Las aventuras de Pinocho, Capítulo 30 - The adventures of Pinocchio with Audio
por Carlo Collodi
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Pinocho, se escapa con su amigo Espárrago al país de los juguetes.
Pinocho pidió al Hada que le permitiese dar una vuelta por la población, a fin de invitar a sus compañeros, y el Hada le dijo:
--Vete, pues, a invitar a todos tus amigos y compañeros para la merienda de mañana; pero ten cuidado de volver a casa antes de que sea de noche. ¿Has comprendido?
--Te prometo que dentro de una hora estaré de vuelta-- replicó el muñeco.
--¡Ten cuidado, Pinocho! Todos los muchachos prometen en seguida, pero raras veces saben cumplir lo ofrecido.
--Pero yo no soy como los demás: cuando yo digo una cosa, la sostengo.
--¡Ya lo veremos! Si no obedeces, tanto peor para ti.
--¿Por qué?
--Porque a los niños desobedientes les pasan muchas desgracias.
--¡Ya lo sé, ya! ¡Bien caro me ha costado ser tan travieso! Pero ya he cambiado y siempre seré bueno-- dijo Pinocho.
Sin decir una palabra más saludó el muñeco a la buena Hada que le servía de mamá, y cantando y bailando salió de la casa.
En poco más de una hora quedaron hechas todas las invitaciones. Algunos muchachos aceptaron en seguida y con mucho gusto; otros se hicieron rogar algo; pero cuando supieron que los panecillos con que se iba a tomar el café con leche no sólo estarían untados de manteca por dentro, sino también por fuera, acabaron por decir:
--¡Bueno! ; pues iremos también, por complacerte!
Ahora conviene saber que entre los amigos y compañeros de escuela, había uno a quien Pinocho quería y distinguía sobre los demás.
Llamábase este amigo Ricardo; pero todos le llamaban por el sobrenombre de Espárrago, a causa de su figura seca, enjuta y delgada como un espárrago triguero.
Espárrago era el muchacho más travieso y revoltoso de toda la escuela; pero Pinocho lo quería entrañablemente; así es que no dejo de ir a su casa para invitarle a la merienda. Como no lo encontró, volvió una segunda vez, y tampoco; volvió una tercera, y también perdió el viaje.
¿Dónde encontrarlo? Busca por aquí, busca por allí, por fin le halló escondido en el portal de una casa de labradores.
--¿Qué haces aquí?-- le preguntó Pinocho, acercándose.
--Espero a que sea media noche para marcharme.
--¿Adónde?
--Lejos, lejos; muy lejos.
--¡Y yo que he ido a buscarte tres veces a tu casa!
--¿Para qué me querías?
--Que mañana te espero a merendar en mi casa.
--Pero, ¿no te digo que me marcho esta noche?
--¿A qué hora?
--Dentro de poco.
--¿Y dónde vas?
--Voy a vivir en un país que es el mejor país del mundo. ¡Una verdadera Jauja!
--¿Y cómo se llama?
--Se llama "El País de los Juguetes" ¿Por qué no te vienes tú también? --¿Yo? ¡No por cierto!
--Haces mal, Pinocho. Créeme a mí. Si no vienes, te arrepentirás algún día. ¿Dónde vas a encontrar un país más sano para nosotros los muchachos? Allí no hay escuelas; allí no hay maestros; allí no hay libros. En aquel bendito país no se estudia nunca. Los jueves no hay escuela, y todas las semanas tienen seis jueves y un domingo. ¡Figúrate que las vacaciones de verano empiezan el primer día de Enero y terminan el último de Diciembre! ¡Ese es un país como a mí me gusta! ¡Así debieran ser todos los países civilizados!
--Pero, entonces, ¿cómo se pasan los días en "El País de los Juguetes"? --Pues jugando y divirtiéndose desde la mañana hasta la noche. Después se va uno a dormir, y a la mañana siguiente vuelta a empezar. ¿Qué te parece?
--¡Hum!-- hizo Pinocho moviendo la cabeza, como si quisiera decir: ¡Esa vida también la haría yo con mucho gusto!
--¡Conque, vamos, decídete! ¿Quieres venir conmigo, si, o no?
--¡No, no y no! He prometido a mi mamá ser bueno, y quiero cumplir mi palabra. Ya se está poniendo el sol y tengo que irme. ¡Conque adiós, y buen viaje!
--¿Adónde vas con tanta prisa?
--A casa. Mi mama me ha dicho que vuelva antes de anochecer.
--¡Espera dos minutos más!
--¡Se va a hacer tarde!
--¡Tan sólo dos minutos!
--¿Y si el Hada me regaña?
--¡Déjala que regañe! Ya se cansará, y acabará por callarse-- dijo aquel bribonzuelo de Espárrago.
--Y qué, ¿te vas solo o acompañado?
--¡Solo! ¡Pues si vamos a ser más de cien muchachos!
--¿Hacéis el viaje a pie?
--No. Dentro de poco pasará por aquí el coche que ha de llevarnos a ese delicioso país.
--¡Daría cualquier cosa por que pasara ahora ese coche!
--¿Para qué?
--Para veros marchar a todos juntos.
--Pues quédate un poco más, y podrás verlo.
--¡No, no! ¡Me voy a mi casa!
--¡Espera otros dos minutos!
--He perdido mucho tiempo. El Hada estará ya con cuidado.
--¡Dichosa Hada! ¿Es que tiene miedo de que te coman los murciélagos?
--Pero, dime la verdad-- preguntó Pinocho, que parecía estar pensativo--: ¿estás bien seguro de que en aquel país no hay escuelas?
--¡Ni sombra de ellas!
--¿Ni maestros tampoco?
--¡Mucho menos!
--¿Y no hay obligación de estudiar?
--¡Ni por asomo!
--¡Qué país tan hermoso!-- dijo Pinocho, haciéndosele la boca agua--. ¡Qué país tan hermoso! Yo no he estado nunca, pero me lo figuro.
--¿Por qué no te vienes?
--Es inútil que quieras convencerme. He prometido a mi mamá ser un muchacho juicioso, y no quiero faltar a mi palabra.
--Pues entonces, adiós, y muchos recuerdos a todos los amigos y compañeros de escuela.
--Adiós, Espárrago; que tengas buen viaje; diviértete mucho, y que te acuerdes alguna vez de los amigos.
Dicho esto se separó el muñeco y anduvo dos pasos, como para marcharse; pero se paró de pronto, y volviéndose hacia su amigo le preguntó.
--Pero, ¿estás bien seguro de que en aquel país todas las semanas tienen seis jueves y un domingo?
--¡Segurísimo!
--¿Y sabes también de cierto que las vacaciones de verano empiezan el primer día de Enero y terminan el último de Diciembre?
--¡Claro que lo sé!
--¡Qué hermoso país!-- repitió Pinocho como para consolarse.
Por último, hizo un esfuerzo y dijo apresuradamente:
--¡Vaya, adiós, y buen viaje!
--¡Adiós!
--¿Cuándo os vais?
--Dentro de poco.
--¡Qué lástima! ¡Si sólo faltase una hora, me esperaba para veros marchar!
--¿Y el Hada?
--De todos modos, ya se ha hecho tarde. Lo mismo da que llegue una hora antes que una hora después.
--¡Pobre Pinocho! ¿Y si el Hada te regaña?
--¡Psch...! Después de todo acabará por cansarse y se callará.
Mientras tanto se había hecho completamente de noche. A poco rato vieron moverse a lo lejos una lucecita, y oyeron ruido de cascabeles y el sonido de una bocina; pero tan débil, que parecía un zumbido.
--¡Aquí está!-- gritó Espárrago, poniéndose de pie.
--¿Qué es?-- preguntó Pinocho en voz baja.
--El coche que viene por mí. ¿Te vienes por fin, o no?
--Pero, ¿es de verdad, de verdad-- preguntó el muñeco--, que en aquel país no tienen que estudiar los niños?
--¡Nunca, nunca, nunca!
--¡Qué hermoso país!-- repitió Pinocho--, ¡Que hermoso país!