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Niebla - Unamuno, XXVIII

XXVIII

Torció el gesto Augusto cuando una mañana le anunció Liduvina que un joven le esperaba y se encontró luego con que era Mauricio. Estuvo por despedirlo sin oírle, pero le atraía aquel hombre que fue en un tiempo novio de Eugenia, al que esta quiso y acaso seguía queriendo en algún modo; aquel hombre que tal vez sabía de la que iba a ser mujer de él, de Augusto, intimidades que este ignoraba; de aquel hombre que... Había algo que les unía.

—Vengo, señor —empezó sumisamente Mauricio—, a darle las gracias por el favor insigne que merced a la mediación de Eugenia usted se ha dignado otorgarme...

—No tiene usted de qué darme las gracias, señor mío, y espero que en adelante dejará usted en paz a la que va a ser mi mujer.

—Pero ¡si yo no la he molestado lo más mínimo!

—Sé a qué atenerme.

—Desde que me despidió, a hizo bien en despedirme, porque no soy yo el que a ella corresponde, he procurado consolarme como mejor he podido de esa desgracia y respetar, por supuesto, sus determinaciones. Y si ella le ha dicho a usted otra cosa...

—Le ruego que no vuelva a mentar a la que va a ser mi mujer, y mucho menos que insinúe siquiera el que haya faltado lo más mínimo a la verdad. Consuélese como pueda y déjenos en paz.

—Es verdad. Y vuelvo a darles a ustedes dos las gracias por el favor que me han hecho proporcionándome ese empleíto. Iré a servirlo y me consolaré como pueda. Por cierto que pienso llevarme conmigo a una muchachita...

—Y ¿a mí qué me importa eso, caballero?

—Es que me parece que usted debe de conocerla...

—¿Cómo?, ¿cómo?, ¿quiere usted burlarse...?

—No... no... Es una tal Rosario, que está en un taller de planchado y que me parece le solía llevar a usted la plancha...

Augusto palideció. «¿Sabrá este todo?», se dijo, y esto le azaró aún más que su anterior sospecha de que aquel hombre supiese de Eugenia lo que él no sabía. Pero repúsose al pronto y exclamó:

—Y ¿a qué me viene usted ahora con eso?

—Me parece —prosiguió Mauricio, como si no hubiese oído nada— que a los despreciados se nos debe dejar el que nos consolemos los unos con los otros.

—Pero ¿qué quiere usted decir, hombre, qué quiere usted decir? —y pensó Augusto si allí, en aquel que fue escenario de su última aventura con Rosario, estrangularía o no a aquel hombre.

—¡No se exalte así, don Augusto, no se exalte así! No quiero decir sino lo que he dicho. Ella... la que usted no quiere que yo miente, me despreció, me despachó, y yo me he encontrado con esa pobre chicuela, a la que otro despreció y...

Augusto no pudo ya contenerse; palideció primero, se encendió después, levantóse, cogió a Mauricio por los dos brazos, lo levantó en vilo y le arrojó en el sofá sin darse clara cuenta de lo que hacía, como para estrangularlo. Y entonces, al verse Mauricio en el sofá, dijo con la mayor frialdad:

—Mírese usted ahora, don Augusto, en mis pupilas y verá qué chiquito se ve...

El pobre Augusto creyó derretirse. Por lo menos se le derritió la fuerza toda de los brazos, empezó la estancia a convertirse en niebla a sus ojos; pensó: «¿Estaré soñando?», y se encontró con que Mauricio, de pie ya y frente a él, le miraba con una socarrona sonrisa:

—¡Oh, no ha sido nada, don Augusto, no ha sido nada! Perdóneme usted, un arrebato... ni sé siquiera lo que me hice... ni me di cuenta... Y ¡gracias, gracias, otra vez gracias!, ¡gracias a usted y a... ella! ¡Adiós!

Apenas había salido Mauricio, llamó Augusto a Liduvina.

—Di, Liduvina, ¿quién ha estado aquí conmigo?

—Un joven.

—¿De qué señas?

—Pero ¿necesita usted que se lo diga?

—¿De veras, ha estado aquí alguien conmigo?

—¡Señorito!

—No... no... júrame que ha estado aquí conmigo un joven y de las señas que me digas... alto, rubio, ¿no es eso?, de bigote, más bien grueso que flaco, de nariz aguileña... ¿ha estado?

—Pero ¿está usted bueno, don Augusto?

—¿No ha sido un sueño...?

—Como no lo hayamos soñado los dos...

—No, no pueden soñar dos al mismo tiempo la misma cosa. Y precisamente se conoce que algo no es sueño en que no es de uno solo...

—Pues ¡sí, estése tranquilo, sí! Estuvo ese joven que dice.

—Y ¿qué dijo al salir?

—Al salir no habló conmigo... ni le vi...

—Y tú ¿sabes quién es, Liduvina?

—Sí, sé quién es. El que fue novio de...

—Sí, basta. Y ahora, ¿de quién lo es?

—Eso ya sería saber demasiado.

—Como las mujeres sabéis tantas cosas que no os enseñan...

—Sí, y en cambio no logramos aprender las que quieren enseñamos.

—Pues bueno, di la verdad, Liduvina: ¿no sabes con quién anda ahora ese... prójimo?

—No, pero me lo figuro.

—¿Por qué?

—Por lo que está usted diciendo.

—Bueno, llama ahora a Domingo.

—¿Para qué?

—Para saber si estoy también todavía soñando o no, y si tú eres de verdad Liduvina, su mujer, o si...

—¿O si Domingo está soñando también? Pero creo que hay otra cosa mejor.

—¿Cuál?

—Que venga Orfeo.

—Tienes razón; ¡ese no sueña!

Al poco rato, habiendo ya salido Liduvina, entraba el perro.

«¡Ven acá, Orfeo -le dijo su amo—, ven acá! ¡Pobrecito!, ¡qué pocos días te quedan ya de vivir conmigo! No te quiere ella en casa. Y ¿adónde voy a echarte?, ¿qué voy a hacer de ti?, ¿qué será de ti sin mí? Eres capaz de morirte, ¡lo sé! Sólo un perro es capaz de morirse al verse sin amo. Y yo he sido más que tu amo, ¡tu padre, tu dios! ¡No te quiere en casa; te echa de mi lado! ¿Es que tú, el símbolo de la felicidad, le estorbas en casa? ¡Quién lo sabe...! Acaso un perro sorprende los más secretos pensamientos de las personas con quienes vive, y aunque se calle... ¡Y tengo que casarme, no tengo más remedio que casarme... si no, jamás voy a salir del sueño! Tengo que despertar.»

«Pero ¿por qué me miras así, Orfeo? ¡Si parece que lloras sin lágrimas...! ¿Es que me quieres decir algo?, te veo sufrir por no tener palabras. ¡Qué pronto aseguré que tú no sueñas! ¡Tú sí que me estás soñando, Orfeo! ¿Por qué somos hombres los hombres sino porque hay perros y gatos y caballos y bueyes y ovejas y animales de toda clase, sobre todo domésticos?, ¿es que a falta de animales domésticos en que descargar el peso de la animalidad de la vida habría el hombre llegado a su humanidad? ¿Es que a no haber domesticado el hombre al caballo no andaría la mitad de nuestro linaje llevando a cuestas a la otra mitad? Sí, a vosotros se os debe la civilización. Y a las mujeres. Pero ¿no es acaso la mujer otro animal doméstico? Y de no haber mujeres, ¿serían hombres los hombres? ¡Ay, Orfeo, viene de fuera quien de casa te echa!»

Y le apretó contra su seno, y el perro, que parecía en efecto llorar, le lamía la barba.

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XXVIII XXVIII

Torció el gesto Augusto cuando una mañana le anunció Liduvina que un joven le esperaba y se encontró luego con que era Mauricio. Augusto verzog das Gesicht, als Liduvina eines Morgens ankündigte, dass ein junger Mann auf ihn warte, und dann feststellte, dass es Mauricio war. Estuvo por despedirlo sin oírle, pero le atraía aquel hombre que fue en un tiempo novio de Eugenia, al que esta quiso y acaso seguía queriendo en algún modo; aquel hombre que tal vez sabía de la que iba a ser mujer de él, de Augusto, intimidades que este ignoraba; de aquel hombre que... Había algo que les unía. Sie wollte ihn feuern, ohne ihn zu hören, aber sie fühlte sich zu diesem Mann hingezogen, der einst Eugenias Freund war, den sie liebte und vielleicht noch immer liebte; dieser Mann, der vielleicht wusste, was seine Frau werden würde, Augustos, Intimitäten, von denen er nichts wusste; von diesem Mann, der ... Es gab etwas, das sie vereinte.

—Vengo, señor —empezó sumisamente Mauricio—, a darle las gracias por el favor insigne que merced a la mediación de Eugenia usted se ha dignado otorgarme... „Ich komme, mein Herr“, begann Mauricio unterwürfig, „um Ihnen für die ausgezeichnete Gunst zu danken, die Sie mir dank der Vermittlung Eugenias zu gewähren geruhten …“

—No tiene usted de qué darme las gracias, señor mío, y espero que en adelante dejará usted en paz a la que va a ser mi mujer. "Sie haben mir nichts zu danken, Mylord, und ich hoffe, dass Sie von nun an meine Frau in Ruhe lassen."

—Pero ¡si yo no la he molestado lo más mínimo! "Aber ich habe sie nicht im Geringsten gestört!"

—Sé a qué atenerme. "Ich weiß, was mich erwartet."

—Desde que me despidió, a hizo bien en despedirme, porque no soy yo el que a ella corresponde, he procurado consolarme como mejor he podido de esa desgracia y respetar, por supuesto, sus determinaciones. - Seit sie mich gefeuert hat, hat sie das Richtige getan, um sich zu verabschieden, weil ich nicht diejenige bin, die ihr entspricht, ich habe versucht, mich über dieses Unglück so gut wie möglich zu trösten und natürlich ihre Entschlüsse zu respektieren. Y si ella le ha dicho a usted otra cosa... Und wenn sie dir noch etwas erzählt hat ...

—Le ruego que no vuelva a mentar a la que va a ser mi mujer, y mucho menos que insinúe siquiera el que haya faltado lo más mínimo a la verdad. "Ich bitte Sie, nicht zu erwähnen, wer meine Frau sein wird, geschweige denn, dass sie ein bisschen unwahr war." Consuélese como pueda y déjenos en paz. Tröste dich so gut du kannst und lass uns in Ruhe.

—Es verdad. Y vuelvo a darles a ustedes dos las gracias por el favor que me han hecho proporcionándome ese empleíto. Und ich danke euch beiden noch einmal für den Gefallen, den ihr mir mit diesem kleinen Job getan habt. Iré a servirlo y me consolaré como pueda. Ich werde gehen und ihm dienen und mich trösten, so gut ich kann. Por cierto que pienso llevarme conmigo a una muchachita... Ich nehme übrigens ein kleines Mädchen mit ...

—Y ¿a mí qué me importa eso, caballero?

—Es que me parece que usted debe de conocerla... – Mir scheint, dass Sie sie kennen müssen ...

—¿Cómo?, ¿cómo?, ¿quiere usted burlarse...? "Wie? Wie? Willst du dich verspotten...?"

—No... no... Es una tal Rosario, que está en un taller de planchado y que me parece le solía llevar a usted la plancha... "Nein ... nein ... Es ist eine gewisse Rosario, die in einer Bügelwerkstatt ist und ich glaube, sie hat dir früher das Bügeleisen gebracht ..."

Augusto palideció. Augusto wurde blass. «¿Sabrá este todo?», se dijo, y esto le azaró aún más que su anterior sospecha de que aquel hombre supiese de Eugenia lo que él no sabía. Weiß dieser Mann alles?, fragte er sich, und das verfolgte ihn noch mehr als sein früherer Verdacht, der Mann wisse von Eugenia, was er nicht wusste. Pero repúsose al pronto y exclamó: Aber er erholte sich bald und rief:

—Y ¿a qué me viene usted ahora con eso? "Und was machst du jetzt damit?"

—Me parece —prosiguió Mauricio, como si no hubiese oído nada— que a los despreciados se nos debe dejar el que nos consolemos los unos con los otros. "Mir scheint", fuhr Mauricio fort, als hätte er nichts gehört, "dass die Verachteten sich gegenseitig trösten sollen."

—Pero ¿qué quiere usted decir, hombre, qué quiere usted decir? —y pensó Augusto si allí, en aquel que fue escenario de su última aventura con Rosario, estrangularía o no a aquel hombre. - Und Augusto dachte, wenn er dort, wo sein letztes Abenteuer mit Rosario war, diesen Mann erwürgen würde oder nicht.

—¡No se exalte así, don Augusto, no se exalte así! "Sei nicht so aufgeregt, Don Augusto, reg dich nicht so auf!" No quiero decir sino lo que he dicho. Ich will nicht sagen, was ich gesagt habe. Ella... la que usted no quiere que yo miente, me despreció, me despachó, y yo me he encontrado con esa pobre chicuela, a la que otro despreció y... Sie ... die, von der Sie nicht wollen, dass ich lüge, sie hat mich verachtet, sie hat mich fortgeschickt, und ich habe dieses arme Mädchen getroffen, das ein anderer verachtet und ...

Augusto no pudo ya contenerse; palideció primero, se encendió después, levantóse, cogió a Mauricio por los dos brazos, lo levantó en vilo y le arrojó en el sofá sin darse clara cuenta de lo que hacía, como para estrangularlo. Augusto konnte sich nicht länger beherrschen; Er wurde erst blass, dann hell erleuchtet, stand auf, packte Mauricio an beiden Armen, hob ihn aus dem Gleichgewicht und warf ihn auf die Couch, ohne zu merken, was er tat, als wollte er ihn erwürgen. Y entonces, al verse Mauricio en el sofá, dijo con la mayor frialdad:

—Mírese usted ahora, don Augusto, en mis pupilas y verá qué chiquito se ve... - Schauen Sie sich jetzt, Don Augusto, in meinen Pupillen an und Sie werden sehen, wie klein er aussieht ...

El pobre Augusto creyó derretirse. Por lo menos se le derritió la fuerza toda de los brazos, empezó la estancia a convertirse en niebla a sus ojos; pensó: «¿Estaré soñando?», y se encontró con que Mauricio, de pie ya y frente a él, le miraba con una socarrona sonrisa: Zumindest die ganze Kraft seiner Arme schmolz, der Raum begann sich in Nebel zu verwandeln in seinen Augen; Er dachte: „Träume ich?“ und stellte fest, dass Mauricio, der bereits vor ihm stand, ihn mit einem verschmitzten Lächeln ansah:

—¡Oh, no ha sido nada, don Augusto, no ha sido nada! "Oh, es war nichts, Don Augusto, es war nichts!" Perdóneme usted, un arrebato... ni sé siquiera lo que me hice... ni me di cuenta... Y ¡gracias, gracias, otra vez gracias!, ¡gracias a usted y a... ella! Verzeihen Sie, ein Ausbruch ... Ich weiß nicht einmal, was ich mir angetan habe ... Ich habe es nicht einmal gemerkt ... Und danke, danke, danke noch einmal! Danke und ... sie! ¡Adiós!

Apenas había salido Mauricio, llamó Augusto a Liduvina. Sobald Mauricio gegangen war, rief Augusto Liduvina an.

—Di, Liduvina, ¿quién ha estado aquí conmigo? "Sag, Liduvina, wer war hier mit mir?"

—Un joven.

—¿De qué señas? "Welche Zeichen?"

—Pero ¿necesita usted que se lo diga? "Aber soll ich es dir sagen?"

—¿De veras, ha estado aquí alguien conmigo? "Wirklich, war jemand mit mir hier?"

—¡Señorito! -Junger Herr!

—No... no... júrame que ha estado aquí conmigo un joven y de las señas que me digas... alto, rubio, ¿no es eso?, de bigote, más bien grueso que flaco, de nariz aguileña... ¿ha estado? "Nein ... nein ... schwöre mir, dass ein junger Mann hier bei mir war und was auch immer Sie mir sagen ... groß, blond, nicht wahr? Mit einem Schnurrbart, eher dick als dünn, mit Adlernase." .. gewesen?

—Pero ¿está usted bueno, don Augusto? "Aber bist du gut, Don Augusto?"

—¿No ha sido un sueño...? "War es nicht ein Traum...?"

—Como no lo hayamos soñado los dos... "Da wir beide nicht davon geträumt haben ...

—No, no pueden soñar dos al mismo tiempo la misma cosa. – Nein, zwei können nicht gleichzeitig dasselbe träumen. Y precisamente se conoce que algo no es sueño en que no es de uno solo... Und es ist genau bekannt, dass etwas kein Traum ist, weil es keiner ist ...

—Pues ¡sí, estése tranquilo, sí! "Nun ja, sei ruhig, ja!" Estuvo ese joven que dice. Da war dieser junge Mann, der sagt.

—Y ¿qué dijo al salir? "Und was hat er gesagt, als er ging?"

—Al salir no habló conmigo... ni le vi... "Als er ging, sprach er nicht mit mir ... noch sah ich ihn ..."

—Y tú ¿sabes quién es, Liduvina? "Und wissen Sie, wer es ist, Liduvina?"

—Sí, sé quién es. -Ja, ich weiß, wer ist. El que fue novio de... Derjenige, der der Freund von ...

—Sí, basta. "Ja, genug." Y ahora, ¿de quién lo es? Und nun, wem gehört es?

—Eso ya sería saber demasiado. "Das wäre zu viel zu wissen."

—Como las mujeres sabéis tantas cosas que no os enseñan... – Da Frauen so viele Dinge wissen, die sie dir nicht beibringen …

—Sí, y en cambio no logramos aprender las que quieren enseñamos. —Ja, und stattdessen können wir nicht diejenigen lernen, die uns lehren wollen.

—Pues bueno, di la verdad, Liduvina: ¿no sabes con quién anda ahora ese... prójimo? "Nun, sag die Wahrheit, Liduvina: weißt du nicht, mit wem dieser ... Nachbar jetzt zusammen ist?"

—No, pero me lo figuro. "Nein, aber ich denke."

—¿Por qué? -Wieso den?

—Por lo que está usted diciendo. "Wegen dem, was Sie sagen."

—Bueno, llama ahora a Domingo. "Nun, ruf jetzt Domingo an."

—¿Para qué? -So dass?

—Para saber si estoy también todavía soñando o no, y si tú eres de verdad Liduvina, su mujer, o si... „Um zu wissen, ob ich noch träume oder nicht und ob du wirklich Liduvina bist, seine Frau, oder ob …“

—¿O si Domingo está soñando también? "Oder wenn Domingo auch träumt?" Pero creo que hay otra cosa mejor. Aber ich denke, es gibt etwas Besseres.

—¿Cuál? -Welcher?

—Que venga Orfeo. "Lass Orpheus kommen."

—Tienes razón; ¡ese no sueña! -Du hast recht; Das träumt nicht!

Al poco rato, habiendo ya salido Liduvina, entraba el perro. Nach kurzer Zeit, als Liduvina bereits gegangen war, trat der Hund ein.

«¡Ven acá, Orfeo -le dijo su amo—, ven acá! "Komm her, Orpheus", sagte sein Meister, "komm her!" ¡Pobrecito!, ¡qué pocos días te quedan ya de vivir conmigo! Armes Ding, wie wenige Tage hast du noch, um bei mir zu leben! No te quiere ella en casa. Sie will dich nicht zu Hause haben. Y ¿adónde voy a echarte?, ¿qué voy a hacer de ti?, ¿qué será de ti sin mí? Und wo werfe ich dich hin, was mache ich mit dir, was wird ohne mich aus dir? Eres capaz de morirte, ¡lo sé! Du bist fähig zu sterben, ich weiß! Sólo un perro es capaz de morirse al verse sin amo. Nur ein Hund kann sterben, weil er ohne Herrn ist. Y yo he sido más que tu amo, ¡tu padre, tu dios! Und ich war mehr als dein Meister, dein Vater, dein Gott! ¡No te quiere en casa; te echa de mi lado! Er will dich nicht zu Hause haben; wirf dich von meiner Seite! ¿Es que tú, el símbolo de la felicidad, le estorbas en casa? ¡Quién lo sabe...! Acaso un perro sorprende los más secretos pensamientos de las personas con quienes vive, y aunque se calle... ¡Y tengo que casarme, no tengo más remedio que casarme... si no, jamás voy a salir del sueño! Vielleicht überrascht ein Hund die geheimsten Gedanken der Menschen, mit denen er zusammenlebt, und selbst wenn er schweigt ... Und ich muss heiraten, mir bleibt nichts anderes übrig, als zu heiraten ... wenn nicht, werde ich es nie bekommen aus dem Traum! Tengo que despertar.»

«Pero ¿por qué me miras así, Orfeo? Aber warum siehst du mich so an, Orpheus? ¡Si parece que lloras sin lágrimas...! Wenn Sie ohne Tränen zu weinen scheinen ...! ¿Es que me quieres decir algo?, te veo sufrir por no tener palabras. ¡Qué pronto aseguré que tú no sueñas! ¡Tú sí que me estás soñando, Orfeo! Du träumst wirklich von mir, Orpheus! ¿Por qué somos hombres los hombres sino porque hay perros y gatos y caballos y bueyes y ovejas y animales de toda clase, sobre todo domésticos?, ¿es que a falta de animales domésticos en que descargar el peso de la animalidad de la vida habría el hombre llegado a su humanidad? Warum sind wir Menschen, aber weil es Hunde und Katzen und Pferde und Ochsen und Schafe und Tiere aller Art, vor allem Haustiere gibt, hat der Mensch seine Menschlichkeit erreicht? ¿Es que a no haber domesticado el hombre al caballo no andaría la mitad de nuestro linaje llevando a cuestas a la otra mitad? Sí, a vosotros se os debe la civilización. Y a las mujeres. Pero ¿no es acaso la mujer otro animal doméstico? Y de no haber mujeres, ¿serían hombres los hombres? ¡Ay, Orfeo, viene de fuera quien de casa te echa!» Oh, Orpheus, von draußen kommt jemand, der dich aus dem Haus wirft!“

Y le apretó contra su seno, y el perro, que parecía en efecto llorar, le lamía la barba. Und sie drückte ihn an ihre Brust, und der Hund, der tatsächlich zu weinen schien, leckte seinen Bart.