El árbol de la amistad
Había una vez un árbol mágico llamado Árbol Amigo. Era un árbol muy especial porque tenía la capacidad de hacer que las personas se sintieran felices y en paz. Muchas personas venían a visitar el Árbol Amigo para sentarse debajo de sus ramas y sentir su energía positiva. Un día, un niño llamado Tomás llegó al árbol. Estaba triste y se sentía solo, y esperaba encontrar consuelo bajo las ramas del Árbol Amigo. Pero cuando llegó allí, se encontró con que todas las ramas estaban vacías y no había nadie allí. Triste y decepcionado, Tomás se sentó debajo del árbol y comenzó a llorar. Pero entonces, algo extraño sucedió: una pequeña semilla cayó en su regazo y comenzó a crecer rápidamente. En poco tiempo, se convirtió en un árbol pequeño y bonito, con ramas y hojas verdes. Tomás se sintió curioso y tocó el pequeño árbol. De repente, un grupo de niños apareció alrededor de él. Le dijeron que el árbol que había plantado era un árbol mágico de la amistad, y que todas las personas que plantaban uno, se convertían en amigos para siempre. Tomás se dio cuenta de que la amistad era algo muy valioso, y decidió compartir su árbol con otros niños. Plantó el árbol en un lugar especial, donde los niños podían jugar y compartir sus historias. Con el tiempo, el árbol de la amistad creció y se convirtió en un lugar mágico donde los niños se reunían para jugar y compartir momentos felices. Tomás aprendió que, aunque se sentía solo en un momento, había encontrado una manera de hacer amigos y de ser feliz. Y así, Tomás aprendió que la amistad es algo muy valioso, y que a veces hay que plantar una semilla para que crezca un árbol de amistad que dure para siempre.