
sísmico del planeta! ¿No os parece?
Pues, ya lo veis, en este caso la compensación es que Japón es uno de los países con mayores
reservas de hidrato de metano de todo el planeta.
Para que os hagáis una idea, el gobierno japonés calcula que en su territorio hay
por lo menos 7 billones de metros cúbicos de hidrato de metano en depósitos offshore.
Eso podría llegar a ser suficiente como para satisfacer todo el consumo de gas de Japón
durante casi un siglo. E, insisto, podría haber mucho más hidrato.
Precisamente por eso hay pocas dudas acerca de que la extracción de hidrato de metano
podría garantizar el suministro energético por mucho, muchísimo tiempo. Evidentemente
no solo en Japón.
Pero… Un momento, porque no resulta tan sencillo. El problema es que todavía no se
sabe muy bien cómo aprovecharlo, especialmente cómo extraerlo y procesarlo.
Pues bien, hoy por hoy para hacerlo hay dos formas. Una, llamémoslo convencional, y otra
digamos un poquito más revolucionaria, que es la que Japón está intentando desarrollar.
(La manera tradicional consiste en extraer este recurso mediante perforaciones del lecho
marino en profundidades de unos 1.000 metros. Además hay que tener en cuenta que los depósitos
no se encuentran en el agua, sino que se sitúan a unos cuantos cientos de metros por debajo
del lecho marino, lo que implica una complejidad adicional y unos costes tan elevados que,
a día de hoy, no permiten que esta opción sea comercialmente viable.
Y luego está la forma más revolucionaria, que es en la que está trabajando Japón.
Empresas como Modec o Mitsubishi Shipbuilding están desarrollando barcos extractores que
sean capaces de extraer de forma segura los depósitos de hidrato de metano más cercanos
a la costa.
Esto se haría “pinchando” el lecho marino hasta llegar al depósito, y dejar que el
hidrato de metano ascienda al barco extractor, que a su vez podría apoyarse en otros barcos
auxiliares para transportarlo a la costa o incluso almacenarlo y transformarlo en gas
metano in situ.)
Parece simple, ¿verdad?
Pues lo cierto es que no lo es en absoluto. La complejidad técnica viene sobre todo,
como ya comentamos antes, por la inestabilidad de este recurso y también por el riesgo de
contaminación, ya que de no hacerlo bien podrían ser liberadas altas cantidades de
metano al mar y, luego, a la atmósfera.
Y claro, esto no es bueno ni lejos ni cerca de la costa, pero cerca es todavía peor.
Además, más allá de los riesgos, la extracción en sí misma resulta complicada incluso técnicamente.
Digamos que durante el proceso de perforación se corre el riesgo de que entre arena o cualquier
otra cosa al depósito a través de la perforación, y eso podría desestabilizar el hidrato de
metano hasta el punto de volverlo inutilizable.
Pero en fin, es en lo que están trabajando. El objetivo es conseguir gas, gas y más gas,
y que sea lo más barato posible para los nipones.
Pero, ojo, porque nos falta un detalle clave: lo que Japón aspira es a convertirse en toda
una potencia productora de hidrógeno, produciéndolo, precisamente, con el gas extraído de los
depósitos de hidrato de metano. Un “yo me lo guiso, yo me lo como” en toda regla.
Y tal y como ya os contamos en un vídeo que publicamos hace poco tiempo sobre el hidrógeno
- el cual por cierto, os dejo aquí abajo en la descripción - las implicaciones podrían
ser enormes.
Pero, un momento, si estamos hablando de hidrato de metano, ¿qué demonios pinta aquí el
hidrógeno?
Atentos.
(¿EL TRAMPOLÍN NIPÓN HACIA EL HIDRÓGENO?)
Amigos, tal y como os contamos en el vídeo del hidrógeno, este combustible se puede
producir de varias mareas distintas. La más frecuentes es producirlo utilizando carbón,
gas natural o más recientemente también energías renovables.
Pues bien, he aquí la clave de las intenciones energéticas de Japón: extraer hidrato de
metano y utilizarlo para producir hidrógeno.
Para que os hagáis una idea, un metro cúbico de hidrato de metano puede producir aproximadamente
160 metros cúbicos de gas metano, que después se pueden transformar asimismo en hidrógeno.
De esta forma, países con amplios depósitos de hidrato de metano tal y como es el caso
de Japón podrían transitar muy rápidamente hacia el hidrógeno y utilizarlo como combustible
limpio y no dependiente de las importaciones. (De hecho, el hidrógeno es un pilar cada
vez más importante en la estrategia energética del gobierno de japón, el cual espera estimular
el consumo de este combustible por encima de las 20 millones de toneladas para el 2050.
Un objetivo relativamente elevado, especialmente si tenemos en cuenta que por unidad de peso
la potencia energética del hidrógeno es tres veces la de la gasolina, pero que solo
será posible alcanzar si se logran reducir sustancialmente sus costes de producción.
De esta forma, el plan del gobierno nipón pasa por reducir de 100 a 20 yenes por metro
cúbico el coste de producción del hidrógeno. Esto es, de 91 a 18 centavos de dólar. Y
para lograr ese objetivo, entre otras cosas, el país necesita un suministro de energía
muy competitivo. Potencialmente el hidrato de metano.
Y no solo eso, además producir hidrógeno con el gas derivado del hidrato de metano
sería más limpio que hacerlo con otras fuentes, ya que el hidrato de metano emite un 30% menos
de dióxido de carbono cuando se quema que el carbón o el petróleo.)
La cuestión es, ¿será posible aprovechar el hidrato de metano a escala comercial, y
que sea económicamente viable? Y luego otra pregunta que hay que hacerse es… ¿podrá
el hidrógeno acelerar su despegue gracias al hidrato de metano?
(Japón se fija en el “hielo inflamable” submarino como fuente de hidrógeno de combustión
limpia - Nikkei Asia)
Pues, amigos, esta es la revolución energética a la que está tratando de subirse Japón.
Una técnica que luego se complementaría con las tecnologías de captura de carbono.
Y es que de esta forma Japón podría lograr una enorme autonomía energética.
Ahora bien, ¿será algún día viable? No está claro, pero por lo pronto, en 2017,
el país del sol naciente consiguió a través de su proyecto experimental en la fosa de
Nankai extraer hidrato de metano durante 24 días sin ninguna incidencia técnica.
Y no solo eso, el Gobierno cree que conseguirá arrancar proyectos comerciales con hidrato
de metano entre los años 2023 y 2027. O al menos eso es lo que dice su último Plan Estratégico
de Energía.
Por lo pronto, llegados hasta aquí turno para ti. ¿Crees que deberíamos aprovechar
a escala masiva el gas que está “dormido” en los depósitos de hidrato de metano? ¿O
crees que bajo ningún concepto se deberían realizar extracciones de este tipo por los
riesgos ambientales que conlleva?
Déjanos tu opinión aquí abajo, en los comentarios. Y como siempre, si te ha resultado interesante
este vídeo no olvides darle like y suscribirte a Visualpolitik.
Una vez más, gracias por estar ahí. Un saludo y hasta la próxima.