¿Por qué AUSTRALIA se ha REBELADO contra CHINA? - VisualPolitik
Australia y Corea del Sur.
¿Qué pueden tener en común estos dos países que se encuentran a más de 6.000km de distancia?
Vale, para muchos la respuesta puede que sea obvia: la gran potencia..
Al fin y al cabo tanto Corea del Sur cómo Australia son dos aliados estratégicos de
los Estados Unidos. Dos alianzas claves para Washington, dos aliados imprescindibles para
la influencia del gigante norteamericano en la región de Asia-Pacífico, un lugar que
se ha convertido ya en el principal eje de la actividad económica mundial.
(Claro que eso no es lo único que tienen en común. En la Guerra de Corea los australianos
lucharon codo con codo junto a los surcoreanos para detener la invasión que había puesto
en marcha el régimen comunista de Corea del Norte.Una invasión, que por cierto, fue apoyada
por más de un millón de soldados chinos.
Desde entonces estos dos países han formado parte del bloque político, económico y militar
liderado por los Estados Unidos de América.)
Sin embargo, queridos amigos de VisualPolitik durante las últimas dos décadas la llegada
de un nuevo actor político ha abierto enormes grietas en la posición política de estos
dos países. Me estoy refiriendo, por supuesto, a la República Popular de China.
El creciente peso económico, político e incluso militar de China lo está cambiando
todo en esta región del mundo.
Y queridos amigos ahora es cuándo podemos hacernos exactamente la misma pregunta que
de forma martilleante e insistente cómo un pájaro carpintero sacude las mentes de muchos
de los principales líderes políticos del mundo:
¿Cómo demonios hay que relacionarse con China?
Queridos amigos, no hay una única respuesta y la emergencia de China está resquebrajando
los modelos homogéneos en política exterior.
Y de hecho Australia y Corea del Sur son dos buenos ejemplos de países, durante décadas
pertenecientes a un mismo bloque, que ahora han comenzado a seguir caminos bastante diferentes
en su forma de tratar con China.
Una separación que, no obstante, tiene límites. Porque lo cierto es que tanto los surcoreanos
cómo los australianos están en buena medida atados de pies y manos.
Un momento, ¿Qué por qué?
Pues fijaos
(Aproximadamente el 30% de las exportaciones australiana tienen cómo destino al gigante
chino, un porcentaje incluso superior al 25% de Corea del Sur. Además, los chinos también
son sus principales turistas.
En el caso de Corea del Sur durante el 2019, es decir, sin tener en cuenta al año del
coronavirus, 6 millones de chinos visitaron el país, casi el 35% del total. En el caso
de Australia hablamos de casi un millón y medio de chinos. Y exactamente lo mismo ocurre
con la inversión extranjera: la cuota de mercado del gigante asiático es cada vez
mayor.)
Hay quien describe todo esto como una creciente dependencia económica. Y, sea o no sea así,
no me negareis que por lo general este tipo de cosas condicionan y mucho la política
exterior de un país.
Claro que una cosa es condicionar y otra muy diferente determinar.
(Los lazos Australia-China están en su momento más bajo de la historia, dice el ex-embajador
- ABC News Au)
Queridos amigos, a pesar de que China se ha convertido ya en el mayor socio comercial
de Australia, el país de los aussies, los koalas y los canguros se ha mantenido estrechamente
alineado con los intereses de Washington en la región.
Una estrategia muy diferente a la que ha seguido Corea del Sur.
Precisamente por esto, en este vídeo vamos a ver exactamente cómo estos dos países,
que siendo aliados clave de los Estados Unidos, han seguido caminos muy diferentes respecto
a China.
Y la pregunta es, ¿Tú qué posición prefieres?
Atentos.
(SIN MIRAMIENTOS CON PEKÍN)
Si hace tan solo unos pocos años nos hubieran preguntado por un país occidental que se
fuera a llevar mal, mal con China durante el inicio de la década de los 20, seguramente
Australia hubiera sido nuestra última elección.
Hablamos de un país de apenas 25 millones de habitantes en el que viven 1,2 millones
de personas de origen chino; en el que hay miles de estudiantes y grandes fortunas procedentes
del gigante asiático y que mantiene unas relaciones económicas tan estrechas con la
República Popular de China que muchos analistas no dudan en calificarlas como una “dependencia
salvaje”.
Sin embargo, a pesar de ello, desde que en 2011 Barack Obama, en un discurso en el parlamento
australiano, incluyó a este país dentro del conocido como “pivote americano hacia
Asia”, las relaciones entre Estados Unidos y Australia, históricamente los dos mejores
amigos en política internacional, han vivido una nueva segunda luna de miel.
Algo que ha permitido, por ejemplo, el desarrollo en el norte de Australia de dos importantes
puntos de escala para la fuerza aérea y la marina de los Estados Unidos en el Pacífico.
Y podéis creerme si os digo que esas son el tipo de cosas que en Pekín no me gustan
un pelo.
(El caso es que esas reticencias de los aussies - que para los que no lo sepáis es cómo
se conoce a los australianos - hacia los crecientes tentáculos chinos son cada vez mayores. Y,
por ejemplo, ya no les hace ninguna gracia que las empresas chinas se hagan con activos
estratégicos en suelo australiano.
Operaciones cómo el arrendamiento en 2015 del puerto de Darwin a la empresa china Landbridge
Group, por 99 años a cambio de 380 millones de dólares, son vistas hoy como una amenaza
a la seguridad nacional.)
Y a ver, el que las empresas chinas parecieran obsesionadas con tomar el control de infraestructuras
clave en Australia, los escándalos protagonizados por políticos y empresarios australianos
que mantenían sospechosos lazos con el entorno del gobierno chino y la llegada de Trump al
poder, formaron un cocktail explosivo que multiplicó la desconfianza y las reservas
de los australianos hacia China.
Lo que ha provocado que prácticamente cualquier inversión medianamente importante de China
en el país, sea sometida a un intenso escrutinio político y social.
De hecho, las cosas han empeorado tanto que durante el año 2020 y comienzos del 2021
se ha vivido, incluso, una especie de reyerta comercial entre Australia y China. Una reyerta
en la que hemos visto aranceles, tasas, boicots e incluso difamaciones en forma de tweets
y montajes.
Sí sí, una historia la mar de mova. Pero, ¿Queréis algunos ejemplos? Pues… Fijaos.
(China formaliza el corte de las importaciones al carbón australiano, informan medios estatales
- The Guardian)
(China impone aranceles de hasta un 200% al vino australiano - BBC)
(Australia lleva a China a la OMC por los aranceles a la cebada - Financial Times)
Por supuesto, todos estos, cómo decirlo, “castigo” no tienen nada que ver con problemas
comerciales sino políticos.
Y es que, amigos, la tensión entre Pekín y Camberra durante el año 2020 ha sido particularmente
tensa.
(Durante el 2020 el gobierno de Australia fue uno de los más críticos con la política
de Xi Jinping.
Respecto a la pandemia del coronavirus, el gobierno australiano defendió activamente
que había que exigir a China que aceptara una comisión de investigación internacional
que permitiera descubrir los orígenes reales del sars-coronavirus-2 y en su caso pedir
responsabilidades.
Luego, sobre los acontecimientos vividos en Hong Kong, el gobierno aussie también se
mostró especialmente crítico con el asalto de Pekín al poder en la ciudad.
Y por si no fuera suficiente declaración de intenciones, Australia continuó con su
política de oponerse al despliegue de redes 5G por parte de empresas chinas como Huawei,
lo cual se ha prohibido en su territorio, o condenar la construcción por parte del
gobierno chino de islas artificiales en el mar de la China Meridional.)
Pero esperad un momento porque los rifi-rafes entre ambos países no terminan aquí. Fijaos.
(Las relaciones entre Australia y China tocan fondo después de un tuit provocativo de un
alto funcionario del Partido Comunista - Global Voices)
Ojito con este tweet.
En él un alto funcionario del Ministerio de Exteriores de China, publicó un fotomontaje
de un supuesto soldado australiano con un cuchillo ensangrentado en la mano que estaba
a punto de cortarle la cabeza a un niño afgano con un cordero en brazos.
El mensaje decía lo siguiente.
(“Conmocionado por el asesinato de civiles y prisioneros afganos por soldados australianos.
Condenamos enérgicamente tales actos y pedimos que se responsabilicen de ellos ". - Lijian
Zhao, subdirector del Departamento de Información del Ministerio de Relaciones Exteriores de
la República Popular China)
El tweet, como os podéis imaginar, levantó ampollas a todos los niveles de la política
australiana.
En fin, ya lo véis, las relaciones entre Pekín y Camberra no pasan por sus mejores
momentos. [Y eso a pesar de que los dos países acaban de adherirse al nuevo “Acuerdo de
Asociación Económica Integral Regional” que integra a 15 países de la región y del
que ya os hemos hablado.]
La cuestión es que todos estos rifirrafes han hecho que los australianos tengan una
pésima opinión del país de los 3 reyes. Por poneros un ejemplo, según un estudio
de Pew Research de octubre de 2020, el 81% de los australianos tienen una mala imagen
de China, y el 79% no confía en que Xi Jinping tenga buenas intenciones con su política
internacional.
Así que ya lo veis. Australia tiene unas relaciones económicas muy estrechas con Chinas
pero pese a ello su gobierno ha decidido alinearse claramente con los Estados Unidos, reivindicar
el concepto político de occidente y denunciar activamente todos los excesos perpetrados
por el gobierno de Xi Jinping.
Es una estrategia, que veremos lo que dura, pero que hasta el momento no podía haber
sido más diferente que la seguida por la Unión Europea o países como, por ejemplo
Corea del Sur, donde el pragmatismo le ha ganado la partida por completo al idealismo.
Atentos.
(EL FRÁGIL EQUILIBRISMO SURCOREANO)
Amigos, si echamos un vistazo a las relaciones entre Corea del Sur y China lo que nos vamos
a encontrar es con una de cal y otra de arena.
El ahora titán asiático ha pasado de ser un enemigo declarado de Corea del Sur durante
la Guerra de Corea y las tres décadas sucesivas a convertirse en su principal socio comercial
y emisor de turistas.
Así como también en el actor clave, imprescindible, necesario para la estabilidad en la península
por la especial relación que tiene Pekín con Pyongyang.
Por eso, creedme cuando os digo que en los pasillos de la Casa Azul, la Casa Blanca surcoreana,
cuando se trata de China,están convencidos de que es mejor mirar para otro lado que arriesgarse
a desencadenar un conflicto político y quizás comercial que para Corea podría ser muy lesivo.
Y no penséis que se trata sólo de una mera sospecha. Corea ya probó un aperitivo de
lo que suponen los enfados chinos hace apenas unos pocos años.
(China infligió un mundo de dolor en Corea del Sur en 2017 - Quartz)
¿El motivo? Pues… Mirad.
(Durante el año 2017 cuando en la península coreana la tensión estaba al rojo vivo por
las pruebas norcoreanas de misiles intercontinentales, Estados Unidos desplegó en Corea del Sur.,
con el beneplácito de Seúl, el escudo antimisiles THAAD.
En ese momento China entró el cólera. Consideraba que los potentes radares estadounidenses serían
capaces de rastrear todos y cada uno de los movimientos de su ejército en la costa este
de China.
Así que como respuesta Pekín puso en marcha un boicot masivo contra Corea del Sur: de
repente los chinos dejaron de consumir productos coreanos, el turismo chino en Corea se frenó
en seco y muchos negocios locales sufrieron pérdidas millonarias, que requirieron incluso
de la asistencia económica del gobierno.
También muchas empresas coreanas con negocios en China fueron perseguidas y coaccionadas,
en especial las del Grupo Lotte, propietaria del campo de golf que se cedió para instalar
el THAAD. Incluso se llegaron a producir ataques violentos contra coches de marcas coreanas.)
Ojo, aunque la instalación del THAAD en Corea fue aprobada por la ex-presidenta Park Geun
Hye, su instalación se produjo cuando Moon Jae In ya era presidente, y este no solo no
la frenó sino que autorizó todas y cada una de las llegadas de nuevas baterías y
radares.
Pero hasta ahí. Ahí se termina prácticamente toda la historia de “confrontación” del
gobierno de Moon con China. Desde entonces su estrategia hacia el gigante asiático ha
tomado un rumbo muy distinto.
Por poneros varios ejemplos y comparándolo con la posición australianas que hemos visto
antes, el gobierno surcoreano no solo no ha dicho absolutamente nada sobre el asalto chino
contra Hong Kong…
Sino que tampoco han dicho ni una palabra sobre la gestión o el supuesto origen de
la pandemia del coronavirus en China, no ha impedido que Huawei despliegue redes 5G en
el país, ni tampoco ha criticado la construcción de islas artificiales en el Mar de la China
Meridional.
Y no solo eso. Corea se ha mantenido de perfil en todo el tema de la guerra comercial entre
Estados Unidos y China durante la presidencia de Trump, y nunca ha llegado a hacer comentarios
en contra de ninguna política exterior de China más allá del típico “estamos preocupados
por la situación”.
Ahora bien, ¿qué explica esta equidistancia? ¿No es acaso Corea del Sur uno de los mejores
aliados de Estados Unidos en el mundo, y el principal en Asia Oriental?
Pues sí, pero en el caso coreano hay más factores que entran en juego y que hay que
cuidar a toda costa, al menos eso piensa el gobierno.
(El problema, por llamarlo de alguna forma, es que casi todos los principales conglomerados
empresariales surcoreanos no solo tienen un enorme negocio en el mercado Chino, sino que
también tienen allí muchas de sus plantas de producción.
Y aunque en los últimos años algunos fabricantes como Samsung, Hyundai o LG han intentado reducir
su concentración en China instalando fábricas en otros países como por ejemplo Vietnam,
lo cierto es que la dependencia de China a la hora de manufacturar productos coreanos
es enorme.)
O con otras palabras: En Seúl están seguros de que enfadar a Pekín podría suponer que
el régimen de Xi Jinping impusiera unos aranceles y restricciones a Corea similares o incluso
peores que los “castigos” que ya le ha impuesto a Australia. Lo que consideran podría
poner en riesgo el negocio mundial de las grandes empresas coreanas.
Y eso, eso son palabras mayores.
Pero no es tan sencillo. El gobierno surcoreano se encuentra atrapado entre tres variables
difíciles de equilibrar: la economía, su alianza con los Estados Unidos de América
y la opinión pública.
Porque, amigos, del mismo modo que sucede en Australia, los surcoreanos no tienen precisamente
una buena opinión de China ni de Xi Jinping.
(Únicamente el 4% de los surcoreanos consideran que su país debería priorizar las relaciones
con China sobre Estados Unidos, y apenas el 17% defiende que debe haber equidistancia
con China y Estados Unidos, que es básicamente la política actual del gobierno de Moon Jae
In.
Además según las encuestas, el 83% de los surcoreanos tienen una opinión negativa de
Xi Jinping y un 76% tienen una imagen negativa de China como país.)
En fin, ya lo veis, en el caso coreano el gobierno ha decidido seguir una estrategia
completamente diferente a la del Primer Ministro australiano, Scott Morrison.
Por eso, retomo la pregunta que os hacía al principio de este vídeo: ¿Qué posición
pensáis que es mejor? ¿Hay que priorizar el pragmatismo económico a la hora de tratar
con China que es la política que está siguiendo Corea del Sur? ¿O por contra pensáis que
las democracias occidentales deben ser más exigentes con el gobierno chino tal y cómo
ha hecho Australia durante los últimos años?.
Dejadnos vuestras opiniones en los comentarios. Y sabéis si este vídeo os ha resultado interesante
no olvideis suscribiros a VisualPolitik.
Una vez más muchas gracias por estar ahí.
Un saludo y hasta la próxima.