SUIZA: El país donde el PRESIDENTE solo está UN AÑO en el PODER - VisualPolitik
Suiza es sin lugar dudas uno de los países más especiales, deslumbrantes y asombrosos
de todo el mundo.
A pesar de estar enclavado entre montañas y de no contar con ningún recurso natural
destacable se ha convertido en uno de los estados más ricos de todo el planeta.
Y también en un país repleto de curiosidades: por ejemplo es el lugar dónde se inventó
el chocolate con leche - para unos un manjar para otros un sacrilegio -; también es aquí
dónde se fabrican los mejores relojes del mundo - con perdón del Apple Watch - y por
tener tienen incluso 4 idiomas oficiales a pesar de ser menos de 9 millones de habitantes.
Y eso no es todo. Hablamos de un país tan peculiar que ni siquiera tiene capital.
Y no, si en este preciso momento ya te estás tirando de los pelos y gritando a la pantalla:
¡Berna! ¡Berna!, tira del freno porque lo cierto es que esa ciudad no es más que la
designada como sede del Consejo Federal, esto es el gobierno suizo.
Que, sí, en la práctica es como ser la capital pero sin nada que la reconozca como tal.
Ahora bien, para que esta especie de paraíso montañoso con un entorno natural envidiable
sea también uno de los países más libres y democráticos además de uno de los menos
corruptos de todo el mundo, tiene que haber algo más en esa lista de curiosidades.
[El buen chocolate obra milagros, pero no tanto]
Pues sí, lo cierto es que hay algo más. Justo aquí en dónde aparece su particular
sistema político.
(El sistema político suizo ha sido catalogado por muchos analistas de política moderna
como poco menos que una utopía, una cosa tan rara hoy en día que bien se merece un
vídeo completo de VisualPolitik para explicarlo.
Y es que veréis, el sistema político de Suiza se basa en tres principios fundamentales:
la descentralización, el federalismo y la democracia directa. Hablamos de un país en
el que la ciudadanía lleva más de un siglo decidiendo directamente sobre los asuntos
más destacados de la política estatal.
De hecho, en Suiza podemos encontrar incluso lo que se conoce como comunas, sus particulares
municipios donde los habitantes del pueblo se reúnen periódicamente para decidir las
cosas y votar a mano alzada. Es lo que se llama Landsgemeinde.)
Por supuesto, conseguir que un modelo así funcione tan bien no ha sido cosa, precisamente,
de unos pocos años.
La Suiza tal y como la conocemos hoy se empezó a gestar en 1848, cuando pasó de ser una
simple confederación de cantones independientes a un Estado moderno con su gobierno central,
aunque eso, con el poder muy descentralizado. Podemos decir que los cantones son algo así
como los estados en Estados Unidos, las comunidades autónomas en España o los landers en Alemania,
pero con una autonomía política, financiera y de gestión muchísimo más grande. En total
hay 26 cantones y más de 2.000 comunas, el equivalente a los municipios.
(Los cantones suizos son los encargados de gestionar la educación secundaria, la salud,
la cultura, las infraestructuras cantonales y la seguridad a nivel policial. Y sí, para
ello pueden decidir de forma independiente cuánto cobrar y cómo recaudar y gestionar
sus propios impuestos.
Luego por debajo están las comunas, que gestionan la educación primaria y los servicios de
mayor proximidad como la limpieza de las calles o la seguridad local.)
Al final, sobre el estado central recaen sólo las funciones que atañen al conjunto del
país como por ejemplo la política, exterior, el ejército o las infraestructuras de alta
capacidad que vertebran el territorio. Todo lo demás es cosa de los organismos territoriales.
Cantones y comunas.
Pero llegados a este punto, estoy seguro de que estáis deseando saber más sobre este
peculiar sistema político.
Queridos amigos, ¿queréis saber más sobre un país en el que los presidentes solo están
un año en el poder y los “ministros” son de distintos partidos políticos?
Pues bien, veámoslo. Y qué mejor forma de empezar que echando un vistazo a su famoso
sistema de democracia directa.
(DEMOCRACIA DIRECTA: ¿LA UTOPÍA HECHA REALIDAD?)
Os lanzo una pregunta:
Si os pido que penséis en una democracia perfecta, en vuestro ideal de democracia,
¿Cual sería?
Seguramente para muchos de vosotros la respuesta pasa por un modelo en el que los ciudadanos
no se limiten a votar tan solo cada cuatro años y luego dejar que sus representantes
hagan y deshagan a su completo antojo.
Pues bien, Suiza va exactamente en esa línea.
(A Suiza se le suele conocer como el país de la campaña electoral eterna. Es bastante
probable que si algún día tenéis la oportunidad de viajar hasta allí, veáis carteles electorales
pidiendo un voto favorable o contrario sobre alguna que otra cuestión.
Y es que los suizos votan entre tres y cuatro veces al año para pronunciarse sobre temas
específicos de política nacional. Luego, además, están las elecciones parlamentarias
cada cuatro años, las cantonales y las comunales, que en algunos sitios obtienen incluso más
participación que las de ámbito mayor, lo que supone toda una anomalía en la escena
internacional.)
Asimismo los suizos también pueden lanzar iniciativas populares y referéndums. Por
ejemplo, las iniciativas populares son un instrumento por el que un ciudadano puede
proponer una proposición de ley que deberá ser votada en el parlamento si logra juntar
más de 100.000 firmas de apoyo.
Y aunque esta figura existe en muchas otras democracias, lo cierto es que en la mayoría
de los países la rigidez de los requisitos, los solapamientos con otras normas y la falta
de hábito y cultura política hacen que rara vez lleguen a tramitarse.
Luego además están los referéndums, cuya proposición en Suiza a diferencia de otros
países no está solo en manos del gobierno, sino que los propios ciudadanos también pueden
plantearlos.
Sí, sí, tal cual como lo escucháis.
(Los referéndums son votaciones que se organizan con el objetivo de aprobar una norma de considera
de importancia social o tumbar una ya aprobada por el Parlamento. Para sacarlos adelante
se necesitan 50.000 firmas, la mitad que en el caso de las iniciativas populares.
Y justo aquí es donde cobra importancia la cultura política y la movilización de la
sociedad civil. En Suiza existen grupos de presión con diferentes propósitos que pueden
recabar este número de firmas en un plazo relativamente corto, algo que evidentemente
sería muy complicado para un ciudadano a título individual.
Además, la Constitución no puede sufrir ningún cambio sin que este sea votado por
los propios ciudadanos. Cualquier modificación, sea de la parte que sea, debe ser refrendada
en votación, así como también cualquier proposición de adhesión del país a determinados
acuerdos internacionales. Son los llamados referéndums obligatorios.)
Para que os hagáis una idea de lo que todo esto supone, en un año corriente como 2021
se celebran cuatro consultas populares: una el 7 de marzo, otra el 13 de junio, otra el
26 de septiembre y la última el 28 de noviembre.
Eso sí, ojo, hay que tener en cuenta que para que se apruebe o rechace una iniciativa
popular o un referéndum obligatorio no solo hace falta que los suizos voten a favor o
en contra.
También votan los cantones como si fueran entes en sí mismos en una especie de sobre-elección
vinculante. Y además, para enredarlo todavía más, no todos los 26 cantones tienen el mismo
peso a la hora de votar.
(Entre los 26 cantones hay 20 completos y 6 medios cantones, en el caso de estos últimos
el voto vale la mitad.
Esto significa que, en la práctica, un referéndum podría rechazarse con la oposición de solo
12 cantones, y como los votos cantonales no tienen en cuenta la población, podría darse
el caso de que un grupo de cantones poco poblados echase abajo una iniciativa aunque en ellos
resida una cantidad minoritaria de los electores.
Para determinar el voto de los cantones se tiene en cuenta el resultado a nivel cantonal
de la consulta. Si la mayoría de la ciudadanía de un cantón vota a favor, entonces el voto
cantonal será a favor.)
Son contrapesos adicionales creados con la intención de reforzar la estabilidad y evitar
que las grandes áreas de población tengan todo el poder de decisión.
No me digáis que no es un sistema sorprendente y admirable.
Pero ya lo véis, el modelo de democracia directa es algo más complejo que llegar y
votar sobre una u otra iniciativa. Para sacarlos adelante se necesitan organismos de la sociedad
civil y también vencer los contrapesos existentes.
Pero… ¿Qué ocurre con los representantes? ¿Cómo se legisla en Suiza? ¿Cómo es su
poder legislativo? ¿Cómo funciona exactamente? ¿Es tan peculiar como lo que hemos visto
hasta ahora?
Pues bien, veámoslo.
(EL PODER LEGISLATIVO MÁS SORPRENDENTE)
Lo primero que tenemos que saber es que el sistema legislativo suizo es bicameral, es
decir, existen dos cámaras de representación a la hora de proponer y aprobar las leyes.
En el caso suizo hay una cámara que representa a los ciudadanos, el Consejo Nacional. Esta
es la cámara baja y está compuesta por 200 representantes que se eligen mediante circunscripciones
cantonales, de tal forma que los cantones con mayor población reparten más escaños.
Y luego hay una segunda cámara que es el Consejo de los Estados, que representa a los
cantones y es el equivalente a un Senado.
(El Consejo de los Estados, 46 representantes, dos por cada uno de los 20 cantones completos,
y uno por cada uno de los 6 medios cantones.
Es decir, en este caso la población de cada cantón es irrelevante al repartir los asientos.
Esto se hace así para reforzar la búsqueda de consensos amplios que abarquen el mayor
número de territorios y evitar así que los cantones más poblados determinen todas las
decisiones.
El caso es que entre las dos, entre ambas cámaras, forman la llamada Asamblea Federal,
y en ocasiones para cosas muy concretas, ambas cámaras se reúnen de forma conjunta dando
como resultado la Asamblea Federal Unida.)
Pero un momento porque las curiosidades no terminan aquí… Se da la situación de que
la suiza es una de las políticas más fragmentadas del mundo. Por ejemplo, echadle un vistazo
a la composición del Consejo Nacional porque esta es, de hecho, una de las claves de todo
lo que os vamos a contar a continuación.
La cámara baja de Suiza es uno de los parlamentos fragmentados, o según como se mire. con mayor
pluralidad política. Hay entre tres y cuatro partidos hegemónicos con un peso muy similar,
y otros siete con representación parlamentaria.
A ojos de cualquiera de nosotros este escenario político seguramente nos haría pensar en
una situación de ingobernabilidad. ¿Poner de acuerdo a tantos partidos distintos? ¡Qué
tormento! ¿Verdad?
Pues no, en Suiza esto no sucede. La política suiza es la de los consensos, el multipartidismo
y la co-participación. De hecho, para que os hagáis una idea, el presidente del Consejo
Nacional solo puede estar un año ejerciendo esa función.
Luego, cada año, otra persona es elegida presidente del parlamento y sí, suele ser
de otro partido diferente al del anterior presidente.
Digamos que en Suiza existe la idea de que hay que evitar a toda costa la concentración
de poder en tan solo unas pocas manos. Y una de las fórmulas que encontraron fue la limitación
anual de mandatos y un sistema que fuerza los acuerdos entre los distintos partidos.
¿Os parece curioso? Pues ya veréis cuando os contemos cómo funciona el gobierno federal.
Aunque eso sí, antes de pasar a ese punto, dejadme que os contemos una última cosa sobre
el poder legislativo: sus funciones.
(En un país tan descentralizado como Suiza el parlamento nacional tiene también unas
funciones limitadas.
Por ejemplo, suele dedicarse principalmente a aprobar leyes y normas de carácter estatal
siempre que estas no pisen las numerosas competencias de los cantones, también se encarga de las
modificaciones de la Constitución o de la aprobación de tratados internacionales, que
luego tal y cómo os hemos contado tienen que ser sometidos a referéndums obligatorios.)
Pero las dos funciones más importantes que tiene son, por un lado el nombramiento del
Fiscal General, que a diferencia de la mayoría de países no es nombrado por el Gobierno,
sino votado por todos los partidos.
Y luego la más importante de todas es la elección del presidente del Consejo Federal,
que es el nombre que en Suiza recibe el Gobierno central.
Porque sí, el sistema suizo es también un sistema parlamentario, de tal forma que al
presidente del Consejo Federal no lo elige directamente el pueblo.
Pero esperad un momento porque sobre el Consejo Federal, el gobierno suizo, hay mucha pero
mucha tela que cortar. Es posible que estemos ante el gobierno más extraño de todo el
mundo, y a la vez, uno de los que mejor funcionan.
Un sistema de gobierno que fracasaría en casi cualquier otro país pero que, sin embargo,
en Suiza ha supuesto estabilidad, unidad en la diversidad cultural y sí, también progreso
y libertad.
¿Os apetece saber cómo es este extravagante sistema de gobierno? Pues veámoslo.
(¿EL GOBIERNO MÁS CURIOSO DEL MUNDO?)
Os voy a contar una cosa que puede que a muchos os resulte de lo más extraño.
Durante el pasado año 2019 el presidente de la Confederación Suiza fue Ueli Maurer.
Durante el 2020 fue Simonetta Sommaruga, y a día de hoy, en 2021, lo es Guy Parmelin.
Sí, lo habéis escuchado bien. Y no, no os asusteis, no estamos ante ninguna crisis política
épica: los presidente federales suizos solo están un año en el poder, desde el 1 de
enero hasta el 31 de diciembre, durante lo que se llama “año presidencial”.
De esta forma, a principios del mes de diciembre, cada año se reúne la Asamblea Federal Unida
para elegir al presidente del nuevo año presidencial, que con casi total seguridad será de un partido
distinto al del año anterior.
Además no se puede reelegir a la misma persona para el año siguiente, tiene que ser otra
distinta. Pero eso sí, la persona escogida tiene que ser alguno de los siete miembros
del Consejo Federal que, esos sí, pueden ser reelegidos cada cuatro años sin problemas.
Vale, ¿Ya os ha explotado la cabeza? Pues esperad, que hay más.
(El gobierno federal suizo se rige por el llamado sistema directorial. Esto implica
que los siete miembros del gobierno tienen exactamente la misma consideración a efectos
de poder de decisión y de derechos dentro del gobierno: nadie es más que nadie.
Lo habéis escuchado bien, Suiza es actualmente el único país del mundo con un gobierno
que es básicamente un organismo colegiado. El presidente simplemente preside las reuniones
y representa al gobierno en sus relaciones exteriores, pero nada más.)
Además, el gobierno está formado desde hace muchísimos años por cuatro partidos distintos,
y se suele seguir la fórmula 2+2+2+1 para repartir los puestos entre los cuatro partidos
más votados.
¿Recordáis lo que os comentábamos antes de la fragmentación parlamentaria? Pues eso.
Y además, para volverlo todo todavía más complicado, a la hora de formar el Consejo
Federal, esto es el gobierno, no solo se tiene en cuenta los partidos políticos, sino también
la diversidad cultural.
Por este motivo, de los siete miembros, cuatro vienen de la parte germanoparlante, dos de
la francoparlante y una de la italoparlante. Y sí, así de esta forma se produce una composición
del gobierno similar a la distribución de la población suiza a nivel cultural, para
que nadie se queje.
El caso es que al final todo esto que os estamos contando sobre el gobierno federal tiene un
efecto práctico: el consenso.
Digamos que no vas a ver a un miembro del gobierno suizo echar pestes sobre una decisión
tomada por la mayoría del gobierno como pasa en muchos países, sin ir más lejos en España.
Allí se tiene la idea de que los siete miembros tienen que defender como propias todas las
decisiones, incluso si a título individual estas no les gustan. Ya sabéis, unas veces
cedo yo, otras tú. Así funciona el gobierno suizo, ¿no os parece como de otro planeta?
Lo cierto, amigos, es que el sistema político suizo es quizás uno de los mejores por muchos
motivos: combina la democracia directa con la descentralización, que se materializa
con el federalismo, y además garantiza la cohesión en una sociedad muy diversa culturalmente.
Y todo ello fomentando el multipartidismo y la política de consensos.
Sin embargo, como todo en esta vida, hay algunos retos a los que este sistema se va a tener
que enfrentar, sobre todo en el futuro. Retos que muchos de ellos son muy recientes y que
por supuesto no existían cuando este sistema fue diseñado y puesto en marche.
¿Queréis saber de qué estamos hablando exactamente? Pues… Atentos.
(NADA ES (DEL TODO) PERFECTO)
El sistema político suizo es muy antiguo y todavía funciona muy bien, pero cuando
se creó el país y la sociedad no eran exactamente como lo son hoy en día.
Uno de los “problemas” por llamarlo de alguna forma está en que, en última instancia,
Suiza tiene una especie de veto federalista de facto. Por ejemplo, una ley aprobada por
el Consejo Nacional puede ser rechazada por el Consejo de los Estados, que representa
a los cantones sin tener en cuenta la distribución demográfica.
Y esto también puede darse en las votaciones populares. Como os contábamos antes, una
reforma de la Constitución por ejemplo, puede ser votada a favor por el voto ciudadano y
echada atrás por el voto cantonal.
Y no penséis que esto es algo demasiado complicado. Los 13 cantones más pequeños, que aglutinan
solo el 11% de los votantes, tienen capacidad de bloqueo, incluso si el otro 89% de los
electores votara unánimemente a favor. Y viceversa. Hablamos de un desequilibrio que
ha ido creciendo con el paso del tiempo y que hoy ya parece exagerado.
Pero además del veto federalista de facto hay otro problema que también preocupa y
mucho.
(Durante los últimos 50 años Suiza ha sido un importante receptor de inmigración, hasta
el punto que más del 20% de la población residente en Suiza es extranjera.
Hay más de medio millón de personas con lengua materna extranjera, y también hay
unos 400.000 musulmanes.
Ahora bien, ¿por qué esto es importante? Pues el reto o problema está en que únicamente
los ciudadanos suizos pueden participar en la política federal suiza, y luego solo una
minoría de cantones y comunas reconocen el voto a los residentes extranjeros. Y por supuesto,
conseguir la ciudadanía es muy complicado. Así que digamos que cada vez hay un mayor
porcentaje de la población que de facto está excluida de la vida política, al menor a
la hora de participar.) En fin, ya lo véis, el sistema político
suizo es de todo menos común. Es una amalgama de curiosidades, peculiaridades y contrapesos
que lo convierten sin lugar a dudas en un sistema único, con muchísimas ventajas y
sí, también con algún que otro inconveniente.
Y ahora llegados a este punto la pregunta que os lanzo es… ¿qué opináis del sistema
político suizo? ¿Creéis que en vuestro país, en vuestra sociedad, sería posible
que existiera un sistema así?
Como siempre dejadnos vuestras respuestas aquí debajo, en los comentarios. Y si os
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Un saludo y hasta la próxima.